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Un día del padre bien padre

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Este era un domingo, no como cualquier otro, era el día del padre, ya con mi amiga Dulce habíamos quedado vernos en la capital. Era un sentimiento confuso, por una parte, tenía tantas ganas de estar con ella, de sentir su piel que roce con la mía, sentir su sabor en mi paladar, ese sabor exquisito que en repetidas ocasiones había saboreado en el trabajo como si fuera una ligera degustación.

En el transcurso del recorrido nos íbamos mensajeando y diciéndonos lo tanto que queríamos estar juntos, de practicar las muchas fantasías que por chat nos confesábamos. Es una mujer excepcional, como ya en otros relatos dije, güerita, de ojos color miel, un culo bien sabroso, grande, carnoso que quería que atrape mi verga entre esas nalgas y que sienta como me introduzco en ese hermoso culo. Ya ella me había dicho que no había practicado el anal, eso me tenía muy excitado un culo virgen. También platicábamos que haríamos un rico 69 para saborear nuestros sexos.

Cuando llegué al lugar estaba bien extasiado, húmedo. La esperaba en el parque central, recuerdo que no aguantaba las ganas de verla, en eso sonó mi celular, era un mensaje suyo que me decía “ya llegué te veo en frente de la catedral”.

En unos minutos más la vi aparecer, tenía una blusa roja talladita, que, hacía notar sus ricos y hermosos pechos, unas tetitas, que como ella decía, no son tan grandes, pero que parecían de colegiala, duras, en su lugar, con unos pezones rosaditos y muy ricos, también traía unos jeans azules que hacían lucir sus curvas, ella como ya describí anteriormente tiene una figura espectacular, llenita con carne donde llenarse con tremendo manjar. Se notaba ese tremendo trasero que era y es una tentación para cualquiera.

Traía unas gafas obscuras que la hacían lucir más sexy, con ese cabello largo marmoleado…

Nos saludamos de beso y sentí ese aroma de mujer que traía, en ese momento se me erectó la verga.

Nos dirigimos al motel, entramos, pedí un cuarto, debo decir que estaba nervioso, ya había dicho que mi vida era muy lineal sin altibajos ni emociones y este día estaba cambiando. Entramos al cuarto, lo primero que hice fue ir al baño y quitarme el sudor me puse algo de colonia y salí ella estaba recostada en la cama, estaba mensajeando con su papá pues era el día del padre, la empecé a besar en el cuello y ella se retorcía, solo sonreía, luego fui a donde su trasero y empecé a quitarle el pantalón.

Traía un cachetero de encaje de color rojo, rico, por cierto, se sentó en la cama y le quite la blusa, la comía a besos, recorría su espalda con mis labios y en eso se levantó y me dijo -voy a asearme papi. La verdad no lo necesitaba estaba exquisita, su olor era sugestivo.

Yo me recosté sobre la cama ya desnudo, mi verga estaba flácida por la poca espera, y cerré mis ojos por un momento. En eso sentí sus labios en mi polla, su lengua acariciaba mis huevos, en eso mi pene se paró, ya estaba dispuesto, y por primera vez concebí una mamada, una rica chupada ya que mi esposa nunca había querido. Esa mujer era una maestra me lo hacía con delicadeza y luego fuerte, sentía morir y revivir, me pelo la verga y la lamia como una paleta y me miraba como una niña agradecida por su caramelo y al mismo tiempo como mi puta perra sedienta de sexo, de verga.

Así estuvo unos minutos y la levante para besarnos. La recosté, le abrí sus piernitas, estaba toda mojada, recuerdo muy bien esa panocha depilada, solo tenía un caminito de vellos rubios, estaba rasuradita o más bien depiladita, rosadita y con un aroma indescriptible, lamia sus labios de arriba abajo y ella me decía “anda perro chupa, así sigue…”. Así estuve por varios minutos saboreando su exquisito aroma a mujer, ella se retorcía cada vez que mi lengua tocaba su clítoris, se me entregaba como la putita que es, como mi putita.

Después subí hasta esas tetitas, rosaditas, hermosas, y de buena consistencia, firmes y con los pezones erectos. Los lamí y mamé por varios minutos, eso la derretía y a mi mas.

Sentí mi polla dura y bien lubricada de todo el sabor y éxtasis que ambos derramábamos. En eso me abrió sus piernas, su pucha estaba más que mojada, mi ciclope busco su cueva como si tuviera mente propia, como si conociera su estuche, mi macana venuda entro con facilidad y la empecé a envestir fuerte, ella gemía como zorra, me pedía más y su coño parecía perro rabioso apretaba como una diosa sexual, me volvía loco, era estar en el cielo y morir y de nuevo caer en sus brazas, es una mujer exquisita.

Recuerdo que cuando estaba por acabar no saqué mi polla de su coño terminé dentro de ella, y me dijo “terminaste dentro?...”, “si” le contesté, “cabrón a ver si no me embarazas… jajajaja”.

Estuve pensándolo algunas semanas hasta que me dijo que le había bajado su mes.

Estamos pensando repetirlo, pero ahora con más confianza y perversión.

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