Incesto secreto. Mi tía, la cincuentona insaciable

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T. Lectura: 2 min.

Relato ficticio.

Los dos, solos en su casa, no perdimos tiempo, ella me empujó, terminé en el sofá y se arrojó hacia mí, cayó sentada entre mis piernas y comenzó a desvestirse mientras que yo hacía exactamente lo mismo.

Se quitó la blusa que tenía, muy llamativa, por cierto, y yo metí mi cara en sus enormes senos, firmes, y con un ligero olor a sudor que me excitaba, los chupé, mordí y lamí hasta que me cansé y ella sólo gemía, me di cuenta de que tenía mi pierna derecha completamente húmeda porque ella estaba lubricando sin parar.

Nunca nos quitamos la ropa, al menos no la parte inferior, aun así, entre la falda que tenía, logré meter mi mano y luego dos de mis dedos dentro de su vagina tibia y húmeda. Empujaba mis dedos lo más profundo que podía, no se imaginan la cara de placer que esa mujer tenía, una cincuentona que se creía universitaria cada vez que estaba conmigo.

Les juro que mientras ella gozaba mis caricias, yo tenía una erección tremenda y mi pene dolía porque estaba encerrado entre mis calzones y mis pantalones, y no podía hacer nada porque prometimos tener sexo delicioso con el morbo de permanecer con los calzones puestos (algo raro, pero diferente y placentero).

No dejaba de moverse con mis dedos metidos en su vagina, me miraba con deseo, me decía cosas, groserías, frases estimulantes que me da vergüenza contar. Así estuvimos un buen rato, con besos apasionados incluidos, hasta que no aguanté, sus movimientos encima de mi provocaron que mi pene tremendamente duro eyaculara, yo solté un gemido nada masculino mientras levantaba un poco mis piernas, los dedos de mis pies se retorcían de placer dentro de mis zapatos y mi calzón en compañía de mis pantalones, se ahogaban en semen tibio y pegajoso.

Ella se detuvo, al igual que yo, porque había tenido unos cuatro orgasmos antes de que yo eyaculara, estaba agotada, sudada, no podía ni hablar, y simplemente nos quedamos en el sofá, sin decir nada, yo la abrazaba y ella sonreía, sabía que el infierno nos estaba esperando, pero eso le encantaba. Mi tía, era insaciable.

Mi sobrino, el padre de familia, me espera esta noche en su rancho, hace una semana que no lo penetro como a él le gusta, sin condón y de ladito.

Continuará…

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