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Un relato para ti

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Este relato va dedicado a esas mujeres casadas o con pareja que sé que me leen a espaldas de su marido o pareja. 

Había preparado concienzudamente su momento especial, el cuarto de baño se había convertido en su refugio, donde daba rienda suelta a su imaginación. Todo estaba listo, la bañera llena con el agua a la temperatura justa, la bomba de baño disolviéndose poco a poco, las velas encendidas dando el toque justo de luz.

Mientras se quitaba la ropa, ¿rememoraba los relatos que había leído en la mañana, quien sería hoy? ¿Una ninfómana que desataría su necesidad carnal con el primer hombre que la saludase? ¿Una tímida jovencita descubriendo el sexo por primera vez? ¿Una mujer seducida por su mejor amigo?

Un hormigueo recorrió su espalda al recordar este último relato, su cuerpo había decidido por ella.

Se sumergió en la bañera, tras acomodarse, empapó una toallita en el agua y se cubrió los ojos. Mientras rememoraba el relato, sus manos recorrían su cuerpo, el aceite de la bomba de baño hacía su piel se erizase al sentir el contacto de sus dedos. Acarició sus pechos con una mano mientras la otra recorría su vientre. Imaginó ser ella la protagonista del relato, como si fuera su amigo, le susurraba al oído lo buena que estaba, que su cuerpo estaba hecho para pecar. Poco a poco, sus manos habían ido moviéndose a lo largo de su estómago camino del monte de venus. Sintió los temores de la protagonista, la reticencia a engañar a su marido, ese sentimiento de culpabilidad al descubrir como su cuerpo reaccionaba a las caricias, como se humedecía su sexo. El dedo corazón de su mano derecha había hallado su clítoris, lo presionaba suavemente alternando caricias a su alrededor. Evocando la rendición de la protagonista, dos dedos de su mano izquierda buscaron su boca, los lamió, los recorrió con la lengua imaginando que eran la polla del hombre, los introdujo en la boca y los chupo con ansía. Asió el teléfono de la ducha y dirigiendo el chorro de agua a su entrepierna pensó en como la protagonista era penetrada, como se había apoyado contra la mesa del salón ofreciendo su más íntimo tesoro al amigo de su esposo. Notó la llegada del orgasmo, su cuerpo convulsionaba al ritmo de las embestidas y se abandonó al placer.

Tras permanecer diez minutos más en la bañera, dio por terminado su momento. Quitó el tapón y sintió como el agua, ya tibia, resbalaba por su cuerpo dejando una pequeña película de aceite en su piel. Se duchó sin prisa y tras secarse, se acicaló frente al espejo. Retiró la condensación de este y contempló su reflejo. No estaba mal, tenía 40 años y no tenía mal cuerpo. Cierto era que no se parecía a las protagonistas de los relatos donde todas eran casi perfectas, sus pechos estaban algo caídos, la edad no perdona, y le sobraban unos kilos (¿a quién no? pensó), alguna arruga surcaba su rostro, pero en conjunto, se veía atractiva.

Ella, se dispuso a hacer la comida. Su esposo, del que estaba profundamente enamorada, no tardaría en volver del trabajo. Se conocieron siendo muy jóvenes, tenía quince años cuando estando sentada en un banco del parque, hablando con sus amigas, se acercó Juan preguntando si le podían indicar donde estaba el campo de fútbol ya que era nuevo en el pueblo y aún andaba algo "perdido". Ángela se ofreció a acompañarlo y ya no se volvieron a separar. Desde ese mismo día, sus vidas cambiaron, empezaron a recorrer el camino juntos.

Se casaron tres años después y aún se amaban como el primer día.

En la cama, no tenía queja, hacía el amor con su marido y disfrutaba cada encuentro. Tenía fantasías, como toda mujer, como todo hombre, y las cumplía en lo que a ella le gustaba llamar su momento especial.

Al no hacerse acostado con otro hombre que no fuese su marido (cosa que tenía claro que seguiría siendo así, NUNCA le sería infiel) se imaginaba siendo la protagonista de los relatos que leía en la red. Anteriormente, había fantaseado con escenas porno sacada de internet, pero no la satisfacían, eran demasiado directas y no dejaban lugar a la imaginación, prefería los relatos, donde se apreciaban más los momentos, se jugaba con las palabras para evocar las sensaciones, los pensamientos de cada protagonista, para culminar en una experiencia de sexo, a veces sutil, a veces salvaje que conseguían que al masturbarse, imaginándose dentro de él, siendo la protagonista del relato, sus orgasmos fuesen deliciosos y saborease cada instante.

Tenía la costumbre de mandar un mensaje a los autores de los relatos que más la satisfacían, agradeciéndoles el tiempo tomado en escribirlos e instándoles a continuar escribiendo.

Aquella mañana, recibió la contestación de uno de los autores, le decía que se alegraba de que le hubiese gustado y que esperaba que el próximo relato que subiese también fuese de su agrado.

Terminaba el mensaje diciendo que si tenía alguna sugerencia en particular para un próximo relato, que no dudase en decírselo y que haría todo lo posible por escribirlo.

Mantuvieron contacto durante varios días, donde Ángela, amparada en el anonimato de internet, le habló de ella, de su situación, de su amor incondicional a su marido y de sus momentos.

Cual fue su sorpresa, cuando al paso de varios días, recibió un nuevo email cuyo asunto, atrajo su atención al momento, "Un relato para Ti" rezaba. Lo abrió y tras leerlo varias veces, sintió un escalofrío recorriendo su espalda, como se humedecía su entrepierna. Esta vez, "su momento" sería distinto, no tenía que ponerse en la piel de nadie, ella era realmente la protagonista y lo haría, cumpliría el relato, lo haría realidad.

Faltaban apenas unos segundos para que su marido llegase del trabajo. Agazapada en el rellano, no perdía de vista la puerta del ascensor, esperando que se abriese y entrase por fin en casa. Los segundos le parecieron horas, pero por fin, se abrió la puerta del ascensor y vio aparecer a su marido. Se detuvo junto a la puerta, nerviosa, metió la llave en la cerradura dispuesta a hacer realidad su propio relato y tras tomar aire varias veces, abrió la puerta.

Al entrar en casa, su marido la miró extrañado, había algo en ella fuera de lo normal, le miraba fijamente a los ojos, mientras una sonrisa se empezaba a dibujar en su cara.

Se acercó a él y tras posar un dedo en sus labios, le susurro:

-No digas nada, déjate llevar.

Tras dar dos pasos hacia atrás, fue desabotonando lentamente la gabardina que llevaba puesta. Abriendo los brazos, la dejó caer al suelo, mostrándose ante su marido desnuda, pues era la única prenda que llevaba encima. No le dio tiempo a hablar, se arrodilló y sin apartar la mirada de sus ojos, le desabrochó el pantalón y liberó su polla del slip. Recorrió la polla con su lengua, desde la base a la punta del glande, y tras darle un beso, se la metió entera en la boca, lo intentó al menos, porque la erección era tremenda, hacía tiempo que no notaba tan dura la polla de su marido. La chupaba despacio, jugaba con su lengua acariciando su glande cuando notó como las manos de su marido sujetaban su cabeza, marcando el ritmo de la felación. Las piernas de él se tensaron, señal de que estaba a punto de correrse, así que se levantó y tras apoyar las manos en el sofá, separó las piernas y alzó las caderas ofreciéndose. No hizo falta decir nada, como buen esposo comenzó a chuparle el coño, alternando su lengua y sus dedos en tal delicada tarea. Ella, notó como un dedo abandonaba su ya encharcado coñito en busca de una nueva meta, un premio aún mayor.

-Tranquila -susurró- Sin prisa, deja algo para mañana. Roma no se hizo en un día.

Sintió retirarse el dedo y como la polla de su marido acariciaba su coño, aprovechando para lubricarla y de un solo golpe, la llenó. Su vagina se contrajo atrapándola y El comenzó a moverse a un ritmo frenético. Parecía haber rejuvenecido 20 años.

No sabría decir cuánto tiempo estuvo fallándola, podían haber sido cinco minutos como media hora, los orgasmos se sucedían uno tras otro y cuando Juan se corrió dentro de ella, se sintió la mujer más feliz del mundo y pensó si su momento especial no sería mejor disfrutarlo en pareja.

Tumbados los dos en el suelo abrazados, acariciando su rostro, la besó en los labios y con una enorme sonrisa le dijo:

-No sé si habrá sido por la cena de ayer o por lo que has desayunado, pero a partir de hoy, en esta casa el menú será siempre el mismo.

Se agradecen los comentarios y las valoraciones.

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