Este relato es una anécdota de juventud. Mi nombre es Alfredo, tengo 35 años y esto ocurre cuando tenía unos 22, en ese entonces yo era un joven de 1,70, de piel clara, tersa y muy bien cuidada, sin ninguna vellosidad. Siempre me gustó el futbol y por lo mismo tengo una figura muy estilizada, con unas piernas gruesas y torneadas, con unas nalgas bastantes redondas y prominentes, que resaltaban más aún con mi estrecha cintura, tanto que ves que salía a la calle tanto hombres como mujeres me lo miran hasta el día de hoy.
Era un día domingo por la tarde, uno de mis días favoritos para ir al gimnasio. Solía ir tipo 7, para alcanzar a darle duro por un par de horas hasta el cierre de las 9. En este horario siempre había poca gente, siempre casi las mismas personas. Entre esos dos chicos con los que solía hablar y a veces entrenar allí:
Máximo, un hombre trigueño de 47 años, de 1,80, peludo y calvo. Era bien grueso, con un cuerpo bien fornido y musculoso, sus brazos piernas y hasta su voz era muy gruesa. Tenía un abdomen más bien distendido, sudaba testosterona, y su sobrino Leonardo, un joven de 1,90 adicto al fitness, que tenía un cuerpo esculpido a fármacos. Ambos muy simpáticos y bromistas las veces que coincidíamos.
Ese día coincidimos en un par de máquinas para tren inferior, por lo que me invitaron a unírmeles en su rutina de piernas. Recuerdo que todo comenzó en la silla de extensiones para cuádriceps, ambos hablaban de estar a mitad de un ciclo de anabólicos.
Máximo le bromeaba constantemente a su sobrino que dejara de masturbarse tanto, mientras este daba todo de si en sus repeticiones. Era asombroso el nivel de fuerza y hinchazón que tenían esas piernas, las que dejaba ver completamente depiladas debajo de ese short corto. Tan liviano que se notaba claramente un bulto bien contundente.
Máximo: te estás cansando rápido, seguro te corriste al menos dos veces antes de venir…
Leonardo: al contrario, tío, desde que empecé con el ciclo estoy sin ninguna actividad. Usted sabrá que sin novia y así, estoy a tope con mi energía.
Máximo: aah ya veo, somos dos, desde que me divorcie con tu tía que no tengo nada jajaja es lo mejor para rendir como gladiadores, ¿no? (Mientras me miraba risueño). La verdad es que yo estaba igual, hace meses que no tenía sexo, desde que rompí con mi novia.
Era mi turno en la máquina, y mientras conversaban Máximo me sostenía los cuádriceps, mientras me guiaba la contracción muscular.
Máximo: aprieta fuerte cuando estés arriba, no bajes hasta que yo te diga. -me instruía con un tono autoritario, mientras yo apretaba y relajaba las piernas. Poco a poco empecé a notar que me acariciaba levemente, mientras bromeaba con su sobrino.
Máximo: que bien te trabaja, se siente durito. Como la mía jajaja (plantó a reír con un tono pícaro). Yo entre sudor y cansancio, comencé a calentarme, no podía evitar mirarles de reojo la entrepierna e imaginar como seria echármelo a la boca.
En la última serie fui más descuidado y Máximo me descubrió. Me miro, sonrío y nos dijo que pasáramos al siguiente ejercicio: la famosa sentadilla. Yo ya para ese momento, estaba avergonzado, pero demasiado caliente, tanto que el corazón me palpitaba fuerte, respiraba entrecortado y si no fuera por una tanga apretadísima que me puse ese día, hubiera dejado en evidencia una grotesca erección. De tan solo imaginarme esas manos en mis piernas y esa cara de degenerado incitándome indirectamente a someterme a su miembro, me derretía completo.
Máximo: en esta si no es profunda no vale, ok?
Leonardo: pues afloje las piernas y apriete el culo tío, que hoy le metemos peso.
Máximo: entonces ponte atrás para apoyarme en caso de que ceda al fallo.
Los escuchaba y veía entrenar y era un espectáculo, ambos ya tenían el culo hinchadísimo, como dos burbujas hermosas y unas piernas talladas, esculpidas completamente. Estaba extasiado, ambos sudados con olor a pene y cuerpo.
Nuevamente era mi turno y Máximo se posiciona tras de mí, yo ya no podía disimular lo caliente y él lo notaba. Si bien hasta entonces había hablado de mujeres y de cómo les follaba duro, sentí que también probaba suerte conmigo.
-Máximo: vamos campeón, yo te seguiré hasta abajo asique no aflojes a no ser que quieras caer de cola encima mío jajaja.
El muy bestia seguía tirando indirectas mientras su sobrino miraba ya con la misma cara de burlón y degenerado.
Ya en el ejercicio, bajando en la sentadilla, pude sentir por primera vez lo que estuve viendo todo el tiempo. Todo su miembro rozándome el culo abierto y vulnerable. Pude ver como lo gozaba cada vez más descaradamente, mientras yo estaba extasiado con lo duro que lo sentía cada vez que bajaba, junto a ese olor a pene y traspiración que emanaba Máximo.
Leonardo ante todo el espectáculo me sugirió otras dos series más, y se ofreció a apoyarme como lo hacía su tío. Cada vez que bajaba podía sentirlo también, pero en él era diferente, era un miembro muy erecto que frotaba y frotaba en todo momento. Ya con lo caliente que estaba solo me dejé llevar, mientras mi culo les daba un poco de diversión. Estuvimos así todo el entrenamiento hasta que se cumplió la hora de cierre.
Ambos me seguían como si fuera una perra en celo, locos por mi culo que para ese entonces estaba bronceadísimo de tanto ejercicio. Yo me sentí como una sucia ramera loca de probar esos dos penes exquisitos que me frotaron.
Al llegar al baño y sin rodeos.
Máximo: ya están cerrando, pero tú no te vas de aquí sin que termines de verdad este entrenamiento
Leonardo: ven y agáchate aquí -me lleva a un rincón donde nunca nadie transita, y me empuja junto a su tío al suelo, bajándose sus shorts y dejando al descubierto dos grandes penes que fácilmente pasarían de los 18 cm, gruesos, rosados y formalísimos, sin ningún vello a la vista full depilados, lo más bello que había visto. El olor a pene y culo era impresionante pero fascinante como nunca había experimentado.
Yo sin palabras, con el culo húmedo de excitación, me someto a sus órdenes y comienzo a chupar como si no hubiera un mañana.
Máximo: vea sobrino, te dije que esta era una perra sucia jajaja
Leonardo: vaya maricon, mama como un becerrito… (mientras ambos me miraban con una cara de pervertidos indescriptible). En ese momento yo solo asentía con la cabeza y los miraba como la prostituta más sucia, mientras gemía.
El espectáculo no duro más de 7 minutos, tiempo en el que de rodillas le apretaba y manoseaba sus piernas y nalgas desesperado, y respiraba profundo el aroma de sus vergas calientes y húmedas. Ya al momento de terminar, ambos me eyaculan la cara sin ningún cuidado, mientras yo de boca abierta espero como les corre su néctar por las puntas de sus vigorosas herramientas. El semen era abundante, al punto de no solo llenarme la boca de él, sino que también llenarme el rostro completo, salpicando mi polera y algunas otras gotas mi pecho.
Ya exhaustos, se dan un par de sacudidas en mi cara, mientras se limpian la punta con mi frente, se las guardan y se van riéndose.
Ese fue el inicio de lo que sería una serie de aventuras con estos muchachos, una linda y discreta amistad que satisfacía a todos a su manera. Desde ese día debuté como una ramera de closet, en secreto, pero con complicidad.
![]()