Hola nuevamente a todos, aquí Ángel. Esta es la continuación de la parte 2. Si aún no han leído las otras partes, los invito a hacerlo para que puedan entender mejor esta historia.
Ya en mi cuarto, sentía un calor recorrerme todo el cuerpo. La adrenalina aún me hervía en la sangre. Aunque hacía apenas unos minutos que la había besado nuevamente, ya quería volver a verla, volver a tenerla cerca. Me había clavado sin remedio con ella.
Intentando calmarme un poco, me metí a bañar rápido, no más de cinco minutos. Salí, me cambié, me acosté en la cama, me cobijé y le pedí a mi Alexa que apagara la luz. Me puse a ver TikTok un rato, pero no podía dejar de pensar en la maestra Yésica.
Apagué el celular y lo dejé a un lado, mirando hacia el techo. En mi mente seguía viendo su rostro, sintiendo su aroma, el sabor de sus labios. Su perfume todavía se quedaba impregnado en mí. No sé en qué momento me venció el sueño.
La alarma sonó a las 7 de la mañana. Mi papá me había conseguido un trabajo en las mañanas como castigo por reprobar… pues mis clases de regularización eran de 1 a 3 de la tarde.
Apagué la alarma algo adormilado, y fue ahí donde vi que tenía varios mensajes de la maestra Yésica. No recuerdo cuántos exactamente, pero sí me acuerdo de lo que decían. El primero fue:
Yésica:
Hola Ángel, ¿cómo amaneciste?
Ese emoji fue lo primero que noté. Seguí leyendo los demás:
Yésica:
No pude dejar de pensar en ti toda la noche.
Cuando estaba cenando con mis hijas, no me di cuenta que estaba sonriendo…
Una de ellas me preguntó: “¿Por qué tan feliz, mamá?”
Y no supe qué decir… solo les dije que había recordado algo bonito.
Y el último decía:
Yésica:
Ya quiero verte. Te veo en la escuela.
Me quedé un rato viendo los mensajes sin saber qué responder. Algo dentro de mí se revolvía, como si no supiera cómo manejar todo eso… pero sin pensarlo demasiado, tomé el celular y contesté:
Ángel:
Yo tampoco dejé de pensar en usted… y, la verdad, ya la extraño.
Registré su número sin dudarlo, y la guardé como: Yésica (emoji de corazón)
Sí, así, tal cual, con ese emoji.
Sin darle tantas vueltas al asunto, me levanté, me alisté, y me fui directo a trabajar.
Acabé mi pequeño turno de trabajo y me fui rápido a mi casa para ir por mi mochila, cambiarme y salir a mis clases. La agarré y me fui a la cocina para llenar mi botella de agua, ya que hacía algo de calor ese día. Al abrir la mochila para meter la botella, sorpresa: ahí estaba… el calzón de la maestra.
Sentí un nervio horrible, la cerré rápido porque mi mamá estaba cerca. Me regresé a mi cuarto para ver dónde esconderlo, lo agarré —y como se imaginarán, sin resistirme a olerlo— tenía ese aroma que ya conocía desde ayer. Encontré un buen escondite y lo dejé ahí.
Me despedí y me fui a la escuela. En el camino, iba pensando en cómo saludaría a la maestra, cómo hablaría con ella… eso hizo que mi corazón se fuera al mil.
Llegué a la escuela y fui directo al salón. Entré y ahí estaba ella. El salón seguía tal y como lo dejamos el día anterior. Me latía fuerte el corazón mientras la miraba. Saludé, algo nervioso.
Ángel:
—Hola…
Yésica:
—Hola, Ángel. Pasa, siéntate aquí, donde te dije ayer.
Sin embargo, antes de sentarme, me dijo:
Yésica:
—Ven tantito para acá.
Se levantó. Llevaba unos jeans estilo corte ancho y una blusa blanca algo pegada, con un pequeño escote en forma de corazón. Noté que miraba detrás de mí, como asegurándose de que no hubiera nadie. Llegué hasta donde estaba y me habló con una voz suave:
Yésica:
—También te extrañé…
Se acercó y me dio un beso de pico. Sentí como mi cara se calentaba al instante. Cuando me di cuenta, ya estaba en la puerta cerrándola. Me miró seria y dijo:
Yésica:
—Si vamos a seguir con esto, quiero que te quede muy claro: no podemos volver a hacer lo de ayer aquí en la escuela. Quizás un pequeño beso sí, pero nada más… Si alguien se entera, tanto tú como yo nos meteríamos en serios problemas.
Eso sí, debo adelantarles algo: esa regla no se cumplió… al menos una vez más.
Ángel (algo nervioso):
—Sí, claro… justo eso también me preocupa a mí, aunque… me gustaría repetirlo.
Se rio suavemente, acercándose un poco.
Yésica (susurrando):
—Claro… quizás hoy… o mañana…
Sentí un cosquilleo en el pecho, algo que no sabía si era ansiedad, nervios o una emoción nueva. Luego me pidió que bajara las cortinas ya que usaría el pizarrón eléctrico, y entraba mucha luz.
La clase comenzó. El profe Juan regresó, como siempre, tocando la puerta antes de entrar. Él era el encargado de pasar lista en los salones. Saludó, anotó algo en su libreta y se fue, cerrando la puerta.
La clase terminó unos 30 minutos antes. Como me dejó trabajos fáciles, avancé rápido. Cuando recogía mis cosas, noté que ella ya estaba enfrente de mí justo cuando estaba cerrando mi mochila.
Yésica (con una sonrisa pícara, haciendo el gesto con el dedo):
—Ven tantito para acá…
Me tomó de la mano y me jaló hacia ella. Y sí… comenzamos a besarnos. Esta vez fue más lento, más íntimo. Ya extrañaba sus labios y sus manos acariciando mi cuerpo. Se separó de mí con una sonrisa traviesa.
Yésica:
—Solo será un beso… solo será un beso…
Pero seguimos. Volví a acariciar ese gran trasero que tanto me tenía loco, mientras ella acariciaba mi cara con suavidad. Esta vez, hice algo más. Con mis manos, desabroché su jean. No para bajarlo, sino para meter mi mano… y comenzar a tocarla. Esta vez no por encima de la ropa interior, sino directamente.
Lo noté al instante, por ese gemido suave que tanto me gustaba. Y, otra vez, me tomó con fuerza de los glúteos, tan fuerte que una chispa recorrió todo mi cuerpo.
Ya con mi mano dentro de su jean, comencé a masajear su vagina lentamente. La verdad, era algo improvisado, no sabía del todo lo que hacía, pero a ella le gustaba… lo notaba por sus gemidos, suaves, pero constantes, tratando de que nadie los escuchara.
Seguíamos besándonos, hasta que saqué mi mano y me separé un poco. Ella me miró confundida.
Yésica:
—¿Qué pasa? ¿Por qué te detienes?
Ángel (agitado):
—Espéreme tantito…
Con mis dos manos tomé su pantalón por la parte del cinturón y, arrodillándome frente a ella, se lo bajé lentamente. Y entonces… sorpresa.
Llevaba una tanga roja, delgadita, tipo hilo, que le quedaba fenomenal. Me quedé mirándola, hipnotizado.
Yésica (sonriendo mientras daba una vuelta lenta):
—¿Te gusta? Era una sorpresa para ti…
Cuando terminó de girar y volvió a quedar frente a mí, notó mi reacción. Mi erección era evidente.
Yésica (preocupada):
—Te dije que no podíamos volver a hacer esto aquí… es muy arriesgado. Levántate, por favor.
Ángel:
—No pasa nada… nadie vendrá. Es mayor el deseo que el miedo.
Ella dudó… pero no se resistió más.
Me quedé de rodillas frente a ella, y con decisión, bajé su tanga de un solo movimiento. Sentí que había llegado el momento de probar, por primera vez, una vagina.
Como mencioné en la primera parte, me guie por lo que había visto en algunos videos. Me acerqué y comencé lentamente.
Yésica:
—Ahh… sí…
Su olor era fresco, a jabón. Un sabor nuevo para mí, difícil de describir, pero agradable. No sabía si lo hacía bien, pero sus gemidos me lo confirmaban. Flexionó los pies, temblaba, se apoyaba contra la pared. Tomó mi cabeza con ambas manos y comenzó a guiarme.
Yésica (jadeando):
—Ahí… hazlo justo ahí…
Seguí sus indicaciones, enfocándome en su clítoris. Metí mis manos por debajo de su blusa y sujetador, acariciando sus senos mientras la comía.
Su respiración se volvió más rápida. Los gemidos aumentaban. Yo, emocionado, saqué las manos de sus pechos y comencé a acariciar su culo. Con una mano, le introduje dos dedos en la vagina mientras con la otra la seguía agarrando con fuerza.
Los movimientos eran rítmicos. Al principio lentos… luego más intensos. Ella se estremecía con cada uno.
Yésica (gimiendo fuerte, entre jadeos):
—¡Sí, Ángel… más, por favor… cómeme… cómeme, Ángel!
Sus palabras me encendieron aún más.
Empujó mi cabeza hacia ella con fuerza. Sentí cómo sus piernas temblaban. Cerró los ojos con fuerza, y con un grito contenido, se vino. Su cuerpo vibraba. Su respiración se cortó por unos segundos.
Sentí el líquido en mi boca y seguí, como si la estuviera limpiando con la lengua.
Yésica (con voz baja):
—Suave… despacio…
Me levantó con delicadeza, aún agitada. Se puso de pie, rodeó mi cintura con sus brazos y me abrazó, recargando su rostro contra mi pecho, con los ojos cerrados. Su respiración aún agitada, su cuerpo caliente.
Nos quedamos así unos segundos, como si no existiera nadie más.
Ella quedó con el pantalón abajo, al igual que su ropa interior. En el abrazo también la tomé de la cintura y recargué mi barbilla sobre su cabeza. Se me olvidó decirles que Yésica medía aproximadamente 1.75, y yo 1.83, gracias a que practicaba fútbol desde niño.
Nos quedamos así varios minutos. Hasta se me olvidó por completo que estábamos en la escuela. Ella levantó la cabeza y me miró con una sonrisa. Estábamos tan cerca que podía sentir su corazón latir con fuerza. Esa mirada… aún puedo recordarla. Me dijo bajito:
—Dame un besito.
Nos dimos varios, suaves, pequeños, como si no quisiéramos terminar el momento.
Finalmente, me dijo:
—Alguien podría llegar y vernos así… mejor vámonos.
Nos separamos. Esta vez ya no sentía nervios. Sentía algo distinto. Bonito. Algo que me hizo pensar que quizás… me estoy enamorando aún más de la maestra Yésica.
Me pidió que me enjuagara la boca y me pasó unas mentas junto con un chicle, para disimular cualquier olor. También me dio unas toallitas húmedas para limpiarme. No me había dado cuenta en qué momento había comenzado a abrir las cortinas y ventilar el salón. Antes de que yo saliera, me dijo con seriedad:
—Quiero que esta sí sea la última vez que hacemos algo aquí… Ya no me quiero arriesgar a que nos descubran.
Saqué de mi mochila un desodorante en spray que traía conmigo y me lo puse para tapar el olor a su perfume. Si mi mamá ya lo notó una vez, no quería que lo notara de nuevo.
Salimos juntos del salón, sin decir nada. En el pasillo, nos separamos; ella se dirigió al salón de maestros a revisar unas cosas. Antes de irse, me miró rápido para asegurarse de que nadie estuviera cerca y me dijo en voz baja:
—Me gustó mucho lo que hicimos… Ojalá se nos dé hacerlo otra vez, pero ya en un lugar más privado, donde nadie nos moleste…
Eso último me estremeció. No supe qué decir. Creo que lo notó, porque solo se rio… y se fue.
Mientras caminaba rumbo a la salida de la escuela, pasaron junto a mí dos chicas. Una de ellas me pareció conocida: era la hija de la maestra, la mayor, si no me equivocaba. Una vez me contó que tenía 27 años. Sabía que era su hija porque la había visto varias veces con ella, incluso dentro del salón de clases, sentada junto a su madre.
A su lado venía otra chica, una que no lograba ubicar bien. Me resultaba demasiado familiar, pero no estaba seguro de conocerla. Era más bajita, de estatura como 1.60, piel blanca, tan blanca que parecía tener un tono rosado. Ambas me saludaron de forma amistosa con un “hola”, al cual respondí con otro “hola” algo nervioso. Pero noté algo… la chica desconocida, la que iba junto a la hija de la maestra, no me quitó la mirada. Me lanzó una sonrisa mientras se alejaban, y eso me dejó con una sensación extraña.
Seguí mi camino, con la cabeza aún en lo que había pasado momentos antes con la maestra. Su hija seguramente iba a verla… y no pude evitar sentir escalofríos al pensar que si me hubiera tardado unos minutos más, quizás nos habrían descubierto.
Todo esto que comenzó como una fantasía, como una calentura, como un deseo imposible, ahora parecía estar tomando otro rumbo… algo más serio, más sentimental. Tanto yo como la maestra Yésica lo sabíamos, aunque aún ninguno lo decía en voz alta.
Aquí termina esta parte. Personalmente no la considero como la tercera parte, sino como una continuación de la segunda, una especie de puente hacia lo que viene. Espero que les esté gustando la historia. He omitido y saltado varios detalles para no hacerla tediosa, pero en cuanto termine de escribir esta parte, seguramente ya tendré la tercera lista.
Estaré ocupado los próximos días, así que planeo subir estas dos partes juntas, y después la tercera parte. Esto se está poniendo cada vez mejor… gracias por leer. Les mando un saludo.
Estoy escribiendo esto antes de subirlo y, aunque en esta parte no pasó tanto como en la primera, les aviso que en la tercera sí pasó algo más… y puse más detalles. Así que si quieren saber qué sigue, no se la pierdan.
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exelente relato.
Muy buena historia sigue hermano
Se está poniendo muchísimo mejor, espero con ansias que subas la tercera parte, ya me enganche con tu historia, es excelente y con muy buenos detalles