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¡Vámonos de putas!

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Quiero relatar una experiencia de mi amigo Cornelio con una puta muy hermosa, aunque la introducción de la historia no fue así, sí fue parecida porque fui uno de los acompañantes, y la acción posterior fue lo que platicó mi amigo…

Así gritábamos cuando salíamos del trabajo los viernes. Yo, aunque no lo propiciaba, y debido a que hacía meses me había divorciado de Stella, me gustaba ir a las borracheras donde conseguíamos seguirla en compañía de alegres mujeres de la vida nocturna que sabían bien su oficio.

Invitado por mis amigos, nos fuimos a un bar de la colonia Guerrero donde había una pequeña orquesta que tocaba muy bien y variado. Obviamente también había “señoritas” que servían de compañía de baile y de mesa. Me tocó una tetona que era muy buena para el faje pues me recordó a la puta de mi exesposa, sobre todo cuando me abrazaba acunando mi cara entre sus chiches. Se sacó una teta invitándome a mamar, ¡y claro que la mamé!, pues sus pezones guindas me invitaban al mezclarse los recuerdos de mi ex con las tetas abundantes y algo flácidas, de piernas flacas, pero bien torneadas.

Tomamos y metíamos mano hasta los pelos de sus cucas, pero no se dejaban meter el dedo, “después”, decían, “ahorita hay que bailar y tomar” provocándonos para tomar mucho. Sabido es que a ellas les sirven sólo refresco y agua mineral con poco o nada de alcohol, pero al cliente se la cobran como una cuba fuerte. Por mi parte, hice como que tomaba y le daba de mi vaso a la puta que lo tomaba con gusto y a cada trago se ponía más arrecha todavía, dejándome meterle los dedos en la vagina y jugar con su clítoris. “Qué rica la traes papacito”, me decía al bailar y sobarme la verga sobre el pantalón. “Me gusta el olor del perfume que tienes”, le decía cuando sacaba los dedos empapados en su jugo, cada vez que sacaba mi mano para olerla, y ella me los chupaba lascivamente. Tomamos, fajamos y bailamos hasta que nos avisaron que ya cerrarían el establecimiento.

–¿Me vas a invitar a pasar la noche contigo, papito? –me preguntó la puta, antes de vaciar mi vaso de licor. Yo tomé muy poco, pero mi puta se emborrachó al tomar las bebidas que a mí me dieron.

–Estás tan borracha como yo, quizá no podríamos hacer mucho, nena, pero vamos si me dices tu nombre real –le dije dándole un beso tronado en los labios.

–Me llamo Gloria, pero aquí me conocen por Tere –contestó dándome un apretón de verga en cada palabra que pronunciaba.

–No se diga más, ¡vámonos! –le dije dándole una nalgada.

–Espérame tantito, voy por mi abrigo y mi bolso –dijo regresándome un beso igual.

Ella se levantó pidiéndome que la esperara pues iba por su bolso y su abrigo. Tiempo que aproveché para despedirme de mis amigos, quienes daban algunos billetes a sus respectivas compañías.

–Váyanse con cuidado, porque ya están muy borrachos –les dije–. Yo voy a esperar a Tere, la seguiremos en privado.

–Bienaventurado tú que puedes seguirla! Pero también cuídate, a veces te drogan para robarte –me advirtieron.

–No parece ser de ésas, además de que está muy tomada –les contesté y vi que Tere se aproximaba.

–¿Algún lugar especial donde te gustaría estar conmigo? –le pregunté para sondear sus intenciones.

–Yo atiendo a los clientes en el hotel que está a la vuelta, pero vamos a donde tú digas papito… –contestó con su voz ya pastosa.

Salimos, fui por mi auto. Le abrí la puerta para que subiera y antes de que yo cerrara la puerta, su bajó pudorosamente la falda y me lanzó una sonrisa y un beso al aire. “¡Cómo se parece a mi ex!”, me dije y se me paró la verga.

Sin pensarlo mucho, me la llevé a mi departamento. Al bajar del auto y caminar a la entrada del edificio, los tacones de Tere resonaban en el silencio de la noche. Justo al abrir la entrada del edificio vi que se abrió un poco la cortina del departamento que está en el primer piso. Estoy seguro que era la vecina y no su marido, ya que he sido sorprendido por las miradas de ella viendo hacia mi recámara, que está en la planta baja, cuando me masturbo viendo porno, o cuando cojo con la señora que va a hacer el aseo. Esta vez también dejé la ventana corrida y con la luz de la lámpara de buró para que no se perdiera detalles, soy exhibicionista y ella voyeur, hacemos buena pareja.

Ya en el departamento, cerré la puerta y le quité el abrigo a Tere para colgarlo después en el perchero. Tere se quedó de pie viendo el panorama: libreros y libros por todas partes. Sin cerrar la boca por el asombro se acercó a leer los títulos de los lomos. Se saltó los técnicos de mi profesión y se detuvo en un librero donde estaban los de literatura. Extrajo uno de ellos y lo empezó a hojear. No puedo negar que sentí ternura cuando bajó la vista y localizó un volumen que le llamó la atención; de inmediato colocó en su lugar el que traía en la mano y se puso de cuclillas para extraer un libro de Bataille. “¡Cómo se parece a mi ex!”, volví a repetirme viendo el escote que mostraba buena parte de sus chiches recargadas sobre las rodillas filosas que continuaban en sinuosas, pero delgadas pantorrillas.

–¿Qué quieres tomar? –le pregunté, interrumpiéndola de su asombro.

–Discúlpame por haberme embobado al ver tantos libros –dijo dejando en su lugar el que le había llamado la atención y me extendió la mano para ayudar a levantarse–. Creo que sí tomé mucho, pues estoy mareada, pero se me bajó bastante al ver todo esto– dijo abarcando con un movimiento de brazo la zona de los libreros de literatura y diccionarios.

–Tengo de todo tipo de bebidas, hasta leche… –le dije esto último en tono lascivo.

–No acostumbro tomarla con los clientes, pero sí me gusta y haré una excepción contigo. Dame brandy o coñac, solo –contestó haciéndome ver que había entendido mi comentario, al subrayar “sí me gusta y haré una excepción contigo” con el mismo tono de lascivia que el mío.

Con un gesto, la invité a sentarse, antes de irme hacia la pequeña cantina de la sala.

–Por lo visto te gusta leer, me parece raro en…–le estaba empezando a decir extendiéndole la copa cuando me interrumpió abruptamente.

–…en las putas. No, no lo es, hay de todo tipo. En el bar a donde fuiste, casi todas tenemos algunos años de bachillerato. Yo hice dos años de licenciatura en lengua y literaturas hispánicas, pero me embaracé y tuve que dejarla.

–Así que tienes hijos… –dije al sentarme, haciendo un gesto para que evidentemente continuara hablándome de ello.

–No, al embarazarme tuve que casarme, perdí al producto por una complicación que me dejó sin la posibilidad de concebir otro –me dijo poniéndose seria, y continuó sin detenerse–. Al poco tiempo me divorcié y quise vivir sola, pues me gustaba mucho coger con quien yo quisiera, eso fue la causa del divorcio, que yo era muy puta y mi marido no toleraba que lo relegara.

Volví a repetirme “¡Hasta en esto se parece a Stella!” y le di un beso tierno recordándola en ese rostro y me aguanté de gritarle “¡Perdóname, Nena puta!”. Después del beso que ella correspondió con un “Qué rico, y no me refiero al coñac, que también lo está”, continuó su discurso, seguramente remembrando esa parte de su vida que quería conversar con alguien. Me enteré que se enamoraba fácilmente, pero eso no impedía que se tirara a otros, sólo por gusto y más cosas que la transformaban en mi ex ante mis ojos. También me contó que una amiga de la facultad, que es prostituta, la convenció de serlo y le dio buenos consejos para ello, además de relaciones en el oficio.

–No me va mal y voy a retomar mis estudios. ¡Me entraron unas ganas enormes cuando vi tus libros! Dijo y me abrazó con mucha alegría.

–¡Eso estaría muy bien! –contesté sin dejar de abrazarla y acariciarla bajo la blusa.

–¡Cabrón, ya me calentaste! dijo dándome un beso en el que nuestras lenguas jugaron.

–Pues cuando tú digas, tenemos toda la noche para disfrutarnos, nena.

–Sírveme otra copa, mientras me encuero –ordenó sin más, levantándose para quitarse la blusa.

–Te sirvo las que quieras, Tere, aunque te me duermas de borracha –dije alucinado cuando se quitó el brasier–, pero no te quejes si te cojo cuando estés dormida porque ¡estás muy rica! –exclamé antes de ponerme a mamar una chiche.

Me dio a mamar la otra y se desabrochó la falda para bajársela junto con las pantaletas cuidando de que mi boca no se separara de su pecho. Subió el aroma que surgía de su coño… “¡Es Stella!” me dije, soltándola de las chiches, y vi su triángulo peludo como el de mi ex, me agaché y le besé la concha.

–Encuérate también, y platícame de ti, porque este día lo habré de escribir en mis memorias: “La noche en que decidí continuar mi carrera académica” –dijo haciendo un ademán de ver el letrero de un anuncio espectacular.

–“Sin dejar el oficio de puta” –concluí, imitando su ademán.

–Eso sí, si no de qué me mantengo. Quiero seguir siendo independiente. Y si tuviera dinero, seguiría siendo puta, aunque no les cobrara, pero eligiendo a quién me llevo a la cama –remató con un aire de suficiencia.

Desnudos, continuamos tomando y platicando en el sofá. Cada uno en una orilla, acariciándonos con los pies y besándonoslos uno al otro, como dos enamorados. No sé cómo me vería ella, pero yo, más borracho y arrecho en cada momento, veía a Stella y la recordaba contándome de sus continuas putadas cuando ella regresaba cogida a nuestra casa…

–¿Puedo pasar a tu baño? –me preguntó tomando su bolso.

–Por acá, señalé el pasillo rumbo a la recámara principal –Veía cómo se movía el negro pelo largo al ritmo de su andar elegante de modelo. “Qué hermosa es Stella”, me decía.

Prendí la luz de la recámara y le abrí la puerta del baño. Cuando Tere cerró la puerta, volví a ver que se movió la cortina en la ventana de mi vecina. Modelé un poco para que viera mi verga bien parada, de frente y de perfil, además de mis nalgas, antes de ponerme a quitar la colcha a la cama. Fui por la botella de coñac y las copas que se habían quedado en la sala. Justo cuando las había puesto sobre la cómoda, salió Tere del baño.

–¿Tienes condones o saco unos? –dijo abriendo la bolsa.

–¿Tú me recomiendas que lo use contigo? –pregunté, verificando con la mirada que mi vecina seguía atenta.

–Con todos lo uso, hasta con mi exmarido cuando nos volvemos a ver, pero contigo puedo hacer la excepción en esto y muchas más cosas… –contesto irradiándome con una sonrisa y mirada que dejaban claro que estaba enamorada.

–¿También dejar de ser puta? –pregunté con brutalidad, pero dejándole ver que yo también sentía por ella más que deseo.

Se turbó claramente ante mi pregunta y ante su silencio le mamé las chiches mirando de reojo que mi vecina había abierto más la cortina, seguramente para dejar sus manos libres y masturbarse al amparo de la oscuridad de su cuarto.

–No creo que aguantaría ni un año –me dijo con tristeza, acariciándome el pelo mientras la chupaba.

–Sin condón –le dije bajándome a chuparle la vagina y seguramente saliéndome del campo de visión de mi voyeur.

Al ponerme de pie vi con claridad el rostro de mi vecina, quien se había acercado al mosquitero de su ventana para ver mejor, y capté su cara de sorpresa al verse descubierta. Sólo le sonreí y Tere se dio cuenta pues volteó hacia la ventana.

–¿Te gusta dar “cinito”? –le pregunté.

–Me da igual –contestó besándome el pecho y bajó poco a poco, beso a beso, para hacerme una felación.

Al echar la cabeza para atrás para disfrutar la boca, tan experta como la de Stella, vi que mi vecina no se había ocultado y su cara mostraba un gesto de estar en el clímax de su masturbación.

Nos acostamos a coger y darle la función completa a la vecina. Al día siguiente, después del tardío mañanero, nos bañamos y al salir de la ducha le dimos otro show a nuestra vecina, quien miró, ya sin ningún recato, cómo me cogí cargada a Tere. Nos vestimos y al salir del edificio, Tere le hizo un ademán de despedida a la vecina, quien lo correspondió con otro igual y una sonrisa. Fuimos a la vivienda de Tere, para que se cambiara de ropa, paseamos el resto del sábado y en la noche la dejé en el bar para que trabajara, pues ella dijo ser “muy responsable de sus compromisos de trabajo”. Me dio el número de su teléfono pidiéndome que la llamara cuando quisiera cogérmela, o pasear como amigos, “A ti no te cobraré nada, al contrario, será una dicha atenderte”, me dijo dándome un beso en la mejilla, antes de entrar por la puerta posterior del bar.

Tere me movió el piso muy fuerte, yo también a ella, pero no dejará de ser puta. Pronto terminará su licenciatura. A veces la llamo para pasear juntos y platicar. Para coger, la llamo sólo cuando Stella no puede y me quedo con ganas de ella, ¡se parecen tanto…!

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