Teníamos una casa de fin de semana en las afueras y nos hicimos amigos de una pareja de nuestra edad del barrio. Compartíamos las piletas, el parque y muchas veces cenábamos juntos.
Una tarde, Nina. de treinta y pico muy bien llevados y bastante atrevida para vestir, invitó a Luli, mi mujer, y los chicos a llevarlos a un entrenamiento de fútbol en la zona, luego de lo cual los llevarían a cenar de sus padres y se quedarían a dormir allí.
Pasó a buscarlos por nuestra casa en su auto, los acomodé a los tres, y le di a mi mujer un húmedo beso de lengua, aprovechando que los críos estaban en sus cosas en el asiento trasero. Nina nos miró con picardía y me soltó: “¿Para mí no hay?”. Di la vuelta al auto y le besé el cuello, oliendo su perfume: “¡Qué rico olés!”, le largué.
“¡Gracias! Estoy recién bañadita. Justino se está terminando de bañar ahora. Si querés, andá a charlar un rato”.
Fui para su casa y entré con las llaves que habíamos intercambiado pero avisé que había llegado. Pasá me dijo nuestro amigo, que estaba en el baño afeitándose, desnudo. Tiene un cuerpo bien trabajado, sin exageraciones, abdominales marcados ligeramente y unas nalgas de campeonato. Me lo quedé mirando desde el pasillo antes de la puerta del baño, deleitándome con su físico y no pude contener mi agitación cuando noté que tenía su pene bien erecto.
-Veo que tuvieron movimiento, acoté.
-Nada que ver. Me dejó con las ganas porque se le hacía tarde. Estoy muy caliente. Entrá.
-Si no te molesta, me acerco, y me coloqué detrás suyo para que no notase mi propia erección al verlo así. Se te ve muy bien como estás ahora.
-Estoy como siempre, me dijo. -Me refería a como estás así, desnudo.
-¿Te gusta?, me preguntó y recordé que es un algo exhibicionista.
-Estás muy fuerte, no pude evitar decirle, con bastante agitación. Y muy alzado.
-No sé cómo bajar la calentura que tengo.
Para mí fue una incitación el deseo, así que no dudé en ofrecerme.
-Conozco la manera.
-¿Que me haga la paja?
-Mientras terminás de afeitarte, te puedo dar una mano.
Alzó las cejas y siguió rasurándose, pero no negó ni agregó nada, así que le pasé las manos por el pecho y los abdominales hasta que le alcancé la pija. Dio un respingo, que lo obligó a tirar su precioso culo hacia atrás y pegarlo a mi bañador, mientras yo comenzaba a sobarle la pija despaciosamente.
-¡Qué manos suaves tenés!, me dijo, dejándome hacer, al tiempo que yo arrimaba más el cuerpo su trasero y lo traía hacia mí, respirándole en el cuello.
-¡Qué rico que olés!
-Mmmm, gimió deleitándose con mi paja y mis caricias a su torso. -No me hagas acabar, me advirtió en un susurro.
-No te preocupes, quiero que dure.
-Está muy buena la paja que me hacés.
-¿Cuánto te gusta?
-Bastante. ¿A vos también te gusta hacérmela?
-Me encanta. Y acariciarte el pecho y los abdominales. Estás muy fuerte. No puedo parar.
Ya notaba que le salía algo del líquido pre seminal y eso me puso a mil.
-Te estás mojando. ¿Querés que pare?
-No, por favor, seguí.
-Me dijiste que no te hiciera acabar. ¿Te podés dar vuelta?
-¿Para qué querés que me dé vuelta?
-Para una prueba, le dije, y lo hice girar para ponerlo frente a mí. Sin soltarle la pija, me fui bajando por su pecho, lamiendo sus pectorales, mordisqueando sus pezones, pasándole la lengua por cada uno de sus músculos abdominales hasta que me tomó de la cabeza y me puso frente a sus ojos: -¿Qué querés hacer?, me preguntó con una sonrisa pícara y sorprendida.
-Lo que a vos te gusta que te haga. Si no te gusta, lo dejamos así, le di un pico en la boca y me incliné de nuevo. Me dejó hacer, así que pasándole la lengua por todo el torso llegué a su pija parada y le empecé a lamer el glande con deleite y de a poco me lo fui metiendo en la boca saboreando cada centímetro hasta llegar al pubis, perfectamente rasurado.
Mi amigo me sostenía la cabeza acompañando mi mamada, y yo me dedicaba con mucho placer a tragarme su poronga una y otra vez, gustando de su líquido seminal, agarrado de su firmes glúteos como para que no se me escapara ni un poco el disfrute.
Un par de veces abrí los ojos para mirarlo a la cara y ver cómo gozaba, hasta que se puso tenso y noté que debía parar con la chupada, para que no me acabara en la boca, necesitaba ese semen en otro lado. Le apreté fuerte la base del pene y muy despacio me fui levantando, sin soltarle la pija. Noté su sorpresa: -No quiero que me acabes en la boca.
-Estoy muy caliente, me dijo.
-¿Querés que te la siga chupando? ¿Te gusta cómo te la chupo?
-¡Sí! Por favor, seguí chupando.
-Pero favor con favor se paga.
-No entiendo.
-Con un pico no hacemos nada. Necesito algo más profundo, más húmedo, le susurré al oído. ¿Te muestro? y acerqué mi boca a la suya.
Abrió apenas los labios en un gesto de sorpresa y aproveché para besarlo tímidamente al principio hasta que profundicé mi lengua entre sus labios y se dejó llevar besándome con pasión. Lo sostenía de sus nalgas apretado su cuerpo contra el mío, nuestras pijas se frotaban húmedas y calientes, me tomó de la cabeza y nos chuponeamos varios minutos con frenesí.
Muy agitados pudimos soltarnos mirándonos a los ojos y le pregunté si no quería cogerme. Se volvió a sorprender, así que me quité el bañador y me puse de espaldas él, con mi culo bien apretado a su pelvis, tratando de acomodar mis nalgas a su pene durísimo.
-Estoy acostumbrado, le dije recostándome hacia atrás sobre él. Mi mujer me coge con un consolador.
-¡Qué puto sos!
-Es lo que ella me dice al oído cuando me lo pone, y me fui inclinando ofreciéndole mi ano para que me penetrase. Por favor, cogeme despacito, de a poco.
Me tomó de la cintura y me la fue poniendo suavemente, con algo de mi ayuda abriéndome las nalgas con las manos hasta que me entró toda su poronga. Suspiré fuertemente y apreté el ano para que no se saliera y le pedí que se quedara quieto adentro. Sentía su pelvis contra mis nalgas y eso me puso a mil, así que comencé a moverme y él también en un saca y pone muy cachondo que fue acelerando hasta que le pedí que se detuviera.
-¡Esperá! Quiero que dure más. Quedate quieto adentro, por favor. Muy agitados, tomamos un respiro, pero él no podía parar, así que me siguió bombeando, y yo abriendo y cerrando mi esfínter para dejar entrar su pija libre cuando el empujaba y para atraparla cuando la sacaba, acompasando mis movimientos a los suyos.
Jadeando y murmurando muy calientes estuvimos cogiendo varios minutos, cada vez más rápido hasta que me acabó varios chorros de leche caliente en mi ano, mientras yo le pedía más y más. Bufando, se recostó sobre mi espalda, y susurrándome, me dijo: ¡Qué puto sos!
-¡Qué hermosa cogida me diste! Pero me dejaste bien caliente…
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