Entregada a mi padre

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T. Lectura: 3 min.

Tengo 22 años, de contextura delgada y fina, sin muchas curvas, algo grácil porque estudié varios años ballet, con el cabello muy largo, piel pálida, brackets y lentes redondos. A eso súmenle que uso ropa holgada. Soy tímida y ensimismada. Estudio una carrera de ingeniería, igual que mi padre. Y él es quien me ayuda en los temas que no entiendo.

Fui con una amiga a un evento de cosplay vestida como una elfa con falda corta, botas altas y dos coletas, a la salida del evento un tipo me comenzó a acosar. Al rato se detuvo un auto en seco y golpeó al tipo. Era mi padre quien me salvó. Él tiene 44 años, de contextura media, con escasa barriga, de vez en hace sus ejercicios del tiempo que estudió taekwondo en su juventud. Porque pudo defenderse de los golpes del tipo y tumbarlo al suelo para que podamos subirnos al auto.

-Tu padre es sensacional, Alondra —dijo mi amiga cuando estuvimos a solas.

-Sí, Sara —dije con una sonrisa.

-Si fuera más joven lo seduciría. —dijo entre risas.

Fue allí que pensé que había superado mi complejo de Electra. Recordé hace unos años cuando vi a mis padres follando. Tenía a mi madre en cuatro mientras la follaba de manera salvaje y le jalaba el cabello. En vez de irme u horrorizarme empecé a mojarme. Por una ranura de la puerta me quedé mirando a escondidas mientras mi mano sobaba mi entrepierna que se empezó a humedecer. Mi madre bufaba violentamente convulsionándose de placer. Mi padre, en un acto acrobático, puso su pie en la cabeza de mi madre mientras continuaba sus arremetidas en la posición del perrito.

Tras varios minutos se corrió en la espalda de mi madre. Mi madre se desplomó, una de sus tetas con pezones marrones claro y su chocho poblado de vello púbico resaltaba con el brillo del sudor. En mi padre sobresalía su gran pene erecto doblado hacia arriba brillante por los jugos de mi madre y el sudor.

Luego de unos minutos, mi padre colocó a mi madre boca arriba. Su cabello ondulado, sus tetas grandes y jugosas con pezones grandes y claros. Su chocho muy poblado con pelos ondeados, sus muslos grandes y piernas contorneadas. Mi padre le levantó las piernas, la agarró de los tobillos y la empezó a penetrar de un solo golpe. Luego de unos minutos de mete-saca mi madre empezó a gemir, sus jugos vaginales salieron a chorro, como si fuera un geiser. Sus ojos se pusieron en blanco y ella sacando la lengua. Antes de correrse tomó su pene y lo empezó a besar y chupar su pene desde la base del tronco hasta su punta. Por el tamaño no cabía en su boca, haciendo sonidos grotescos y babeando de sobremanera.

Esa imagen no la pude quitar de mi mente y tenía sueños húmedos constantemente amaneciendo con una mancha de humedad en mi pijama y sábanas. Se detuvo hace dos años, después mi padre quedó viudo.

Tras eso me hice más taciturna, comencé a usar ropa más holgada que cubría mi cuerpo y me concentré en estudiar.

Por lo noche, estuve viendo televisión con mi padre, acurrucados en el sillón recordamos a mi madre. En un momento me puse melancólica recordando a mi madre.

-Eres tan parecida a tu madre.

-No es cierto. Mi madre era más cuerpona y su cabello ondulado. —Nos reímos ambos.

-La extraño —dijimos ambos al unísono.

Nos abrazamos y sin querer nos miramos a los ojos y nos empezamos a besarnos. Me empezó a quitar la ropa. Mi padre me quiso penetrar. Pero lo paré.

-Espera, papito, soy virgen.

Él se detuvo por un momento. Y empezó a besarme el cuello, sus manos bajaron junto con su boca hacia mi calzón y lo deslizó. Una maraña de pelos asomó, mi padre besó mi concha haciéndome gemir dulcemente mientras que con sus dedos me amasaba los pezones que se pusieron erectos. En un momento colocó sus dedos en la entrada de mi vulva moviéndolos de arriba-abajo. Los jugos salían de mí, mientras mis gemidos y gritos de placer se intensificaban.

-¡Ya, papito! ¡Ya estoy lista!

No esperó más. Se quitó el calzoncillo y me penetró de a pocos. Sentí como mi himen se desprendía. El dolor inicial dio paso a un placer descomunal. A medida que sentía el pene de mi padre penetrarme cada vez más rápido y profunda.

Mi padre me colocó de cucharita levantándome una pierna para penetrarme de manera más cómoda, mientras que con una mano sobaba mi concha y otra masajeaba mis tetas.

En ese momento me di cuenta que soy y siempre seré de mi padre. Me entregaría en cuerpo y alma.

Con el paso de los días cambié mi forma de vestir, mis vestidos se hicieron más ceñidos y me sentí más cómoda con mi figura, empecé a ir al gimnasio para sacar cuerpo, me depilé la concha y entre los dos imaginamos nuevas posiciones, aprovechando la elasticidad que nos dio años de entrenamientos.

Ya en la cama que compartimos llevé mi boca hacia su verga venosa, abrí los labios y empecé a besarla y lamerla desde los huevos hasta la punta del pene para meterla toda en mi boca para lubricarla antes de penetrarla. En la posición del 69 él lamió mi concha depilada haciéndome ver las estrellas. Ese es nuestro juego previo antes de hacerme el amor de la manera más apasionada y entregarme por completo.

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1 COMENTARIO

  1. Uffff, este tipo de relatos te transportan a la primera vez de alguna dama con las que he estado
    Felicidades, real o ficticio, fenomenal.
    Saludos

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