Eran las 6 de la tarde, de un sábado, y mis padres no llegaban, salieron desde temprano a pasear porque estaban cansados de tanto trabajar y necesitaban un tiempo para ellos. Me dejaron con mi abuela, una señora muy pícara y divertida de 73 años.
Lo que ustedes no se imaginan, es que desde que cumplí mis 35 años y quedé soltero, yo la pongo en 4 y la lleno con mi semen espeso… Así es, mi abuela es una sinvergüenza, de pensamientos obscenos, y un terremoto en la cama.
Como mis padres no llegaban, mi abuela entró a mi cuarto, ella sabía que era su momento para disfrutar. Ni siquiera se molestó en hablarme, sólo me tiró un beso, y por supuesto ya estaba completamente desnuda y cerrando la puerta de mi cuarto con seguro.
Se acercó a mí, mientras estaba en mi cama acostado, se montó encima y me bajó los calzones, después de oler mis huevos por unos minutos comenzó a lamerlos, a mamarlos, a besarlos; yo la notaba un poco desesperada porque mientras jugaba con mis huevos metía los dedos de su mano izquierda en su vagina ancha y frotaba de manera acelerada su clítoris.
Yo, ya tenía mi pene durísimo, y ella sin perder tiempo, se sentó encima de mi gran miembro (21 centímetros, aunque no lo crean), mirando hacia mis pies, movía su cadera hacia adelante y hacia atrás, y a pesar de que su vagina no apretaba, se sentía delicioso el calor de su interior, además comenzaba a lubricar demasiado, su líquido vaginal chorreaba por mis muslos.
Me excité tanto que la agarré por la cintura, la puse de lado (posición de cucharita), y mientras apretaba sus senos flácidos con mucha fuerza, la penetraba duro, tan duro que gemía como una zorra adolescente. Me encantaban sus gemidos y yo no podía parar de penetrarla como un animal en celo.
Llegó un momento en que no aguanté, sentí que mi pene explotaría, así que me detuve, comencé a darle muy suave y en menos de un minuto tuve un orgasmo intenso, me vine como caballo dentro de mi abuela, y mis gemidos eran tremendos, tanto así que ella tuvo que cubrirme la boca como pudo aun estando de espalda y con mi pene totalmente metido hasta el fondo de su vagina.
Cuando todo acabó, me despegué de ella, se dio la vuelta y me miró con ternura, al mismo tiempo me besaba mientras mi semen caliente salía de su vagina y mojaba mi cama. Fue una experiencia deliciosa, una experiencia que no pienso abandonar jamás.
Las aventuras con mi abuela, no se acaban, y te las contaré todas.
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