La ciudad de México me ha recibido siempre con calidez. Es el lugar en el mundo donde más feliz he sido y la segunda ciudad donde mejor me han cogido (ya les contaré de la primera de mi ranking jaja)… Esto que les voy a contar sucedió en mi cuarta o quinta visita.
Siempre me ha gustado esa sensación de poder que da la belleza. Y en Ciudad de México, ellos que son tan machotes y galanteadores profesionales, siempre me lo han hecho sentir así. Los hombres, sin ningún reparo me miran en la calle como sacándome una radiografía. Te desnudan con los ojos en todo momento. Y eso me hace sentir deseada, poderosa y húmeda, obvio.
Esa vez hice el check-in en un hotel de cadena americana ubicado cerca de la Alameda Central. Me asignaron una hermosa habitación en el noveno piso, con un gran ventanal que, en un día despejado de esos tan escasos en DF, me ofrecía una magnifica vista de la ciudad y los volcanes de fondo.
Era ya casi de noche y estaba cansada por el largo viaje, así que decidí no salir a cenar y pedir una comida ligera en el hotel. Llamé al comer y pedí un sándwich y una cerveza. Mientras tanto me preparé para meterme en la ducha. Me desnudé y me puse la bata que el hotel ofrecía para tal fin y como no quería que nadie interrumpiera mi baño caliente y reparador, donde además pensaba masturbarme un rato porque llevaba casi 24 horas sin hacerlo, preferí esperar a que llegara la cena.
Efectivamente, ni diez minutos más tarde golpearon la puerta. Abro y era el camarero con una gran bandeja. Traía un sándwich de proporciones, unos platitos con algunas botanas de cortesía y un porrón de cerveza Corona.
“Buenas noches, señora”
“Buenas noches, por favor, deja la bandeja sobre aquella mesa. Gracias”
El tipo me quedó mirando embobado. Mi cuerpo envuelto en la bata de baño le presagiaba que no llevaba nada debajo de ella.
“¿Usted es argentina?”
“Si, así es”
“Me encantan las argentinas, son siempre tan hermosas.”
Me pareció un poco desubicado el comentario, pero en el fondo se sintió bien.
“Gracias, ¿esto te lo pago ahora a vos? ¿o lo cargas a mi habitación?”
“Me lo paga a mí, son $ 90”
Busco mi billetera para pagarle.
“No la había visto por el hotel. Mi nombre es Bartolo”
“Es que acabo de llegar, Bartolo, mucho gusto” (Se acercó a mí y me saludó con un abrazo un poco manoseado para mi gusto y completamente desubicado en alguien de su posición).
Lo miré como diciendo “¿qué onda?” pero la realidad es que no me molestaba la presencia de ese hombre ahí y muchísimo menos me molestaba la erección que noté contra mi cuerpo cuando me abrazó.
Le pago, me da el cambio, guardo la billetera y el tipo ahí. No se iba.
“¿Se va a quedar muchos días?”
“Dos semanas aproximadamente… y ahora si no te importa, fue un vuelo larguísimo y desearía darme una ducha.”
“No me puedo ir ahora” me dice y me señala su bulto creciente. “No podría ni dar un paso, no sabe cómo estoy”
“Bueno, ¿y que hacemos? o sea, no te podes quedar acá, eventualmente vas a tener que volver a tu trabajo… ¿qué hacemos para solucionar tu “problemita”?
“Esteee… se me ocurren algunas cosas”
“Decime una…”
Sin decir nada, tomo una silla y la colocó frente a un espejo de cuerpo entero que había en la pared.
“Si usted se sienta ahí, se abre la bata y se mira la vagina en el espejo, yo me masturbo con esa imagen y soluciono mi problema. No le pido mucho, regáleme esa imagen, güerita”
La calentura que me provocó la desfachatez de ese tipo, no se las puedo contar. Un calor me empezó a subir desde la entrepierna inundando mis entrañas y haciendo fluir más rápido mi sangre.
Debería haber mandado a ese fresco a la mierda, pero la verdad es que tenía muchas ganas de hacer lo que me decía así que lo invité a sentarse en la posición que mejor espectáculo le ofreciera, me senté en la silla, desabroché mi bata y la abrí levemente. Una de mis grandes tetas se asomó con su pezón rosado, redondo y erecto. Me acomodé, abrí las piernas y miré el espejo. Mi conchita depilada era realmente un espectáculo excitante.
“Ahh como me gustan esas cositas depiladas, que ganas de recorrerla con mi lengua que me dan”
Él también se acomodó y sacando fuera de sus pantalones un terrible pijón moreno y coloradote por tanta presión, se dispuso a hacerse la paja de su vida.
Empecé con un dedo rozando mi clítoris, luego con dos recorriendo la extensión de que va desde el clítoris al ano. Abría mis labios vaginales y los miraba deleitada. Ya estaba mojada y parecía pedir a gritos satisfacción. La sentía caliente, palpitante y dolía un poquito. Ese dulce dolorcito que da la excitación antes de ser aliviada. Comencé a girar mis dedos en redondo sobre mi clítoris, suave pero firmemente y Bartolo empezó a pajearse a lo loco.
“¿Te gusta así, Bartolo? ¿Así? ¿o que querés? pedime, pedime lo que quieras que haga”
“Me encanta, siga tocándose así y con la otra mano métase los dedos”
“¿Así?”
“siii así, que ricooo, no puedo más, ¡me vuelvo loco! Levántese y súbase arrodillada a la silla, con el culo frente al espejo… Así… muy bien… que putona obediente… abrace las nalgas que quiero verla bien… ay por favor, dios, es un manjar… métase un dedo en el culo… así… más adentro, vamos, más adentro, todo el dedo… ahhh ricooo… otro dedo más… vamos, tú puedes… ese culo quiere todo… le podrías meter la mano completa… dos dedos, vamos… mas adentro, a fondo… ahhh no puedo soportarlo… es lo más rico que vi…”
Se pone de pie y se quita el pantalón.
“Ahora vas a abrirte bien las nalgas porque voy a meterte mi verga en ese culo y mientras tanto tu sigue metiéndote dedos en la vagina… ¡Vamos! ¡hazlo!” y me dio una palmada fuerte en la nalga que hizo que su manota enorme quedara marcada en rojo sobre la piel blanquísima de mi nalga.
“Pídeme que te penetre, pídeme que entre.”
“Si, si, metémela, metémela toda entera hasta los huevos en el culo.”
“Tus deseos son órdenes, mi reina”
Tuve que contener un alarido cuando esa verga inmensa entro de un golpe en mi culo apenas dilatado por dos de mis dedos. Pero fue entrar y amoldarse a mí. Como si mi culo hubiera sido hecho especialmente para esa verga. Entraba justo, apretado, y dolía maravillosamente. Bartolo comenzó a moverse detrás de mi agarrado de mis nalgas a las que cada tanto le daba una palmada que me hacía saltar lágrimas.
“Tócate, puta, tócate, metete los dedos en la concha, adentro y goza. Te gusta. Se nota que te encanta como te cojo, se nota que eres una perra muy caliente”
“Callate y cogeme, partime en dos, metete todo adentro de mi culo ahhhh asiii asiii más, mas, más fuerte… ahhhh me estas matando… mas masss llename de leche…”
“Voy a acabar, güera, prepárate para la enlechada de tu vida… tomaaa, ahh ah ahhhh”
Su eyaculación fue monumental. Pocas veces me habían inyectado tanta leche.
Salió de mí me pidió que no me mueva, que me quede así como estaba, en cuatro y con el culo abierto y chorreando. Buscó su celular en el bolsillo del pantalón y sacó una foto en primer plano de mi abertura desbordada de su leche blanca y espesa.
Me muestra la foto. Se veía tremenda. Excitaba demasiado. Lo miré atónita.
“Para mis compañeros” me dijo mientras terminaba de ponerse el pantalón… “porque van a querer saber donde estuve todo este rato”
Eso me calentó muchísimo, la idea de que sus compañeros iban a ver mi culo enlechado.
“Así que dos semanas se queda ¿eh? bueno, cuando tenga “hambre” ya sabe donde encontrarme… yo estaré a su servicio para lo que desee”
“Que engreído, ¿estás muy seguro de que voy a volver a llamarte?”
“Por supuesto… las que prueban mi pija siempre piden más… además si usted no me llama, vendré de todos modos… así que mañana prepare su concha porque la leche le toca a ella”.
Y se fue cerrando la puerta con suavidad.
![]()