Relato de una esclava feliz

0
5675
4
T. Lectura: 11 min.

Hola, mi nombre es Susana, pero todo el mundo me conoce por (Susi). Tengo 66 años. Soy soltera. He tenido diferentes relaciones… Tuve un novio desde los 18 años, hasta los 21. Entonces vivía en Vigo (Pontevedra). Luego me fui a Barcelona a trabajar yo sola… Encontré un restaurante y estuve allí casi un año, de camarera. Vivía en un piso compartido con tres chicas más.

Una de ellas, Laly. Me encontró un buen trabajo de camarera, en un catering para una productora de Cine. Estuve 7 años trabajando allí, pues entonces se ganaba dinero entre el sueldo y las propinas… Como tenía dinero ahorrado, en 1994 me fui a Figueres (Girona), pues me salió un trabajo interesante en un hotel de allí, en el alto Ampurdán. Y hace 10 años, me vine a Madrid, después de tener un gran desengaño con Marisa, una mujer que vivió conmigo 4 años en Figueres, cómo pareja mía.

Yo reconozco que he sido muy sumisa ante algunas mujeres, pero Marisa se pasó conmigo varios pueblos… Ella no hacía nada, todo se lo tenía que hacer yo… No aportaba casi nada, porque gastaba mucho y acababa siempre sin dinero. Y encima me daba tremendas palizas por cualquier chorrada. Yo la aguante 4 años. Pero al final la dejé y me vine a Madrid.

Aquí tuve suerte y encontré trabajo en la calle Goya, como camarera, en una cafetería bastante buena y ahí conocí a la señora Laura. Una de las muchas clientes que tenía esa cafetería. Entonces… hace 10 años… la señora Laura tenía 34 años, y yo 56.

Esta señora no es que fuera muy simpática o agradable… Más bien todo lo contrario. A veces parecía ser algo déspota, arrogante… Y cómo yo era la nueva, la mayoría de las veces era yo quién tenía que atenderla. Cuando venía con su marido y con su hija Rocío que era entonces una niña de 10 años, parecía un poco más amable, no gran cosa… pero bastante más agradable, que cuándo venía sola…

A mí me tocaba muchas veces hacerle un café irlandés y rara era la vez que no protestaba… por la nata montada, por no haber quemado lo suficiente el Whisky, por la canela… Había días que por cualquier cosa protestaba y la verdad es que yo me desvivía por querer complacerla. La señora Laura, era muy elegante, guapísima, muy femenina. Sólo le afeaba su carácter, parecía que estuviese siempre enfadada con todo el mundo. Sólo la notaba cariñosa y diferente, con su hija Rocío.

En el 2019 yo ya llevaba trabajando 4 años en esa cafetería, y aunque a la señora Laura siempre la trataba con mi máximo respeto y total educación, a veces ella, me hacia algún que otro comentario de cosas de actualidad, o de algún cotilleo de la tele… No es que tuviera amistad con Ella, pero sí comentábamos cosas a veces. En abril de ese 2019, una mañana la señora Laura me dice que se a separado de Andrés, su marido. Y que anda buscando una chica para trabajar de interna en su casa. Yo sin dudarlo ni un instante, me ofrecí para trabajar en su casa. Ella, la señora Laura me conocía bien, sabía que yo siempre me deshacía en elogios con ella, la trataba con suma educación, trataba de complacerle en todo…

Cuando me ofrecí yo a trabajar en su casa, la señora Laura me dio una tarjeta suya, para que le llamase y poder hablar… Yo la verdad es que estaba como loca, pues en el fondo adoraba a esa mujer. Poder servirle a ella, para mí era un honor, un placer, un privilegio.

Esa misma tarde la llamé a su casa, cuando salí de trabajar… serían las 5 de la tarde. Y la señora Laura me mandó subir a su casa, para tener una entrevista con ella. Me recibió, me llevo al salón y allí me dijo lo que quería de mí… Que me ocupara de la casa, y que le tuviera mucho respeto a ella y a su hija Rocío, que ya tenía 14 años… Yo le juré obediencia absoluta.

La señora Laura me advirtió que ella era bastante exigente, que iba a tener que trabajar mucho… Yo le dije que no me importaba trabajar el tiempo que fuese necesario, con tal de poder complacerles a ella y a la señorita Rocío. Que yo no tendría horario ante ellas… que les juraba obediencia absoluta, obedecerlas totalmente… etc.

La verdad es que a la señora Laura le pareció genial, me dijo que les diera los 15 días a los de la cafetería, para tener todo en regla. Que ella me daría de alta cuándo empezase a trabajar en su casa… y así fue. A últimos de abril de ese 2019, empecé a trabajar en su casa. Entonces yo tenía 60 años, la señora Laura tenía 38 y la señorita Rocío 14.

Yo pronto me adapté a mi nuevo trabajo. Estaba muy ilusionada, pues la señora Laura me caía bien, su hija también. Y aunque la señora Laura fuese algo déspota a veces conmigo, me gustaba su carácter. Me gustaba sentirme dominada por ella. Yo desde el primer día, quise que viera mi sumisión, mi entrega… Pero la señora Laura tenía muchas cosas más importantes en su cabeza, pues tenía varios negocios que compartía con su ex marido y tenía que clarificar esa situación. Ella andaba un poco estresada, teniendo que ir cada día a una Asesoría Jurídica que era la que llevaba todos sus papeles.

Afortunadamente aquello no duró mucho tiempo y pronto la señora Laura tuvo buenas noticias y se sintió más relajada. Yo la verdad es que me desvivía por poder complacerla cada día. Tanto a ella cómo a la señorita Rocío, yo cada mañana les preparaba y les servía el desayuno. Cada vez que se duchaban, yo recogía toda su ropa íntima, la llevaba a la lavadora, yo limpiaba los azulejos del baño, los suelos. Estaba siempre atenta a que no les faltase el rollo de papel.

Me gustaba tener todo a punto, a la hora exacta que mi señora Laura me ordenaba. Siempre intentaba demostrarle mi total entrega con pequeños gestos. Mi más absoluta sumisión ante ellas. Siempre solía inclinarme ante ellas en señal de respeto. Ante la señorita Rocío también. Obviamente debería ser chocante y a la vez humillante, ver a una mujer cómo yo con 60 años, inclinándose ante una señorita de tan sólo 14 años. Pero era así como le gustaba a mi señora Laura, y yo me humillaba ante ellas a diario.

A los pocos días de eso, en casa de la señora Laura, una mañana que ellas estaban desayunando… La señorita Rocío me dijo: Susi por favor, tráenos unas servilletas. Yo enseguida se las di. Y escuché a la señora Laura, que le dijo a su hija: A Susi, no le tienes que pedir nada por favor. Ella está aquí para servirnos, para hacer todo lo que nosotras le mandemos… Es nuestra criada. Yo le pago para que nos atienda y nos sirva en todo…

Y acto seguido le quita a su hija un pequeño tenedor que la señorita Rocío estaba usando para partir su tostada, lo tira al suelo, entonces me llama y me dice: Susi, recoge el tenedor de la señorita y tráele otro limpio. Yo estaba al lado, había escuchado todo… Y sumisamente le contesté: Si señora, ahora mismo. Me agaché a recoger el tenedor, no se lo entregué a la señorita Rocío. Simplemente lo dejé a un lado de la mesa, le traje uno limpio, y haciendo aposta una genuflexión ante la señorita Rocío, se lo entregue a la señorita.

La niña no se dio apenas cuenta, pero la señora Laura sí me vio hacer ese gesto de genuflexión, le gustó, y me dijo: Eso está bien susi, que te arrodilles cada vez que tengas que servirnos… que se note quienes mandamos aquí… Yo le dije: muchas gracias mi señora Laura, siempre será un orgullo y un privilegio, poder arrodillarme ante ustedes. Y la señora Laura añadió: pues que no se te olvide nunca… Te quiero siempre arrodillada ante nosotras… Y dirigiéndose a su hija le preguntó: ¿Tú quieres que Susi se arrodille siempre delante de nosotras?

La chiquilla extrañada, pero divertida, dijo que sí. Y la señora Laura me dijo: ya has oído… a partir de ahora, te arrodillaras siempre ante nosotras… y no quiero excusas… cada vez que estés delante de nosotras te arrodillarás por completo, no quiero eso que tú haces… genuflexiones, no. Quiero verte totalmente arrodillada… ¿queda claro?

Si mi señora Laura, muy claro. Siempre arrodillada a sus pies y los pies de la señorita Rocío. Y la señora Laura, dando palmas me contestó: muy bien Susi, así me gusta. Creo nos vamos a llevar muy bien a partir de ahora… Yo le contesté: ojalá mi señora Laura, estoy deseando poder demostrarles toda mi entrega, a usted y la señorita Rocío. Muchas gracias distinguida dueña y señora Laura.

A partir de ese día, me tocó tener que arrodillarme delante de ellas montones de veces… Por supuesto sé que la culpa fue mía, pero quería demostrarle a la señora Laura toda mi devoción y mi entrega total ante ella. Ahora ya estoy muy acostumbrada… pero al principio lo pasé muy mal, pues aunque yo soy delgada y me mantengo en forma a pesar de mis 60 años… era y es un suplicio tenerse que arrodillar cada dos por tres, ante mis dueñas Laura y Rocío. Los castigos no tardaron en llegar…

La señora Laura viendo que yo me mostraba sumisa con ella con su hija Rocío, pronto comenzó a imponerme pequeños castigos, que enseguida se hicieron bastante más grandes…

El primer castigo que me impuso, fue una noche quedarme sin cenar. La señorita Rocío me había pedido hacerle una pizza, yo se la estaba preparando… pero la señorita Rocío impaciente me pidió la pizza repetidas veces y yo una de las veces le dije: lo siento señorita Rocío, no se la puedo dar hasta que no esté bien hecha… Reconozco que yo estaba un poco nerviosa, ante tanta insistencia por parte de la señorita Rocío. Y cuándo la tuve hecha, se la llevé al salón dónde ella estaba viendo la tele, se la serví, pero no me arrodillé ante ella.

La señorita, tampoco se dio cuenta… pero la señora Laura sí y me preguntó el motivo por el cual no me había arrodillado ante su hija. Yo me quedé pálida, enseguida le pedí perdón, a ella y también a la señorita Rocío, pero su madre me castigó esa noche sin cenar. Obviamente yo acepte el castigo y la señora Laura, viendo que no le ofrecía ningún tipo de resistencia, pronto volvió a castigarme. Me empezó castigando sin comer o sin cenar, sin poder tomar un refresco durante todo el día. Me castigaba sin el café de después de comer… Yo todo lo aceptaba pidiéndole sumisamente perdón ante cualquiera de sus castigos.

En poco tiempo mi señora Laura se fue creciendo, y una tarde después de comer al servirle el café a mi señora, ella se quejó de que no estaba todo lo caliente que ella quería… yo se lo había preparado cómo siempre, pero le pedí perdón. Y mi señora Laura me dijo: este domingo, te quedas sin librar… castigada. Para que la próxima vez, estés más atenta… ¿te ha quedado claro? -sí señora Laura, le ruego y le suplico que me perdone, le dije yo, por supuesto arrodillada ante ella.

A los pocos días, una noche yo estaba en la cocina recogiendo todo lo de la cena, cuando escucho que mi señora Laura me llama. Voy corriendo al salón, me arrodillo cómo siempre ante ella, le pregunto ¿qué desea? Y mi señora Laura me dice: ¿no has visto que se me ha caído la zapatilla al suelo? No me di cuenta señora Laura, perdóneme, es que estaba en la cocina… Le dije yo. Tú siempre con tus excusas, me dijo ella. Y añadió: cógeme la zapatilla. Yo la cogí, se la iba a calzar, pero ella retiró su pie y me dijo: ¿eres tonta? Te acabo de ordenar que me des la zapatilla, no me la calces.

Yo le di su zapatilla, pidiéndole perdón nuevamente. Y la señora Laura me dijo, ya que no quieres obedecer por las buenas, tendrás que obedecer por las malas… y con la misma zapatilla que le acababa de entregar, me dio un pequeño zapatillazo en la cara. Yo me quedé paralizada, extrañada… por supuesto no me hizo ningún daño. Pero al ver que yo lo aceptaba, mi señora tranquilamente me volvió a dar otro y otro zapatillazo, no muy fuerte, pero dejando claras sus intenciones.

La señorita Rocío, que acababa de ver todo, pues estaba también en el salón, le preguntó a su madre: ¿le podemos pegar a Susi? Entonces mi señora Laura, que no se esperaba esa pregunta de su hija… Después de unos segundos de dudas… le dijo: A Susi, no se le puede pegar… yo le estoy enseñando a corregir sus errores. No le estoy dando una paliza, sólo es corregir lo que veo que hace mal.

La señorita Rocío, no pereció entender aquello… y le preguntó a su madre: ¿pero yo también puedo corregir sus errores? Claro mi vida, le dijo mi señora Laura. Tú puedes corregirle como tú quieras… Al día siguiente, después de desayunar, la mi señora Laura se va comprar cuatro cosillas, yo me quedo en casa con la señorita Rocío, me pongo a hacer la habitación de mi señora Laura… y al poco rato oigo que me llama la señorita Rocío.

Rápido voy a su habitación, me arrodillo ante ella, le pregunto ¿qué quiere…? Y la señorita Rocío me dice: ¿no has visto que se me ha caído el boli al suelo? Yo le digo: no lo escuché señorita rocío, le ruego que me perdone. Y ella extendiendo su pierna hacia mí… me dice: -quítame la zapatilla y dámela. Yo obedezco, le descalzo su zapatilla, se la entrego… Obviamente quedo arrodillada ante ella.

La señorita Rocío, con su zapatilla en la mano, me da un zapatillazo en la cara, mucho más fuerte que el que me dio su madre la noche anterior, repitió y repitió al menos 6 veces y me dejó el lado izquierdo de la cara como un tomate. Yo le pedí mil perdones a la Señorita Rocío y así quedó la cosa. A los pocos minutos regresa a casa la señora Laura, yo me arrodillo ante ella para recibirla cómo siempre, le ayudo con las bolsas… dejamos todo en la cocina y allí que había más luz, enseguida mi señora Laura detecta mi cara colorada en el lado izquierdo, me pregunta… Yo le explico lo sucedido. Y mi señora no me dice nada más.

Luego al rato estaba mi señora en la cocina conmigo explicándome cómo quería que le hiciera un arroz con pollo. En eso que entra a la cocina la señorita Rocío, para beber un vaso de agua… Y le comenta a su madre: ¿has visto cómo le he dejado la cara a Susi? Ya, ya se la he visto, se la has dejado bien roja… le dijo su madre. Y la señorita Rocío, sonriendo añadió: le he dado 7 zapatillazos mamá. ¿crees que son muchos o pocos, mamá? Y mi señora Laura contestó a su hija: no son ni muchos, ni pocos… son los que tú decides y punto. Tú eres la que castigas… Y lo que tú hagas y decidas es lo único que vale.

La señorita Rocío dijo a su madre: ¿entonces lo he hecho bien, verdad mamá? Sí hija, muy bien. Desde ese día tanto mi señora Laura, como su hija, me abofetean siempre que lo consideran oportuno. A veces me dan con la zapatilla… pero normalmente son bofetadas normales o bofetadas de ida y vuelta… esas que se dan muy seguidas con el dorso y con la palma de la mano. Por supuesto a los 7 meses de estar con ellas, comenzaba diciembre y yo ya me consideraba esclava de ellas. Era finales del 2019.

Esas navidades madre e hija decidieron hacerme un regalo… y ese regalo fue un pequeño látigo y una fusta. Me lo regalaron justo el 25 de diciembre. Y ese mismo día las dos estrenaron el regalo… La señorita Rocío su pequeño látigo, que sinceramente no hace mucho daño, pero si te golpean muy seguido con él y con cierta fuerza, si te puede llegar a doler. Y mi señora Laura, también estreno su fusta, que esa sí que duele, pues la temo. No sé la cantidad de veces que mi señora me habrá castigado con ella, pero yo la temo definitivamente. Pues mi señora Laura, me da con ella por todas partes… cuándo está enfadada no mira dónde da, ella golpea y golpea y yo tengo que aguantar hasta que ella se calma.

Ha pasado mucho tiempo desde aquel 2019. Justo 6 años y lógicamente todas hemos cambiado algo… Yo ya tengo 66 años, me cuesta mucho tener que arrodillarme ante mis amas… pero tengo que hacerlo, porque ellas así lo quieren. Les agrada verme así, totalmente rendida a sus pies. Ahora mi ama Laura tiene 44 años y su hija, mi ama Rocío tiene 20. Han pasado muchas cosas desde aquellas navidades del 2019, dónde les juré total obediencia y dejé de ser sirvienta de ellas, para convertirme en la esclava de las dos.

Mi ama Rocío ahora es más benevolente conmigo, me castiga de vez en cuando, pero no la considero sádica. También es verdad que estudia mucho, sale con sus amistades y para poco tiempo en casa. Sin embargo mi señora Laura sí me tiene a raya. Yo creo que con el tiempo se ha hecho más exigente conmigo. Se ha acostumbrado a mi entrega, a mi total sumisión y disfruta teniéndome arrodillada a sus pies, mientras ve la televisión, y se los beso, se los lamo o se los masajeo según su gusto. Ella es la que decide todo. Mi vida la puse bajo sus pies hace 6 años y ahí seguimos. Ella mandando, castigando. Y yo obedeciendo, resistiendo su dominio.

Ahora me castiga muchas veces sin comer nada, únicamente sus sobras. Me pellizca los pezones, me los retuerce. Me los golpea con su temible zapatilla, que a veces me hace estar en los infiernos, pues me hace un dolor atroz. Me castiga a permanecer de rodillas toda la noche en su dormitorio. Mientras ella duerme y descansa plácidamente, yo tengo que permanecer inmóvil toda la noche, o hasta la hora que ella me haya impuesto como castigo. Sin poder hacer nada, simplemente arrodillada al lado de su cama, a veces hasta las 3 o las 4 o las 5 de la madrugada… según ella desee.

Es para mí de sus peores castigos, pues se hace larguísima la noche, en pleno silencio y sin poder moverme ni hacer nada, para no despertarla, para no interrumpir su feliz descanso, sólo estar arrodillada en mitad de ese silencio… Mi ama Laura a ese castigo le llama, hacerle la vigilia. Ahora no me castiga mucho así, pero hace tres años, era su castigo favorito… cada dos por tres me decía: esta noche castigada, te quiero haciéndome una vigilia hasta las 4 de la madrugada. Otra veces se la tenía que hacer hasta las 6 de la madrugada… Obviamente luego estaba que me moría todo el día, pues sin poder dormir y sin poder descansar bien, no podía tirar de mi cuerpo…

Por fin, mi ama Laura lo comprendió, y ahora me castiga con alguna que otra vigilia, pero muy de tarde en tarde. Ahora lo que más utiliza para castigarme son sus manos… Las bofetadas son con diferencia su castigo favorito y también el de mi ama Rocío. Las dos saben como darme de bofetadas, y como hacerme llorar cuándo les da, por pellizcarme los pezones.

A pesar de no ser todo un camino de rosas, viviendo como esclava de mis amas Laura y Rocío, éstos últimos 6 años con ellas han sido los mejores de mi vida. Poder estar rendida y arrodillada a los pies de mi ama Laura, es lo mejor que me ha podido pasar… se lo agradezco constantemente y ella lo sabe. También disfruto siendo esclava de su hija rocío, aunque no es igual obviamente. Mi ama Rocío es una mujer muy guapa, muy atractiva con sus 20 años recién cumplidos… Pero mi ama Laura, lo es todo para mí. Desde que la vi por primera vez en la cafetería, quedé prendada de ella. Siempre la traté con distinción, con elegancia.

Entonces no podía imaginar que iba a terminar siendo su esclava. Me ha pegado mucho, me ha humillado, me ha maltratado de mil formas diferentes, pero ni un sólo instante he dejado de adorarla, de servirle con mi máximo respeto y mi total admiración. Ella ha sido el eje de mi vida, quién ha cambiado mi destino. Ella ha sido quien más me ha hecho sentirme viva bajo su inmenso poder, bajo su total dominio.

Sigo estando a su merced, rendida bajo sus pies todas las horas del día… Para mí es un orgullo, un honor y un privilegio ser su esclava. Ella no sabe nada de este relato. Quizás no lo sepa nunca, pues no sé como se lo iba a tomar… Pero ahí quedará para siempre, que hay amores que traspasan las fronteras de todo lo establecido. Amores como este, que nacen desde lo más profundo de los sentimientos… y perduran en la clepsidra de los tiempos aguantando los temporales. Gracias a todas aquellas personas que hayáis querido leerme hasta aquí. Soy la esclava de mis amas Laura y Rocío. Pero… una esclava feliz.

Loading

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí