El hombre con el que vivo llegará de un momento a otro y estoy tensa. Antes de que alguien juzgue mi situación de manera incorrecta decirles que todo esto está hablado y consensuado, que la puerta está abierta, que soy una mujer con recursos para vivir dos vidas. Que si estoy aquí y vivo esta experiencia es porque me apetece hacerlo.
Hace dos meses vivía con un chico más joven que yo, un encanto. Sabía tocarme, era romántico, considerado, educado y casi nunca me llevaba la contraria. Me gustaba, claro que sí, pero… era aburrido. No fue culpa suya, simplemente no tenía lo que hay que tener para ponerme en mi sitio. Mí carné de identidad dice que soy una adulta desde hace un par de décadas, pero la realidad es que no lo soy y alguien tiene que ponerme en su sitio. Ojalá que hubiese tiendas donde ir y decir “he sido mala, puedo usar su máquina de castigar”… pero todo el mundo tiene tanto miedo a cantarme las cuarenta.
Ya falta poco, la cena está preparada, yo estoy preparada para lo que él quiera.
-buenas tardes cariño. ¿Qué tal el día?
-de pena… mi jefe es un cabrón, un…
No sé la razón pero me gusta contabilizar los insultos y tacos que dice mi chico, cuantos más usa más alterado está… por suerte me tiene a mí para relajarse a su manera.
Hoy voy directa al grano. Me arrodillo frente a la silla dónde está sentado, le bajo los pantalones y los calzoncillos y me encargo de su miembro. Lo agarro, lo beso y lo introduzco en mi boca. El no dice nada pero sé que le está gustando.
Luego, de repente, me llama “guarrilla” y otras muchas palabrotas que prefiero omitir. No sé el motivo, pero parece que me he ganado unos azotes.
Me bajo los pantalones y las bragas y me tumbo sobre sus rodillas. Me pellizca las nalgas, me mete su dedo índice por el culo y empieza a palmear el pandero.
Se quita el cinturón y lo dobla.
Estoy en el suelo, a cuatro patas, mi cintura entre sus piernas.
Me arrea con el cinto en el trasero desnudo cuatro veces y tirando el cinturón al suelo pide la cena.
-Ahora caliento el arroz. -digo levantándome y subiendo bragas y pantalones bajo su mirada.
Empezamos a comer, uno, dos bocados.
-inclínate sobre la mesa.
Obedezco. Dejo el tenedor, me levanto y apartando mi plato apoyó la parte superior de mi cuerpo sobre la madera.
El también se levanta, camina y se pone detrás y con una mano, en dos tirones, desnuda mi culo.
Muerdo el labio y espero entre nerviosa y excitada mientras el aire de la habitación acaricia mis glúteos. “¿Me pegará más? ¿me meterá el palo de la escoba por el ano? ¿Me…” El calor de su pene dentro de mi vagina me saca de dudas. Empuja con fuerza una y otra vez. La mesa se mueve y temo que algún plato caiga al suelo. Gimo y pido más, la electricidad recorre mi cuerpo, el placer viene y vuelve y alcanza cotas más altas.
No creo que hayan pasado más de cinco minutos, pero ha parecido mucho más. Tendría que ir a limpiarme, pero él se ha sentado de nuevo, sin pantalones, con todo al aire, y yo le imito. Los pelos del coño mojados y mis mejillas encendidas.
-Es mejor quitarse la ropa, hace calor.-dice.
Se desnuda y yo le imito. Mis tetas al aire, colgando, no importa.
Hablamos, conversamos de trivialidades mientras comemos y bebemos un poco de vino.
-tengo que ir al baño. -me disculpo levantándome.
Notó su mirada en mi trasero, mis nalgas temblonas camino al baño.
-Espera, te acompaño que acabé -dice de pronto.
Entramos los dos en el baño y cierro la puerta de manera innecesaria por costumbre. Solo que esta vez no estoy sola, no tengo intimidad.
Yo me siento en la taza del retrete mientras él, con el pene colgando, echa pasta de dientes en el cepillo.
Empiezo a orinar.
Me tiro un pedo.
Sigo orinando.
Mi chico me mira y yo enrojezco, pero sigo como si nada cogiendo papel higiénico y secando mis partes.
El me sigue mirando, su pene creciendo de nuevo.
Bajo la tapa del retrete.
-Apoya las manos en la tapa.
Obedezco inclinándome y dándole la espalda.
El separa mis nalgas e inspecciona mis agujeros. Luego me penetra por detrás.
Un, dos, tres embestidas y se tira uno y me da la espalda.
Y paso mi lengua sobre su apestoso ano.
-mete bien la cara y la nariz. -ordena
Espero uno más, pero él se limita a estar quieto unos minutos y luego se va.
Esa noche, en cama, nos besamos en la boca. Luego, me besa en el cuello y juega con mis pezones haciendo que mi espalda se arquee.
No hablamos de amor, esto no tiene nada que ver con el amor. Esto, para mí, es necesidad.
Un día me comentó lo de traer a una chica joven, para jugar con ella. No debí poner muy buena cara. Quizás soy una egoísta o quizás lo quiero todo para mi. “Azótame, juega con mi cuerpo, humíllame… pero quiero ser la única.”
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