El papá de mi amiga: Sexo en el baño

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T. Lectura: 2 min.

Era un sábado de octubre de 2023 y la noche estaba calurosa. Juli, otras amigas y yo habíamos tomado hasta que no dábamos más.

Llegamos a su casa cerca de las 4, arrastrándonos, riéndonos tontamente y puteando por lo en pedo que estábamos. La idea era dormir un par de horas antes de que amaneciera.

Me desperté pasadas las seis. Todo estaba oscuro. Caminé despacio, descalza, hacia la cocina por un vaso de agua. El piso frío me hizo estremecer.

Al encender la luz, lo vi: Rolando, el viejo de Juli, de pie frente a la heladera, con la remera arrugada y buscando algo. Me tensé.

“Hola”, susurramos, intentando no despertar a nadie. Sentí que me miraba como si me quisiera devorar.

Tomé agua del vaso, y de repente, por alguna excusa tonta, mencioné el hielo del congelador. Me acerqué, rozando mi cadera con la suya. Antes de que pudiera reaccionar, me agarró los brazos y me besó.

Su lengua fuerte invadió mi boca y, aunque quise resistirme, mi cuerpo respondió antes que mi cabeza.

—Sos hermosa, pendeja… —susurró cerca de mi oído mientras su pija ya estaba dura contra mi abdomen.

Di un paso hacia atrás para escapar, pero él me empujó contra la heladera. Sus manos bajaron por debajo de mi remera, tocando mis tetas por encima del corpiño, y me dijo:

—Vamos al baño.

No hubo tiempo de contestar. Me agarró del pelo y me arrastró.

Me apoyé contra la pared del baño, temblando y excitada al mismo tiempo. Se agachó, me bajó el short y la tanga, y empezó a chuparme la concha mientras me metía dos dedos.

Mis gemidos eran ahogados, mezclados con miedo y excitación. La sensación era brutal, me estaba volviendo loca.

—Ah… —jadeé, intentando controlar el ruido.

Me senté sobre la tapa del inodoro y abrí las piernas. Él se bajó el pantalón y el bóxer y me empujó la cabeza hacia su pija.

Chupaba con fuerza mientras me agarraba del pelo. Me sentí ridícula y humillada, pero más excitada que nunca.

—Sos una puta, ¿sabés? —me murmuró entre gemidos y dientes apretados.

Me hizo parar un segundo, me sacó la remera de un tirón y jaló el corpiño como si le molestara. Mis tetas rebotaban mientras seguía chupando. No podía resistirme. Mis manos se enredaban en su espalda.

Luego me sentó sobre él, y empecé a cabalgarlo. Mis tetas bamboleaban en su cara, y él no perdía ni un segundo, chupándomelas y empujándome con fuerza de cadera.

Cada embestida me hacía sentir dolor físico leve, mezclado con placer extremo que me corría por todo el cuerpo.

Después me puso contra los azulejos fríos de la pared, levantó una pierna y me empaló. El golpe contra la pared era fuerte, el ruido seco, y yo gimiendo con la boca tapada por su mano, tratando de no delatar lo que estaba pasando.

Cada embestida me hacía temblar y al mismo tiempo suspirar, perdida entre el dolor y la excitación más intensa que había sentido.

Cuando finalmente me hizo arrodillarme, le chupé los huevos unos segundos y luego eyaculó sobre mi cara.

La sensación era asquerosa y deliciosa a la vez: caliente, espeso, mezclándose con mi saliva mientras yo gemía, jadeaba y trataba de tragar todo.

Me pasó un rollo de papel para limpiarme, se subió el pantalón y me dijo:

—Andá a dormir.

Me lavé la cara, volví al cuarto como si nada, con la piel caliente, el corazón acelerado y las ganas de más pegadas al cuerpo.

Al día siguiente, ni nos cruzamos. La tensión quedó ahí, como un hilo invisible que me quemaba por dentro.

Quería más, no sabía si habría segunda vez, y eso me volvía loca.

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2 COMENTARIOS

  1. Creo que las violaciones no deberían ser publicadas. Aunque quien sabe que hay de cierto en el relato

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