Lucía y él eran compañeros de facultad, coincidiendo en varias materias. Cada vez que la veía caminando por los pasillos, él se acercaba y le ofrecía llevarla a su casa, especialmente en invierno, cuando el anochecer llegaba temprano. Ella, con sus 46 años, era mucho mayor que él, que apenas tenía 25. Lucía le había contado que siempre había querido estudiar, pero recién ahora, divorciada y con sus hijos ya grandes, había podido concretar su sueño.
Físicamente, ella no era el tipo de mujer que solo le atraía. Nunca le habían gustado las mujeres mayores, pero había algo en la personalidad de Lucía que lo cautivaba. Cada conversación que tenían, cada palabra que ella pronunciaba, se quedaba dando vueltas en su cabeza durante todo el día. Era como si su mente no pudiera dejar de pensar en ella, en su voz, en su forma de ser.
Un día, al despedirse con un beso en la mejilla, sus labios se rozaron accidentalmente. Lucía se disculpó, pero él no pudo evitar sentir una extraña emoción. Esa noche, en la soledad de su habitación, no pudo evitar masturbarse pensando en ese breve contacto. La imagen de Lucía, su sonrisa, su perfume, se habían grabado en su mente de una manera que no podía ignorar.
La siguiente vez que la vio, la llevó a su casa como de costumbre. Al llegar, al despedirse, él la tomó por la nuca con una mano y la besó. Lucía se dejó llevar, sorprendida por la audacia de su compañero. Él, envalentonado por su respuesta, metió la otra mano entre sus piernas, sintiendo la calidez de su cuerpo.
Los besos se volvieron más apasionados, más intensos. Él comenzó a bajar por su cuello, besando y lamiendo su piel, mientras sus manos exploraban su cuerpo. Lucía, inicialmente sorprendida, se dejó llevar por la pasión del momento. Sus manos se aferraron a los hombros de él, mientras sus labios buscaban los suyos con ansia.
Él la empujó suavemente contra la puerta del coche, sintiendo la firmeza de su cuerpo contra el suyo. Con una mano, levantó su falda, revelando sus muslos desnudos. Lucía jadeó suavemente, sintiendo la excitación crecer en su interior. Él, sin decir una palabra, se arrodilló frente a ella, mirándola a los ojos con una intensidad que la hizo temblar.
Con habilidad, él desabrochó los botones de su blusa, revelando su sostén. Lucía cerró los ojos, sintiendo la frescura del aire en su piel. Él besó su cuello, su hombro, mientras sus manos exploraban sus senos, masajeándolos suavemente. Ella gimió suavemente, sintiendo el placer recorrer su cuerpo.
Él bajó su cabeza, besando y lamiendo sus senos, mientras sus manos se movían hacia abajo, desabrochando su falda. Lucía se dejó llevar, sintiendo la excitación crecer en su interior. Él, con habilidad, le quitó la falda, dejándola en ropa interior. Ella se sintió vulnerable, pero la mirada de él la hizo sentirse deseada.
Con un movimiento rápido, él le quitó las bragas, dejándola completamente desnuda. Lucía se aferró a la puerta del coche, sintiendo la frescura del aire en su piel. Él, sin decir una palabra, se posicionó entre sus piernas, mirándola a los ojos con una intensidad que la hizo temblar.
Él comenzó a besar y lamer su sexo, mientras sus manos se movían por su cuerpo, explorando cada curva, cada pliegue. Lucía gimió suavemente, sintiendo el placer recorrer su cuerpo. Él, con habilidad, introdujo un dedo en su interior, mientras su lengua jugaba con su clítoris.
Ella se retorció de placer, sintiendo la excitación crecer en su interior. Él, sin detenerse, introdujo otro dedo, mientras su boca se movía con ritmo, chupando y lamiendo su sexo. Lucía jadeó suavemente, sintiendo el orgasmo acercarse.
Con un movimiento rápido, él la levantó, sentándola en el asiento del coche. Lucía se aferró a sus hombros, sintiendo la excitación crecer en su interior. Él, sin decir una palabra, se posicionó frente a ella, desabrochando sus pantalones.
Ella miró hacia abajo, viendo su erección, dura y lista. Él, con una sonrisa, la miró a los ojos, antes de posicionarse entre sus piernas. Lucía sintió la punta de su pene contra su entrada, antes de que él comenzara a moverse, penetrándola lentamente.
Ella gimió suavemente, sintiendo la sensación de plenitud en su interior. Él, con movimientos lentos y profundos, comenzó a mover sus caderas, mientras sus manos se movían por su cuerpo, explorando cada curva, cada pliegue.
La pasión se intensificó, mientras él aumentaba el ritmo, moviéndose con fuerza y determinación. Lucía se aferró a sus hombros, sintiendo el placer recorrer su cuerpo. Él, con habilidad, la besó, mientras sus caderas se movían en sincronía.
El orgasmo se acercó, mientras él se movía con más fuerza, sintiendo la tensión en su cuerpo. Lucía jadeó suavemente, sintiendo el placer crecer en su interior. Él, con un grito ahogado, se corrió, sintiendo su semen llenarla.
Ambos se quedaron en silencio, respirando agitadamente, mientras el placer se disipaba lentamente. Lucía, con una sonrisa, lo miró a los ojos, antes de besarlo suavemente. Él, con una sonrisa, la abrazó, sintiendo la calidez de su cuerpo contra el suyo.
En ese momento, supieron que su relación había cambiado para siempre. Lo que comenzó como una simple amistad, se había convertido en algo más, algo intenso y apasionado. Lucía, con su experiencia y madurez, había despertado en él un deseo que nunca antes había sentido. Y él, con su juventud y energía, había encendido en ella una pasión que creía olvidada.
Se miraron a los ojos, sabiendo que este era solo el comienzo de algo nuevo, algo emocionante. La noche los envolvió, mientras se besaban suavemente, sintiendo la conexión que los unía. La facultad, los estudios, todo quedó en un segundo plano, mientras se perdían en la intensidad del momento.
Y así, en el asiento de ese coche, en una noche fría de invierno, Lucía y él descubrieron un nuevo mundo de placer y pasión, un mundo que los uniría de una manera que nunca antes habían imaginado. La edad, la experiencia, todo quedó en un segundo plano, mientras se entregaban por completo al deseo y la lujuria.
![]()