La noche era un torbellino de olores y sonidos, con humo de cigarrillos, alcohol barato y risas resonando en la casa, culminando después de semanas de llamadas y mensajes en una esperada reunión entre colegas.
Liam y Mark, amigos desde la universidad, ebrios y despreocupados, se enfrentaron en la mesa, retomando su vieja costumbre de desafíos para ver quién era el mejor. Sus barrigas, hinchadas por la comida y la bebida, temblaban con cada carcajada. Los retos, como siempre, se volvían más locos con cada trago.
—Apuesto a que no te atreves a meterte todo esto en la boca —bromeó Liam, apretando con su mano el gordo bulto de sus pantalones marcados.
—Eso es lo que tú crees, amigo —respondió Mark, con una mueca de desafío en su rostro regordete—. ¡Te la he visto mil veces en los vestuarios y no es nada del otro mundo! ¡Eso que tienes ahí es una mierda para mi boca!
La apuesta inicial, un juego de niños a estas alturas de la noche, se transformó rápidamente en algo más. La curiosidad, combinada con el alcohol y el buen espíritu de camaradería de toda una vida, les empujó a seguir adelante, entre bromas y risas.
Liam, con los ojos encendidos por la embriaguez, se levantó y, con un movimiento rápido, desabrochó sus pantalones, dejándolos caer por las caderas.
—Prepárate para perder —contestó con voz ronca por la risa y el alcohol.
Con manos torpes pero decididas, se agarró los calzoncillos y los bajó con sorprendente facilidad, exponiendo su miembro rosado y algo hinchado.
Mark se echó hacia atrás, soltando una carcajada al ver la estupidez de Liam.
—¡Es trampa! —exclamó—. ¡Ya estás medio empalmado!
Luego, con una risa nerviosa, imitó a Liam. Se levantó y, con un solo movimiento, se quedó igual que su amigo. La tensión se mezcló con la excitación en el ambiente. Ambos, muertos de risa y semidesnudos, sintieron sus corazones latir con fuerza ante lo absurdo de la escena.
—¡Venga, venga… empieza, amigo! ¡Si dices que es una mierda, a ver cuánto te cabe en esa boca! —vaciló, meneándosela para ponérsela dura al 100%.
La primera “prueba” fue torpe, un forcejeo lleno de risas. Mark, con los ojos llorosos, rodeó con su mano el rabo de su amigo y logró meterse la punta en su boca, pero sin más. La sensación fue extraña. Mark, inicialmente vacilante, sintió una oleada de excitación al experimentar algo nuevo así por primera vez.
—Más, ¿no? —murmuró Liam, con dificultad, entre risas—. ¡La punta no cuenta! ¡Quiero que se note la boca, la saliva! ¡Como si te la estuviesen comiendo!
Mark, sorprendido por su amigo, profundizó. Su boca se estiró, sus mejillas se inflaron mientras luchaba por acomodarse. El ambiente se volvió más íntimo, la broma inicial se transformó en algo más crudo, más visceral.
El reto, como una marea creciente, invadió a ambos. Liam, con los ojos fijos en los de Mark, se esforzaba por introducirse el miembro de su amigo más y más. El cuerpo de Liam tembló al notar la boca apretar su polla bien dura, y una corriente de placer recorrió su columna vertebral. Se dejó llevar, sintiendo la boca tibia y húmeda, moviéndose adelante y atrás en un buen ritmo durante unos segundos. Hasta que, de pronto, una oleada de calor inundó la boca de Mark. Un gemido profundo escapó de Liam cuando su cuerpo, sin previo aviso, lo traicionó por el momento.
El semen, espeso y lechoso, brotó con potencia en el interior de la boca de Mark. Al darse cuenta de que su colega se estaba corriendo, se la sacó con rapidez, pero la leche salía en numerosos chorros golpeando la sien y la mejilla con fuerza.
Mark se detuvo, con los ojos muy abiertos viendo como la polla de su mejor amigo seguía expulsando semen sin parar. La sorpresa inicial dio paso a un momento inesperado. El sabor, salado y desconocido, se extendió por su lengua. El choque de sus miradas, en ese instante, fue una revelación: en medio del desorden y la sorpresa, algo nuevo había comenzado.
Mark tragó varias veces, su garganta trabajando para deshacerse del los chorros que llenaron su boca. Sus ojos se encontraron nuevamente con los de Liam, que jadeante se encontraba con una mezcla de sorpresa, incredulidad y una pizca de excitación en su rostro sonrojado. Una risita nerviosa escapó de él, seguida de una carcajada.
—Jajaja… ¡¡es lo que hay!! —exclamó Liam, tratando de recuperar el aliento— Vaya corrida, joder. ¡No sé qué has hecho, pero no me esperaba eso!
Mark, aún recuperándose del torbellino de sensaciones y con la polla de su amigo en su mano todavía goteando algo, se unió a la risa, una risa que resonó en el pequeño espacio.
—Tú lo pediste, colega —respondió Mark, con una sonrisa descarada—. ¡Te he ganado!
El alcohol, que había sido el catalizador, ahora parecía potenciar la situación. La atmósfera se había vuelto más íntima, más atrevida. Ambos se examinaron con una nueva mirada, una mirada que valoraba la experiencia compartida.
—Me has dejado la boca pegajosa —dijo Mark, limpiándose los labios con el dorso de la mano, sin dejar de sonreír.
—Y tú me has dejado sin leche, cabrón —respondió Liam, guiñándole un ojo.
—No sé por qué, pero tengo la polla dura como una piedra, ¡mira! —aclaró Mark, empalmado como lo estaba su colega.
Sin mediar palabra, Liam se levantó, aún con el miembro erecto, tambaleándose un poco, y se dirigió a la nevera. Rellenó los vasos con whisky barato y hielo, y los alzaron de nuevo. El brindis fue breve, la aceptación tácita de lo que había ocurrido, un saludo al momento y a la imprevisibilidad de la noche.
—¿Vamos a por el siguiente trago? —preguntó Liam, con una sonrisa pícara.
—Solo mira cómo la tengo —respondió Mark—. No soy egoísta, me gusta también que ganen otros. Así que, al menos, debemos empatar, ¿no? ¡Ahora me toca a mí hacer que ganes tú!
Liam asintió, con los ojos brillando. La noche, que había comenzado como una simple borrachera, se había transformado en algo más, una aventura inesperada que prometía continuar. El camino por recorrer, ahora que se había abierto una nueva puerta, parecía lleno de posibilidades. Y en el aire, flotaba la promesa de más risas, más desafíos y más descubrimientos. La noche era una masa de olores a humo de cigarrillos, alcohol del barato y risas resonando en la casa después de semana de hablar y hablar por teléfono para poder quedar al fin tras semanas planeando verse después del trabajo.
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