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Vacaciones con mi hermana

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Ese verano, como cada año, las vacaciones familiares estaban planeadas desde hacía un par de meses. Desde que mi hermana y yo éramos unos niños mis padres habían adquirido un tiempo compartido en la Riviera Maya, con el fin de ahorrar cada vez que salíamos de vacaciones. Por lo que mi hermana menor y yo aprendimos a caminar y a nadar casi al mismo tiempo.

Clases de natación durante nuestra adolescencia habían dado a mi hermana y a mí buen aspecto. Quizás no teníamos cuerpos de concurso pero ambos éramos delgados y atléticos. Lo que en mi caso me facilitó conseguir pareja aun cuando en ese momento no tenía una relación formal, pues no pensaba comprometerme hasta después de terminar mis estudios de ingeniería.

Nuestras tradicionales vacaciones de verano son los recuerdos familiares que más atesoro. Jugar a la pelota en la arena o intentar montar una ola con una tabla era una actividad que siempre disfrutábamos mi hermana y yo. Sin embargo yo con 19 años y ella con 18 recién cumplidos, como que hacer castillos de arena no suele ser tan divertido.

Tenía un par de años suplicando a mis padres que me permitieran salir de viaje en compañía de algunos amigos para hacer cosas de jóvenes, como conquistar chicas principalmente. Pero proviniendo de una familia tradicional sólo me respondían: “cuando ganes tu propio dinero podrás ir a donde quieras y con quien quieras”. Lo cual resultaba un problema pues como estudiante de ingeniería tenía más egresos que ingresos.

Una de las desventajas de vacacionar siempre en el mismo sitio es que con el paso del tiempo ya no te entusiasmas como al principio. También está el inconveniente de que los hoteles de este tipo suelen tener una temática familiar. Con todo esto, salir de vacaciones a la playa era mejor que no salir, por lo que aún conservaba un poco de entusiasmo.

Casi una semana antes de que saliéramos de vacaciones mi madre y mi padre nos avisaron que ellos no podrían ir. La razón, la invitación a una boda de una prima lejana que había tenido que cambiar la fecha del evento por causa del empleo de su futuro esposo.

Como mis padres no querían que se desperdiciara la reservación del hotel, pues estas se tenían que hacer con mucha anticipación sin posibilidad de rembolso, sugirieron que mi hermana y yo viajáramos a la playa sin ellos, después de todos ambos ya éramos mayores de edad. No habría nada que pagar pues el hotel era todo incluido, sólo presentarnos en el lugar y dar nuestros nombres.

En un principio no estuve de acuerdo pues al tratarse de un lugar familiar no me entusiasmaba mucho viajar con mi hermana menor. Pero como la alternativa era quedarnos en casa y asistir a una boda de una prima que no conocía terminé por aceptar.

Al igual que yo mi hermana al principio dudó en que viajáramos solos, pero después de un par de días empecé a notar un dejo de entusiasmo en ella. Le pidió dinero a mis padres para comprar un traje de baño nuevo y algo de ropa para la playa lo cual le concedieron. Tiempo después comprendería que como sería la primera vez que ella salía de vacaciones siendo mayor de edad estaba entusiasmada por visitar algún club nocturno, pues en nuestra ciudad todavía no había ido a un establecimiento de este tipo.

Mi hermana siempre fue una chica alegre y cariñosa y mi relación con ella era muy buena. Desde niños nos gustaba jugar, ver películas juntos, gastarnos bromas y hacer una que otra travesura que preferíamos ocultar de nuestros padres.

“Siempre cuida de tu hermana y se amable con ella, así aprenderá a escoger un buen hombre”, solía decir mi padre al explicar que una mujer suele emparejarse con hombres de carácter similar a los con quien fue criada.

Sin comprender del todo la psicología detrás de lo dicho por mi padre procuraba ser amable con mi hermana hasta donde me era posible. Si yo compraba un helado compraba otro para ella, si yo iba a jugar al parque no iba sin ella y ¡que el cielo proteja a aquel infante que osara empujarla mientras jugábamos!

Con el paso del tiempo cuando yo entré al bachillerato era menos probable que coincidiéramos en la casa; además yo empecé a salir con amigos y una que otra chica por lo que teníamos suerte si compartíamos alguna actividad familiar el fin de semana.

Cuando ella entró en la adolescencia agarró la manía de darme un beso en la boca al saludarnos o despedirnos. Manía a la que no le dí importancia, atribuyéndola al despertar de sus hormonas y la necesidad de tener contacto con un varón; respondiendole yo con alguna broma al hacer referencia a su ‘posible mal aliento’. Con todo siempre fui muy cariñoso con ella, era mí única hermana después de todo.

—¿Lista? Papá y mamá ya están en el coche —apresuré a mi hermana el día que saldríamos de viaje.

—Lista, por favor lleva ésta maleta al coche, te quiero —dijo ella lanzando un beso al aire al entregarme su equipaje, asumiendo que esa semana yo sería su valet personal.

Mi hermana era una chica hermosa, de rostro blanco y cabellera negra, con una figura estilizada gracias a las clases de natación. Quizás su cuerpo no tenía curvas muy pronunciadas, ya que su busto y trasero eran pequeños, pero los suficientemente redondos y firmes para hacerte voltear a verla una segunda vez.

No en balde varios de mis amigos me habían pedido que les concertara una cita con ella; pero yo estando consciente de las intenciones de ellos siempre me negué; más por asumir mi rol de hermano protector que por alguna clase de celos, o eso era lo que yo quería creer.

El viaje en avión transcurrió sin ningún imprevisto por lo que llegamos a la Riviera Maya pasado el medio día. Tan pronto bajamos del avión pudimos sentir el calor y la humedad de la costa, por lo que mi hermana me pidió permiso para ir al sanitario para poder cambiarse de ropa; ya que como el hotel estaba a una hora de distancia del aeropuerto quería vestir algo más cómodo.

Al momento que ella salió del sanitario de damas me llevé la primer sorpresa del día. ¡Ella lucía espectacular!

Se había puesto una blusa blanca con un sólo botón que se abrochaba en medio de sus senos formando un pronunciado escote que me permitía ver que ella no llevaba sostén, al tiempo que dejaba al descubierto su abdomen perfectamente plano. Una pequeña minifalda de color azul luchaba por cubrir sus hermosos y torneados muslos, llegando sólo hasta la mitad de éstos. Sus largas piernas, delgadas y estilizadas, la hacían lucir más alta al calzar unas zapatillas de plataforma de color beige.

Y en su rostro unas enormes gafas oscuras le otorgaban un aire de misterio que era enmarcado por su sedosa cabellera negra. ¡Quedé impactado!

—¿Qué pasa cariño? —preguntó ella al verme con la boca abierta.

—Nada, sólo que te vez fantástica —respondí sin poder ocultar mi asombro por su apariencia.

—Gracias querido —dijo ella lanzando otro beso al aire con actitud condescendiente.

El viaje en taxi fue algo raro. Aun cuando vivíamos juntos no podía reconocer a mi tierna y dulce hermanita en la atractiva y sensual chica junto a mí. Por primera vez en toda mi vida la estaba viendo con otros ojos.

Cada palabra, cada roce e incluso cada lugar donde mis ojos se posaban sobre ella era pensado meticulosamente antes de que yo pudiera realizarlo. En un momento llegué a sentir envidia del conductor del taxi que sin ningún tipo de vergüenza, mediante el espejo retrovisor, acosaba repetidamente las hermosas piernas de mi hermana durante todo el viaje sin que a ella pareciera importarle.

Ya en el hotel, en el momento de registrarnos en la recepción sucedió la segunda sorpresa del día. Agradable sorpresa.

—¿Sus edades? —preguntó amablemente la recepcionista.

—Ella 18 y yo 19.

—¡Oh! Ambos son mayores de edad. Bueno entonces les asignaré una habitación en la sección de adultos.

En todos los años que habíamos vacacionado en compañía de nuestros padres en ese lugar, nunca me había enterado que había una sección completa del hotel exclusivamente reservada para los huéspedes mayores de edad. Ahora que lo pienso tiene sentido, pues la idea es mantener a sus clientes cautivos por muchos años.

La sección de adultos era un edificio en la zona más retirada de la propiedad. Con un alberca privada y un club nocturno entre otras amenidades.

La recepcionista hizo que uno de los mozos nos guiara hasta ese edificio. Al llegar ahí otra recepcionista nos asignó una habitación. Cómo ella no sabía que nosotros éramos hermanos nos asignó una habitación especial para una pareja.

—Veo que tenían reservación para 4 personas, cómo sólo son dos los voy a subir de categoría. Así tendrán una habitación más lujosa —dijo la chica con una sonrisa amable.

Como mi hermana y yo nunca habíamos viajado solos no sabíamos que eso implicaba una sola cama; ¡en una habitación para parejas que celebran su noche de bodas!

—Gracias —dijimos ambos al ser seducidos por la idea de hospedarnos en la habitación más lujosa posible.

Al subir al ascensor noté que el mozo no quitaba los ojos de mi hermana por lo que, igual que lo hubiese hecho con alguna de mis novias o amigas, la sujeté por la cintura y la jalé hacia mí de modo que nuestros rostros quedaron de frente.

—¿Qué pasa? —preguntó ella en voz baja con una sonrisa, sorprendida por mi actitud celosa y protectora.

Obvio ella sabía que me había puesto celoso por que aquel chico no dejaba de mirarla; pero al parecer ella venía dispuesta a divertirse esa semana al sacar a relucir su lado seductor, uno que había estado en latencia durante 18 años, y si eso lo hacía a mis costillas mucho mejor.

—Nada chiquita —respondí también en voz baja de manera cariñosa siguiéndole el juego.

—Perfecto —dijo ella antes de soltarme un rápido beso en la boca jugando con la idea frente al chico de que éramos una pareja.

En otras circunstancias hubiese reaccionado a ese beso de manera muy diferente; apartándola de mí bruscamente o sugiriéndole que se lavara la boca, pero en ese momento sólo pude cerrar los ojos y resignarme a lo que sería una semana larga manteniendo a raya a cualquier posible pretendiente de mi preciosa y traviesa hermanita.

Al entrar en la íntima habitación quedamos impresionados por lo lujosa que ésta era. Una botella de champagne estaba colocada en una cubeta de cristal con dos finas copas esperando por ser llenadas con la burbujeante bebida.

La suite nupcial, que era el tipo de habitación que nos habían asignado, contaba con un recibidor que conectaba con un balcón donde había una tina de hidromasaje exterior, desde donde se podía divisar el mar sin ser vistos por nadie; prácticamente podríamos andar desnudos en el balcón. El sugerente dormitorio tenía una enorme cama la cual había sido decorada con rosas naturales creando un ambiente de romanticismo, en espera de la pareja que consumaría su amor teniendo relaciones sexuales esa noche sobre ella.

—¿Gustan que les sirva una copa? —preguntó el mozo al ofrecerse a destapar la botella de champagne.

—Sí —respondió mi hermana dispuesta a disfrutar de cada una de las amenidades que el hotel nos ofrecía.

El mozo abrió la botella, la cual lanzó el corcho a volar por los aires, llenó el par de copas y entregó una a mi hermana y otra a mí.

—Que tengan una feliz estancia —dijo el chico antes de salir por la puerta quedándose con la idea de que nosotros éramos una pareja de recién casados.

Mi hermana y yo cruzamos la mirada y soltamos una fuerte carcajada antes de chocar nuestras copas para beber de ellas; divertidos por la confusión.

—“Al fin solos amor” —dijo ella con sarcasmo, jugando a que estábamos casados como solíamos hacer en nuestra infancia.

—Brindo por eso preciosa —dije yo al entender la broma.

Después de beber nuestra copa de champagne decidimos que era momento de salir a zambullirnos en el agua por lo que mi hermana tomó su maleta y se metió al cuarto de baño para cambiarse en lo que yo hice lo mismo en el recibidor; la que yo supondría sería mi habitación por esa semana.

“Ridículo, debo ser el primer chico que se queda en la suite nupcial y lo mandan a dormir al sofá”, pensé para mí mismo en lo que acomodaba mi maleta en el armario.

Como mi hermana tardaba demasiado en el cuarto de baño supuse que debería estar ‘haciendo del cuerpo’, por lo que encendí el televisor en lo que ella salía. Saltando de un canal a otro buscando alguna película que llamara mi atención.

—Increíble, cuantas películas para adultos —dije un poco desilusionado pues con mi hermana ahí no podría ver ninguna de estas.

Estaba tan concentrado, en las opciones de entretenimiento de cine para adulto que el hotel ofrecía, que casi me da un ataque cuando fui sorprendido por mi hermana al salir ella del dormitorio.

—¿Qué ves hermanito?

—Nada —respondí apagando el televisor, ruborizándome de inmediato.

Giré la vista hacia ella y mi rostro cambió de un rojo tomate a un tono pálido. ¡Estaba estupefacto!

No daba crédito a lo que mis ojos veían. Ahí estaba mi hermana, mi pequeña y dulce hermanita, vistiendo un diminuto traje de baño de dos piezas de color blanco que dejaba muy poco a la imaginación; al valerse de dos pequeños triángulos de tela para cubrir precariamente sus senos y un triangulo casi igual de pequeño para cubrir su entre pierna, sujetándose con un par de hilos a su cadera.

¡En mi vida jamás la había visto usando un atuendo tan provocativo! Quedé con la boca abierta y babeando.

—¿Qué te parece? ¿Te gusta?

—Sí, claro que sí, me gusta mucho, te ves preciosa —dije tartamudeando—. ¿Desde cuando usas ese tipo de ropa?

—Es la primera vez, como papá y mamá nunca me dejan vestirme como yo quiero, cuando supe que ellos no vendrían dije, “al diablo, es mi oportunidad de vestirme como yo quiero”, quien sabe quizás pueda conseguir ligarme a un musculoso moreno —dijo ella con un tono pícaro en su voz.

A diferencia de mí, quien ya era mayor de edad desde hacía un año nuestros padres eran muy estrictos con mi hermana, por lo que los últimos años que habíamos vacacionado en ese hotel la obligaban a utilizar un traje de baño completo; cosa que ella aborrecía al considerarlo una prenda de vestir anticuada e infantil. Era lógico que al sentirse por primera vez una mujer libre quisiera vestir algo mucho más femenino.

—Eres una zorra —dije a modo de broma con una sonrisa de complicidad al escucharla hablar de esa manera.

Por supuesto que durante nuestras peleas como hermanos ambos nos habíamos insultado mutuamente de manera hiriente sólo por molestar. Esa era la primera vez que creía que realmente mi hermana era una ‘zorra’.

Acto seguido mi hermana agarró un cojín del sofá y se lanzó sobre mí descargando toda su ira, mientras yo intentaba cubrirme riendo divertido.

Una vez que su mal humor pasó bajamos a nadar a la alberca. Mi hermana se cubrió con una bata de color azul turquesa que le llegaba hasta la mitad de sus muslos. Muy elegante, parecía una estrella de cine.

Nos sentamos en un par de camastros a un lado de la alberca y pedimos algo de beber, afortunadamente mi hermana ya bebía desde hacía un par de años, pues previsoramente nuestros padres nos habían enseñado a beber al ser consientes de que era mejor que bebiéramos con ellos a que lo hiciéramos a escondidas.

Como el clima en el verano en aquella playa es muy caluroso el alcohol en nuestras bebidas ni se sintió por lo que de inmediato pedimos otra ronda.

Había pocas personas en la zona de la alberca, todas parejas, la mayoría de edad mayor, similar a la edad de mis padres; por lo que me sentí tranquilo al ver que no habría chicos de nuestra edad que se pudieran fijar en la que era mi pareja.

—¿Quieres nadar? —pregunté a mi hermana.

—Prefiero tomar un poco el sol, ¿me pones crema?

—Claro.

Mi hermana se quitó su elegante bata exhibiendo ante los ojos de todo el que estuviera cerca su hermosa y perfecta anatomía. Si bien no estaba seguro de que ella fuera la chica más bella en el lugar si lo estaba de que era la más joven.

Cómo disfruté poner bloqueador solar por todo su cuerpo. Me senté a un lado de ella, tomé el aplicador y lo presioné para disparar varios chorros de un viscoso líquido blanco que me hicieron pensar en otra sustancia que yo conocía bien. Tracé un par de líneas blancas en su espalda y una línea larga en cada una de sus piernas, desde su muslo hasta su tobillo.

Utilizando ambas manos comencé por su cuello, distribuyendo despacio y suavemente el bloqueador por cada centímetro de su piel. Bajé por su espalda, deshaciendo el nudo de la parte superior de su traje de baño para hacerlo a un lado y poder aplicar la viscosa sustancia más eficientemente; bajando por los costados de su torso y llegar a tocar la parte exterior de sus senos. ¡Se sintieron tan esponjosos!

—¿Así está bien? —pregunté para asegurarme de que ella estuviera de acuerdo con que yo la estuviera tocando de esa manera.

—Sí, así cariño —respondió consintiendo mis caricias.

La parte inferior de su traje de baño no representó ningún obstáculo, pues se trataba de un pequeño triángulo, aún más pequeño que los que iban por enfrente y dos hilos sujetos a su cadera. Descaradamente masajeé cada uno de sus redondos glúteos, haciendo círculos sobre ellos con la excusa de aplicar bloqueador, no resistiéndome a soltarle una nalgada al momento de pasar a sus piernas.

—¡Ay! —exclamó ella al sentir como su glúteo vibraba.

Mis manos se deslizaron por cada una de sus largas y bien torneadas piernas, de arriba hacia abajo y de regreso un par de veces, teniendo que aplicar más bloqueador por no haber calculado con exactitud la extensión de estas. ¡Estaba en el paraíso!

De pronto una extraña sensación se apoderó de mí provocando que algo en mi entre pierna comenzara hacer presión contra mi traje de baño, de manera dolorosa y deliciosa. Mi miembro, con quien había disfrutado mi despertar sexual hacía varios años, estaba reaccionando por primera vez ante la belleza de mi hermana.

Apreté las piernas para contener mi erección y me propuse terminar lo más rápido posible para zambullirme en el agua y así terminar con mi excitación.

—Por enfrente también —ordenó ella dándose la vuelta sujetando con una mano la parte superior de su traje de baño pues seguía sin anudar.

No recordaba haber tocado el cuerpo de mi hermana de esa manera en el pasado. Estaba sorprendido por que ella no sólo no me hubiese puesto un alto, sino también me pidiera que continuara.

—Como ordenes chiquita —accedí yo sacandole una sonrisa con mi actitud consentidora.

Como ella traía sus lentes de sol no podía ver si me estaba viendo o no, así que decidí no ser tan obvio al momento de ponerle bloqueador. Por alguna razón no quería que supiera que lo estaba disfrutando; pues temía que si ella se diera cuenta de eso nuestra relación se fracturara al creer que yo era un pervertido.

Tomé nuevamente el aplicador y dibujé una línea blanca que dividía su torso en dos desde su cuello, pasando por en medio de sus senos hasta su abdomen; ambos sonreímos supongo que al imaginar morbosamente lo mismo, que esa sustancia no fuera bloqueador solar sino otro líquido mucho más orgánico y varonil.

—Dime si te molesta —dije yo para dejar claro que sólo lo hacía por que ella me lo pedía.

Mi hermana asintió en silencio por lo que comencé nuevamente a masajear su cuello, ésta vez por enfrente, distribuyendo un poco de crema por sus hombros antes de dirigirme a su busto.

¡Oh, cielo santo, no podía creer lo que estaba a punto de hacer! Masajear los senos de mi hermana, ¡en un lugar público!

Tragué saliva y con toda la delicadeza posible comencé a hacer círculos con las puntas de mis dedos por el contorno de sus pechos. Si previamente me habían parecido un poco esponjosos, por enfrente se sentían perfectos, firmes y duros. No había duda de que mi hermanita ya era toda una mujer.

No pude evitar ruborizarme mientras acariciaba sus senos teniendo cuidado de no mover esos pequeños triángulos de tela; gracias al cielo podría atribuirlo al calor del ambiente y no a los pensamientos malsanos que me abrumaban.

Por su parte, mi hermana me observaba desde atrás de esas gafas oscuras, con un rostro de póquer que no dejaba adivinar lo que estaba pasando por su mente; pero que me atrevería a apostar de que estaba gozando con el aprieto en que me encontraba, pues ya me estaba resultando complicado ocultar el bulto en mi entre pierna.

Una vez que concluí con sus senos fue turno de su abdomen, plano y marcado; aquí fue donde me desquité, pues cada caricia de mis manos le provocaba un ataque de cosquillas que la hacían doblarse por en medio, sacándola de su pose de mujer fría que había estado creando.

—Espera —ordenó ella entre risas al levantar su torso mientras sostenía la parte superior de su traje de baño.

—¿Qué pasa? —pregunté antes de volver acariciar maliciosamente su abdomen consiguiendo que se doblara por en medio una vez más.

Por último me dedique a masajear sus piernas por enfrente ya sin preocuparme por que ella se diera cuenta de que estaba disfrutando con acariciar su cuerpo de esa manera.

—Listo, me voy a nadar —dije poniéndome de pie teniendo cuidado de no mostrar la erección debajo de mi bañador, ansioso por poder meterme en el agua y reducir así mi temperatura corporal; la cual se había elevado por los rayos del sol y por haber estado acariciando el suculento cuerpo de mi hermana.

El contraste entre mi temperatura y la del agua me cayó de maravilla, consiguiendo que mi miembro se tornara flácido casi de inmediato.

Como todas las personas en el lugar estaban en parejas después de nadar un par de vueltas comencé a aburrirme. Por lo que desde la orilla del la alberca llamé a mi hermana para que me hiciera compañía.

—Ya voy —dijo ella anudando la parte superior de su traje de baño, ponerse en pie y caminar hacia mí. ¡Quedé deslumbrado!

Desde mi posición podía apreciar como su perfecto cuerpo de mujer brillaba al reflejar el sol gracias al bloqueador que cubría toda su piel. Se veía fantástica.

—Ven preciosa —dije levantando los brazos ofreciéndome a atraparla en el aire; olvidándome por primera vez en mi vida que se trataba de mi propia hermana.

Ella sonrió y sin pensarlo se arrojó hacia mí. Yo la sujeté por la cintura y la sostuve por encima de la superficie del agua por un par de segundos, antes de dejarme caer de espalda de manera juguetona, hundiéndonos ambos hasta el fondo.

—Eres malo —dijo ella una vez que emergimos abrazándose a mi cuello.

—No fue mi culpa, fue el alcohol —excusé falsamente sin dejar de reír—. Pero te prometo que no vuelve a pasar.

Haciendo gala de mi fuerza física una vez más alcé su delicado cuerpo sobre la superficie del agua tan alto que su entrepierna quedó justo a la altura de mi rostro; lo suficientemente cerca como para que yo clavara mi nariz en ella por un segundo antes de dejarme caer de espalda una vez más.

Para no hacer el cuento largo repetí esa travesura más de una vez. A veces colocaba su entre pierna en mi rostro, otras veces sus glúteos, la mayoría de las veces sus senos. Excitandome nuevamente por tener contacto con un cuerpo de mujer tan atractivo como el que tenía en mis manos; por lo que el bulto bajo mi bañador volvió a aparecer, cosa que no me importó, pues estaba oculto de cualquiera que no fuera mi compañera de juego, quien con cada roce de su anatomía sobre esa sensible parte de mí me excitaba aún más.

En un momento dado cargué a mi hermana horizontalmente de manera que su vientre quedó debajo de mi boca, y estando plenamente consiente de lo risueña que era ella pegué mis labios justo en su ombligo y comencé a succionar con mi boca; provocandola doblarse por la mitad al sufrir un ataque de cosquillas mientras nos sumergíamos.

—¡Eres un tonto! —exclamó molesta por mis juegos.

Claro que mi hermana también me gastaba algunas bromas; apoyándose con ambas manos en mi nuca para sumergirme en el agua o soltando uno que otro rodillazo a mi entre pierna, ‘accidentalmente’ según ella.

—Ahora si te pasaste —recriminé llevando mis manos a mi entre pierna; intentando calmar el dolor que me invadía después de una de las revanchas de mi hermana.

—Te lo merecías —dijo ella sin dejar de reír con actitud burlona.

Por supuesto que yo tomé revancha, desanudando “accidentalmente” la parte inferior del traje de baño de mi hermana, provocando que se ruborizara al sentirse desnuda en un lugar público, soltando yo una enorme carcajada. Definitivamente ambos estábamos disfrutando de ese momento.

Era tanto el alboroto que estábamos generando mi hermana y yo que capturamos la atención de todas las parejas a nuestro alrededor; quienes seguramente estaban confundidos al vernos jugar tan animosamente.

—Hola amigos —dijo un chico como de unos 22 años nadando hacia nosotros en compañía de la que suponía su novia.

—Hola, ¿cómo están? —saludé yo a la que sería la pareja más joven después de nosotros alrededor.

Ellos eran Juan y María, una pareja de novios que visitaban el hotel por primera vez. Un familiar de Juan era quien poseía la membresía y como ese año no había planeado utilizarla se la había prestado para que la disfrutara en compañía de su novia.

Ambos tenían buena apariencia, ella sobre todo, con un busto mucho más pronunciado que el de mi hermana, pero sin ser tan delgada. Ellos se quedaron con la impresión de que nosotros éramos pareja por la manera tan cariñosa y atrevida como nos estábamos tratando y nosotros no quisimos aclararlo; pues para nosotros se trataba de un juego.

—¿Qué les ha parecido el hotel? —pregunté.

—Muy lindo, aunque un poco aburrido —dijo él chico siendo franco.

Aunque tenían un carácter alegre ellos estaban desencantados porque la mayoría de las parejas en el lugar eran mucho mayores; era por ésta razón que se habían animado a acercarse a nosotros.

Como el hotel estaba en una zona muy retirada de la costa había pocas, por no decir nulas, actividades para hacer que no fueran dentro del mismo hotel, por lo que si no se hospeda en grupo puede llegar a ser un poco monótona la estadía.

—¿Piensan ir al club ésta noche? —preguntó María interesada en saber si podíamos ir juntos.

—Sí, es seguro que vayamos —respondió mi hermana, pues ya me había dicho que quería salir a bailar.

El resto de la tarde nos la pasamos jugando en el agua en compañía de Juan y María y otras parejas algo mayores. Saliendo sólo para disfrutar de una nueva bebida para calmar nuestra sed. Cuando el sol se puso detrás del hotel nos retiramos para descansar un rato en la habitación antes de salir a bailar.

Estaba tan cansado que si no fuera porque mi hermana tenía muchas ganas de visitar un club hubiese preferido quedarme en la habitación; después de todo ella era la chica más bella que había visto en todo el día.

—¿Estás segura que quieres ir? No habrá muchos chicos y chicas solteras.

—Sí, claro que sí, me muero de ganas por bailar —respondió ella contoneando su cuerpo de manera sensual en medio de la habitación—. Además María dijo que muchos chicos de las otras secciones del hotel suelen venir a divertirse.

¡Mierda! La verdad yo no había considerado la posibilidad de que jóvenes de nuestra edad que se hospedaran en otras secciones del hotel se presentaran esa noche en el club; pues el único requisito que se les pedía era que fueran mayores de edad.

—Quizás si se me cumpla el antojo de acostarme con un musculoso mulato —agregó ella de manera vulgar dejando claro que deseaba tener sexo con un hombre durante esas vacaciones.

Aún con lo estricto que eran nuestros padres yo sabía que mi hermana no era virgen, pues ella ya había tenido un par de noviecillos, romances de juventud. Y aunque yo no solía preguntarle del asunto me quedaba claro que, por la fase de la vida en la que estaba, su vientre debería estar ardiendo por dentro ante la posibilidad de poder conquistar a un chico bien dotado. “Un mulato”, según sus palabras.

—Por cierto, necesitamos ponernos de acuerdo.

—¿Acerca de qué? —pregunté ingenuamente.

—Tú sabes, si yo me ligo a un chico y tú a una chica, ¿quién duerme en la cama y quién en el sofá? —preguntó dejando claro que si lograba conquistar a un chico lo llevaría a la habitación para fornicar con él, ¡aún que yo estuviera a un par de metros de distancia!

¡No lo podía creer! Estaba tan embelesado con la belleza de mi hermana y su compañía que ni siquiera consideré la posibilidad de jugar el mismo juego que ella, conquistando a cualquier chica que se pudiera presentar en el club. En ese momento yo sólo tenía ojos para ella.

—¿Serías capaz de ponerme “el cuerno” en nuestra noche de bodas? —pregunté intentando hacerme el gracioso al recordarle que para los ojos de los demás nosotros éramos una pareja.

—Tonto, no es infidelidad si tú estas de acuerdo —dijo ella de manera pícara antes de meterse a la ducha.

Si ese día había sido la primera vez que veía a mi hermana con otros ojos, con los ojos con que un hombre ve a una mujer, en ese momento fue la primera vez que sentí celos, celos del hipotético amante de ella. Tenía que elaborar un plan para impedir que eso sucediera.

Desafortunadamente para mí la forma en que se vistió esa noche no me ayudó mucho. Se había puesto un top dorado que cubría su torso ciñendo sus senos, dejando sus hombros y abdomen completamente descubiertos; haciendo juego con una minifalda de color negro, que por el corte en tablones de ésta, se levantaba al más pequeño contoneo de su portadora permitiendo dar un vistazo a su ropa interior; una minúscula tanga también de color negro. Completando su atuendo con unas elegantes zapatillas de tacón alto.

—Te ves increíble. Increíble es poco, estás realmente espectacular —dije siendo sincero sin esperar a que me preguntara.

—Gracias amor —dijo ella lanzando una vez más un beso al aire en lo que se colocaba un pequeño saco de color blanco para cubrirse en el corto trayecto al club.

Juré nunca más rechazar un beso en la boca de mi hermana, por muy incomodo que esto pudiera ser.

Salimos de la habitación. No se imaginan la clase de orgullo que me invadía al caminar por los pasillos del hotel con la belleza que tenía por pareja sujeta a mi brazo; debió ser mucho dado el comentario de ella al bajar en la privacidad del ascensor.

—¿Alguna vez habías salido con una chica tan linda como yo? —preguntó en mi oído con un tono altanero mientras veíamos nuestro reflejo en el espejo del interior del ascensor.

La sonrisa que se dibujó en los labios de mi propia imagen respondió antes que yo.

—Nunca.

Antes de ir a bailar invité a mi hermana a cenar en uno de los restaurantes del hotel que tenía vista al mar. Invitar en sentido figurado, pues como el hotel era todo incluido no tenía que pagar, y como realmente no había mucha ocupación en esa sección del hotel ni siquiera tuve que hacer reservación; solamente nos presentamos en el lugar y de inmediato nos asignaron una mesa. Huelga decir que al camarero casi se le salen los ojos contemplando la belleza de mi acompañante. Me sentía como un verdadero ‘ganador’ gracias a ella.

Por respeto a los huéspedes del hotel que anhelan descansar durante la noche los horarios del club eran muy rígidos por lo que teníamos que ser puntuales.

Aun cuando el club no era muy grande el ambiente sí era muy animado con un potente sistema de sonido que era controlado por un DJ, luces estroboscopicas y maquinas de humo que recreaban un ambiente alegre y relajado. Hasta tenía una máquina de espuma que cada cierto tiempo hacía caer una lluvia de burbujas que, en conjunto con un juego de luces, simulaba que nos encontrábamos en el fondo del mar.

—Por aquí amigos —llamó Juan quien en compañía de su novia habían separado una mesa con un par de sillas altas para que estuviéramos más cómodos.

De inmediato nos organizamos para pedir una cubeta de cervezas y una botella de vodka, que gracias al cielo también estaban incluidas, si a caso sólo teníamos que dejar una propina al salir de lugar.

De inmediato mi hermana y yo nos pusimos a bailar en compañía de nuestros nuevos amigos. Al haber yo bailado con mi hermana en incontables reuniones familiares pude hacerla sacar sus mejores pasos de bailes sin mucho esfuerzo, haciendo breves pausas para re-hidratarnos con una bebida con alcohol que nos ayudó a desinhibirnos rápidamente.

—Se te vio todo —dije a su oído después de que al hacer ella un giro se hubiese levantado su falda mostrando su ropa interior, sin poder dejar de reír por su indiscreción.

—No importa, al menos traigo ropa interior —dijo ella sin dejar de contonear su cadera al ritmo de la música—, por el momento —agregó con una sonrisa pícara dejando claro que no le importaba exhibirse esa noche para los pocos afortunados que, bailando junto a ella, consiguieron dar un vistazo a lo que escondía debajo de su falda .

“Esto está saliendo muy bien”, pensé en mi interior al suponer que, si yo y mi hermana permanecíamos en compañía de Juan y María, ella se olvidaría de su plan de conquistar algún chico que le pudiera llenar el ojo, pues se suponía que nosotros éramos una pareja.

Después de varias copas tuve que ir al sanitario para orinar por lo que dejé a mi hermana en compañía de Juan y María.

Mientras estaba frente al mingitorio un chico se paró justo a mi lado y se animó a entablar conversación.

—Te felicito amigo, tu chica está bien buena —dijo el desconocido, quien aparentemente estaba tan ebrio como yo, alabando el atractivo de mi hermana.

No pude evitar sonreír al escuchar como aquel hombre, al igual que todas las personas que habíamos conocido aquel día, creían que mi hermana y yo éramos pareja; razón por la que parecía tenerme algo de envidia y al tener un grado alto de alcohol en la sangre lo habían hecho externarla.

—Gracias amigo.

—Espero que te cojas muy duro a esa puta cabrón. Y si tienes tiempo dale una cogida de mi parte —dijo el hombre de manera vulgar antes de terminar de orinar.

Cómo si se tratase de una película de ciencia ficción en ese instante el tiempo se detuvo. En todos los años que había vivido junto a mi hermana y en todo ese día, en que la había comenzado a ver como la hermosa mujer que realmente era, jamás había pasado por mi mente la posibilidad de fornicar con ella.

Obvio que la había estado celando todo el día, obvio que había disfrutado tocar su sensual cuerpo bajo el agua durante toda la tarde en la alberca, y obvio que no quería que se fuera con otro chico esa noche. Pero aún así, esa oscura y perversa fantasía no había sido considerada por mí hasta que aquel chico ebrio la puso sobre la mesa.

Sin previo aviso, mi miembro se tornó rígido como una barra de hierro, al tiempo que mi morbo y excitación se incrementó en un ciento por ciento, por lo que sólo atiné a responder de la forma más vulgar que se podía responder a un desconocido estando de pie frente a un mingitorio sosteniendo en mi mano mi pene erecto.

—¡Ten por seguro que me voy a coger a esa puta hasta por las orejas!

El chico y yo soltamos una carcajada casi al mismo tiempo al compartir la más simple de las fantasías que puede tener un hombre con una mujer. Sin importar que esa mujer fuera mi dulce y tierna hermanita.

Dolorosa y lentamente pude meter mi duro miembro de nuevo dentro de mi pantalón antes de regresar con mi hermana; teniendo ya como objetivo llevármela a la cama para fornicar con ella toda la noche.

“Paciencia amiguito, que ésta noche apenas empieza”, pensé al dar una palmadita a mi rebelde miembro al salir del cuarto de baño.

Al regresar a la mesa pude notar como mi hermana sonreía coquetamente a un chico rubio que estaba sentado en la mesa de junto; cosa que me hizo sentir un poco de celos por lo que me apresuré a tomar cartas en el asunto.

“Si que resultó ser una zorra, no le importa si el chico es negro o rubio, sólo quiere alguien con quien coger”, pensé en mi interior al recordar lo que ella me había dicho antes de salir de la habitación, “pues de que sea cualquier chico a que sea yo, mejor que sea yo quien se la coja”, razoné convencido de que podía darle a mi hermana la mejor noche de su vida.

Al llegar a la mesa la tomé por el brazo y la puse de pie para seguir bailando aprovechando que la melodía en turno era un poco más lenta, por lo que pude pegar mi cuerpo al de ella de tal forma que nuestras cadera se juntaron.

—¿Qué te pasa? —preguntó ella al sentir mi rostro junto al suyo.

—Nada, sólo que te extrañe.

—¿Mientras orinabas? —preguntó ella en modo de broma.

—Sí, pensé mucho en ti mientras sostenía mi enorme verga —respondí vulgarmente devolviendo la broma.

—Tonto, ni que la tuvieras tan grande —dijo ella dándome un ligero rodillazo en la entrepierna a manera de revancha, comprobando lo excitado que estaba—. Se ve que pensaste mucho en mí, hermanito —agregó sonriendo pícaramente.

¡Perfecto! Ahora mi hermana sabía que me tenía tan excitado que había puesto mi pene duro como una roca; si eso no era un mensaje claro de que yo quería fornicar con ella no sabía de que otra forma decirlo. Estuvimos bailando un par de minutos tan juntos que yo sentía su aliento en mi oído y viceversa, tiempo durante el que estuve imaginando tener su cuerpo desnudo en la cama, hasta que pude notar como el chico rubio le sonreía a mi hermana consiguiendo que mis celos se volvieran a encender.

Abruptamente detuve nuestro baile y sujetando su rostro con ambas manos le planté un enorme beso en la boca; asegurándome que el chico rubio no perdiera detalle de nuestra muestra de afecto.

—¡Sí que eres un cabrón! —exclamó ella al darse cuenta de mis intenciones una vez que nuestros labios se separaron.

—¿Qué, ahora no puedo besar a mi hermanita? — pregunté en forma retórica con una sonrisa maliciosa que ella conocía muy bien. La misma sonrisa que yo solía utilizar en cada ocasión que le jugaba una broma desde que éramos unos chiquillos.

—No, claro que puedes hacerme eso y más, pero al menos avísame —respondió ella dejando claro que le gustaba que fuera cariñoso con ella.

Seguimos bailando y bebiendo por casi una hora, aprovechando yo en cada ocasión que el chico rubio quedaba enfrente de nosotros para plantarle otro beso en la boca a mi hermana; sin que ella pudiera decir nada, pues habíamos quedado en simular ser una pareja de novios frente a Juan y María.

En un momento en que quedamos justo frente al chico rubio hice girar el cuerpo de mi hermana y levantando su pierna izquierda, como si estuviéramos bailando tango, le propiné un largo y prolongado beso que la tomó totalmente por sorpresa. ¡Juro que nuestras lenguas se alcanzaron a tocar!

A decir verdad, el hecho de estar besando y manoseando a la que yo había considerado por años sólo mi dulce y tierna hermanita frente a un chico, que muy probablemente desearía estar en mi lugar, le agregó un poco más de morbo que hizo crecer aún más el bulto bajo mi pantalón.

—Ahora si te pasaste —reclamó ella al referirse a lo prolongado del último beso que le había dado.

—¿Qué quieres que haga? Es tu culpa por estar ‘tan buena’ y vestir así —respondí yo al responsabilizar por mis acciones a lo provocativo de su atuendo haciéndola soltar una enorme carcajada.

—Ahora sí te das cuenta de lo ‘buena’ que estoy, pero la otra vez bien que me dejaste plantada para salir con la ‘puta’ de tu novia —comentó ella en parte en broma, en parte en serio, al referirse a una ocasión en que le cancelé una salida al cine.

—Perdoname chiquita —dije yo presuntamente arrepentido de no haberle dado su lugar—. De a haber sabido lo buena que estabas nunca lo hubiese hecho. “Para que salir a buscar la leche si tengo una vaca en la casa” —concluí en modo de broma al citar un viejo y popular refrán sacándole una sonrisa que la hizo ruborizar un poco.

—¿Osea que ahora para ti soy una vaca?

—De hecho está noche quiero que me des teta —dije directamente en su oído al hacer referencia a mi deseo por ordeñar sus pechos con mi boca.

—Parece que estás muy emocionado —dijo ella después de haber sentido el bulto en mi pantalón con mi rodilla.

—La verdad sí, mucho, eres la chica más hermosa en el lugar —dije ya sin poder ocultar la angustia que me provocaba el ser incapaz de controlar la enorme erección en mi entre pierna.

—Gracias querido —dijo ella antes de que fuera su turno para plantarme un prolongado beso en la boca colgándose de mi cuello; ya sin importarle que esto disminuyera sus posibilidades de conquistar algún chico.

Ese último beso debió haber sido el más delicioso de todos los que nos dimos durante esa semana. Al parecer me estaba gustando jugar al hermano celoso y a ella le gustaba que la celara. Quizás se debía a ella aún no tener una relación formal en aquel tiempo, no lo sé, lo que sí sabía era que ambos estábamos disfrutando el haber salido de vacaciones sólo nosotros dos como si fueramos realmente una pareja.

Cómo Juan y María se sentaron en la mesa para descansar un momento decidí hacer lo mismo. Ante la escasez de sillas senté a mi hermana sobre mis piernas; colocando su redondos y firmes glúteos justo sobre mi duro e inerte miembro, deslizando mi mano por su muslo izquierdo hasta ocultarla de bajo de su falda.

¡Se sintió tan delicioso que por un momento creí que iba eyacular justo en ese momento! Hubiese valido la pena.

Pedimos otra ronda de bebidas en lo que conversábamos. Como nuestro grado de alcohol y inhibición eran igual de alto los temas de conversación subieron de tono rápidamente. Saliendo a colación las intimidades, realidades y fantasías de las dos parejas.

—A nosotros nos gusta realizar algunos juegos de rol para salir de la rutina —comentó María al ‘soltársele’ la lengua visiblemente ebria—. Disfrazarme de enfermera o policía antes de coger. ¿Verdad que te gusta eso amor? —preguntó a su novio.

—No me gusta, me encanta —comentó el chico besándola en el cuello causándole cosquillas.

—¿Y a ustedes les gustan los juegos de rol? —preguntó ahora la chica.

Esa era una buena pregunta, la cual no supe como responder por lo que preferí esconderme tras la copa en mi mano mientras mi otra mano se deslizaba por todo el muslo de mi pareja; por fortuna ella si sabía exactamente que decir.

—Nos gusta fingir que somos otras personas —respondió mi hermana frotando mi duro miembro con sus glúteos al acomodarse sobre mis piernas; respuesta que me hizo sudar frío al saber que eso era lo que nosotros estuvimos haciendo todo el día—. Hoy por ejemplo jugamos a que somos dos hermanos que salen de vacaciones.

Mi corazón se paró justo en ese momento al considerar la posibilidad de que mi hermana estuviera a punto de revelar la verdad a esos dos chicos, que nosotros realmente éramos hermanos. ¿Sería capaz de hacerlo?

—¿En serio? —preguntó María interesada en nuestro ‘supuesto’ juego incestuoso.

—Así es, es muy excitante simular que somos hermanos para ver que cara ponen las personas que llegamos a conocer cuando nos ven mostrarnos cariñosos —respondió mi hermana volteando su rostro hacia mí para darme un beso—. ¿Verdad hermanito?

—Así es, hermanita querida, como el chófer del taxi o el mozo del hotel —respondí yo llevando mi mano hasta su entre pierna para darle un firme apretón.

Mi hermana tuvo un ataque de euforia al sentir como mi mano acariciaba su sexo, aunque fuera sólo sobre su ropa interior, acción que la hizo saltar sobre mi regazo, sobre mi miembro, el cual no daba señales de flaquear, excitandome aún más. Mientras Juan y María, viendo como manoseaba a placer a mi hermana, abrían los ojos grandes como dos enormes platos presa del morbo que la ‘presunta hipotética’ situación que planteábamos les provocaba.

—¡No lo puedo creer! —exclamó Juan mordiéndose los labios—, seguro que a esos pendejos se les volaron los sesos de lo calientes que se pusieron.

—Ahora imagínate cuando nos vean coger, seguro les da un infarto, ¿verdad hermanita? —dije antes de plantar otro enorme beso a mi hermana en la boca jugando con nuestras lenguas.

Los cuatro estallamos en una enorme carcajada que, a pesar de lo bullicioso del lugar, captó la atención de todas las personas a nuestro alrededor al poner sobre la mesa la posibilidad de tener relaciones sexuales enfrente de otras personas.

—¿Y ustedes, han cogido en público? —preguntó María muy interesada sobre el tema que yo había sugerido.

—‘Hasta ahora’ no —respondió mi hermana enfatizando el ‘hasta ahora’—. ¿Y ustedes?

—Tampoco, pero creo que sería divertido, mientras los mirones se limiten a observar —respondió la chica riendo.

De pronto la posibilidad de practicar el vouyerismo se volvió el eje de la conversación, proponiendo alternativas para practicarlo en el hotel de manera segura.

—Sé que a unos kilómetros de distancia sobre la costa se encuentra una playa virgen muy popular; ahí podríamos practicarlo y quitarle lo ‘virgen’ —dijo la chica dirigiendo la mirada a su novio al proponerle tener sexo en un lugar público.

—Me encantaría, sólo tenemos que tener cuidado de que no nos arresten —dijo el chico.

—Se me hace muy complicado, yo creo que lo mejor es pedir servicio a la habitación, dejar la puerta abierta y ponernos a coger como conejos —sugerí al suponer que el mozo que se presentara en nuestra habitación nos sorprendería en pleno acto sexual.

—Gran idea, así comemos y cogemos al mismo tiempo —dijo mi hermanita provocando que todos volviéramos a soltar una enorme carcajada.

Como el horario del club se seguía al pie de la letra éste comenzó a dejar de servir alcohol a los alegres trasnochadores media hora antes de cerrar; por lo que nos despedimos y nos retiramos a descansar.

Gracias al alcohol en nuestra sangre el trayecto a la habitación fue lento y tortuoso; teniendo yo que sujetar a mi hermana por la cintura por todo el camino para evitar que cayera debido a un traspié.

El objetivo de evitar que mi hermana conquistara a otro chico y lo trajera a nuestra habitación para tener sexo con él había sido sorteado. Ahora era mi turno de intentar algo con ella.

—¿Vas a dormir conmigo? —preguntó al momento que entramos a la habitación.

—Por supuesto, mira que bebiste mucho y no quiero que vayas a vomitar y te pase algo.

Como hermano mayor era mi responsabilidad ver por la integridad de mi hermana y ante el riesgo, bajo pero presente, de una bronco aspiración le sugerí que durmiera a mi lado para poder cuidarla; idea con la que ella estuvo de acuerdo, pues aún con su grado de ebriedad podía darme la razón.

—Como tú digas amor —aceptó ella al continuar jugando con la idea de que nosotros éramos pareja.

Llevé a mi hermana hasta el dormitorio y sin encenderla luz comenzamos a desvestirnos. Ambos habíamos llevado en nuestro equipaje ropa para dormir pero estábamos tan cansados que preferimos dormir en ropa interior. Después de todo nuestra ropa para dormir no era más reveladora que los trajes de baño que habíamos estado utilizando aquel día.

—¿Me ayudas? —preguntó ella sentándose en la cama y levantando los pies para que le quitara los zapatos.

—Mira que eres una malcriada, pero no importa con gusto lo hago para que veas lo mucho que te quiero; y que ninguno de esos cabrones del club te quiere como yo —acusé tomando su rostro entre mis manos como si estuviera reprendiéndola antes de darle un tierno beso en la frente, el primer beso en la frente en todo el día.

—Gracias hermanito.

Ella se dejó caer de espalda sobre la cama en lo que yo me arrodillé a sus pies para desabrocharle la zapatillas y darle un breve pero intenso masaje en sus cansados pies.

Ésta era mi oportunidad para ponerla de buen humor. Bajé mi rostro hasta tener los dedos de su pie justo frente a mis labios y con ternura y delicadeza comencé a besar cada uno de sus dedos. Empezando por el más grande hasta llegar al pequeño, sólo para regresar por donde vine saltando a su otro pie; tal como si fueran las teclas de un piano en las manos de un experimentado pianista.

De pronto me encontré frotando sus pies contra mi rostro sin importar el fuerte aroma que se desprendía de éstos después de tan extenuante jornada; para mí olían a rosas.

—Me haces cosquillas —protestó ella con un par de débiles patadas que se sintieron como una caricia en mis mejillas.

Lentamente mis manos y labios ascendieron por sus tobillos dejando un rastro de tiernos besos que llegaron hasta sus rodillas. Después de desabotonar su falda sujeté ésta por la parte inferior y la jalé hacia a bajo, primero de un lado y después del otro, firme y constantemente hasta que la prenda salió por sus pies; quedando sólo su tanga para cubrir la parte inferior de su cuerpo.

—Espera —dijo antes de erguirse para jalar su top hacia arriba y sacarlo por encima de su cabeza dejando sus senos al aire.

Ahí estaba mi dulce y tierna hermanita, sentada sobre la cama frente a mí, vistiendo sólo una minúscula prenda interior que apenas cubría su entrepierna.

Ahora era mi turno de desvestirme. Me puse de pie para desabrochar mi camisa y lanzarla hacia un rincón y continuar con mi pantalón. Mis zapatos hacía tiempo que habían desaparecido por lo que terminé semidesnudo a los pies de mi hermana con sólo mis calzoncillos negros.

—Te ves bien —dijo ella a pesar de que nuestros cuerpos eran solamente iluminados por la luz que se filtraba por la ventana.

Ciertamente yo no tenía un cuerpo de concurso de fisicoculturismo, pero me encontraba en buena condición física, lo suficiente para no avergonzarme de estar desnudo frente a una mujer; aunque ésta fuera mi hermana menor.

—Ven acuéstate aquí, junto a mí —ordenó ella deslizándose debajo de las sábanas.

Obedeciéndola me acosté a su lado, de manera que nuestros rostros quedaron uno frente al otro y en silencio pasé mis manos por su espalda, y la jalé hacia mí de modo que sus filosos pezones se clavaron en mi pecho.

—Abrázame fuerte, no me vayas a soltar —exigió mi hermana a punto de quedar dormida.

¡Maldición, no lo podía creer, tenía tantos deseos de hacerla mía y ella no se encontraba en sus cincos sentidos! Mentiría si dijera que por un momento no me sentí tentado a tener relaciones estando ella inconsciente, pero eso no hubiera sido justo para mi hermana. Además yo no quería tener sexo con ella sin que ella lo supiera, yo quería que esto fuera decisión de ambos, al considerar que esto podía ser más que sólo un capricho pasajero. De cualquier forma dormir a su lado como si fuera mi mujer era un buen primer paso.

Por supuesto que yo ya había tenido algunas parejas con las que había tenido sexo, pero nunca me había quedado a dormir toda la noche con ellas, por lo que ésta era la primera vez para mí, y supongo que para mi hermana también, que dormiría con una persona del sexo opuesto (sin tomar en cuenta las veces que dormimos juntos como hermanos).

Ignorando el enorme bulto en mi entrepierna intenté conciliar el sueño, cosa que conseguí gracias al alcohol en mi sistema. Se sentía tan delicioso el calor que irradiaba de su delicado cuerpo que de inmediato me fui relajando hasta caer en los ‘brazos de Morfeo’, olvidándome de mi problema.

—Tengo que hacer pis —escuché a una voz con un tono suave decir durante la madrugada. Era mi hermana, ¿quién entonces?, que me pedía que la soltara para permitirle ir a orinar.

Aún dormido dejé de abrazarla y me hice a un lado para que ella pudiera ir al sanitario a hacer sus necesidades. No tengo idea cuanto tiempo se demoró ahí dentro, pudo haber sido un par de minutos o una hora, pero fue el tiempo suficiente para que yo volviera quedar profundamente dormido.

—Regresé hermanito —escuché en medio de mis sueños una vez más la dulce voz de mi hermana que me exigía que volviera abrazarla.

Sin despertar por completo volví a girar mi cuerpo a la izquierda para abrazarla de manera protectora, sólo que en ésta ocasión utilicé mi pierna derecha para engancharme a su cuerpo de una manera por demás cariñosa. Algo había cambiado.

Deslicé mi mano por toda su espalda esperando detenerme hasta llegar a su tanga. No la encontré. En lugar de eso mis dedos se hundieron en la unión de sus glúteos. Como si se tratara de un reloj despertador mi pene se tornó erecto de inmediato.

Giré mi cuerpo para quedar acostado de espalda, al sentir miedo de que mi hermana notara la reacción de mis partes nobles en su presencia, pero ella casi se trepó sobre mí, al ella cruzar su pierna desnuda por encima de mi entrepierna, consiguiendo con esto estimular mi pene aún más.

Era imposible que ella no notara el mástil que levantaban mis calzoncillos cual una tienda de acampar. Sujeté su muslo con mi mano para poder ubicarlo un poco más arriba, sobre mi estómago y así permitir que mi miembro quedara debajo de la pierna de mi hermana. Respiré tranquilo.

Sin embargo, eran tantas las ganas que tenía de hacer mía a mi propia hermana que mi mente comenzó a divagar.

“¿A caso ella no era quien se había desnudado en primer lugar?”, pensé al desear que ella quisiera tanto como yo que tuviéramos intimidad.

Mi miembro seguía doblándose sobre sí mismo al ser incapaz de forzar la tela de algodón que lo oprimía. Era tanta la excitación que sentía que me sentí tentado a bajar nuevamente su muslo sobre mi vientre para poder frotarlo sobre mi entrepierna.

“Sólo un poco, sólo para calmar mis ansias”, pensé al notar como mi hermana no reaccionaba, dando por hecho que se había vuelto a dormir.

Lentamente empujé su muslo con mi mano un milímetro hacia abajo sin dejar de vigilar el rostro de mi hermana, buscando cualquier reacción que me indicara que estaba despierta; no parecía estarlo.

“Un poco más, un poco más”, pensé nuevamente al empujar la pierna de mi hermana hasta tocar mi miembro escondido en mis calzoncillos. Delicioso.

Si tan sólo no tuviera puesto mis calzoncillos podría sentir la suave piel del muslo de mi hermana hacer contacto directamente con mi sensible pene, obteniendo de ésta manera mucho más placer. ¿Cómo podría llegar a esa situación?

Confiando en que mi hermana seguía dormida usé mi mano para bajarme el calzoncillo al tomarlo por la cintilla.

—¡Mierda! —exclamé en silencio al momento en que mi pene se sintió liberado consiguiendo la vertical inmediatamente.

Ahora sólo tenía que mover el muslo de mi hermana otro par de milímetros hacia abajo, hasta hacer contacto con mi miembro y sentir esa suave piel, la cual yo había ignorado por años, rozar mi glande. Una descarga eléctrica se propagó por todo mi ser justo en el momento en que la punta de mi pene tocó con el muslo de mi hermana. Sublime.

Intoxicado de placer me animé a mover la pierna de mi hermana de manera que ésta hizo vibrar mi miembro como un diapasón, desatando una serie de espasmo de placer que mi hicieron retraer mi vientre. ¡Cielo santo! No podía creer la agradable sensación que experimentaba al poder frotar mi miembro con el muslo de mi hermana.

“Idiota, ¿cómo no hiciste esto antes?”, pensé al recriminarme a mí mismo el no haber aprovechado para mi placer el tener una hermana con un cuerpo tan atractivo y sensual, recordando todas las ocasiones en que habíamos terminado durmiendo juntos después de ver una película frente al televisor; en lo que mi miembro comenzó a pulsar suplicándome que continuara.

—¿Te diviertes?

¡Casi me da un infarto al escuchar la voz de mi hermana directamente en el oído! Solté su pierna de inmediato de manera que ésta golpeó en mi pene haciendolo latiguear desatando una descarga de placer que no pude disfrutar como hubiera querido.

—Lo siento, no sabía que estabas despierta —respondí con mi corazón latiendo a mil por hora completamente avergonzado.

—No te preocupes, ya te dije que tú puedes hacerme lo que quieras hermanito —dijo ella al hacer referencia a lo que me había dicho hacía un par de horas en el club nocturno—. ¿Por qué no te desnudas completamente para que estemos más cómodos?

No daba crédito a lo que mi hermana acababa de decir. No sólo no estaba molesta porque me hubiera estado masturbando con su pierna, sino que también me daba su consentimiento para continuar. Era mi día de suerte sin lugar a dudas.

—¿Hablas en serio?

—Claro hermanito.

Sin hacerme de rogar enseguida me deshice de mis calzoncillos y giré hacia ella de manera que nuestros labios se volvieron a juntar como todo aquel exótico y lujurioso día.

—¿Ya te habías masturbado pensando en mí? —preguntó una vez que nuestros labios se separaron.

—¿Cómo crees?, hasta antes de hoy siempre fuiste mi hermanita menor, pero gracias a éste viaje ahora pude ver la mujer en que te has convertido y todo el día he fantaseado con hacerte mía. ¡Estás buenísima cabrona! —respondí elevando el tono de nuestra conversación, ella sonrió.

—Me gusta que pienses que estoy buena —dijo ella con voz dulce—. Yo creía que no te gustaba por más que te besaba en la boca o dejaba la puerta de mi habitación abierta para que me vieras desnuda.

Según mi hermana tenía años insinuándose hacia mí, vistiendo siempre mini falda y pantaloncillos en la casa para que yo notara su transformación en mujer. Besándome en la boca o acariciándome con cualquier excusa para llamar mi atención.

—Hasta pensé en enviarte una foto desnuda a tu teléfono y decirte que te la había enviado por error.

—Eso hubiera funcionado —dije riendo.

—Estoy segura que sí, pero lo pensaba mucho y me daba pena.

—Fui un tonto por no haber notado lo hermosa que estás y hacerte esas bromas. Te prometo que de ahora en adelante ya no sólo seré tu hermano, también seré tu novio y tú serás mi mujer. Si es que tú aceptas.

—Por supuesto que acepto hermanito, si tengo años soñando con que me hagas tuya y me trates como tratabas a las putas de tus novias —dijo antes de abrazarme por el cuello y fundirnos en un enorme beso; jugando con nuestras lenguas para cerrar el pacto.

Sin que nuestros labios se despegaran giré mi cuerpo hasta estar encima de ella y entonces descender con mis besos por su cuello hasta llegar a sus senos. Donde dos rígidos pezones esperaban por mis labios.

¡Mierda!, no podía creer lo delicioso que eran sus pechos. Firmes y redondos, esponjosos y gordos. Una verdadera delicia.

—¿Así que soy una vaca? —preguntó ella en medio de una risa al recordar la broma que yo había dicho.

—Sí, una vaca —dije entre dientes sin dejar de hacer lo que hacía—, mi vaquita preciosa —agregué antes de continuar succionando sus pezones.

Con mi pene duro como una roca erguí mi torso de manera que mis rodillas quedaron debajo de los muslos de mi hermana, jalándola hacia mí puse la cabeza de mi pene exactamente en la entrada de su sexo.

¡Éste era el momento de la verdad! ¡La fantasía que había estado rondando mi cabeza durante todo el día estaba a punto de tornarse realidad, la de tener sexo con mi querida y hermosa hermanita!

En la oscuridad de la madrugada nuestros rostros intercambiaron no sólo una sonrisa de lujuria, sino también una sonrisa de complicidad por realizar una acción socialmente prohibida, de aventura, por ir a donde pocas personas se atreven a ir, y sobre todo fraternal por llevar el amor entre hermanos más allá de la moral. Sonreímos.

Con todo la delicadeza de que dispuse en ese momento fui introduciendo lentamente mi pene en su vagina, teniendo cuidado de no lastimarla. Sin tener la certeza de si a ella le gustaba el sexo suave o salvaje, eso lo averiguaría después, ésta era la primera vez que la penetraba por lo que pensaba hacerlo con mucha ternura.

—¿Te gusta chiquita? —pregunté al introducirle toda la cabeza de mi miembro.

—Sí hermanito sigue así, sigue me la metiendo, siento muy rico —respondió ella cerrando los ojos y apretando los labios al ser víctima de una descarga de placer.

Con la venia de mi hermana comencé a hacer empujes de cadera, despacio pero firme, consiguiendo con cada uno de ellos poder introducir mi miembro un poco más en su interior. Se sintió tan cálido y húmedo en cada ocasión que mi miembro penetró esa hermosa cavidad femenina hasta ese día desconocida para mí.

Sus hermosos pechos subían y bajaban rebotando al ritmo de su agitada respiración al momento que una serie de espasmos recorrían su cuerpo, cual ondas sísmicas que tenían como punto de origen su vientre; el cual se retraía dentro de sus costillas al sentirme dentro de ella.

Una vez que conseguí introducir la totalidad de mi pene en su vagina aumenté progresivamente la frecuencia e intensidad de mis empujones de cadera, explorando con mi duro pene cada rincón de su interior, enfocándome especialmente en su clítoris para asegurarme de provocarle el mayor nivel de placer posible; confiando que sus amantes previos debieron de haber carecido de la experiencia que yo tenía.

¡No podía creer lo que estaba haciendo! ¡Estaba fornicando con mi propia hermana y lo estaba disfrutando como loco! Mi hermana, la única mujer de la que estaba seguro que amaría hasta el día de mi muerte. Si había algo que me atormentaba es haber tardado tanto tiempo en darme cuenta de lo mucho que la amaba. Tendría que recuperar ese tiempo perdido de alguna manera.

Estuvimos así por varios minutos, con nuestros cuerpos fundidos en uno solo, hasta que ya nos fue imposible contenernos alcanzando el orgasmo casi al mismo tiempo, dejándome caer rendido a su lado con mi miembro ahora flácido cubierto con sus fluidos y los míos. Nuestra fantasía compartida se había consumado.

Ambos quedamos dormidos desnudos sobre la cama hasta el medio día. El resto de las vacaciones nos la pasamos fornicando como si fueramos conejos, casi sin salir de la habitación, llegando a conocer cada uno acerca del otro las preferencias y manías en la cama. Todo esto mientras simulábamos que éramos una pareja de recién casados para cualquier persona que conocimos durante nuestra estadía.

Al regresar a casa nos pusimos de acuerdo para exigir a nuestros padres que cada fin de semestre nos enviaran de vacaciones, sólo a nosotros dos, a un destino diferente cada vez, después de todo nos lo merecíamos pues éramos excelentes estudiantes; cosa con la que nuestros padres estuvieron de acuerdo, pues creo que ellos también querían disfrutar de sus propias vacaciones solos como pareja, sin imaginar lo que nosotros haríamos estando fuera de casa.

Mientras se llegaba la fecha para nuestro siguiente viaje nos tuvimos que conformar, con escondernos por la casa en cada ocasión que quisiéramos recordar aquellas memorables vacaciones de verano; o solamente, cultivar nuestro amor fraternal.

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