Intercambio en el congreso de Mérida

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Me llamo Rodrigo Enríquez actualmente tengo treinta y ocho años. Durante mis años de universidad fui parte de la sociedad de alumnos de mi carrera; ingeniería industrial. Cada año asistíamos a congresos especializados para estudiantes que quisieran adquirir conocimientos adicionales sobre su carrera y así desarrollar habilidades que les darían una ventaja en el campo laboral. Siempre me gustó la escuela y tener roles de liderazgo. Además, siempre había compañeras en ese tipo de eventos.

Yo me gradúe en diciembre y el último congreso al que asistí fue en enero del siguiente año. Al no ser estudiante ya no era elegible para inscribirme, pero como algunos de mis amigos seguían en la mesa directiva de nuestra sociedad y sería nuestro último congreso juntos, aprobaron mi inscripción y pude alcanzarlos en Mérida, Yucatán.

En aquel entonces yo salía con Ana, una estudiante de la carrera que apenas iba en tercer semestre. Era alta y morena, con el pelo lacio que le caía sobre los hombros. Jugaba voleibol por lo que sus muslos eran grandes y fuertes. Tenía un culito respingado y unos pechos de tamaño normal. Me gustaba mucho pero no éramos novios, simplemente nos dedicábamos a pasarla bien. Además, una vez graduado sabía que podría conocer a muchas otras chicas con algo más de experiencia.

El caso es que volamos a Mérida el jueves en la noche ya que el congreso comenzaría al día siguiente por la mañana. Al tener poco presupuesto debimos compartir cuarto y a mí me tocó con un compañero que apenas iba en primer semestre. Se llamaba Anselmo y era de Sonora. Se acababa de mudar junto a su novia a Ciudad de México para estudiar. El tipo era muy agradable. Buena onda y sencillo. Tenía claro el objetivo de estudiar una carrera para progresar y en algunos años casarse con Clara, su novia.

Clara era toda una visión. Era más bajita que Ana y su piel era de tez clara. Su pelo ondulado le llegaba casi hasta las nalgas y a veces lo llevaba en una trenza. Siempre iba maquillada de manera impecable. Respecto a su cuerpo, tenía unas tetas enormes para su altura, lo cual la hacía ver todavía más buena. Su culito era pequeño pero muy bien formado.

La primera noche hubo una fiesta después de las conferencias. Después de varias copas Ana y yo nos metimos al cuarto a dormir. Anselmo y Clara llegaron poco después. Yo estaba muy caliente. Tenía a Ana a un lado, en un pijama muy delgado. Ella me abrazaba, poniéndome los pechos en el torso. Mi verga reaccionó al instante, poniéndose a mil. Comenzamos a besarnos en silencio, tratando de no despertar a nuestros roomies. Se quitó el pantalón del pijama y yo sólo me bajé un poco los míos para liberar mi verga. Le tapé la boca para evitar que gimiera con fuerza y me moví con suavidad dentro de ella.

Sólo se escuchaba nuestra piel rozando la tela de las sábanas. Eyaculé dentro de ella sin hacer ruido y la besé mientras ella me apretaba la verga con sus paredes vaginales. Siempre hacía eso después de que la llenara de semen “para no dejar ni una gota fuera de ella”. Nos fuimos a dormir mucho más relajados.

La mañana siguiente fue un poco incómoda. Clara también durmió en el cuarto y al despertar nos saludamos todos con cierto recelo. Las mujeres se fueron a sus respectivos cuartos a arreglarse y yo me quedé con Anselmo, platicando. No estaba molesto. Al contrario, se había quedado con ganas la noche anterior y acordamos que esta vez cada pareja cogería con las luces encendidas y haciendo todo el ruido necesario para elevar la temperatura del cuarto y así pasarla bien entre todos. Claro, no le dijimos a nuestras parejas; sería una sorpresa.

Después de la fiesta del segundo día, los cuatro nos dirigimos a la habitación. En nuestra cama comencé a besar a Ana y a meterle mano. Ana, que era también muy caliente, reaccionó bien a mis caricias aunque la vergüenza comenzó a invadirla. Anselmo comenzó a hacer lo propio con Clara, quien no dudó en responder quitándose la blusa, descubriendo esas enormes tetas que captaron mi atención. Ana me giró la cabeza hacia ella y cada pareja se concentró en lo suyo.

La verdad es que la estaba pasando muy bien, al tener espectadores, Ana gemía con más fuerza y me cabalgaba como toda una amazona. Yo intentaba competir implícitamente con Anselmo, no podía ser yo el primero en eyacular. Pensé en todo tipo de temas, retrasando lo inevitable hasta que oí a Clara gritar “dame toda tu lechita, mi amor” y los gruñidos de placer de Anselmo. Supe que había ganado y rellené de semen a Ana. Los cuatro nos quedamos abrazados cada quien en su cama, riendo y platicando hasta quedarnos dormidos.

El domingo era el último día de actividades, volaríamos de regreso a Ciudad de México el lunes y debíamos aprovechar las últimas horas en la ciudad blanca. La noche anterior volteé a ver a Clara varias veces, sobre todo mientras Anselmo se la cogía de perrito. Ver esas tetas rebotar con cada embestida me prendió en sobremanera. Las tetas de Ana no están mal, pero las de Clara eran simplemente cosa de otro mundo. Su tez blanca y sus pezones maravillosos comenzaron a hacer mella en mi cordura: debía cogérmela antes de volver a Ciudad de México.

Tenía un plan para lograrlo. Durante la última fiesta los cuatro convivimos como viejos amigos. Bailamos y bebimos. Anselmo era un gran bailarín y le pedí que sacara a Ana. Yo hice lo propio con Clara. Sentir sus tetas contra mí provocó una erección que ella a su vez percibió. Después de un par de piezas volvimos con nuestras parejas

De regreso en el cuarto comencé a desnudar y a besar a Ana en los pechos. Anselmo y Ana hicieron lo mismo. Ana me tomó del cuello y me atrajo hacia la cama pero yo me resistí y la cargué. Ella me rodeó con sus piernas. Caminé hacia la cama de Clara y Anselmo y me senté en ella, con Ana montándose en mi verga. Clara y Anselmo se sorprendieron pero no dejaron de cachondear. Clara se acostó bocarriba y Anselmo la penetró de pie junto a la cama. Estuvimos en esa posición varios minutos y comenzamos a hacer contacto visual entre todos, obviamente yo con Clara.

Ella estaba igual de caliente que yo y cuando no pudo más, tomó mi mano y la posó sobre sus tetas. Temí que Ana se enojaría, pero a su vez ella comenzó a besarse con Anselmo con mi verga aún dentro de ella. El plan estaba funcionando. Fue Ana quien al final se separó de mí y comenzó a besarse de pie con Anselmo en la cama. Yo aproveché para ponerme encima de Clara y al final besar esas tetas que llevaban todo el fin de semana volviéndome loco. Ana se acostó en nuestra cama, atrayendo a Anselmo como lo quiso hacer conmigo minutos antes. Él la siguió, colocándose entre sus piernas.

Escuché a Ana alcanzar a decir “condón” y Anselmo abrió un cajón para colocárselo antes de entrar en la vagina de mi chica. Me dio gusto saber que Ana era responsable, aunque me hubiera dado igual que otro hombre la penetrara al natural. Me caía muy bien y me gustaba mucho, pero no éramos novios y jamás lo seríamos. Otro hombre podía tenerla, yo estaba ahora con Clara. Rocé varias veces mi verga sobre sus vulva. Esa técnica funciona para calentar a una mujer y convencerla de que te quiere dentro de ella. Le besé los labios y la cara, acercándome a su oído para susurrarles “voy por un condón”.

Ella respondió simplemente rodeándome con sus piernas. “Está bien así” gimió y no tardé ni un segundo en clavársela hasta el fondo sin que hubiera nada entre nosotros. Así que Clara era una putita que le gustaba al natural con desconocidos. Eso me prendió más. Comencé a hacerle el amor con ternura y con fuerza, como si fuéramos una pareja de verdad. Le besé la cara y de tanto en tanto bajaba a consentir esas tetas que se habían convertido en una realidad para mí. Gemía delicioso. Detrás de mí, escuchaba a Ana y Anselmo disfrutar también.

Al hacerlo a pelo la sensación era mucho más intensa, aun así intenté aguantar más que Anselmo. Esta vez no lo logré, pero fui derrotado por algunos segundos nada más. Cuando estaba a punto de venirme le pregunté a Clara “¿dónde los echo?” A lo que ella respondió agarrándome las nalgas y pegándose a mí.

Llevaba dos días seguidos eyaculando, pero esa vez fue como si no lo hubiera hecho en semanas, llené sus entrañas de mi lechita disfrutando cada segundo. Me quedé dentro de ella un ratito, lamiendo sus tetas y escuchando cómo estaba la situación con Clara y Anselmo. Después de venirse, Ana prácticamente lo empujó para alejarlo y él se quitó el condón, haciendo un nudo y tirándolo en el bote. Yo salí de su novia, pero mi semilla se quedaría dentro de ella. Cuando vio lo que había hecho con Clara, el pobre tipo hizo una cara de decepción pero no hizo nada al respecto. Le di un beso a Clara y una palmada en el hombro a Anselmo y fui a acostarme junto a Ana, quien también estaba confundida.

“¿Por qué no te pusiste condón, cerdo?” me reclamó.

“Clara me dijo que no era necesario” fue mi cínica respuesta. Se fue a dormir enojada por la supuesta traición. A mí me daba igual, pero tampoco quería que Ana se la pasara mal. La desperté a la media hora con besos pidiéndole perdón y acariciando sus pechos. Ella cedió después de poco tiempo y abrió las piernas para mí “pero te vas a tener que poner un condón ahora” sentenció.

Yo negué con firmeza, “claro que no” dije, entrando en ella sin protección. Cogimos otra vez haciendo ruido. Volteé a ver a Clara, quien prendida de nuevo por nuestros gemidos, intentaba seducir a Anselmo quien se negó rotundamente por el asco provocado de pensar en mi semen dentro de su novia. Yo disfruté de Ana hasta eyacular otra vez en su vagina.

Antes de irme a dormir pensé que era el hombre más afortunado del mundo, había inseminado a dos bellezas en la misma noche.

A la mañana siguiente todo fue muy raro, Anselmo y Clara no hablaban tanto entre ellos y Ana, aunque molesta, sí era cariñosa conmigo.

Hicimos las maletas y bajamos a recepción para hacer el check-out y desayunar.

Tuve oportunidad de volver a estar con Clara, esta vez a espaldas de Ana y Anselmo, en uno de los baños del hotel. Volví a eyacular dentro de ella mientras me la cogía de perrito.

De regreso a Ciudad de México encontré trabajo a las pocas semanas y dejé de pensar en Ana y Clara. Supe que Ana ahora es novia de un jugador de fútbol americano de su misma edad y Clara y Anselmo siguen juntos. Me la volví a encontrar un día en un plaza del sur de la ciudad. Lucía guapísima. Anselmo estaba de viaje y la invité a mi departamento a revivir las noches del congreso de Mérida.

“Hoy sí te tienes que poner condón, Rodrigo, dejé de tomarme las pastillas y Anselmo sabría si quedo embarazada de alguien más.

“Ya veremos”, respondí.

Al salir de mi departamento a la mañana siguiente, la vagina de Clara iba de nuevo llena de mi semilla.

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