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Yo y mi espejo

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Mi compañera de empleo Carolina me vuelve loco. Está posiblemente en sus 30 años, con unos pantalones bien ajustados que acentúan su buen torneado culo y una cara preciosa. Cada vez que tengo que pasar por su cubículo y veo su silueta siento que mi verga se endurece. Me la paso fantaseando como sería tenerla en mi recámara desnuda y meter mi lengua entre sus carnosas nalgas, lamer su anillo anal y explorar profundamente ese orificio negro de pecado. Sé que me perdería en esa cavidad pegajosa y de lujuria que pocos se atreven a explorar. No hay nada más prohibido que comerle el culo jugoso a una mujer y a embriagarse en sus jugos salados y pegajosos.

Ya habían pasado tres días de visualmente degustar del culo de Carolina. Llegué a mi casa esa tarde y sabía que mi esposa no llegaría hasta tarde en la noche. Ya estaba listo para una rica masturbada a nombre de Carolina. Me desnudé completamente y ya mis 7 pulgadas y mis enormes bolas estaban pidiendo alivio. Me gusta ver mi rostro y como mi cuerpo reacciona a este ritual pecaminoso, así que traje mi espejo y lo puse entre mis piernas. Así podía observar mi verga completamente parada y mi saco carnoso bien grande, sin lugar a dudas llena de mi gloriosa leche.

La cabeza de mi pene ya empezaba a goterear la saladita clara que yo lujuriosamente con mi dedo empezaba a saborear. Mi espejo reflejaba el rostro de un hombre cachondo, endemoniado de placer, listo para hacerse otra sabrosa puñeta. Con mi mano derecha y mi dedo índice empecé suavemente a frotar mi ya húmedo falo, donde sensaciones increíbles me hacían morder mi labio inferior. Con mi mano izquierda me agarraba y frotaba mi saco testicular, tratando de ordeñar esa caliente leche guardada por días.

Miraba al espejo y nunca había visto mi pinga tan grande y dura. Apreté con dos dedos la corona de mi glande y un buen goterón de la clara perlada salió, humedeciendo mi falo. Me llevé una muestra de mis dedos humedecidos de jugo a mi boca y volví a saborearlos. Si sólo Carolina pudiera ver lo que estaba haciendo a su nombre. Que viviera conmigo el placer que me daba.

Suavemente agarré mi verga con mi mano derecha y lentamente empecé a ordeñarla, arriba hacia abajo, abajo hacia arriba. Me excitaba mirarme en el espejo y ver mi rostro en éxtasis, mis ojos perdiendo sus órbitas mientras me daba este fabuloso placer. Fantaseaba con Carolina sentada a los pies de la cama, completamente desnuda, fijada en como yo lujuriosamente me daba placer por ella. No tomó mucho en yo empezar a sentir ese cosquilleo en mi bajo vientre, y mis piernas empezaron a ponerse tensas. Miré al espejo y me fijé que empezaba a respirar fuerte y a jadear un poco. Mi mano empezó a ordeñar esa verga a un ritmo mas rápido. Los dedos de mis pies empezaron en unísono con contracciones y empezaba a perder el control de mis piernas, anunciando una espectacular corrida. "Qué rico, ya la siento Carolina, me estoy viniendo...me estoy viniendo..." balbuceaba mientras sentía mi volcán en completa ebullición.

Llegué al punto donde no podemos parar. Mi puño iba a mil revoluciones y alcé la vista para verme en el espejo. Con un ahogado grito, tres buenos chorrotes de mi caliente semen salieron disparados, cayendo en mi pecho, pierna y mano. Tres días frenando mi próstata de un prohibido placer me han dejado temblando por unos segundos. Con mis dedos limpié toda la leche derramada y con mi pasión sin freno me saboreé mi salado semen, pensando en Carolina mamando mi verga.

No hay nada más sabroso que alargar una masturbación a tres o cuatro días. Es un orgasmo sin igual.

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