Nuevos relatos publicados: 0

Una felación de cinco estrellas

  • 3
  • 6.634
  • 9,92 (13 Val.)
  • 2

Ahí estás,

sentada a mi lado,

dándome la espalda y pendiente de agradar a la cámara que nos enfoca.

Inclinas tu cuerpo apoyando tu brazo derecho y el codo sobre mi vientre,

con la mano del mismo brazo sujetas mi pene por la base.

La mano izquierda solo la utilizas para amasarme los huevos.

 

Sonríes al notar cómo se va endureciendo mi flácido miembro.

Tus carnosos labios; tu lengua húmeda, caliente y juguetona,

hacen su trabajo.

 

Le das piquitos a mi rosado glande,

lo lames y chupeteas.

Te metes la mitad del capullo dentro de la boca

y succionas con fuerza la entrada de la uretra.

 

Has conseguido erguir mi falo hasta su máxima potencia.

Es largo y grueso con cierta inclinación hacia la izquierda,

o sea, hacia el lado en el que estás posicionada.

Te será más fácil engullirlo al seguir mejor la trayectoria de tu laringe.

Si te hubieras sentado del otro costado,

el glande se te clavaría en el paladar empujando hacia arriba.

Sabes lo que haces. Todo lo tienes calculado.

 

Ahora necesitas los cinco dedos de tu mano,

mantienes firme como un mástil mi verga.

Sujetas con fuerza mi polla,

notas sus palpitaciones.

 

Lames mi rabo desde la base hasta la punta,

lo dejas brillante y con restos de saliva,

la cámara te lo agradece,

está grabando un buen primer plano.

 

Por el tronco se deslizan algunos regueros de babas

que van a desembocar en los testículos.

Con tu mano izquierda barnizas mis cojones con ese líquido espumoso.

 

La mano izquierda magreándome el escroto,

la derecha sujetándome por la base el rabo.

Y con tus labios, lengua y dientes

besándome, lamiéndome y mordisqueándome toda la verga.

¡Qué más puedo pedir! ¡Esto es el Paraíso!

 

Jugueteas mucho con la cabeza rosada, te hace gracia.

Te la metes en la boca y le pegas unos buenos morreos.

Tus labios, lengua y dientes no le dan tregua a mi delicado glande.

Succionas y vuelves a succionar,

metiendo la punta de tu lengua por la uretra.

¿Qué buscas mi amor? ¿Petroleo?

Buscas mi néctar, ¿verdad?

Lo fabrico para ti, pensando en ti.

 

Te la metes casi entera, en tu profunda garganta.

Solo te faltan tres dedos para conseguir tenerla toda dentro.

Lo intentas varias veces pero solo consigues provocarte unas arcadas,

arcadas que llenan de espumarajos mi rabo, mis huevos y tus manos.

 

Ya no puedo aguantar más,

estoy al borde de la explosión.

Jadeo y siento que se me va la vida por la punta de mi polla.

Notas que estoy al límite y le das los últimos lambetazos al glande.

 

Pero tu mano derecha sigue impertérrita,

agarrada a mi mástil como si de un naufragio se tratara.

Siente que mis palpitaciones suben en intensidad,

que están a punto de llegar los siete u ocho disparos de esperma

y no quiere perder el control de la polla, para saber a dónde dirigirlos.

 

De repente, un chorro de líquido viscoso y blanquecino se incrusta en tu frente.

Otro va dirigido a tu párpado derecho, dejándote bizca por unos segundos.

Dos los diriges a la entrada de las fosas nasales.

Otros dos los repartes por las mejillas.

Y los últimos dos de la pedrea los diriges a la entrada del oído derecho

amagando ser un auricular de teléfono y carcajeándote de tu propia ocurrencia.

 

Pero te supo a poco y sin soltar la verga todavía,

que está en sus últimos estertores,

miras fijamente a la punta del capullo esperando algún resto más.

De vez en cuando salen algunas gotitas

que recoges pasando la punta de la lengua,

lamiendo y lamiendo la entrada de la uretra.

 

La polla estaba perdiendo consistencia,

poco a poco iba adquiriendo cierta flacidez.

Para sujetarla ya no hacen falta los cinco dedos.

Con el pulgar, el índice y el llamado corazón te bastan,

dándole un respiro al anular y al meñique…

y sobre todo dándole un respiro a mi verga

a la que le habían quedado las marcas de tus dedos y uñas.

 

El semen se te iba deslizando por la cara.

El esperma de la frente ya se unía al de las mejillas.

De la boca escupías algunas babas mezcladas con mi lefa.

En la barbilla se te formaron algunos hilillos de esperma

que se posaban sobre mi bajo vientre y pubis.

De las narices te salían los restos que habías introducido,

daban el pego de ser moquillo.

De la oreja derecha también un ligero hilillo se te iba escurriendo...

y lo del párpado parecía una legaña mañanera.

 

La cámara te agradece las muecas y carantoñas que pones.

Relames los restos que te van llegaban a la comisura de los labios

desde las diferentes partes de la cara.

Pero sobre todo los “moquillos” que te bajan de la nariz.

Utilizas mi rabo a modo de brocha

para extender el “maquillaje” y la “mascarilla facial”,

todo marca de la casa.

Con dos dedos de la mano izquierda también te vas ayudando por la parte alta de la cara

donde no puedes usar mi polla.

 

Te encanta enamorar a la cámara.

La lascivia con la que le sonríes,

con toda la cara embadurnada con la peculiar “baba de caracol”,

pone cachondo a cualquiera.

 

Insistes otra vez en meterte el capullo en la boca para succionarlo más,

por si alguna gota quedase dentro del conducto espermático desperdiciada.

Ya no salió nada.

Mi pene cada vez se iba pareciendo más a un gusanillo arrugado.

Ahora solo utilizas el pulgar y el índice, a modo de pinzas

y estiras mi miembro hacia arriba todo lo que puedes

y hacia abajo.

Hacia arriba otra vez... parecía un chicle ya.

Por fin te dignas a soltarlo

y coqueteas un poco más con la cámara.

 

Recoges algunas babas mezcladas con mi lefa con las manos,

alrededor de mis huevos y por el bajo vientre hay mucha,

y te las metes en la boca.

Haces gárgaras durante un minuto.

Lo escupes todo sobre mi verga.

Le guiñas un ojo a la cámara

y decides ponerle fin a la sesión.

(9,92)