Construyendo paraísos (2): Pajas en el establo

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Este verano tenemos visita, en realidad todos los veranos pasan algunos días en el rancho familia y amistades, al final nos organizamos para repartirse según las vacaciones de cada cual.

Esta semana viene una amistad que trabamos hace ya unos cuantos años, una pareja española, al otro lado del mundo. Esperábamos a los dos, pero al final viene sólo ella. Lamentablemente, durante este tiempo de planificación del viaje se han separado y ella ha querido mantener nuestra invitación como distracción y cura de heridas. Se llama Nore y se hicieron muy amigas Tara y ella por casualidades de la vida.

Tara fue a recogerla al aeropuerto porque yo tenía mucho trabajo en el rancho, es época de recoger la cosecha y nos faltan horas en el día para las tareas que hay que hacer en el campo y con los animales. Ya me dijo Tara que aprovecharía a dar una vuelta por la ciudad e ir de comprar con Nore.

Llegaron justo a la hora de la comida, había preparado yo una paella, algo típico español, que aprendí en nuestro viaje por aquellas tierras y donde conocimos a Nore. Todo lo que sea cocinar con fuego vivo era yo el encargado de hacerlo. En tiempos de mi abuelo y de mi tío preparábamos parrilladas en el suelo, con ladrillos, algo muy rudimentario, también evolucioné e hice un asador para no tener que agacharme con la parrilla o la paella.

Cuando llegaron a casa ya tenía yo la mesa preparada, tenemos un estupendo porche a la entrada de la casa, zona de sombra con un sistema de agua vaporizada que no moja pero sí contribuye a bajar unos grados la temperatura del entorno, a la vez que si te da un chorro cerca te refresca sin calar.

Nos saludamos casi a distancia, yo estaba todo sudoroso del calor y de haber estado pendiente de la paella, atizando el fuego para que se hiciera. Tara había dejado masa de pan preparada y también he estado haciendo de panadero en el horno de barro que tenemos junto al asador. Todo lo hecho con leña adquiere un sabor diferente, más rico.

Con ayuda de Tara, se acomoda nuestra invitada en su habitación, nos trae como regalo unas botellas de vino de su tierra, vino tinto que parece sangre, donde cae se queda rojo y hay que reconocer que está muy bueno, lo abrimos para la ocasión, comida típica española, como bienvenida.

Antes de sentarme a la mesa me he dado una ducha rápida y me he puesto presentable, incluida camiseta, algo que llegando el verano me pongo sólo cuando cae la noche. Ya sentados a la mesa me puedo fijar en Nore, es de la misma estatura que Tara y con la misma edad, las veces que se han comunicado Tara y ella no me había fijado en ella, de buena presencia y atractiva para su edad. Aunque habían pasado unos cuantos años no parecía que hubieran pasado por ella, se lo dije y me agradeció el halago.

La comida giró en torno a los avatares del viaje, en realidad Nore ya lleva unos días en Australia, visitando las grandes ciudades del país en viajes organizados, así que ya está acostumbrada al horario, los dos primeros días fueron muy extraños, nos contaba, lo típico del “jet lag”. Para llegar al rancho ha tenido que coger otro vuelo hasta el aeropuerto más cercano.

En la sobremesa nos da cuenta de las últimas novedades de su ruptura, con Tara ya se había sincerado en la distancia y consolado en la medida de lo posible a miles de kilómetros. Pese a lo dramático de lo que es un divorcio nos dice que ha pasado página y que se ha venido al otro lado del mundo para olvidar las penas y disfrutar a tope del momento.

El rato que llevábamos allí hizo que los nebulizadores, aunque no mojaran, sí humedecían el ambiente y también la ropa, no lo notamos porque el calor es abrasante y el agua atomizada nos refresca, dando sensación de confort sin notar la ropa húmeda, yo que estoy sentado frente a Nore he ido viendo como su blusa blanca se ha ido transparentando, dejando a la vista un bonito sujetador de encaje color hueso, entre el dibujo del encaje se han terminado por marcar unos pezones que apuntaban hacia el cielo.

La visión era de lo más excitante para un hombre, lo de concurso de camisetas mojadas sería una nimiedad comparado con lo que tenía ante mis ojos. Sus pechos eran más grandes que los de Tara, sin ser desproporcionadamente grandes, ya se alumbraba un escote generoso antes de sentarnos a la mesa, tanto que al inclinarse para sentarse ya me alegró la vista.

Las mujeres no dejaban de hablar y yo no quitaba ojo de aquellos dos melones que invitaban a quedarse sin respiración entre ellos. De vez en cuando miraba a Tara para que no se notara mi fijación y porque su contemplación, la blusa casi transparente, me estaba llevando a empalmarme y si me tuviera que levantar sería difícil de explicar mi estado. Tara se dio cuenta y fue quien se lo dijo a Nore que se levando rápidamente abochornada e intentando tapar con brazos y manos lo que por su estupendo volumen era imposible tapar. Cuando nos quedamos solo Tara me echó la bronca por no avisar y por quedarme mirando como un calentón.

En la siesta estaba yo que me salía pero Tara se negó a satisfacer mis ganas, me decía que si no me daba vergüenza y que para nada me iba a hacer una paja pensando en las tetas de su amiga, así que dejé que se calmaran los ánimos y mi calentura, a dormir y soñar, mejor con algo frío.

Tras la siesta habían quedado en darse un baño en la piscina, yo tenía que atender el ganado y no volvería hasta anochecido. Antes de irme ya estaban las señoras con su bikini dispuestas, las dos llevaban el socorrido pañuelo anudado a las caderas, que supongo se lo ponen para disimular un exceso de culo y de ensanche de caderas, debido esto último por la maternidad. Las contemplé y ninguna necesitaba disimular nada, de Tara ya lo sabía, de Nore lo estaba descubriendo, aunque mis ojos volvieron a fijarse principalmente en su delantera, el bikini dejaba ver los lados de los pechos perfectamente redondeados, tapando sólo el frente.

Tara casi me echo de allí, que me fuera a hacer las tareas que tenía previstas. No quería irme, mientras Tara me empujaba, yo seguía mirando a Nore, el tipazo que tenía que me hacía babear. Al final me fui al establo para dar de comer al ganado y luego tenía que revisar una valla algo lejos, por lo que iría a caballo. El establo tiene unas ventanas que dan a la zona de la piscina, están sucias y llenas de polvo, pero una de las veces miro a través de ellas y las veo a las dos tumbadas en las hamacas al sol y completamente desnudas, he tenido que volver a mirar fijamente para asegurarme y que no era mi calentada imaginación.

La visión no dejaba dudas, Tara le gustaba tomar el sol desnuda y yo le animaba a ello, me encanta ver su cuerpo, sus curvas, sus pechos al sol, hasta su coñito, sabía quien era quien no sólo por la diferencia de tamaños de las tetas, también se notan las marcas de la piel donde no ha visto el sol de Nore que Tara no tiene y además, el rasurado del vello púbico, sin pelos lo tiene Tara, aunque Nore lleva un rasurado agradable de ver.

Las veo de frente, ellas no me ven porque, además de la suciedad de los cristales, el pajar está oscuro, sólo la luz que entran por las ventanas donde estoy, el recuerdo de las vistas de la comida y las de ahora se me pone la polla dura y no dejo pasar la ocasión de hacerme una paja viendo a las dos bellezas tostándose al sol, mientras me la meneaba contemplaba sus caderas, sus muslos, sus pechos, todo me excitaba y dejé que la leche saliera disparada, en el momento del orgasmo se me volvieron a cerrar los ojos, instante fuera de control, porque lo que yo quería es sentir el placer viendo lo que me excitaba, fue un instante, luego volví a verlas y disfrutar unos momentos de la vista. Tras lo cual ensillé un caballo y salí sin molestar a las damas.

De vuelta ya anochecido las mujeres estaban en el porche de charla, yo me acerqué montado en el caballo, quería hacerme el interesante para ellas, que me vieran como esos jinetes de las películas de vaqueros acercándose al pueblo, les saludé, descabalgué con elegancia y pregunté si había pasado buena tarde, a lo que asintieron a la vez. Seguido me llevé el caballo a los establos. Tengo que decir que no era la primera vez que me hacía una paja desde allí, aunque sí la primera con la visión de alguien más que Tara.

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