En el interior hacía mucho calor. Veníamos de la playa y decidimos no vestirnos y continuar solo con nuestros bañadores.
El mío era minúsculo, de nadador. La cual cosa le facilitó a la hora de sacar mi miembro ya hinchado por uno de sus laterales.
Ella, simplemente se quitó la parte de abajo de su bikini color fucsia.
Acarició mi polla con delicadeza, muy lentamente, disfrutando de su tacto. Con la punta de los dedos, su otra mano tocaba su coño siempre ardiente.
Esa mujer era insaciable, siempre pedía más.
De un tirón arranqué la parte de arriba de su bikini, y momentos después, nos corrimos juntos por última vez.
Yo perdí el control de nuestro automóvil y nos empotramos contra un árbol que llevaba esperándonos un par de siglos.
La mitad de su cuerpo desnudo atravesando el parabrisas y mi cabeza incrustada en el volante con el pene flácido, rodeado de sangre y esperma, resultó ser una imagen tremendamente perturbadora.