Ya son tres las veces que me ha cogido a traición la amiga de mi mujer, me resulta violento por un lado y no puedo negar el placer que me ha dado, por otro. De todas formas, no quiero chafarlo todo, debo ser un buen anfitrión y porque las miradas apuntarían a mí, aunque no sea el que haya propiciado los hechos, sigo siendo cómplice que me pude haber negado a ello desde el principio, pero ha sido y es irresistible.
Así que continuamos con las actividades para agasajar a nuestra invitada, esta noche hemos decidido hacer una cena romana, ataviados con túnicas al puro estilo de los patricios y hermosas patricias. Una sábana estratégicamente colocada alrededor del cuerpo salva la situación.
Ellas se han recogido el pelo y colocado florecillas, se han puesto sus collares más grandes que caen sobre sus escotes, sobre todo el de Tara, que se ha puesto un camisón ceñido por un cinto dorado, que le transparenta la silueta de su cuerpo, si añadimos que no lleva braguitas y como lo sé, ya me va encendiendo. No es la primera vez que no se pone ropa interior y siempre hemos fantaseado con ello.
Nore lleva una sábana que tapa un hombro y pasa por debajo del otro brazo, su estupendo mostrador sujeta por si solo la sábana, lo que lleva debajo es un misterio para mí, quizás me vuelva a sorprender. Los tres podíamos pasar perfectamente por ciudadanía de la antigua Roma.
La noche estaba estrellada, la luna brillaba tanto que proyectaba nuestras propias sombras, dando suficiente luz que no era necesario más para vernos y distinguir lo que teníamos cerca. También habíamos puestos unas velas alrededor de las tumbonas de la piscina, que pusimos formando un triángulo, las cabeceras de las tumbonas de las mujeres juntas y yo a los pies de ellas. Cenamos como los romanos, recostados como en un triclinio.
Era divertida la situación, la comida era típica española: lonchas de jamón, porciones de queso, rodajas de chorizo, no faltó tortilla de patata, que hizo Nore, ya cortada en tacos. Todo se alcazaba con una mano, la otra sustentaba parte del cuerpo al estar recostado. También las copas de vino estaban a mano, de vez en cuando me levantaba yo para servir a las señoras, de lo que quedaban encantadas.
Tras la cena llegaron los chupitos, vasos pequeños pero que se llenan de licores las veces que se quieran y pronto se pierde la cuenta. Seguimos sobre las tumbonas, teniendo cerca los pies de Tara me puse a masajearlos, mientras conversamos y bebemos. Ambiente relajado que el alcohol lo estaba transformando en chispeante y desinhibido.
Tras varios suspiros de gusto que salían de la boca de Tara, dijo Nore que ella también le gustaría disfrutar de un masaje en sus pies. Me di la vuelta en la tumbona y repetí la operación con Nore. Todo eran halagos a mis manos sobre sus pies. Al mover sus piernas de vez en cuando, la túnica romana dejaba al descubierto hasta la nalga, con la noche clara pude ver que tampoco llevaba braguitas. Ya éramos tres los que habíamos prescindido de la ropa interior y eso a mi entrepierna le hizo despertarse.
Las dos mujeres seguían bebiendo. También, aprovechando el momento, Nore le dio un regalo a Tara, en realidad era un encargo, de algo que no había encontrado aquí porque llevaba meses agotados. Ni más ni menos que un succionador de clítoris. Además, Nore dijo que también había traído el suyo, ya lo había probado, estaba encantada con él y si quería le enseñaba cómo usarlo.
Entre bromas sacaron los succionadores, los pusieron en marcha, la bebida las tenía totalmente desatadas, sobre todo a Tara, Nore parecía más consciente, de vez en cuando me miraba como diciendo verás lo bien que lo vamos a pasar los tres. De momento yo era un mero espectador.
Las dos llevaban amplia vestimenta romana, sin braguitas, por lo que no tuvieron impedimento en llevarse el succionador entre sus piernas. Seguían riendo y de vez en cuando alguna daba algún brinco por el repelús que notarían en su coño. Las risas fueron pasando a los jadeos, era increíble ese aparato, sólo con ponerlo entre las piernas, medio en broma, fui testigo de sus corridas casi a la vez, primero le llegó a Nore, se mordía los labios mientras gozaba de la corrida. Tara ponía cara de sorpresa, no daba crédito a lo que ese aparato le hacía sentir, al ver a Nore cómo disfrutaba, se dejó llevar y casi se cae de la tumbona de las sacudidas de placer.
No dejé que se enfriara la cosa y les dije que no me podían dejar así, señalando la “tienda de campaña” que ellas habían provocado, recostado mi túnica se levantaba dando muestra de mi excitación, tras contemplar sus orgasmos yo quería el mío. Las dos se bajaron de sus tumbonas a cuatro patas, como dos gatas se acercaron, metieron las cuatros manos por debajo de mi túnica, cada una por una pierna, no sabía cual me agarraba la polla o cual jugaba con mis huevos, entre risas de ellas y mayor calentura mía.
Arremangaron el faldón que yo llevaba, dejando al descubierto el tieso falo, se pusieron a chuparme la polla a turnos. Aquello era un sueño, una jugueteaba con mis huevos mientras otra hundía su boca en mi polla, luego cambiaban, hasta que Tara me la cogió con una mano pajeándola, estaba a punto de correrme, Nore puso su cara delante con mirada expectante de lujuria, animándome a soltar mi leche, contemplaba las dos hermosas mujeres dándome placer y no tardó en llegar, varios regueros de leche le saltaron en la cara a Nore que al final me chupó lo que salía de la punta provocándome unos pequeños brincos de placentero repelús.
Fue una noche memorable bajo las estrellas.
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