El hijo del vecino

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-Ahora, Joel. Vía libre -anunció Matty al muchacho que tenía esperando para salir por la puerta.

Ambos llevaban un tiempo sintiendo el placer de la carne, cosa que agradaba a Matty tras soñar con ello desde hacía tiempo. Se fijó en Joel cuando su nuevo vecino, Gregorio y padre de éste, llegaron al edificio ocupando la estancia de enfrente. Gregorio y Matty tenían la misma edad y, por tanto, Joel era más joven que Matty. Aun así, ambos eran adultos y no tendría que ser problema que, entre ellos dos, existiese cualquier tipo de relación.

Al principio, Matty se contentaba con pelarse la polla hasta dejarse seco de semen, pensando en los polvos que le echaría al joven muchacho. Una vez se confesó con un amigo suyo de toda la vida, y éste le acuso de loco, que qué hacía a su edad tocándose sexualmente. Matty no entendía el comportamiento de Carlos, dado que, para él, la masturbación era algo natural.

Al parecer, resulta que tenía edad de caducidad según la que uno tenía. Y es que, el hombre alto y delgado, de largo cabello y barba espesa totalmente cana, y ojos verdes ya contaba con setenta años. Aún con todo, hasta la fecha, aunque no fuera cada día, ni cada semana, no podía quejarse de su vida sexual incluso a su larga edad. Y, si contamos que, gracias al ejercicio que realizaba varios días a la semana, Matty, podría decirse que estaba bastante bueno y levantaba pasiones.

-Adiós, amor -susurró Joel dándole un rápido beso en los labios a Matty y saliendo a largas zancadas, perdiéndose escaleras abajo.

Y Matty cerró la puerta observando con cuidado para no ser vistos. Si Joel viviese solo, o fuera de otro lado, ni Matty ni él tendrían que esconder su relación a nadie. De hecho, a Matty no le importaría que todo el mundo supiese que él y Joel son pareja y mantenían relaciones como cualquier otra. Pero, al estar Gregorio de por medio… Si por un casual ambos vecinos no tuviesen buena relación, la cual se podría llamar amistad a estas alturas…

Gregorio y Matty tenían una más que buena relación. Desde el primer momento ya apuntaban maneras para ser uña y carne, y así lo ha querido el destino. No había día que tuvieran alguna charla larga y tendida, o que fueran de aquí para allá probando lugares donde comer o tomar algo; la bebida favorita de ambos era la cerveza. Y esa buena amistad era la causa de que Matty y Joel tuviesen que esconderse. Gregorio, para empezar, era un homófobo de manual y suerte que Matty es bisexual y, por ende, podía nombrar las veces que follaba con mujeres ganando las jaleadas de Gregorio. No quería pensar lo que le haría a su hijo si se enterase de que era gay, y sería mucho peor para Matty si Gregorio supiese que su mejor amigo era el que le abría el ano con su miembro. Todo acabaría mal, muy mal.

Por desgracia, aunque no sabe si es cierto, una vecina chismosa, no hacía mucho, lo increpó dejando la duda en el aire. Cuando se lo contó a Joel, éste quiso ser positivo y pensar que fue casualidad. Pero Matty, sabio él, tiene otra opinión y, como se suele decir: piensa mal y acertarás. Desde entonces, aún extreman más la discreción.

La primera vez juntos fue hace ya varios meses, en pleno verano y sufriendo un calor abrasador. Matty estaba sentado en una silla en el balcón aprovechando que daba la sombra y dejando que una ligera brisa rozara su piel semi desnuda. Cuando llamaron a la puerta y Joel vio el espectáculo que daba el cuerpo de Matty, al chaval se le hizo la boca agua, y el viejo comenzó a empalmarse tras ver las miradas del joven.

-¿Tienes azúcar?

-Sí, pasa -afirmó – ¿Cuánto necesitas?

-Un poco. Me faltan unos diez gramos según la receta del bizcocho.

-Ahora te la preparo -comunicó Matty dirigiéndose a la cocina.

Allí cogió un vaso medidor, el azúcar y, cuando tuvo la medida exacta, volvió al recibidor y se la dio a Joel sin quitarle los ojos de encima descaradamente.

Joel era un bombón. Delgado, piel naturalmente bronceada; cabello castaño aunque algo ralo; ojos azules que resaltaban con su tez, los cuales tenían un puntito blanco en cada lagrimal; y unos labios rosados y jugosos. Cuando Joel rozó la piel de Matty, éste no se lo pensó dos veces y tiró de él llevando sus labios a los del muchacho. Joel no ofreció ninguna resistencia, por el contrario, parecía desear que aquello pasase y se dejaba hacer por el viejo. Éste le metía la lengua y jugaba dentro de la boca del joven, y Joel saboreaba la lengua amarga por el tabaco (según su intuición) poniéndose cachondo perdido.

Sin ningún miramiento y sin despegar la boca de la del joven, Matty cerró la puerta con mucha fuerza y lo estampó contra esta haciendo presión con su pelvis sobre la de Joel. Éste movía la suya dando a entender que quería sexo caliente. El azúcar, que acabó desparramado por el suelo, terminó en el olvido.

Separándose por fin, el viejo le arrancó la camiseta de tirantes, que tiró al suelo, lo cogió en volandas y se lo llevó a la cama. Las sábanas bien puestas iban a acabar echas un guiñapo. Lo posó suavemente, incluso con dulzura, y se echó sobre el joven, quién abrió las piernas para que ambos encajarán a la perfección. Y, sí, Matty hacía tiempo que no encontraba un hombre con el que encajar perfectamente cuerpo con cuerpo. Aquello se estaba convirtiendo en una delicia. Matty comenzó a lamer y chupar el cuello de Joel, quién no pudo dejar escapar un gemido ahogado del gusto.

A casa paso que daba, Matty descubría que todo lo que hacía agradaba al muchacho. Despacio, sin prisas, dejó el cuello para lamer el pecho de Joel. Joel acariciaba la cabeza del viejo con los ojos cerrados. Matty saboreaba los pezones con parsimonia pero succionando con fuerza y presión, logrando más jadeos del joven. Con la misma lentitud, siguió degustando el cuerpo de Joel, pasando la lengua por cada centímetro de piel que podía, hasta besaba con lengua el ombligo, cosa que logró que Joel aún gimiera más fuerte arqueando la espalda e irguiendo el cuerpo hacia adelante.

Sin despegar los labios del pequeño orificio, Matty acariciaba el miembro del joven sobre la ropa, el cual ya estaba como una piedra. Levantándole ligeramente la pelvis, el viejo le quitó lo que le quedaba de ropa y besó la polla de Joel, la lamió de arriba a abajo, succionó los testículos y, por último, se la introdujo entera en la boca chupando con parsimonia. Cuando terminó minutos más tarde, Matty se irguió y vislumbró a un Joel al que le costaba respirar a causa del placer. Pero no terminó su lento ataque. Haciendo que Joel se sujetase sus piernas, el viejo comenzó a lamer y besar el ano, el cual, poco a poco, dilató mostrando un orificio oscuro y demandante de placer.

Matty se deshizo del pantalón y el calzoncillo, liberando su excitación ante el muchacho. Joel vislumbró aquel falo relamiéndose, con una gota de saliva regalimando boca abajo.

-La quieres, eh -masculló Matty.

Joel no pudo más que asentir.

El viejo acercó su pelvis al rostro del joven, quién, con la misma delicadeza que Matty, comenzó a acariciar el miembro y los testículos. Con un gemido ahogado, Joel amodorró su boca sobre los huevos succionando y lamiendo, mientras seguía acariciando la polla con ambas manos. Matty observaba al muchacho con pasión. Le agradaba estar haciendo aquello con él. Poco a poco, Joel se fue introduciendo el pene en la boca saboreando cada centímetro y logrando que Matty soltara algún que otro gemido tras sentir la lengua del joven acariciando con presión el glande.

Así, con tiempo y tesón, ambos se habían olvidado del azúcar y, en el caso de Joel, incluso de qué estaba cocinando un bizcocho. Cuando el joven tenía todo el falo en la boca, usaba su lengua para acariciar todo el tronco y lo que le permitía sobre los testículos.

-¡Basta! -ordenó el viejo, y Joel cesó de chuparle la polla.

Sin ningún tipo de miramiento, Matty lo puso bocabajo de forma austera y violenta, y volvió a saborear el ano. Cuando notó en su boca que la dilatación seguía ahí, le besó repetidamente como si de una boca se tratase, sobando y abofeteando las nalgas. Joel no se quejaba de las fuertes cachetadas que sonaban en toda la estancia, por el contrario, gemía más que antes.

Y más que gimió cuando el viejo entró dentro sin contemplación.

-¡Au! -gritó, y Matty le puso una mano en la boca para tapársela, ahogando los que le siguieron.

De la misma manera que con todo lo demás, Matty iba despacio y lento. Dejó que su polla se aclimatara en el orificio anal, sintiendo gran placer. Son cesar los lentos movimientos de su pelvis, abrió el cajón de la mesilla y sacó lubricante y un preservativo; lo abrió, sacó su pene del ano de Joel, se puso en condón, se lubricó tanto su polla como el ano, y regresó a penetrar al muchacho, esta vez ejerciendo más presión y con más rapidez. Joel no podía abrir los ojos del gusto y el dolor que Matty le hacía sentir, y jadeaba deseando no parar. Se amarraba a los brazos de Matty, quien los mantenía firmes sobre el colchón.

Yendo cada vez más deprisa, Matty observaba el espectáculo que era el cuerpo del joven al que estaba sodomizando a su manera. Joel tenía una espalda estrecha y un culo redondo y respingón. Al viejo se le hacía la boca agua, no solo de ver dicho espectáculo, sino de estar también follándoselo. Si su amigo Carlos supiera lo que estaba haciendo con un chico más de treinta años más joven que él, le daría un ataque. Aquello lo hizo gracia y sonrió dando más fuerte. Joel no paraba de jadear dejándose hacer por el viejo.

Matty paró para cambiar de postura. Lubricando todo de nuevo, se estiró en el colchón de lado, pegó la espalda del joven a su pecho, le abrió las piernas y lo penetró, está vez dejando atrás la parsimonia y dejándose llevar por la lujuria. Cada embestida era más fuerte que la anterior y lograba que Joel dejase de gemir para cambiarlos por gritos, unos gritos que salían de su garganta justo cuando, la polla del viejo, estaba dentro del todo. Matty se sorprendió cuando se dio cuenta de que Joel se limpiaba lágrimas del rostro.

-¿Estás llorando? -preguntó Matty divertido- ¿Tanto daño te hace?

-Sí -jadeó el muchacho-. Pero me encanta, sigue.

Y Matty obedeció la orden de su conquista.

Con más fuerza, el viejo se folló a Joel como si fuera lo último que hiciera en su vida. Volvió a la posición inicial, dado que le era más sencillo embestir su culo y, con fuertes… Matty follaba y follaba. Joel no tuvo que ni masturbarse para eyacular, con las fuertes penetraciones del viejo y el roce de las sábanas en su polla, el joven expulsó una cantidad considerable de semen. Matty lo notó y, en lugar de parar, aún fue más rápido. Necesitó tirar de un poco más de lubricante, la entró de nuevo en aquel glorioso agujero que tanto placer le estaba dando, y volvió a la carga. Joel gritaba y gritaba, dividido entre querer parar y no querer al mismo tiempo.

Aquel hombre sabía lo que se hacía; tanto que en poco tiempo volvió a tener una erección de mil demonios y eyacular una segunda vez. Matty también estaba llegando al clímax. Sin cesar de embestir al muchacho, acabó eyaculando con fuertes aspavientos y audibles gritos de placer. Cuando ya no pudo más, salió de Joel, se echó a su lado, se quitó el preservativo lleno de semen, lo tiró al suelo y se sorprendió cuando notó su rostro húmedo tras pasarse la mano, completamente cansado. Irguió un poco el cuello para levantar la cabeza y vio que todo su cuerpo estaba lleno de sudor, justo igual que el de Joel.

Joel se puso bocarriba y sonrió cansadamente al viejo. Aquel rostro, ovalado, de tez bronceada de forma natural, aquellos ojos cansados que lo miraban con un brillo especial, y aquella sonrisa dulce, logró que el corazón de Matty diera un bote. Aquel fue el momento en que, el viejo, empezó a sentir amor por aquel muchacho con el que tanto había soñado. El resto, era historia. Una historia llena de pasión envuelta en misterio y peligro de ser descubiertos.

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