Algunas veces para mí otras para él

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T. Lectura: 11 min.

Ya todos nos conocen soy Lau y mi esposo José. Hemos incurrido en varias experiencias en estos últimos años que hemos contado en varios relatos, que nos encantaría que lean y comenten.

La otra noche una amiga mía, Lina, bastante más joven que nosotros me propuso acudir a un almuerzo que habían organizado sus padres, en su casa de la sierra. Nos pareció una oportunidad para volver a tener actividad de pareja. Lina es mi amiga del gimnasio desde hace unos tres años, viene de una familia acomodada, y la hora juntas en el gym me había elegido para apoyarse en algunas decisiones.

La mañana, amaneció un día radiante. A la finca, se llegaba por un camino de tierra, no muy lejos de donde vivimos.

La casa presentaba una hermosa vista, construida en una sola planta, bajo una cubierta de madera con los cerramientos de piedra típica de esa zona de la sierra.

Al llegar vimos que la gama de vehículos aparcados en el prado que hacía de parking, daba una idea del perfil económico de los asistentes dado que el nivel de los padres de Lina era muy alto. La situación nos producía cierto nerviosismo, inseguros ante ese tipo de gente que pertenecía a una sociedad que vemos inalcanzable para nosotros, de origen mucho más sencillo.

Al vernos, Lina abandonó el grupo en el que se encontraba y salió a nuestro encuentro.

Iniciamos una ronda de presentaciones a los diferentes invitados. Ahí conocimos a los padres de Lina, Luis, un hombre de presencia intachable, mayor que su mujer sin llegar a aparentar los setenta y muchos que debía tener. Era un señor de aspecto atlético, con cabello corto que cubría toda su cabeza, sienes plateadas, una recortada barba y ojos negros de mirada cálida y profunda.

Su mujer actual, que no es la madre de Lina, Lola que mostraba una clase nada artificial. Debió de recibir un cursillo de estilo y clase al nacer. Vestía unos vaqueros de marca ajustados, realzando un pecho firme. Llevaba zapato con tacos, haciendo juego con su camisa. Su look le hacía aparentar muchos menos años que su marido.

Nos aceptaron sin reservas como unos perfectos anfitriones.

—Hola Lau, encantado de conocerte. Lina habla muy bien de ti —inició la conversación ella.

Era importante romper el hielo con temas de conversación que invitaran a la participación, sin caer en el vulgarismo del fútbol o en el arriesgado tema de la política. Mi mente vio enseguida la posibilidad de charlar sobre sus empresas y alagar sus trabajos de los que Lina me había hablado.

—Yo me ocupo del mundo publicitario dentro de la empresa, aclaró Lola, con un tono de voz acorde a su elegancia.

Traté de disimular mi inexperiencia en ese campo, sin decir nada comprometedor.

Justo Lina me separara para hacer grupo con otras amigas. Luis, su marido, se abraza con la estupenda señora mucho más joven que él y se retira a charlar con otros invitados.

José se encontró solo con Lola, la mantenía en una conversación con ella en torno a su actividad en la que se veían muy a gusto, quizás porque estuviera bajo el encanto de una mujer super atractiva.

Según avanzaba la conversación iba viendo en ella, no a la mujer del padre de Lina, sino a una señora de trato muy agradable que además de su estilazo, estaba buenísima, alimentando unas ridículas imaginaciones sin sentido dado que era toda una señora.

La comida se sirvió en el exterior, alrededor de la piscina, en mesas donde podíamos auto servirnos o esperar al servicio de catering externo contratado. Lina nos atendía permanentemente. Entablamos algunas conversaciones con unos y otros, apenas.

Por la tarde, se organizaron actividades diversas, yo me había apartado con el resto de las chicas del gym. Y José se unió a un grupo en el que Lola enseñaba los alrededores de la casa.

Cuando termino en recorrido José se acercó a mi mesa, donde nos encontró alegres y sonrientes.

A media tarde, nos despedimos de los anfitriones que, educadísimos, nos dieron las gracias por asistir. Lola seguía con el mismo aspecto lozano con el que nos recibió a pesar de haber pasado todo el día conversando con unos y con otros, bajo el efecto de un calor por momentos muy intenso.

— Los quiero invitar a visitar la empresa — dijo Lola, queda muy cerca de su casa.

Parecía que habíamos superado la prueba ante genuinos representantes de un mundo tan diferente del que estamos acostumbrados.

En el camino de regreso a casa le comento a José que Lola me ha felicitado refiriéndose a ti.

Días después me llamó Lola para confirmar la visita a las instalaciones de su empresa. Consideré cancelarla, no sé qué íbamos a hacer nosotros en semejante empresa, y la verdad no nos interesaba mucho conocerla, pero recordando lo bien que me había caído, acabaron de convencerme.

Al llegar a la empresa Lola se presentó con una elegancia discreta, como corresponde a las señoras de su posición que la hacía aún más atractiva que el día de la fiesta.

Lina apareció desenfadada, con top blanco que dejaba el ombligo al aire y los típicos vaqueros deshilachados ajustados a su cintura.

No pude evitar ver el revoloteo que armaba a su paso, mientras nos enseñaba los diferentes departamentos, las zonas comunes del personal, un mini gimnasio y el área de ordenadores operando.

Un instante José queda a solas con Lola, donde no pudo dejar de reconocerle su elegancia. Quizás en la oficina donde la edad media del personal es alrededor de 30 años, Lina llamó más la atención, pero para José, admiraba la clase, la belleza madura, su seguridad, y para qué negarlo, sus curvas que le parecieron mucho más atractiva que aquella niña.

—¿Me permiten invitarlos a comer? —propuso agradecida.

Nos llevó a un sitio cercano, donde inevitablemente comentamos la reunión en la sierra de la que alabamos lo bien organizada y la belleza del entorno de la casa.

—Yo también provengo de una familia de clase media, que tuve que esforzarme en la universidad mientras trabajaba a la vez que daba clases, nos dijo.

Nos sorprendió esa confesión. Habría jurado que era una aristócrata de cuna.

—No lo parece. Eres la mujer con más clase de todo tu entorno, le respondí.

—Mi madre me educó bien. Después he tratado de buscar referencias de personas importantes. Y para qué negarlo, Luis, su familia, su imperio también han ayudado. Cuando lo conocí no sabía nada de su familia. Y, de momento, no me han hecho sentirme parte de ella.

—Pero… Tú eres una mujer extraordinaria, ¡lo tienes todo! —exclamé sincera.

—Por mucho que tengamos, a veces deseamos aquello de lo que carecemos —su expresión cambió.

—¿Cuál es tu carencia? —preguntó curioso José.

—Sentirme valorada por mi marido. No haber creado una familia tan unida como la que formaron mis padres. —Ante el tono de seriedad que había adoptado, sonrió y cambió— Luis disfruta manteniendo pequeñas aventuras.

—Lo siento —Impulsivamente, tomé su mano que tenía sobre la mesa.

—Lau y yo tenemos pequeñas aventuras, solo que todas son consentidas por ambos y ninguna nos las ocultamos, siempre tratamos de que esas aventuras sean juntos, confeso José.

—Guau — exclamó y rio, contagiándonos la risa.

—Me halaga que te haya generado la confianza necesaria como para que te confesaras —reconocí.

—Me ha venido muy bien hablar con ustedes. Podemos repetir comida cuando quieran.

Con el olor que nos dejó su perfume no pudimos casi reaccionar en toda la tarde. ¿Saldrías con Lola?, le pregunto a José.

—Me encantaría, pero si su marido se entera, con el poder que tiene seguro me mandaría a matar dijo sonriendo.

Pasaron varios meses sin que sepamos nada se ellos, solo me veía con Lina en el gym. Hasta que un día le pido a José que me llevara a la casa del campo de Lina, junto a otras de nuestras amigas del gym, con las que teníamos planes de fin de semana por la despedida de soltera de Patricia, otra de las chicas de gym.

Habíamos quedado en hora y lugar, desde donde saldríamos las ocho amigas en dos coches, en realidad, inicialmente no pensaba ir, porque ellas son mucho más jóvenes que yo, pero me convencieron de que me vendría muy bien desconectar.

Al llegar, oh sorpresa, Lola nos recibió vestida de modo rural, confirmando que las señoras con clase lo son incluso en traje de campo. Con sus vaqueros y las botas de montar, caracterizada como una típica vaquera del oeste, solo le faltaba un sombrero tejano y John Wayne a su lado para rodar un anuncio de Marlboro.

—Perdonen esta pinta. He ido a montar a caballo y después me entretuve en los boxes. ¡Lina! —gritó—. Han llegado tus amigas.

Nos abrazamos como si no nos hubiéramos visto en años. Lina, embutida en un short con camisa ajustada, nos hizo pasar a la casa, luego de una charla. A La vez, José pasaba con nosotras.

Lola apareció recién salida de la ducha. El cabello aún húmedo le goteaba sobre la camisa de cuadros que dejaba a la vista su cintura. Por debajo de ella, unos vaqueros ajustados que realzaban una figura que la mayoría de las mujeres de su edad admirarían.

Mientras con las chicas nos preparábamos para marcharnos, Lola y José estuvieron hablando de cosas genéricas, de lo que le había gustado la visita a su empresa, y tu casa, es preciosa — dijo.

—Y solitaria. ¿Te acuerdas lo que hablamos? Luis está de pesca. Lina se marcha. Mi compañía son los perros y los caballos.

Al subir a los autos con las chicas, le doy un beso a José, le guiño un ojo y le susurro: que quedas solo con Lola.

—pásenlo bien, que se diviertan. Nos dijeron.

Cuando ya nos habían perdido de vista los dos coches, Lola se dirigió a José.

—Te debo una invitación a comer. ¿Por qué no te quedas?

La temperatura, la belleza del lugar y la simpatía de Lola invitaban a aceptar.

Durante la comida, hablaron de cine, de historia, de la actualidad social. José se sentía muy bien allí, gustaba el entorno y sin pretender parecer grosero, no le sacaba los ojos de sus tetas que sobresalían por el escote de esa camisa de cuadros y su culo remarcado por los pantalones vaqueros. Cierto es que aceptó la invitación a comer pensando que sería sin tanto riesgo, pero a estas alturas del partido se sentía con ese punto de excitación que te lleva a arriesgar.

— Si te apetece, cuando se pase un poco el calor podemos salir a caminar, dice Lola.

—No tengo ningún plan para esta tarde. ¡Me encantaría!, respondió José.

Ya en su cabeza, regada por la botella de vino que se habían bebido, volvió a generar imágenes fantasiosas de esa mujer. Aún con recelos por su marido, ya no estaba tan seguro de lo que podía suceder.

Yo al terminar el almuerzo, le envío un mensaje preguntando donde estaba, si se había vuelta a casa. Al que respondió enseguida diciendo que había almorzado con Lola. Ahí sospeche que algo iba a pasar entre ellos. Y le escribo que me cuente todo lo que iba pasando que quería saber si se la iba a coger.

Con un jajaja, solo charlamos de temas triviales nada de sexo, no creo que una mujer como ella quiera coger conmigo, me responde.

A eso de las cinco, salieron al campo que rodeaba la casa. El arbolado los protegía del sol y lo hacía más agradable. No se divisaba ni una construcción a la vista.

—Me alegro de que te quedaras, me sentía muy sola.

—Gracias por tu invitación, la pasamos genial, me fascina tu personalidad, tu clase.

No era solo eso, había atracción física notaba José.

—Tienes un cuerpazo. Y un pecho increíble, pareces una adolescente.

—Me mantengo a mi edad. Jajaja.

—Tu edad? Que debe ser igual a la mía. Jajaja.

Se pudieron de frente José la tomo de los hombros mirándola a los ojos fijamente, le dijo: Sabes que estamos jugando con fuego, ¿verdad?

—Supongo que sí —dijo deshaciéndose de sus manos.

Cuando regresaron a la casa, el sol estaba casi en el horizonte. El rojo fuego del sol, al reflejarse sobre el verde de los árboles, era fascinante. Ahí José me escribe otro mensaje: es una mujer brutalmente sexy, no sé cómo será en el sexo, pero me estoy calentando con ella.

Luego me comento que la situación que se había creado entre ellos en ese momento no podía ser más excitante. Cuando ella se giró hacia la puesta de sol, sin pensarlo, la abrazó por detrás. Ella giró su cuello y con una mirada sexy y con los labios húmedos y frescos, muy cercanos a él le prepuso.

—¿Por qué no te quedas a cenar? Preparo algo ligero, me gustaría hablar contigo de un tema personal.

La ayudó a preparar una improvisada mesa en el porche donde la temperatura era deliciosa. Cada uno se fue a dar una ducha, ahí fue cuando José me llama al celu para darme el reporte de todo lo que había sucedido en la tarde mientras yo seguía en un pub con las chicas y muchos jóvenes que nos bailoteaban.

José sentado en la sala principal esperaba, hasta que pudo ver como salía del interior de su habitación ligeramente cambiada, con una camisa ajustada, el pelo suelto, peinado, cayendo sobre su espalda y una pollera que llegaba sobre sus rodillas que mostraban unas hermosas piernas.

Esperó a que estuviesen sentados, para iniciar la charla.

—Esta semana he hablado con Luis. Le he pedido que nos demos un tiempo.

—Vaya, eso es serio.

—Le dije que conocía sus aventuras y que a partir de ahora yo también me quería sentir libre para hacer lo mismo que él.

Lola estaba decidida. Iba por todas.

—Si le pido el divorcio perdería parte de su vida social que yo le enriquezco. La época que el hombre podía tener aventuras y la mujer se quedaba en casa, terminó hace años. No pretendo ir de cama en cama, pero quiero sentirme libre y poder estar con quién considere. Y mirándome, sonrió. —Lástima que eres casado.

Ahí sin dudar José, respondió —Ya te hemos contado que con Lau tenemos una relación abierta en que los dos podemos estar con otra persona, en más ya estuve hablando con ella hace un ratito y ella misma me pregunto si ya hemos tenido sexo, lo que les generó risas cómplices.

El deseo que mostraba Lola era correspondido, la conversación y la sensualidad los estaba excitando mucho a él.

—Serías el primer hombre con el que tendría un polvo después de conocer a Luis. Pero aún no me siento segura por Lau.

—Tú no eres mujer para un solo polvo. Quiero a Lau y si ese es tu miedo puedo llamarla ahora mismo y decirle que voy a coger contigo.

—Sabes que me atraes desde que te conocí. Me pareces un hombre excelente, sencillo, varonil. Que suerte tiene Lau y que bueno que cada uno tenga la posibilidad de estar con quien quiera, sin esconder nada al otro.

No pudieron contenerse, se acercaron y el primer beso llego con una sed generada en las horas que han pasado juntos. Ella se entregó a ese beso con la misma furia, sin despegarse durante una eternidad.

—¿Por qué no nos tomamos esta noche para nosotros? Podemos celebrar mi despedida de casada. Estoy seguro de que Lau y las chicas van a llegar muy tarde.

Una sonrisa y la repetición del beso fue su respuesta. Puso música veraniega. Preparó dos copas y continuaron con sus muestras de cariño que fueron interrumpidas por una llamada de Luis, en la que logro que el tono de su voz vaya in crescendo. Puso el modo manos libres para confirmarme la situación entre ambos.

—No permito que puedas tener una aventura —gritaba Luis.

—No se trata de que lo permitas. Cuando estés preparado para ser un marido fiel, volvemos a hablar.

Colgó. Y con movimientos sensuales, tomó su copa, y propuso un brindis.

—Por nosotros —dijo triunfante, necesitaba dar este paso para sentirme libre.

Recibió una nueva llamada de Luis. Fue breve porque ella no le dio pie a la conversación. La cara de José debió cambiar y ella vino a su lado pidiendo que se olvidara de todo. Esta noche era suya, y nadie podía quitársela.

—Seguro que tú no vas a tener problemas con Lau?

Y lo besó con la furia de la hembra que se sabe al mando. La noche refrescaba para seguir en el porche. Caminaron hasta el dormitorio, entraron con la certeza de que ya no había dudas, ella se sabía triunfadora de su marido. La simpatía que generaba, lo agradable de su conversación, el morbo de la situación, solo fueron precursores de un deseo de la hembra, de la maravillosa mujer que era Lola, despojada de todo lo demás.

Abrió las sábanas, y se tumbaron vestidos acurrucándose, mirándose. Ya no había marcha atrás. Él estaba loco por cogerla. Pero a la vez que fue despacio disfrutando de su cuerpo, su ternura y ya no solo era el sexo lo que le atraía, sino también disfrutar de sus caricias, de su sensibilidad, de ese miedo subyacente que, aun disimulándolo, los invadía. Era la primera vez que iba a coger con un hombre diferente a su marido desde que lo había conocido.

Comenzaron un cursillo de Braille, para aprender a conocer sus cuerpos a ciegas, solo con el tacto de sus dedos, al tiempo que se comían a besos, bajo los rayos de luna que la ventana abierta de la habitación ofrecía.

Entre besos y caricias se fueron desnudando sin dejar de tocarse como si el dejar de hacerlo supusiera la desconexión de esa química brutal.

Cuando ya quedaron totalmente desnudos, José utilizó su lengua para beber un sorbo de su pasión directamente de la copa de su concha. Abrazó sus muslos para abrirlos, y ella adivinando su intención elevó las rodillas, abriendo las compuertas de par en par, para que entrara la pija que buscaba su agujero sediento y enfadado con su marido.

Sintiéndola dentro apretó sus manos contra el culo, haciendo de palanca, para que sus embestidas le llegaran más dentro.

José la veía y sentía poseída, acompasando sus movimientos suaves y violentos, tranquilos y ardorosos, mientras le murmuraba palabras que venidas de una mujer se su clase eran irrepetible, reales, no fingidas, embriagando sus oídos con su respiración jadeante.

Justo en el instante de su grito de éxtasis, José acaba, compartiendo orgasmo. Cayeron callados, abrazados el uno al otro, sintiendo ambos que esa comunión que experimentaron, no solo los dejó satisfechos de sexo, había colmado las necesidades emocionales que a ella la llevaron a embarcarse en esa aventura.

Se envolvieron en unas sábanas sobre la espalda y salieron al porche, la noche estaba estrellada, era cómplice de la química que había entre ellos.

—Cogerte me ha encantado, pero estoy disfrutando el día entero, dijo ella mientras se quedaron mirando las estrellas.

Volvieron al dormitorio a repetir caricias. Esa mujer para José llevaba en la piel un componente afrodisíaco y solo al tocarla, abrazarla activó todo su cuerpo.

Ella se subió sobre él y abrazó con sus preciosos, grandes y operados pechos su pene, frotándose contra él. Bajó más le dio un beso a su pija, no esperó la respuesta de su verga para metérsela en la boca y, con suavidad, sin aparentar prisa alguna, fue rodeándola en círculos, con la experiencia de haberse comido más de una, muchas veces.

A José le pareció egoísta por su parte disfrutar solo de una mamada. La giró sin que llegara a soltar la pija en ningún momento, situando su boca frente a su depilado y mojado coñito. Le fue acariciando su clítoris al compás que ella succionaba. Adelantó su pelvis hacia su boca en una señal inequívoca de que le estaba gustando, lo que comenzó a hacer aceleradamente.

Él se alertó que iba a explotar pronto y a la vez dejó de controlarse, de tal forma que sacó petróleo blanco a la vez que se activó el altavoz de su vagina que magnificó sus gritos de satisfacción.

Estuvieron un rato abrazados en silencio, sucios de sexo, quietos pero contentos, relajados, hasta que ella le propuso darse una nueva ducha juntos y que él vaya a dormir a uno de los dormitorios antes que llegáramos nosotras, Lina y sus amigas y no los encontráramos desnudos y pegados en una cama.

Cuando empezaron las primeras luces del día, en esa zona del campo refrescaba. Llegamos nosotras con varias copas de más encima y nos repartimos en los dormitorios de la casa, pude conocer en cual dormía José al escuchar el grito de una de las chicas que al abrir la puerta lo encontró desnudo tirado sobre la cama. Hacia allí fui y aproveché para cubrirlo con las sábanas. El roce de la tela, lo hizo revolverse y buscar mi cuerpo. Se encontró mis labios en el camino y aprovechó para besarlos y con una sonrisa volver a cerrar los ojos.

Era más de las doce del mediodía cuando me despierto por las caricias que me estaba propinando José a mi lado, nuestros cuerpos descansados se fueron tensando y poniendo en formación de combate. Era una hora ideal para enfrentarse cuerpo a cuerpo.

Desnudos envueltos en sábanas le pido que me cuente todo con lujo de detalles lo que había ocurrido. Mientras caricias, besos, lamidas, iban para arriba y para abajo, a la vez que mi cara se iba mutando en un rostro de vampiresa. Sus dedos se deslizaban hacia mi vagina e introduciéndolos con sigilo comprobó que la escarcha de la mañana estaba en su esplendor. Es que mi noche también había sido caliente en aquel pub.

Con la experiencia de conocernos muy bien, ralentizamos nuestros movimientos, nuestras caricias, nuestros besos. Comenzamos a coger en cámara lenta, a recorrer nuestros cuerpos con mucha lengua, en repetidos viajes de ida y vuelta. Apenas nos movíamos, éramos como un velero en medio del océano en días de calma. Abrazados, con el suave mecer de mi pelvis marcando un suave ritmo, con la humedad de su lengua comiéndome la boca, y con la ayuda de sus manos acariciando mi culito, consiguió que estallara de una forma dulce y tranquila.

Al levantarnos nos dirigimos al comedor donde casi todas las chicas estaban almorzando, al recorrer con mis ojos no veo a Lola, y pregunto enseguida por ella. Lina responde que tuvo que volver a la ciudad porque Luis se tuvo que volver de su viaje de pesca.

Antes de emprender camino hacia casa, José recibe unos mensajes de Lola explicando los motivos por los que no se pudo despedir. Agradeciendo el día que paso y que iba a recordar este día para siempre.

A lo que contesta que todos los hermosos momentos pasados, fueron mérito ella. Agregando que yo le enviaba saludos.

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9 COMENTARIOS

  1. Hola querida amiga! Hermosa experiencia. Espero muchas más, y ojalá, (estoy buscando) se me cruce una dama como Lola.
    Te mando besitos bien húmedos.
    Sofía.

  2. Que buen relato LauJo!! . No sé quién de los dos escribe. Pero lo hace muy bien . Está historia es realmente buena.

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