-¡Número 12! -grito la doctora desde dentro del consultorio.
La doctora Miller se cubría con una blanca túnica entallada que resaltaba su figura. Extrañamente tranco la puerta y al sentarme frente suyo, levanté la cabeza y vi su rostro poderoso como iluminado.
Su belleza me cautivó aunque su voz profesional limitaba cualquier contacto.
Me indicó con gestos que me despojase de mi remera. Sentí una extraña sensación de confusión y complicidad.
Pero lamentablemente el electrocardiograma era el cometido de la consulta.
Percibí, en su silencio que ella me observó como midiendo milimétricamente, mi ancho de espalda y pecho.
Prestamente colocó los electrodos rozando mis tetillas.
Mantuvo la presión con un movimiento en mis bellos un acto innecesario que fingió era un tacto médico. Los electrodos hacia 2 minutos que estaban colocados. Ella me miró a los ojos mientras mi mente se aturdía, en una condición que fue provocando una vergonzosa erección.
Me hizo el electro rápido puesto que era control de rutina. Sacó todos los cables y me limpio el gel con las manos en mi pecho.
Yo explotaba y mi pene ya no tenía escondite posible.
Su mirada se puso desafiante ,entonces supe que sin palabras me estaba preparando.
La ecografía no la hizo.
Se subió a la camilla puesto que mis ojos ya habían perdido todo recato.
Ahí me habló: ¡no te muevas número 12!
Yo le respondí obediente mientras la vagina de ella se deslizaba sin ropa pues mi jean lo había sacado de un tirón salvaje.
El número 12 casualmente era su último paciente. El número 11 fue un vejestorio de 80 años por lo que miró a la inmensidad buscando alguien que neutralizara tal aburrimiento.
Los hombres son muchas veces más inocentes. Las reglas no encajan en una sexual doctora que al verlo de reojo tranco la puerta pues me di cuente después que ya tenía todo planeado. Su tanga negra, diminuta la había guardado en el bolsillo de la túnica.
El tiempo de nuestro inesperado sexo fue breve e intenso.
Me despidió con un saludo seco y propio de su rango.
-Lo veré en una semana señor Cames, me dijo arreglándose su túnica y por favor no olvide sacar el número 12.
![]()
Esta pareja de escritores tampoco saben si existen consultas así pero la inventamos para que disfruten la ficción o la hagan realidad
Que buen relato, juro que nunca he podido ir a una consulta médica así ufff.