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Una tarde de mayo en su carro

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Era ella, tan hambrienta y deseosa de sentirlo, cada vez que lo observaba lo quería tener en su boca. Sus ojos oscuros, profundos, esa boca que la deleitaba y ese cuerpo que la ponía tan candente como la sonrisa que él le regalaba mientras coqueteaba, ese era el juego, como él la hacía sentir, la más puta por querer estar con otro hombre cuando tenía pareja. Le gustaba destapar las cartas mientras él la invitaba a pecar.

Esa tarde de mayo… él la esperaba en su vehículo, ella salía apurada por llegar a casa cuando se lo encontró. La invito a subir mientras bajaba la bragueta de sus pantalones, los mismos que escondían una verga tan sublime, tan grande y tan dura, digna de saborearla de principio a fin. Ella, con algo de temor agarro ese miembro tan gustoso a la vista entre sus manos, mientras él enganchaba el cabello de su puta con mucha fuerza entre sus nudillos, le decía lo rica que la veía chupar, y sus líquidos la recorrían mientras lamía su tronco cargado de palpito venoso. Ella y su boca lo abordaron por completo y lamiendo su cabeza hasta meterlo de forma profunda empezó a succionarlo tan rápido y tan fuerte que él solo gemía de placer, ese placer que a ella la hacía sentir plena y cachonda, su tanga estaba desbordada de líquido genital, se retorcía en su asiento y solo pensaba que quería que él la penetrara tan profundo, tan duro, tan animal. Él, gimiendo más rápido solo le pedía a ella que no parara hasta que exploto en su boca y la invadió por completo de su leche, espesa, caliente, vibrante y abundante.

Los ojos de ella lo observaban con intensidad, mientras lamia su verga caliente, y a su vez tragaba ese viscoso líquido. Él le grito ¡Esa es mi puta!, cuando ella se limpiaba como acabando de comer postre y satisfecha de su encuentro, salió del carro y él se retiró con la sonrisa de malvado, acabando de conseguir lo que quería… sin saber que ella, se quedó en su espacio totalmente extasiada, tocando su vulva mojada y caliente, e imaginando que sería el turno de ella. Se vino, con el pensamiento y con sus dedos entre sus labios inferiores, se encontraba sola, en su carro oscuro y silencioso, gimiendo como gata recién cogida y vibrando porque acababa de sentirlo como hasta ahora. Nunca abandono ese pensamiento hasta hoy que lo escribe y lo revive.

Ella, volvió a casa y besó a su novio en los labios, dejándole saber que su felicidad era solo por aquel que le acaba de regalar un espacio de locura y placer. Desde entonces no quiso abandonar ni dejar de ser esa puta.

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