Ella probando mi licor

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Esto pasó hace unos años, en verano. Una de esas tardes de agosto había quedado con mi amiga Sara en su casa, sus padres andaban de vacaciones. Solíamos oír discos y beber un licor que ella traía de su pueblo, riquísimo, por cierto.

La idea era salir esa noche por ahí a una discoteca del centro, de hecho, nos habíamos arreglado para ello, pero antes sacó la botella del maravilloso licor para entonarnos antes de la juerga.

Lo mejor de ese licor era que entraba muy bien, era muy dulce y suave y cuando te querías dar cuenta te habías bebido la botella, pero te ponía muy chisposo sin provocar una mala borrachera o mal cuerpo. Por ello digo que era maravilloso. Empezamos a echarnos vasos y vasos y en efecto la botella se quedó vacía en un rato, mientras oíamos sus discos de música siniestra.

“Buf tía, ha caído la botella, ya verás tus padres que bronca te echan” dije yo la mar de chisposo.

“Bah, mis padres traerán otras tantas así que no van a echar en falta una, además para eso está, para bebérselo, esencia de mi pueblo jajaja” respondió ella riendo y muy chisposa también.

“Bueno” dije yo, “creo que estamos listos para irnos de fiesta ¿no?” Era mi plan verdadero y no había pensado en nada más, lo juro.

“Esperemos un rato, a que nos suba bien el licor y te pongo un disco que quiero que oigas” dijo ella sin moverse del sitio.

El caso es que se había hecho tarde, y se estaba genial en su casa así que no me importo esperar y poco a poco me iban entrando ganas de quedarnos allí con nuestro puntillo y de risas. Ella pareció leerme la mente porque dijo: “mira, ya es muy tarde y estamos aquí muy a gusto. ¿Nos pasamos aquí la noche mejor? Ahorramos pasta y estamos más tranquilos”.

“Por mi estupendo, no tendrás más licor ¿verdad? pregunté interesado.

“jajaja que va tío, era la última botella, ¡hay que mantener este puntillo como sea!” dijo entre risas.

Nos tumbamos en su cama, cara a cara, era muy estrecha (la cama digo) y seguimos hablando. De repente nos quedamos callados, y estallábamos de reír, el licor estaba en su máximo efecto.

La música que sonaba era tremendamente oscura y erótica, y el calor veraniego más el efecto del licor hicieron el resto. Sin casi darnos cuenta nos estábamos morreando, primero suavemente y de nuevo nos entraba la risa tonta, como niños. Pero poco a poco fuimos perdiendo los papeles y ya que habíamos llegado a ese punto daba igual, así que se echó sobre mí y me comió la boca salvajemente mientras yo agarraba fuerte su culo a través de sus ceñidos vaqueros, apretándola contra mí.

Me excité muchísimo, no esperaba que pasara esto, así que entre la sorpresa y la situación en si estaba de lo más caliente. Era delicioso el gusto a licor que compartíamos en nuestras bocas, empecé a subirle la camiseta despacio, eso la hizo ponerse más salvaje aun y comenzó a descender por mi cuerpo, levantó la mía y lamió mi pecho, mis pezones, mi vientre… y se detuvo preguntándome: “¿puedo bajar… más?”.

La respuesta era muy obvia, y le dije que claro que si, mientras moví mi cadera hacia delante acercándole así mi entrepierna a la cara. Desabrochándome los pantalones sacó mi pene que estaba muy duro y comenzó a darle besitos y lamidas muy suaves y rápidas a la punta. Estuvo ahí un buen rato haciéndome sufrir, yo me retorcía y deseaba que se la metiera en la boca ya, me palpitaba y ardía, estaba excitadísimo.

“Eres un ansioso” dijo riendo mientras seguía su tortura en mi pene, y de repente quiso ser buena chica y la devoró hasta casi el fondo. La sensación fue brutal, di un pequeño respingo y un sonoro gemido, y ella me miró y sonrió con mi polla dentro de la boca. La chupaba increíblemente bien, chupaba la punta varias veces y se la introducía hasta más de la mitad, masturbándome con la mano y moviendo rápido su lengua. Imponía un ritmo rápido, se veía que le encantaba hacerlo y yo estaba fuera de mí. Nunca hubiera imaginado así a Sara.

Paró y empezó a quitarse los vaqueros, yo me masturbaba mirándola, tardó poco, volvió a la cama y siguió mamándomela, chupando y chupando y comiéndola hasta que yo ya no podía más, o paraba o me corría, ¡qué gusto joder! Debió intuirlo porque se subió encima de mí y se quitó la camiseta (no llevaba sujetador, ¿lo habría planeado todo?) pero no las bragas y empezó así a restregarse con ellas puestas encima de mi polla, la aplastaba y apretaba fuerte. Empezó a moverse muy rápido, yo la besaba y acariciaba su tetas.

Empezó a gemir fuerte, yo quería follarla ya e intenté pararla y quitarle las bragas, pero me dio una respuesta que me sorprendió mucho:

“¡No! no me cortes esto, además no quiero que me la metas porque la tienes muy grande y me vas a hacer daño”.

Yo aluciné, no considero que la tenga muy grande ni pequeña, normal diría. Le insistí, pero ella no me hizo caso y siguió moviéndose fuerte, tanto que hasta me hacía daño y empezó a gemir y gemir con lo que comprendí que se estaba corriendo. Tuvo un orgasmo largo y por lo que deduje intenso, gemía mucho mientras se apretaba a mí.

Cuando terminó se tumbó en la cama boca arriba y suspiró. Yo la miré y en broma le protesté un poco por no haberme dejado penetrarla.

“Tranquilo” dijo riendo, “lo prefería así, me ibas a reventar con eso y no quería cortarlo, ha sido bestial, pero no te preocupes que vas a tener lo tuyo” dijo lascivamente.

Y regresó a mi entrepierna dolorida y dura y comenzó una nueva mamada más fuerte que la de antes, chupaba y chupaba mi polla, masturbaba fuerte el tronco con la mano derecha, procuraba metérsela lo más posible, mamaba divinamente y me daba un placer tremendo.

Tras toda esta sesión no aguantaba mucho más así que noté que me venía un inevitable orgasmo y se lo hice saber:

“Sara no aguanto más, si sigues así me derramo ya mismo” le dije.

“Córrete a gusto que te lo mereces” dijo ella mientras me la comía más fuerte aún.

“Pero… te lo vas a tragar” le advertí yo, por si acaso.

“Sara siempre se lo traga” respondió riendo.

Así que me abandoné al placer absoluto y comencé a correrme muy fuerte y muy intenso dando gritos casi, mi esperma estallaba en su boca mientras ella mamaba y lo iba tragando. Me corrí mucho rato, parecía no acabar nunca y dolía de placer. La miraba, mi semen se resbalaba por su boca y su mano con la que la cabrona seguía exprimiéndome sin parar. Extendió todo mi jugo por mi vientre y lo lamió hasta secarlo, se tumbó sobre él y durante largo rato no dijimos nada.

Dormí en su casa y me despertó con otra mamada…

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