Aprendiendo con maduros (2)

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T. Lectura: 6 min.

Pasaron varias semanas después de mi primera experiencia con el sexo anal y el semen en la casa rural. Durante ese tiempo el saborear el semen de Carlos se había convertido en algo habitual (le volvía loco verme con la boca llena de leche) y el sexo anal lo practicábamos con menos frecuencia y aunque seguía siendo doloroso cuando me la clavaba al principio lo cierto es que mi cuerpo comenzaba a experimentar cosas diferentes: el dolor desaparecía cada vez más rápido y la sensación de placer iba creciendo poco a poco.

Lo que seguía siendo maravilloso era sentir como descargaba su leche dentro de mi culo, una sensación que me producía y me produce mucho más placer que cuando se corren dentro de mi vagina.

Eran unas fechas cercanas ya al cumpleaños de Carlos. Quería regalarle algo especial, algo que nunca olvidara así que estuve varios días lanzándole indirectas para intentar averiguar que podía ser. El día se acercaba y seguía sin saber que regalarle así que un día que pase por la panadería y Carlos estaba solo le pregunte directamente por su regalo. Su respuesta me sorprendió, pero solo en parte. Quería hacer un trío en el que participáramos yo, él y otro hombre maduro. Lo del trio no me pilló por sorpresa, aunque el hecho de querer que participara otro hombre en vez de una mujer si que me sorprendio.

Sabía que una de las fantasias de la mayoria de los hombres es hacerlo con dos mujeres asi que el que me lo pidiera con otro hombre me dejo descolocada. La verdad es que pensándolo friamente en el fondo me quede aliviada, primero porque nunca me han llamado la atención ni atraido las mujeres y segundo porque si disfrutar del sexo con un maduro era algo maravilloso hacerlo con dos debia ser una experiencia que merecia la pena probar.

El cumpleaños de Carlos fue un viernes que evidentemente dedico a su familia y a sus amigos. Para lo nuestro quedamos el sabado. Carlos fue el que se encargo de buscar un maduro de total confianza. Reservo una habitación en un hotel de las afueras y tambien una mesa para cenar en un restaurante cercano. Habiamos quedado con el amigo de Carlos (Pedro se llamaba) a las 9. Alli nos presentamos a la hora: Carlos con una camisa blanca y un conjunto negro de traje chaqueta que le hacia superatractivo.

Yo con un vestido rojo bien ajustado que me habia regalado para la ocasión con escote palabra de honor para que resaltara bien mi busto (es decir, sin tirantes) y que me llegaba a medio muslo, tanga negro y zapatos de tacon fino tambien negros. Cuando llegamos Pedro nos estaba esperando en el bar. Era un señor de unos 55 años con poco pelo y algo de barriga. No era especialmente atractivo, aunque estaba bien para sus años. Además, era de la confianza de Carlos y de lo que se trataba es de que Carlos tuviera una experiencia inolvidable, por lo que si él lo quería de esa manera no iba a ser yo la que pusiera ninguna pega.

La charla fue muy amena durante la cena. Yo estaba nerviosa pero poco a poco me fui tranquilizando, sobre todo al ver la charla de total confianza que mantenían ellos. Después de cenar nos fuimos a un pub cercano a tomar una copa y de allí nos fuimos a la habitación del hotel. Carlos se fue a refrescar al baño y Pedro me sirvió otra copa y estuvimos charlando en el sofá. “Que suerte ha tenido Carlos en encontrar una nenita como tú” me dijo. “Si yo fuera él no me separaría de ti ni un segundo. Hay muchos maduros que pagarían bastante dinero por estar contigo”.

El comentario me hizo sentirme incómoda, pero por suerte Carlos salió del baño y se sentó junto a nosotros, de tal manera que yo quede en medio de los dos. Charlamos de cosas absurdas y sin sentido, esperando que alguien rompiera el fuego y ese fue Carlos. Beso mis labios de aquella manera tan maravillosa que tanto me excitaba y Pedro no tardó en responder. Su mano comenzó a acariciar mis muslos con una mezcla de agresividad y dulzura que despertaron en mi un temor que sin saber por qué hacían que me excitación fuera creciendo. Carlos me seguía besando mientras sus manos comenzaron a masajear mis pechos por encima del vestido.

Pedro se arrodilló, me quitó los zapatos y comenzó a lamerme y besarme los dedos de los pies. Aquello terminó por calentarme por completo y decidí dar rienda suelta a todos mis deseos. La lengua de Pedro comenzó a subir lentamente por mis piernas, mis muslos, se perdió por debajo de mi vestido, hizo a un lado mi tanga y empezó a lamer mi coño de una manera muy salvaje, pero con una precisión enloquecedora.

Para entonces Carlos ya había bajado la parte de arriba de mi vestido lo suficiente como para comerme los pechos con su habitual maestría.. Mi cuerpo estaba en la gloria. Las lenguas de Carlos y Pedro lamiéndome me hicieron sentirme deseada como una perra en celo. No tarde en venirme en la boca de Pedro que pese a notar mi cuerpo estremeciéndose no dejo de lamer y succionar todos los jugos que salían de mi coño.

Para entonces ellos estaban ya semidesnudos, con dos bóxer muy ajustados cuyos bultos peleaban por salir de su prisión y no dejaban nada a la imaginación. Me quitaron el vestido, arrancaron mi tanga de un tirón y me pusieron de rodillas delante de ellos. “Vas a saber ahora lo que es una buena paja” le dijo Carlos a Pedro. Baje su bóxer y allí estaban sus pollas, duras, desafiantes y con ganas de recibir un buen masaje. La verga de Pedro era bastante larga pero delgada. Comencé a masturbar las dos a la vez , mientras mi lengua lamia los huevos de ambos alternativamente.

Después de un rato me tumbaron boca arriba en la cama y Carlos me comió el coño mientras Pedro acerco su polla a mi boca. La lamí tiernamente, pajeándola con suavidad, acariciando sus huevos e incrementando mi ritmo a medida que mi calentura volvía a subir con la comida de coño de Carlos. Cuando me tuvo perfectamente lubricada se incorporó y comenzó a follarme salvajemente, como un animal que hubiera pasado años sin follar. Esto hizo que Pedro se calentara todavía más y agarrándome fuertemente mi cabeza empezó a follarme la boca como un animal salvaje.

Me sentía dominada, como una puta a la que habían invitado para el placer de ellos dos. Tuve un orgasmo poco intenso, aunque el ver la cara de placer y felicidad que tenía Carlos fue mi mayor recompensa. Carlos se corrió dentro de mi mientras Pedro siguió follándome un rato la boca hasta que saco su polla y se corrió por toda mi cara. Cerré mi boca instintivamente ya que si bien me gustaba el sabor del semen todavía no estaba preparada para probar el de un completo desconocido.

Me fui a duchar y me tomé mi tiempo. El trio estuvo muy bien al principio, aunque no fue todo lo placentero que esperaba con la penetración. Lo que yo no sabía es que lo mejor estaba todavía por llegar. Sali del baño y estaban los dos sentados en el sofá, tomando una copa y con las vergas apuntando al techo. Me dijeron que me quedara de pie en el centro de la habitación, se acercaron a mí y derramaron sus copas de whisky por todo mi cuerpo. Me lamieron entera sin dejar un solo rincón de su cuerpo por el que no pasaran sus lenguas. Carlos se quedó arrodillado delante de mi coño y su lengua comenzó a lamer en círculos la punta de mi clítoris mientras uno de sus dedos me penetraba suavemente.

Pedro se había incorporado y estaba detrás de mi restregando su verga contra mi culo mientras me besaba el cuello y sus manos pellizcaban mis pequeños pezones. “Ahora me toca follarte a mi nenita” me dijo Pedro. Mi coño volvía a estar mojado y las palabras de Carlos dieron vía libre a Pedro: “Ya tienes a la putita preparada amigo”. Pedro me agarro de las caderas y me la metió con delicadeza. Yo me agarré al cuello de Carlos y empecé a besarle apasionadamente mientras Pedro aceleraba el ritmo de sus embestidas. Mi lengua y la de Carlos se cruzaban con mucha fuerza mientras sus manos amasaron mis pechos y excitaron todavía más mis ya duros pezones.

No recuerdo el tiempo que me tuvieron así, pero fue algo maravilloso. Las embestidas de Pedro, la boca de Carlos, sus manos en mis pechos… hicieron que me produjeran unas oleadas de placer que culminaron con un orgasmo brutal que hicieron temblar mis piernas de tal manera que si no llega a ser porque estaba agarrada al cuello de Carlos me hubiera caído. Por su parte Pedro había dejado de follarme y estaba pajeándose hasta que esparció su leche por mis nalgas.

Estaba hecha polvo. Solo quería descansar, pero no me había dado cuenta de un pequeño detalle. Carlos la tenía todavía dura. Se sentó en el sofá con Pedro a su lado y me dijo con su dedo que me acercara. No hicieron falta palabras. Con mi espalda y mis nalgas mojadas por el semen de Pedro hinque mis rodillas delante de su gruesa verga y empecé a mamarla como si fuera la última polla que iba a degustar en mi vida. “Joder Carlos, me habías dicho que era buena pero no que era toda una putita”. Yo no hice caso al comentario y seguí trabajando la polla de Carlos como más le gustaba a el: mirándole a los ojos y con cara de niña buena.

Pedro volvía a tener la verga dura y empezó a masturbarse. “Hay que ver que aguante” pensé para mis adentros. La polla de Carlos ya estaba casi a punto. Me la metí hasta la mitad de la boca, la aprisione con mis labios y mi mano masturbo la otra mitad de su tronco hasta que se corrió inundando mi boca de tibia leche. Cuando le saque hasta la última gota me pase su semen por mis labios, lo recogí con mi lengua y me lo trague mientras sonreía y veía los ojos de felicidad de Carlos. Fue un momento dulce que se rompió por un grito ensordecedor que salió de los labios de Pedro: “Zorraaa” grito mientras su polla empezó a expulsar la poca leche que le quedaba en los huevos.

Despedimos a Pedro y Carlos y yo nos duchamos juntos para luego dormirnos abrazados en la cama. Era una mujer feliz, pero ignoraba por completo que unos pocos meses más tarde mi felicidad se vería truncada por un acontecimiento ante el que nada podría hacer. Aunque eso lo desvelare en el siguiente capitulo.

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