Un viejo verde y yo sola en la piscina

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T. Lectura: 12 min.

Menuda putada este año. Pablo y yo habíamos ajustado nuestras vacaciones a la perfección, pero justo el fin de semana anterior le plantaron un viaje. Tuvimos bronca, pero al final, el deber llama. Él se marchó y yo me quedaba en casita sólo toda la semana.

De modo que ando sola en casa. Y con el calor que hace, toca piscina, claro. Será un poco extraño estar ahí solita. Con Pablo apenas puedo tomar el sol. Él es más de bajar, bañarse y subir. Hoy podré aprovechar, así que elegiré un bikini pequeño. Brasileño, que toca torrarse. Además, como tengo los pechos pequeños, puede ser uno muy muy pequeño. Bueno, las bragas no son tan pequeñas, quiero decir, con lo que se ve hoy día. Y aunque gasto buen culillo, tampoco me gusta enseñarlo. En general no me gusta enseñar demasiado. No es que no pueda, porque aunque soy poco voluptuosa, soy bastante delgadita.

No hay mucha gente y cojo buen sitio al sol. Coloco el bikini para que entre el sol lo más posible en mi cuerpo y, al hacerlo, me parece ver un movimiento en las cortinas de casa… ¿cómo es posible? No, error, no hay nadie en casa… es en la ventana de al lado. Pero, según me fijo, veo que tras las ventanas aparece el jodío Roberto. Y joder está mirando… y aquí en la piscina no hay nadie… ¡el muy guarro me está mirando a mí!

Hago como que no lo he visto, pero no puedo dejar de pensar en que el guarro de mi vecino me está mirando. De vez en cuando abro los ojos y veo que está ahí… mirándome… Pienso en subir a casa y cantarle las cuarenta, pero no, este cabrón no va a hacer que deje de tomar el sol. Además, no me gustan mucho los conflictos.

Sigo ahí tumbada tostándome.

Me sorprendo sintiendo algo raro. Tener ese tío mirándome es asqueroso, sí, pero tiene su aquel. Que se joda. Que mire bien un cuerpo que ni parecido se lo va a poder beneficiar él… ¿pero qué pienso? Mejor me doy un baño. Parece que demasiado sol está afectando a mi cabeza.

Mi cuerpo recibe con agrado el frescor del agua. Y creo que mi cabeza parece que también, porque decido que voy a cambiarme de sitio como siga el guarro mirándome. Buscaré uno más alejado de su ventana, que donde estoy, me tiene a huevo.

Doy unos cuantos largos y descanso. Bueno, parece que ya no está detrás de la ventana… joder… ¡Pero si ha bajado el muy guarro! Le veo llegar con su toalla y una nevera portátil. Ya no le vale con mirarme desde la ventana, ahora se baja. Por favor, vaya barrigón. Si es que ni se le ve la cintura del bañador al tío. Este tiene un infarto antes de que acabe el año. Claro que tampoco se le ve el tripón con tanto pelo…

Me pongo a dar un par de largos más. Otro descanso. Qué cabrón, el tío ha puesto su toalla junto a la mía y me está mirando mientras se toma una cerveza… ¿qué voy a hacer?

Intento aclarar mi cabeza mientras doy un par de largos más… “¿Qué voy a hacer?” me repito una y otra vez. No me apetece salir para tumbarme en bikini junto al guarro ése. Justo el bikini más pequeño que tengo. Busco alternativas. Puedo esperar a que se vaya para salir… Sí, claro, 6 horas seguidas dentro del agua hasta que cierren. Va a ser que no. También podría salir y mover de sitio la toalla. Sería más normal, pero es que… ¡Jo!, eso es ser muy grosera. Yo no puedo. No tengo tan poca vergüenza para hacer algo así, lo merezca o no.

Pero es que es eso o salir y tumbarme a su lado. Creo que prefiero esperar las seis horas antes de ser tan maleducada… ¡A tomar viento! Paso de líos. Será sólo un segundo. Salgo y me tumbo. Si me encuentro incómoda, me seco al sol y para arriba.

No retraso más la tortura. Salgo y me doy la ducha. Me doy cuenta de que el bikini elegido no ayuda a mantener mis pezones desapercibidos al salir del agua. Y bien que se da cuenta seguro el guarro. No tiene ningún reparo en mirarme mientras me ducho. Luego según voy hacia mi sitio, me doy cuenta de que es peor aún. No me mira a mí en general, ¡mira directamente mis tetas! Y encima yo voy acercándome y las va viendo más de cerca.

Como digo, odio mostrarme maleducada. Me cuesta. Para colmo, no soy muy de conflictos, así que, mientras me miras las tetas, encima, te digo

-Buenas tardes.

-Buenas tardes vecina -Dice sin variar su objetivo visual mientras se ríe ¿Hace calor verdad?

-Mucho.

Me tumbo al sol boca arriba. Y trato de no dar conversación.

Tumbada con los ojos cerrados, no puedo evitar preguntarme. ¿Me estará mirando las tetas?, pero prefiero no abrir los ojos y comprobarlo, porque, si es así, la situación será muy incómoda.

-¿Y tu marido? ¿No le gusta bajar a la piscina contigo?

-Mi marido está de viaje.

Contesto sin abrir los ojos. Esperando que se canse.

-Ah está de viaje… ¿Quieres una cerveza vecina? Aunque si eres tan borde como tu marido me dirás que no. -Me ofrece riéndose a carcajada limpia mientras se abre otra.

-Mi marido no es borde, ¿cómo se atreve? Y no, desde luego no quiero una cerveza. Ya sabe, alcohol y sol no se llevan bien.

Aún sigo con los ojos cerrados, pero ya no me queda más remedio que abrirlos. Y al hacerlo veo que me está mirando… efectivamente. Me mira fijamente las berzas.

-Tú te lo pierdes está muy fresquita. Y tu marido ¿estará mucho de viaje, vecina?

Instintivamente coloco mi bikini. Craso error, porque dejo claro que me he dado cuenta de dónde miraba. Trato de corregir la situación dando un giro y no respondiendo a su pregunta.

-Vamos a ver, estamos puerta con puerta y ni nos saludamos cuando nos encontramos en el ascensor. ¿A qué viene ahora lo de la cervecita?

-Jajaja. Tienes razón, pero es que no aguanto a tu marido, es un gilipollas. Tú, sin embargo, con lo buena que estás, no me puedo enfadar contigo, jajaja. Si mira cómo me tienes.

Y se señala el bañador.

-Pero ¿está usted loco? ¿Cómo se le ocurre hablarme así? Además, ¿cómo que mi marido es un gilipollas? El gilipollas aquí es usted, además de un guarro que me está mirando las tetas.

Él vuelve a reír y señalar.

-Mira, mira, no te miento

-No voy a mirar nada, vecino

-SÍ. Tienes razón en algo. Soy un guarro que te mira las tetas, pero no me bajo de la burra. Tu marido es un gilipollas.

-No le aguanto. Me voy de aquí.

Y comienzo a recoger mis cosas. Me doy cuenta de que ha ganado la batalla. Me va a impedir venir a la piscina, así que tengo que pensar un poco más, pero no puedo permitir que siga aquí diciéndome burradas. Además, ni siquiera en esa situación me siento cómoda con la grosería que le he dicho.

-No es para tanto mujer, jajaja, te podría haber dicho cosas peores.

En ese momento llegan dos chicas de 18 años, morenas, con bikinis parecidos al mío, pero rellenándolos más que yo. El viejo se queda mirándolas con la misma cara de salido que cuando me miraba a mí.

-Bueno vecina, ya que tú te vas, yo me quedaré aquí otro rato. -dice echando otro trago a la cerveza.- Y ya sabes. Si necesitas cualquier cosa… ¡sabes donde vivo! Jajaja.

No digo nada más, pero le veo mirar a las recién llegadas.

Qué asco, pienso, joder y pensar que me miraba así a mí, ¡puaj!!

Me voy de allí. Una vez en casa, me asomo a la ventana disimuladamente. Ahí sigue, bebiendo y mirando a las jovencitas, ¡vaya viejo verde! No me puedo creer lo guarrillas que son esas niñas, ahí pavoneándose ante un viejo verde…

Poco a poco se me va pasando el enfado y lo que va quedando es una sensación rara. Empiezo a pensar en ese tío mirándome… Ni en sus mejores sueños podría tener a alguien como yo y saber que me ha estado mirando sin parar levanta un inesperado cosquilleo en mi interior. Cierto que este tío seguramente se excitaría hasta con un orco, pero no puedo evitar que, el saberme deseado por ese tío aumente mi ego.

Casi involuntariamente, vuelvo a mirar por la ventana mientras pienso en sus palabras.

“SÍ. Tienes razón en algo. Soy un guarro que te mira las tetas.”

Madre mía. Vaya pintas tiene. Las pipiolas están riendo y él se toca el paquete ¡Será guarro! Aunque no puedo evitar fijarme. Parece que no está mal equipado ahí… ¡Uy! Creo que me ha pillado mirándole.

Me alejo de la ventana y voy al baño a quitarme el bikini. Mis pezones totalmente empitonados. Perfecto, Silvia, ahora te pone que tu vecino te haya mirado así. Porque no te engañes, el agua fría no es la única culpable de eso. Esto hay que pensarlo con calma.

Como algo y me voy convenciendo para volver a la piscina. No es para que me veas, me digo, sino para demostrarle que él no va a decidir cuándo puedo ir yo a la piscina. Que acabe de mirar por la ventana para ver si sigue ahí es simplemente curiosidad por ver si sigue haciendo el guarro con las vecinas. Y que me ponga otro minibikini es para que el sol no me deje marcas…

Bajo con la intención de ponerme en el lado más opuesto que pueda a él, pero el sol juega contra mí. Ahora ya no pega el sol en toda la piscina. Más de la mitad está a la sombra. Y qué suerte tiene el tío. Ha atinado justo en el centro de la zona de sol. Si me quiero poner morena, no puedo distanciarme mucho de él.

De pie, a punto de entrar en la piscina, me quedo mirando las posibilidades. Creo que él adivina lo que pienso, porque saca una sonrisa desagradable.

Y después me mira descaradamente de arriba a abajo sonriendo.

Yo recuerdo lo de mis pezones duros de antes. Ahora la sensación es mucho más evidente. Tengo que aceptarlo. No lo entiendo, pero, pese a lo desagradable de la situación, me pone que me esté mirando. El hecho de que haya llamado gilipollas a mi marido y ahora me mire así, me pone, qué se le va a hacer.

Esa sensación es mucho más intensa de lo que imagino, porque, en ese momento aparece una idea en mi cabecita: ¡vaya morbazo si me vuelvo a poner a su lado! Obviamente no puedo hacerlo. Esta mañana me ha dicho directamente que me miraba las tetas. Si voy a su lado, estaría reconociendo que no me importa que lo haga, de modo que no puedo hacerlo.

Claro que, joder, Silvia, ¿te imaginas? ¿Te imaginas poniéndote ahí después de que te ha dicho que te está mirando las tetas? ¿Ponerte ahí a su lado, como diciéndole, míramelas, guarro, que me mola…? ¿Te imaginas?

Joder Silvia, deja de pensar en esas cosas mejor piensa en…

… ¿En qué? No puedo. Mi cabeza ha cortocircuitado. Va por otro lado. Me acaba de lanzar unos “¿te imaginas?” y, sin darme descanso, vuelve a la carga.

¿Te imaginas cómo se sentirá el cabrón pensando en tu marido, Silvia? Le parece un gilipollas y, después de decírselo a la cara a su mujer y de decirle también que le está mirando las tetas… coge su mujercita y se vuelve a poner a su lado para que se las siga mirando ¡Uf!

Que no, que no pienses en eso, coño. Piensa en su barriga y en la cerveza cayendo de su boca como un guarro. Piensa en cómo mira a las jovencitas pavonearse el muy viejo verde.

Empiezo a encontrarme demasiado caliente. Atravieso la puerta de la piscina y dejo la toalla exactamente donde la puse antes cuando salí espantada. Exactamente en el sitio en el que este guarro me dijo que me estaba mirando las tetas y que mi marido es un gilipollas. Vamos sólo me falta aceptarle la cerveza ahora. Pero mi cabeza pierde batalla tras batalla. La imaginación vuelve a vencer a la lógica y me dice que ni de lejos lo peor que puedo hacer es aceptarle la cerveza sino…

-Quería pedirle perdón por lo de esta mañana. Fue una falta de educación completa levantarme y marcharme así. Espero que no se haya ofendido.

Sino pedirle perdón por marcharme después de que me dijera que se estaba empalmando mirándome las tetas.

Él comienza a reírse a carcajada limpia.

-No te preocupes vecina, no te lo tomo en cuenta. Te suponía mejor educada, pero no me ofendo.

Y me mira de arriba a abajo sin ningún pudor. Obvio, si he vuelto y encima pidiendo perdón, está claro qué va a hacer él.

-Veo que has decidido volver. Yo ya te he dicho que tu marido es gilipollas, pero tú estás demasiado buena, así que, entiendo aceptas que hablemos como si fuéramos dos amigos, ¿no? jajaja

Le gusta tensar la cuerda, pienso. O no. En realidad lo que hace es dejar las cosas claras. Desde luego va de frente.

-Me parece bien, vecino.

-Pues lo que diría ahora a un amigo es, ¿qué te parecen las niñas éstas?, ¿están buenas eh? Jajaja.

El comentario me parece totalmente fuera de lugar, pero he venido en son de paz, así que muevo la cabeza negando como diciendo, “anda que…”. Él se acerca a mi oído, lo que provoca que me impacte un olor corporal intenso y el aliento a cerveza.

-¿Sabes que haría con ellas? Me las follaría jajaja. Pero, ¿sabes lo mejor de todo? Que a ti también te follaría ahora mismo.

Y comienza a reír a carcajada limpia, haciéndola morir con un eructo.

-Anda déjese de tonterías y deme una de esas cervezas antes de que lo maten de gases.

Por el rabillo del ojo veo como las niñatas cuchichean. Seguro que están jodidas porque el viejo ya no las mira ¡Las muy guarras! Me sorprende notar una pequeña satisfacción por ser yo la acaparadora de la atención del viejo y no esas zorrillas.

Coge una cerveza y me la da. Por supuesto, lo hace mirándome fijamente las tetas, pero me la da. Y sin dejar de mirarlas me dice:

-Te las comería ahora mismo, pero bueno ya sé que estas casada y completamente enamorada del gilipollas de tu marido, jajaja.

Joé qué fijación tiene con las tetas, se ve que está necesitado el buen hombre, pobrecillo. Dejo que las mire sin decir nada, pero trato de desviar la conversación de mis tetas.

-¿Qué le pasa con mi marido? ¿Por qué le tiene esa ojeriza? Estamos puerta con puerta, me gustaría que nos lleváramos mejor.

Inmediatamente cambiar su mirada lasciva y burlona por una más seria, casi despectiva.

-Tu marido es un gilipollas estirado que se cree mejor que el resto de mortales que vivimos por acá. Y para colmo es de esos tontitos hombres modernos que le gusta ayudar en las tareas de casa y esas cosas. Además, muy estirado y eso, pero luego en el cara a cara se arruga, el tonto del culo. ¡Fíjate! ¡Un viejo como yo le planta cara y muy cobarde se achanta! ¡Será mariconazo!

Y vuelve a cambiar su expresión para lanzar otra mirada escaneadora a mi cuerpo. Yo me he quedado sin nada que decir. No sé qué responder a eso. Por su parte, se tumba y la erección se hace evidente. “Pobre hombre”, pienso, “es charlar con una mujer y ya se pone así”. Doy otro trago a la cerveza. Ya me voy acostumbrando a notar sus miradas en mis tetas, y, pese a que dejan de llamarme la atención, mi cuerpo, o mejor dicho, mi sexo, las registra claramente. Al poco de estar tumbado, comienza a renegar del calor.

-Bueno vecina, me voy a subir al piso, ya he tenido demasiada ración de calor por hoy, ya sabes dónde estoy si necesitas algo.

Pongo cara de sorpresa. Es extraño. Esta mañana cabreada porque venías y ahora me da rabia que se vaya.

-Vaya, ¿justo ahora que empezamos a llevarnos bien, se marcha? Si es por el sol, ahí tiene la sombra además, ni siquiera se ha bañado.

Joder, le estoy pidiendo a este guarro que se quede conmigo, esto es increíble.

-Es que vecina, creo que lo voy a pasar mejor en mi piso. -Adereza su comentario, como casi siempre, con una carcajada. Y sentencia. -¿Quieres venirte?

De primeras, supongo que lo que me está diciendo es que se va a ir a su piso para, como esta mañana, mirar por la ventana. Pero me estaba mirando a mí, por lo que ahora mismo ya tiene lo que quiere. Entonces, ¿qué significa que lo va a pasar mejor en su piso? ¿A qué sube? Entiendo que quizá en su casa puedas hacer algo que aquí no… Se me ilumina la mente ¡se va a masturbar! ¡Y lo va hacer mirándome! No. Creo que estoy sacando las cosas de quicio. Además, si va a su piso a pajearse, ¿a qué me invita?

Mi imaginación vuela. Me veo en su casa en bikini y él mirándome mientras se la menea. Creo que es esa imagen la que, aunque declinando su invitación, me hace enviarle un guiño.

-Bueno, pues nada, me encantaría que lo pasara muy bien en su piso. Yo me quedaré un rato aquí tomando el sol.

Veo cómo se acerca a las pipiolas y les dice algo, seguramente una burrada. Ellas sonríen y se despiden. Se aleja y entra en el portal. Yo me quedo tomando el sol. Y de nuevo, yo sola, soy la peor de mis enemigas. Mi imaginación entra a raudales y logra excitarme. Antes logró que me pusiera a su lado para que mirara las tetas y pedirle perdón. Ahora me da por imaginar que está en la ventana, mirándome mientras tomo el sol, aliviándose la excitación contenida. Imagino ser la musa que utiliza para masturbarse y sufro una excitación brutal. Imagino que mi marido tiene a su enemigo enfrente de casa pajeándose mientras mira a su mujer. ¡Buf!

No puedo evitarlo. Aprovechando mis gafas de sol, fuerzo mis ojos a mirar a su ventana y veo que estás ahí, mirándome. No, no son imaginaciones mías el movimiento característico que detecto en ti. No sólo lo estoy imaginando. Está ocurriendo. ¡¡Ese guarro se está pajeando mientras me mira en bikini!! Bueno, pobrecillo, no hace ningún mal a nadie. Desde que se fue su mujer, estará necesitado y, qué coño, pues es normal que yo le ponga. Vuelvo a preguntarme para qué me ha invitado a ir e inmediatamente mi imaginación me devuelve la imagen de antes. Yo en su casa en bikini dejando que se pajee mirándome.

Una de las chiquillas se levanta y se da una ducha. Veo que el guarro ya no me mira, la mira a ella. Y sigue tocándose. Vaya, la zorrilla se lleva ahora su atención. Eso no está bien. Entonces…

… entonces me incorporo y, sacando pecho, me ato el bikini. Al hacerlo queda un poco al descubierto la parte de mi pecho que está más cercana al hombro….y a su ventana. Lo dejo así unos segundos y después juego con el triángulo para colocarlo. Primero tapo esa parte, pero dejo que la parte inferior de mi seno asome por debajo de la tela y ahí la dejo mientras coloco el otro triángulo. Un minuto después termino de colocar todo. Cuando termino, vuelvo a tumbarme y a mirar a tu ventana…. y ya no estás ahí… así que, o bien has ido a beber algo… o bien te la has acabado. Sonrío sabiendo de sobra cuál es la alternativa más probable. Y sonrío también porque la zorrilla ha perdido su batalla conmigo.

Me tumbo y cierro los ojos. Estoy casi segura de que se ha corrido pensando en mí. Me parece curioso. Hasta ahora siempre me ha parecido algo asqueroso los tíos mirones y por eso visto de forma bastante discreta. Sin embargo, ahora un tío se ha pajeado mirando mi cuerpo y ¡no ha pasado nada! Creo que soy un poco exagerada con ese tema. Si se me ve esto demasiado, si se me ve lo otro… Coño, pues si se ve, tampoco parece que se hunda el mundo. Ahora se me ha visto. Hasta un viejo verde se ha pajeado con ello y no ha llegado el Armagedón.

Sigo dándole vueltas a mis sensaciones. El hecho de que este guarro me mirara así ha ofendido mi parte educada, pero ha encendido cosas. Me parecía harto improbable que este tío pudiera excitarme y, sin embargo, lo ha logrado. Esto me rompe un poco los esquemas. El juego es obvio. Él se lo pasa bien mirándome las tetas y pajeándose, ¡pero es que yo disfruto y me excito mientras lo hace! Los dos ganamos. Y, sinceramente, no me parece un juego peligroso. El tío parece ser un gilipollas y un pelín violento, sólo cuando está mi marido. Conmigo se ha comportado encantador… a su manera.

Acabo la cerveza y la tiro a la basura… creo que otra vez estoy pensando cosas raras… mejor me doy un baño. Me meto en el agua fría y nado un poco sin pensar en nada. Pero en cuanto salgo y me pongo al sol, mi vecino vuelve a inundar mis pensamientos. Me doy cuenta de que me apetece continuar el juego. En realidad, lo estoy deseando. Casi lo necesito.

Subo al piso. De nuevo mis pezones mi dicen que estoy excitada. Miro la ropa que uso para estar en casa en verano. Nada de sujetador, lógicamente. Una camiseta ceñida de tirantes finos y el pantalón cortísimo que deja casi media nalga fuera, de modo que debo usar tanga para que no se vea la ropa interior… Finalmente me lo pongo y preparo un gazpacho y un flan. No es sólo mi cena. Es también la excusa para seguir jugando.

Meto en un tupper parte del gazpacho y en otro parte del flan. Cojo las llaves y, con mi camiseta de tirantes ceñida marcapezones y mis microshorts, llamo a su puerta.

Al otro lado aparece el viejo desnudo salvo por un pantalón corto y unas chanclas. No quiero fijarme, pero creo que el pantalón tiene una mancha significativa en el centro… De nuevo me mira de arriba a abajo y sonríe. Yo disfruto su mirada. A eso he venido.

-Dime vecina.

-He hecho gazpacho y flan… y creo que es demasiado para mí… además, me parecía justo cambio por la cerveza de antes.

Disfruto con el juego, con sus ojos hambrientos. Mis pezones se tensan al recibir sus miradas.

-Claro que sí, vecina -Dice riéndose.- Anda pasa y lo dejamos en la cocina.

¡Uf!… una cosa es mirar y dejarse mirar y otra es entrar en esa casa. Sobre todo después de haberme invitado antes… y la manchita del pantalón confirma lo que ha estado haciendo.

-No, no. Deja, no hace falta. -Digo tendiéndole la comida.

Sin hacer caso mis indicaciones, entra en casa y deja la puerta abierta para que entre. Me encuentro en el rellano con los tuppers en una situación ridícula. Finalmente paso y dejo abierto, pero cierra inmediatamente y me dice:

-La cocina está por ahí.

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12 COMENTARIOS

  1. Releyendo está primera parte me éxito que ella se inquiete cuando la mira por la ventana. Ella desea su eyaculación. Es muy calenton.
    Es una fantasía en las mujeres recurrentes esa?

  2. Muy bien escrito. Con clarividencia y destacando el kit de la sensación que te invade durante esa escena.
    Ya sea imaginaria o real, es igualmente interesante.
    Y aunque no todos aquellos a quien tu llamas “viejos verdes”, seamos tan groseros como tu vecino de marras, a todos nos gusta saber que tus pezones rebeldes, han despertado ante el morbo de la situación…
    Sigue, pasa dentro y cierra la puerta. La suerte ya está echada. Y no pasará nada que tú no quieras que pase.
    Yo también necesito pajearme ahora mismo. Aunque sería mejor… sí sería mucho mejor que hubieras llamado a mi puerta con ese medio flan…
    Y es que un flan puede dar mucho juego. Se puede resbalar, y entonces hay que lamerlo para no que no se desperdicie… O succionar para mezclarlo con…
    ¿Te lo cuento?
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