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Un regalo para mi esposa

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Era sábado en la tarde cuando mi esposa y yo nos disponíamos a ver una película. No sabíamos cuál seleccionar, la mayoría de las que estaban en la programación ya las habíamos visto; pero hubo un nombre que llamó mi atención, por motivos de derechos de autor no puedo decirlo en este relato, lo cierto es que es basada en la trilogía de un libro muy famoso, aunque nunca lo he leído me han dicho que es bueno, por lo que quise ver esa película, lo interesante es que era para adultos del género erótico. Le comenté los detalles, los pocos que conocía a Madelein y ella también se interesó y decidimos verla.

Primero decidimos hacer algo ligero para cenar, y aprovechamos para hacer unas palomitas de maíz para la película, de pronto ya son las 8 pm, nos disponemos a lavar los trastes y dejar todo nuevamente en su lugar, lo más seguro es que la hora de cine termine tarde y no íbamos a querer ordenar entonces.

Son las 9 pm, ya tengo todo arreglado, la temperatura del cuarto es ideal, las luces están apagadas, las palomitas están en la cama esperándonos y la película solo aguarda un play para iniciar.

⎯¿Por qué no nos bañamos primero? ⎯ Sugirió mi amada.

⎯Claro es buena idea.

Nos desvestimos y dirigimos a la ducha juntos. Muchos dicen que a pesar del tiempo que llevamos casados aún parecemos novios o recién casados. Una vez en la ducha comienza el juego de calentamiento, un besito por aquí, otro por allá; una nalgadita, tal vez un apretón; una chupadita en las tetas; yo le pongo el jabón a ella y aprovecho para acariciar hasta el último centímetro de su preciosa existencia; y aunque ese jugueteo me calienta enseguida, no pasó más, terminamos de bañarnos, nos secamos y aun desnudos nos fuimos a la cama para ver aquella película de la que tanto me habían hablado.

Como la mayoría de las películas eróticas, es de una chica pobre que se encuentra con un joven multimillonario se enamoran y comienza su historia; al principio ella se niega, pero tiene curiosidad y termina accediendo a las condiciones de aquel poderoso caballero. Lo interesante estaba en las escenas sexuales, ya que no era un sexo clásico (se puso buena la historia), resulta que practicaban era sadomasoquismo, donde el chico era dominante y la chica hacia el papel de sumisa.

Con cada una de las escenas subidas de tono yo llevaba mi mano a la entrepierna de Madelein quien la abría felizmente para que la masturbara mientras veíamos aquel espectáculo. Eso me tenía excitado, y aunque a mi esposa también, ella hacia caso omiso a la erección que yo presentaba.

Gracias a aquella película mi chica conoció el mundo de los juguetes sexuales, y hacia preguntas al respecto, por lo que sabía que se había interesado. Consoladores, vibradores, bolas chinas, arneses, esposas, antifaces, látigos, chutos, pinzas para pezones, eran algunos de los artefactos más resaltantes del filme.

Hubo cierto momento donde inició una escena de sexo, pero esta vez no fui yo quien tomó la iniciativa para calentarnos mientras veíamos, sino que, Made se giró un poco colocándose de espalda hacia mí y me agarró la mano, la puso sobre una de sus nalgas y yo comencé a apretársela, pero no era eso lo que quería, me sostuvo por la muñeca y me levantó y bajó la mano llevándome a que azotara suavemente su glúteo. Rápidamente entendí la idea, y comencé a darle pequeños azotes.

⎯Ah… ⎯ Salía de su boca con cada azote.

Cada vez que le golpeaba el culo gemía y movía las caderas de forma muy sexy y excitante, y la golpeaba de nuevo.

⎯Rico… ⎯ Dijo esta vez.

Así jugamos durante toda esa escena sexual de la película y fue muy excitante. Ya estoy conociendo mejor a mi esposa, le gusta el morbo, los juguetes sexuales, el sadomasoquismo, es increíble.

La película terminó, y yo estaba con la calentura a mil. No esperé que acabaran los créditos cuando me lancé sobre ella y comencé a besarla como si mi vida dependiera de eso, ya la excitación de ambos era evidente, no podíamos esperar un segundo más; pero ella me hizo esperar, se puso en cuatro y dijo:

⎯Primero quiero que me azotes el culo.

⎯¿Sí? ¿Quieres que de muchas nalgadas?

⎯Sí, nalguéame.

Comencé a nalguearla muy suavemente y preguntaba:

⎯¿Te gusta?

⎯Sí, pero dame más fuerte.

Lo hice un poco más fuerte y repetí la pregunta:

⎯¿Te gusta?

⎯Sí papi… Así… Sígueme azotando duro.

Alcancé mi cinturón de cuero que estaba colgado en el espaldar de la cama sin que ella lo notara, y entonces la azoté con él.

⎯Sí papi… Duro… Así me gusta…

Le di un par de correazos más, pero no aguantaba el deseo de follármela y la penetré así en cuatro y ella gritó. Instantáneamente comencé mis embestidas.

⎯Sí… Dame así… Pero no dejes de azotarme…

La excitación en ese momento ya no era normal, sus palabras me calentaban cada vez más, y a ella le excitaban los azotes. Pronto terminamos los dos en un orgasmo simultaneo. Después dormimos abrazados.

En la noche nos pusimos románticos nuevamente, nos besamos de forma profundamente apasionada, su lengua recorría mi boca y se entrelazaba con la mía mientras nuestros labios eran ligeramente succionados mutuamente.

⎯Voltéate. ⎯ Le ordené.

Cuando la tuve de espalda hacía mí le di una suave pero firme nalgada.

⎯Ah… Que rico… ⎯ Dijo y levanto su culo para ofrecérmelo.

Le propiné otro azote al que también respondió con un pequeño gemido. Tome una tela de color negro y se la coloque para vendar sus ojos.

⎯¿Qué estás haciendo? ⎯ Preguntó, pero no se opuso.

⎯Solo déjate llevar, vamos a jugar.

La llevé a la cama e hice que se acostara boca arriba, tomé unas cuerdas que ya había preparado de ante mano y le até de las muñecas con los brazos abiertos; de la misma forma amarré sus piernas separadas a las patas de la cama. En ese momento es mía, no puede defenderse, está a mi merced y me aprovecho de eso. Comencé dándole un masaje en las tetas, seguido de unos pequeños chupetones a sus pezones; me subí a horcadas sobre ella, le aprete los senos uniendo sus picos y los introduje los dos al mismo tiempo en mi boca, los succionaba y mordía alternadamente.

Minutos después me bajé y comencé a lamerle el coño, a ella le encanta que le de sexo oral, se retorcía, pero no podía librarse de mis atenciones.

⎯Que rico lo haces papi… ¿Quién te enseñó a comer coño así, ah?

Cuando ya estaba extasiada por el placer, decidí buscar el regalo que compré ese día. Le separé los labios vaginales con dos de los dedos de mi mano izquierda y con la derecha le introduje el consolador; su espalda se curvó al sentir la intromisión y suspiró. No dejé que se opusiera, rápidamente me dediqué a lamerle el clítoris mientras metía y sacaba el juguete de su sexo.

⎯Sí, papi… Sigue así… Sí…

Dejé el artefacto dentro de ella y llevé mis manos a sus tetas, con los dedos índices jugueteaba con los pezones moviéndolos de un lado a otro muy rápidamente mientras con la lengua hacía lo mismo en su clítoris. Ella se retorcía, movía sus caderas de arriba abajo al ritmo de mis cariños eróticos. De pronto comenzó a gemir y gritar más fuerte, era un muy fuerte orgasmo, se estremecía descontroladamente.

⎯Ya papi, ya… No puedo más…

Arqueó un poco su columna y presionó los músculos de su pelvis, no sé cómo lo hizo, pero expulso el consolador de su interior, haciéndolo caer a la cama, yo lo tomé y lo introduje a mi boca para tomarme los jugos vaginales que aún estaban en él. Desaté a mi esposa y ella se fue corriendo al baño a orinar, y yo podía oir como gemía mientras lo hacía.

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