Lleva varios días Nore en casa y aún no hemos ido a la playa, es verdad que no está cerca para ir andado, a Tara le hubiera gustado, pero a caballo es un paseo y se hace corto. Un año le regalé a Tara una calesa, porque no le gusta montar, así que engancho el penco al carruaje y va encantada.
Esta vez van las dos en la calesa y yo a caballo. Tengo cierto reparo en dejarlas a solas porque, metidas en conversación, quien sabe si sale la cabalgada de ayer o la paja de antes de ayer o la del primer día. Me resulta incómodo y esquivo el contacto con Nore, ni visual y menos físico. Aun no queriendo mirar, las dos llevan sus mini bikinis con pañuelos traslúcidos atados a las caderas que dejan a la vista velada sus hermosos culos, redondos y bien proporcionados, para nada caídos, al contrario, pompis bien pomposos y deseables. A caballo no podrían haber ido casi semidesnudas.
A pesar de las vistas, no estoy en disposición de disfrutarlas, las pocas veces que se han cruzado nuestras miradas, ha sido de complicidad, con una sonrisa para dentro, de centésimas de segundo y retiro la mirada. Por ahora las conversaciones son cotidianas, triviales y chistosas, que sigan así.
Llegamos a la playa y aquí sí que no hay medias tintas, fue colocar los bártulos en la arena y deshacerme de todo lo que llevo encima. Aunque tenga el “run-run” de si se cuentan o no entre ellas, también sé que al despelotarme no se sorprenderá por ello. Al hacerlo han soltado unas risitas las dos, no he querido prolongar el momento, es la primera vez que me sentía algo cohibido en bolas y me fui al agua a disfrutar del agua y sus olas.
Al poco rato viene Tara a darse un baño y se acerca, lleva sólo el tanga del bikini, está estupenda y nos abrazamos y besamos. Me dice que me nota distante con nuestra invitada, le respondo que no quiero ser pesado, ni acaparar, que prefiero interferir lo menos posible. Me responde algo enfadada que nada de eso, que estamos para pasarlo bien los tres y nada de estar a un lado. Asiento y sigo nadando.
Pasado un rato entre las olas me reincorporo al grupo, más relajado y dispuesto a disfrutar de la contemplación de dos estupendos cuerpos, de dos tías buenas, como diríamos los tíos sin rodeos. Me voy acercando y veo que las dos se están dando una a la otra aceite protector, el caso es que no sabría si se están esparciendo el aceite o se estaban magreando las tetas una a la otra ya que estaban sin lo de arriba del bikini, en cuanto me han visto han acelerado la maniobra para darla por terminada y se han tumbado boca arriba.
Las dos brillaban con la crema que se habían dado, unos pechos relucientes apuntaban al cielo, me quedé de pie delante de ellas, sonriente, algo desafiante, saliendo de la fresca agua del mar, mi miembro no daba las medidas ni el tono para provocar alguna reacción, aun así quería exponerme a los ojos de las dos, que eso sea lo natural, así también podré estar así en la piscina de casa.
Cuando dejo de gotear me tumbo junto a Tara y la acaricio, aún me ha quedado la imagen de las dos sobándose las tetas mutuamente, con disimulo meto mis dedos entre sus piernas y descubro que hay humedad aflorando entre ellas. Estaba claro que no era sólo aceite corporal lo que se daban, Tara no se aparta y me recreo empapándome de sus jugos.
La temperatura sube en mi cuerpo y reacciona mi, hasta ahora, relajada entrepierna, tampoco hay que mostrar todo de golpe, Tara se pone de lado, frente a Nore que sigue boca arriba con los ojos cerrados. Mantienen una conversación trivial, yo estoy detrás de Tara, abrazado a ella, mi polla se va abriendo hueco hasta encontrar la entrada, me muevo a cámara lenta, sólo entra y sale la punta, pero lo suficiente para que a Tara se le activen los nervios del placer y tras varias llamadas de atención que me hace, disimulando contrariedad porque no la dejo tranquila para hablar con su amiga, de repente me suelta una culada, en realidad se clavó mi polla hasta el fondo y ahí la mantuvo mientras se mordía el labio inferior, cerrando los ojos y arqueando la cabeza.
Se había corrido delante de su amiga sin que se diera cuenta o haciendo que no se daba cuenta.
Para correrme yo necesitaría algo más de acción, imposible de disimular, así que pasados unos minutos me fui al agua tapándome discretamente, empujando para abajo lo que por su erección quería mantenerse a noventa grados respecto de mi cuerpo. Lo cierto es que fue divertido, rico y excitante.
Aún estaba recordando la escena, absorto en mis pensamientos y dispuesto a rematar mi desahogo, sin ver que Nore se metía en el agua. Tara se había quedado super relajada con la corrida que había tenido. Al llegar a mi lado, Nore me clavó sus pezones en la espalda a traición, se había puesto tiesos al contacto con el agua del mar. Antes que me pudiera dar la vuelta, ella me abraza y me dice:
–Guille. Se te da bien hacer que se corra una mujer, ayer lo pude comprobar yo y hoy has hecho alcanzar el cielo a tu mujer tumbados en la playa.
–Sólo he puesto el instrumento, ella es la que lo ha tocado.
Nore seguía rozando sus pezones en mi espalda, agarrada a mí, mientras baja una mano desde mi pecho hasta mi pene que sigue tieso y me lo agarra mientras dice:
–Ya noto que tu instrumento quiere seguir tocando.
Tara está tumbada, aunque nos mirara no vería la paja que Nore me estaba haciendo debajo del agua. Se pone frente a mí, sus tetas parecían hermosas calabazas medio flotando en el agua, sus pezones seguían tiesos De vez en cuando se sumerge y me da unas mamadas hasta que le falta aire. Aparece y desaparece, como si nadara a mi alrededor. La calentura de antes y el ataque a traición que no pude, ni quise, repeler, dio como resultado una corrida, expulsando mi leche al mar que los peces habrán degustado después.
Mientras esperábamos unos minutos a que se relajara todo, le pregunto a Nore si antes de acercarme yo, cuando volvía de mi primer baño, estaban las dos haciendo algo más que darse aceite en el cuerpo una a la otra, porque Tara tenía el coño ya lubricado cuando la toqué y ahí no llegaría el aceite corporal. Nore echó una carcajada y me respondió que mejor se lo preguntara a Tara.
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