Valeria. M hijastra nos espía cuando tenemos sexo su mamá y yo

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Después de un par de horas desperté. Era ya de madrugada. Mi reloj decía que eran las 3 am. Me sentía confundido, no ubicaba donde estaba. Nada de esto me era familiar. No conocía la cama, los muebles, la habitación en general. Respiré profundo y traté de concentrarme hasta que un movimiento en la cama me hizo reaccionar de golpe. Volteé y la vi. Totalmente desnuda, dormida profundamente.

El reflejo tenue de la luna que entraba por la ventana coloreaba de sensualidad esta postal. Estaba boca abajo, con una mano dándole soporte a su cabeza y la otra colgando hacia debajo de la cama. Su cabello enmarañado por el cumulo de sudor y algo de semen le daba un toque de cierta perversión a la escena. Me quedé contemplándola un rato, sin medir el tiempo ni la hora.

Recordé todo lo que había pasado y no pude evitar sentir como los cuerpos cavernosos de mi miembro se empezaban a llenar de nuevo de manera lenta y sutil. No sabía si su hija dormía ya o si al salir de la habitación, Nayeli se despertaría. No quería tener ningún problema con ella, pero la idea que su hija dormía en el cuarto de al lado no me dejaba en paz.

Hice un poco de ruido de manera intensional moviéndome por la habitación, sin perder de vista a mi reciente novia para ver si se despertaba, pero nada. No se movía, respiraba muy profundo, casi roncaba. Seguía paseándome desnudo por la recamara y ya una erección insipiente retaba a la gravedad. Después de cavilar por unos segundos decidí ponerme los bóxer e intentar salir de la habitación con el pretexto de ir al baño. Así si Nayeli despertaba y no me encontraba, no habría problema de que yo estuviera fuera de su cuarto deambulando por la casa.

Abrí la puerta de manera muy sigilosa, y dejando apenas el espacio suficiente para poder salir de lado. Ya había sacado casi todo mi cuerpo y me quedé quieto, a la expectativa de algún ruido o algún movimiento, pero al no ver ninguna reacción y no percatarme de nada raro, decidí salir por completo del cuarto. Me quede parado tras emparejar la puerta en su totalidad ya que la puerta de la hija estaba emparejada también, pero se podía ver perfecto para adentro.

Dejé que mis ojos de adaptaran a la oscuridad del lugar. Era una casa de dos plantas. De la entrada principal estaba la sala, y al fondo la cocina comedor. Al fondo de la cocina estaba la entrada a una zotehuela que fungía como cuarto de lavado. Las escaleras estaban justo entre la sala y el comedor. En la parte superior estaban las recamaras y enfrente de ambas la entrada al baño.

Después de unos segundos me percate que en el buro de la hija estaba una lampara encendida que no iluminaba mucho pero que permitía ver de manera definida lo que había adentro de la habitación. Ella dormía boca abajo, muy similar a su mamá. Solo que traía de pijama un cachetero rosita y una playera cortita, como si fuera un top no muy pegado.

Su piel era blanca, pienso que media como 1.60 aproximadamente, piernas torneadas, pantorrillas que dejaban ver cierto trabajo en el gym o haciendo algún deporte, pero aquellas nalgas que daban forma al cachetero me generaron un cosquilleo intenso entre las piernas. Respire hondo y un suspiro se escapó de mi boca sin poderlo contener.

Ella se movió un poco y me tomo por sorpresa, si la vuelta rápido y entre al baño tropezando con mis pasos. Cerré la puerta y encendí la luz. Pude ver que era un baño clásico de chicas. Diversas cremas, diferentes shampoos, varios jabones y un sinfín de artículos que usan para verse hermosas. Levante la tapa del inodoro y mientras orinaba vi un bote de ropa sucia al lado del lavabo y abrí la cortina para conocer la regadera. Vi una tanga colgada en la llave del agua caliente.

Los pensamientos intrusivos hicieron gala de su astucia y llegaron en manada. Voltee de nuevo al bote de ropa sucia. Me acerque a la puerta para escuchar y ver que no hubiera ningún ruido, pero nada. Ambas seguían dormidas. Abrí la tapa con suavidad y vi que estaba casi lleno. Sin dudarlo empecé a buscar de manera discreta, blusas, brasieres, pantalones, algunos mallones y entre la ropa pude ver algunas tangas. Estaba seguro de que eran de la hija pues estaban en un bloque de ropa que evidentemente era de una chica.

Tomé una de color negro, el solo roce de la tela en mis dedos ya había generado que mi pene empezara a despertar de manera gradual pero firme, vi que tenía algunas manchas blanquecinas y me dispuse a llevarla hacia mi rostro. La acerqué lo más que pude a mi nariz e inhalé profundamente. El tiempo se detuvo. El olor entro a lo más profundo de mi cerebro y me hizo sentir algo inaudito. Es como haber tenido un orgasmo sin siquiera tocarme. Ese olor fue tan delicioso, penetrante, fuerte pero mágico.

Un empujón en la puerta me sacó de ese trance y me regresó a la realidad de tajo. Lo único que atiene a decir fue. – Un segundo, no tardo.

-¿Quién es? –Dijo una voz angelical algo preocupada

-Perdón, soy Hugo, amigo de tu mamá. No me tardo.

No sabía que hacer, aun sujetaba con fuerza la tanga en mi mano y mi verga estaba demasiado dura. Metí lo más rápido posible la tanga al bote, le bajé a la tasa y apagué la luz para salir lo más oscuro que fuera posible.

-Hola, perdón que me veas así, es que salí al baño, pero no pensé que fueras a estar despierta.

-No te preocupes, te vi anoche –dijo eso con una mirada picara y un tono de voz de complicidad que no me pude resistir.

Solo estaba prendido el foco de su cuarto, pero iluminaba perfectamente mi bóxer dejando ver mi miembro aun erecto. Y por otro lado también me permitió ver sus tetas detrás de su top algo transparente y se dibujaban aún mejor sus piernas y nalgas.

Me paré lo más derecho y casual posible y vi como ella bajó su mirada hacia mi cadera, pasó a un lado mío y cerró la puerta del baño.

Regrese de manera inmediata al cuarto y Nayeli seguía dormida pero ahora boca arriba y con las piernas abiertas.

Mi excitación iba en aumento de nuevo. La hija estaba en el baño y seguro si escuchaba algo se iba a aventurar a observar y a mi ya no me importaba nada en ese momento. Me acosté directamente entre sus piernas quedando boca abajo y llevé mi boca directo a su entrepierna. Aun se percibía el humor de la batalla anterior.

Al primer rose de mi lengua sobre sus labios gimió de inmediato, pero no abrió los ojos. Respiro profundo y descargó un suspiro. En esta ocasión fui un poco más brusco, abracé sus piernas y con los dedos de ambas manos le abrí los labios dejando su clítoris expuesto y con mi lengua recorrí desde el perineo hasta el clítoris haciendo presión con mis labios.

Nayeli volvió a gemir, pero ahora más fuerte, llevó sus manos a mi cabeza y sujetándome del cabello pego aún más mi boca a su sexo. No podía dejar de besar, de lamer cada parte de su intimidad, pero en esta ocasión dejé mis oídos abiertos y dirigidos hacia la puerta y pasó lo que deseaba. Escuche un ligero sonido en la perilla de la puerta y sabía que la hija estaba espiando de nuevo. Ahora este espectáculo era para ella. No digo que no lo estuviera disfrutando, pero quería que se diera cuenta que cosas le estaba haciendo a su mamá.

No pasó mucho tiempo cuando empecé a sentir como me apretaba con sus piernas. Mi cuello se sentía preso de sus muslos, pero no me iba a rendir. Movía más rápido mi lengua, mis labios hasta que ya era casi insostenible la presión y fue ahí cuando gimió muy fuerte, soltó un pequeño grito de placer y nuevamente saco un chorro muy fuerte y largo. El chisguete me mojó toda la cara y eso me prendió demasiado.

Me acosté boca arriba y le pedí que lo chupara. quería ver como lo mamaba mientras yo reposaba en su cama.

Ella muy obediente se acomodó a un costado de mis rodillas, empezó a besar mis piernas y fue subiendo poco a poco, no podía dejar de verla y ella no me quitaba los ojos de encima. Seguía subiendo con la puntita de su lengua hasta que llego a los testículos. Jugó un poco con ellos, los lamia y los metía a su boca mientras que su mano empezaba a masturbarme.

Después de unos minutos así por fin decidió subir poco a poco hasta que llego a la cabeza, primero la besó tiernamente y con la puntita de la lengua recorría todo el contorno del glande. Luego metió solo la cabecita a su boca y su lengua lo frotaba ávidamente hasta que por fin lo engulló por completo y empezó ese vaivén yo relaje mi cabeza y ella afanosamente se dedicó a darme una felación matinal bastante placentera.

Cuando la vi muy concentraba en mi pene y con sus ojos cerrados, decidí voltear abiertamente hacia la puerta y ahí estaba. Parada en la puerta, esta vez la rendija aún más abierta y nuestras miradas se cruzaron de nuevo, pero en esta ocasión no salió corriendo. Podía ver solo un fragmento de su cuerpo, pero sabía que se estaba tocando. Podía notar el movimiento de su torso y su mirada fija.

Era una escena dantesca. Su mamá desnuda, haciendo sexo oral a un desconocido y mientras tanto, este desconocido no dejaba de mirarla, de perderse en sus ojos, ambos viéndose de una manera lasciva, muy morbosa y al mismo tiempo con una conexión que no se daba con Nayeli.

Cuando la hija comenzó a masturbarse aún más rápido, sujeté de la cabeza a su mamá y empecé a cogérmela por la boca a la misma velocidad que Valeria (así supe después que se llamaba la hija). Íbamos al mismo ritmo y sin pensarlo, sin buscarlo sentí como mi orgasmo se acercaba vertiginosamente y no lo pude contener. Con un gemido ahogado disparé un chorro de leche caliente dentro de la boca de Nayeli que la hizo arquearse un poco pero no se detuvo. Solo siguió chupando hasta dejarme complacido.

Respire muy hondo varias veces, abrí los ojos y al voltear a la puerta, ya no estaba Valeria.

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