Dos amigas atrevidas en el club

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T. Lectura: 2 min.

A puro instinto. Era noche de chicas y parejas.

Por primera vez iba a ese pub que daba opciones muy diferentes. Hacía dos años había ido con una pareja que limitaba toda espontaneidad.

Ahora viene con Adriana, una amiga reciente que conocí en un baile y era atrevida como yo. Ambas ya sabíamos las reglas de los lugares swingers.

Entramos y pedimos un trago coloreado como nuestros vestidos cortos. En las piernas botas de media caña con taco justo para mostrar clase y apaciguar la sensualidad de ambas.

Bailamos sin exagerar, muchas parejas se acercaron pero nosotras solo seducíamos.

En un instante inesperado veo que ella sube a los privados con tres chicas. Me asombro y agradecí no me hubiera invitado. Yo quedé en la barra con las tres parejas de esas mujeres. Ellos comenzaron a agasajarme sin sentir ninguna presión. El mas confianzudo me invito a ir a las cabinas con los círculos que podían traer sorpresas y esconder las identidades. En la cabina él me dijo que se llamaba Juan, clásico nombre dudoso, yo le dije que me llamaba Marina pero los nombres no importaban.

Yo miraba el apartado a ver si Adriana me acompañaba pero ni se movía la puerta de las cuatro chicas.

Con Juan empezamos con todo el picante a la vez. Besos fogosos, tactos directos que el tomo sin permiso porque yo ya gozaba de los otros que nos estaban espiando y dándonos tiempo. Me ayudo a sacar el vestido rojo, las botas fueron mi única vestimenta. Nos pasaron un trago, el mismo que observaron yo bebía. Se lo deje caer en el pecho desnudo de él y guardé un poco. Ahí baje a su miembro erecto para lucir mi destreza.

Por los huecos aparecieron otros 3 penes desconocidos, se había agregado el del cantinero. Yo les vertí el resto del trago y lo bebí.

Juan era quien sabiamente me hacía sentir segura.

Me indicó el sofá anatómico para hacer lo que no precisaba palabras. A los demás no los bese, Juan actuaba de novio. Me lucí intercalando en los 4 orales que los llenaron de gemidos y elogios.

Sos una reina me decían, sos hermosa y una experta. Creo que pensaron tenía experiencia. Ellos acariciaban mis senos sin desesperación, entendieron que no les regalaría besos en ellos.

Yo terminé satisfecha sin pene, ellos también. Todo fue muy artístico y coordinado.

Se fueron agradecidos tres de ellos. Juan y yo nos metimos en un pequeño privado a unos metros. Hicimos el amor sin amor, ellos no se acercaron.

Al salir las chicas estaban bajando algo desalineadas.

Nos invitaron tragos a todas. Les pregunté porque no invitaron arriba. Adriana dijo que sabía que yo no estaba hecha para ese lugar de mujeres pero que sabía que podía reinar en el piso de abajo.

Nos despedimos todos amenamente, no nos pedimos teléfonos y yo no volví nunca a el lugar porque no quería recordar que ese día fui una reina del sexo con una naturalidad que avergonzaba mi recuerdo.

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