El primer negro de Luci

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T. Lectura: 6 min.

Habíamos decidido venir a esta playa en México para descansar y distraernos un rato. Luci y yo necesitábamos un respiro después de todas las aventuras que habíamos vivido en los últimos meses. Recordaba bien aquellos relatos pasados: la vez que Luci tomó clases privadas de yoga con Marco, ese instructor que la dejó temblando con su pene de 25 centímetros marcándose en los shorts, y cómo terminaron en un sexo hardcore que ella no podía olvidar. O las orgías con sus amigos donde habíamos explorado juntos, dejando que otros se unieran a nuestro fuego. Luci, mi pareja de 33 años, era una mexicana apasionada, delgada y menuda con sus 1.53 metros de estatura, pero con una energía sexual que podía arrasar con cualquiera.

Su piel morena clara brillaba bajo el sol, sus ojos cafés destellaban con esa picardía que me volvía loco, y su cabello negro, largo hasta un poco debajo del hombro, se mecía con la brisa del mar. Tenía pechos firmes de tamaño promedio, copa B, con pezones perfectos que se endurecían al menor roce, un trasero delgado pero firme que invitaba a agarrarlo, y estaba toda depilada, lista para cualquier cosa. Luci era muy activa en el sexo; una vez que se calentaba, no había quien la parara. Le encantaba lo extremo, el sexo salvaje, y ya habíamos compartido experiencias en swingers y orgías, así que nuestra relación era abierta, llena de confianza y deseo mutuo.

Llegamos al hotel lujoso, uno de esos resorts con vistas al Caribe, habitaciones amplias con balcones al mar y camas king size cubiertas de sábanas blancas impecables. El lugar era perfecto: piscinas infinitas, bares junto a la playa y una privacidad que nos permitía ser nosotros mismos. Pasamos los primeros días relajándonos, tomando margaritas al atardecer y haciendo el amor en la habitación con el sonido de las olas de fondo. Pero Luci, con esa mente inquieta suya, me había confesado en el vuelo que quería probar algo nuevo: la fantasía de estar con un hombre negro. “Quiero sentirlo, amor, algo diferente, algo intenso”, me dijo con esa voz ronca que usaba cuando se excitaba. Yo, que la conocía bien, accedí. Sabía que eso nos uniría más, y verla disfrutar era parte de nuestro juego.

Era el tercer día cuando decidimos caminar por la arena. El sol estaba fuerte pero la brisa marina lo hacía tolerable. Luci iba con un bikini rojo diminuto que resaltaba su figura delgada, sus pechos firmes asomando tentadores y su trasero firme moviéndose con cada paso. Yo la seguía, admirando cómo su piel morena clara contrastaba con la arena blanca. Caminábamos de la mano, riendo de tonterías, cuando de repente ella se detuvo. “Mira ahí”, murmuró, señalando con disimulo a un hombre que estaba solo, recostado en una tumbona bajo una palmera.

Era alto, fácilmente 2 metros, atlético con músculos definidos que brillaban por el sudor y el aceite solar. Su piel oscura relucía bajo el sol, y tenía una sonrisa seductora que lo hacía ver seguro de sí mismo. Parecía tener unos 38 años, con el cabello corto y una presencia que atraía miradas. Luci se mordió el labio inferior, sus ojos cafés fijos en él. “Es perfecto”, susurró. “Quiero intentarlo”.

Me miró con esa expresión que conocía tan bien: una mezcla de excitación y súplica. “Amor, ¿me das permiso?”. Mi corazón latió fuerte, pero asentí. Habíamos hablado de esto; era parte de nuestra dinámica. “Ve, Luci. Hazlo realidad”. Ella sonrió, me dio un beso rápido en los labios y se acercó a él con ese andar felino que tenía cuando cazaba.

El hombre, que luego supimos se llamaba Tyree, levantó la vista cuando Luci se paró frente a él. “Hola”, dijo ella con su acento mexicano suave, sonriendo coqueta. “Soy Luci. Te vi desde allá y… no pude resistirme. ¿Estás solo?”. Tyree se incorporó, su cuerpo atlético flexionándose, y le devolvió la sonrisa con esa confianza seductora. “Hola, Luci. Soy Tyree, de Estados Unidos, pero vengo a relajarme aquí. Y sí, estoy solo… por ahora”.

Luci se sentó al borde de su camastros, cruzando las piernas de manera que su bikini dejara ver un poco más de su piel depilada. Charlaron un rato: de la playa, del clima, de viajes. Luci era experta en ligar; sabía cómo tocar el brazo de él casualmente, cómo reírse de sus chistes y cómo inclinar el cuerpo para que sus pechos firmes captaran su atención.

Después de unos minutos, Luci fue al grano. “Mira, Tyree, voy a ser directa. Tengo una fantasía: estar con un hombre como tú, negro, fuerte. Mi pareja está allá”, señaló hacia mí, “y él está de acuerdo, pero con una condición: que él vea. ¿Te animas?”. Tyree no se inmutó; al contrario, su sonrisa se amplió. “No es la primera vez que me proponen algo así”, dijo con voz profunda y segura. “He estado en escenarios similares, donde el esposo quiere ver cómo un negro se coge a su mujer. Me encanta la idea. Vamos, no perdamos tiempo”. Luci se rio, excitada, y me miró para que me acercara. “Ven, amor. Vamos al hotel”.

Caminamos los tres de vuelta al resort, la tensión en el aire palpable. Luci iba del brazo de Tyree, charlando animadamente, mientras yo seguía atrás, mi mente dando vueltas entre celos leves y excitación. Entramos al hotel, subimos en el elevador en silencio, y llegamos a nuestra suite. Era amplia, con una cama king size frente a un ventanal con vista al mar, un sillón de cuero en una esquina y un baño con jacuzzi. Yo me senté en una silla al lado de la cama, como observador pasivo, tal como habíamos acordado. No diría nada, solo vería cómo mi Luci cumplía su fantasía.

Luci y Tyree no perdieron tiempo. Ella se acercó a él, poniéndose de puntillas para besarlo. Tyree la levantó con facilidad, sus manos grandes agarrando su trasero firme, y la besó con pasión, su lengua ancha invadiendo su boca. Luci gimió, sus manos explorando el pecho atlético de él. “Dios, eres tan fuerte”, murmuró ella, mientras él le quitaba el bikini superior, liberando sus pechos firmes. Sus pezones perfectos se endurecieron al instante, y Tyree los lamió con esa lengua ancha, succionando con fuerza. “Me encantan tus tetas, Luci. Firmes y perfectas”, gruñó él, mordisqueando uno mientras sus dedos largos bajaban por su vientre depilado hasta el bikini inferior.

Luci jadeaba, ya caliente como siempre. “Quítamelo todo”, le pidió, y Tyree obedeció, arrancando el bikini con un tirón brusco que la hizo gemir de placer. Estaba completamente desnuda, su piel morena clara reluciendo, su coño depilado ya húmedo. Tyree se quitó la camiseta, revelando su torso musculoso, y luego los shorts de baño. Cuando su pene salió libre, Luci ahogó un grito. Medía 27 centímetros, erecto y palpitante, mucho más grueso que el antebrazo de Luci –era como un brazo entero, venoso con venas gruesas que se marcaban como ríos en la piel oscura.

Nunca había visto algo así; en nuestros relatos pasados, como con Marco, había sido grande, pero esto era monstruoso. Luci lo miró con ojos desorbitados. “No mames, es enorme… nunca he tenido uno tan grande y grueso. Es más ancho que mi antebrazo”, dijo, extendiendo su brazo delgado para comparar. Tyree rio, seguro de sí mismo. “Vas a sentirlo todo, nena. Prepárate”.

Empezaron en la cama. Tyree la tiró sobre las sábanas blancas con brusquedad, su potencia evidente en cada movimiento. Luci se abrió de piernas, invitándolo, y él se arrodilló entre ellas para darle sexo oral. Su lengua ancha lamió su coño depilado con largos trazos, succionando su clítoris mientras sus dedos largos –dos de ellos– entraban en ella, estirándola. Luci arqueó la espalda, gimiendo fuerte. “¡Ah, sí! Tu lengua es tan ancha… me estás volviendo loca”. Tyree era salvaje: lamía con fuerza, mordisqueaba suavemente, y sus dedos se movían rápido, encontrando su punto G. Luci se retorcía, sus pechos rebotando, sus pezones perfectos endurecidos. “¡Más profundo, Tyree! ¡No pares!”. Él no se cansaba; su energía era inagotable, y pronto Luci explotó en un orgasmo, gritando mientras su cuerpo temblaba, chorros de placer saliendo de ella.

Pero Tyree no dio tregua. La volteó bocabajo en la cama, su pene venoso rozando su trasero firme. “Ahora vas a sentir mi vergota, Luci. Toda dentro de ti”. Ella levantó las caderas, ansiosa. “Dámela toda, negro. Quiero sentir lo grueso que es”. Tyree la penetró de un empujón brusco, su pene de 27 centímetros abriéndola como nunca. Luci gritó de placer y dolor mezclado. “¡Es demasiado grande! Me estás partiendo… pero no pares, que rico”. Él embestía con potencia salvaje, sus caderas chocando contra su trasero delgado, el sonido de piel contra piel llenando la habitación. Las venas de su pene frotaban sus paredes internas, intensificando cada embestida. Luci clavaba las uñas en las sábanas, gimiendo sin control. “¡Más fuerte! ¡Cógeme como una puta!”. Tyree gruñía, sus manos agarrando sus caderas con fuerza, dejando marcas en su piel morena clara. No se cansaba; empujaba profundo, saliendo casi todo para volver a entrar, estirándola al límite.

Cambiaron de posición: Luci se subió encima de él en la cama, montándolo como una vaquera salvaje. Su pene grueso la llenaba por completo, y ella bajaba con fuerza, sus pechos firmes rebotando. “Mira cómo me entra todo… es más grueso que nada que haya sentido”, le dijo a Tyree, girando las caderas para sentir las venas. Él la ayudaba, empujando desde abajo con potencia, sus dedos largos pellizcando sus pezones perfectos. Luci cabalgaba más rápido, sudando, su cabello negro pegado a la espalda. “¡Sí, negro! ¡Me estás destrozando!”. Otro orgasmo la golpeó, su cuerpo convulsionando mientras seguía moviéndose.

Luego, Tyree la levantó como si no pesara nada –su estatura menuda facilitaba eso– y la llevó al sillón de cuero en la esquina. La sentó en el borde, abriéndole las piernas, y se arrodilló para lamerla de nuevo, su lengua ancha volviéndola loca mientras sus dedos entraban y salían. Luci jadeaba, “Tu boca es mágica… pero quiero tu vergota otra vez”. Él se paró, su pene venoso apuntando, y la penetró de pie, con ella en el sillón. Embistía brusco, profundo, su grosor haciendo que Luci gritara. “¡Es tan ancho! Me siento tan llena… nunca he tenido uno así”. Tyree la besaba salvajemente, mordiendo su cuello, mientras empujaba sin piedad.

Volvieron a la cama para más. Tyree la puso en cuatro, agarrando su cabello negro y tirando con fuerza mientras la cogía por detrás. “Toma, Luci, toda mi polla negra”. Ella respondía, “¡Sí, dámela toda! ¡Más salvaje!”. Sus embestidas eran potentes, inagotables; sudaba pero no bajaba el ritmo. Luci tuvo otro orgasmo, sus ojos cafés cerrados en éxtasis. Luego, la volteó de lado en la cama, una pierna sobre su hombro, penetrándola en ángulo profundo. El grosor de su pene la hacía gemir con cada movimiento. “¡Me estás rompiendo, Tyree! Pero me encanta… ¡no pares nunca!”.

En el sillón otra vez, Tyree se sentó y la puso a ella encima, de espaldas a él, para que yo viera todo desde mi silla. Luci bajaba sobre su pene, gimiendo mientras el grosor la abría. “Mira, amor”, me dijo mirándome por un segundo, “cómo me entra este monstruo”. Tyree la guiaba con sus manos, empujando desde abajo, sus dedos largos explorando su clítoris. Luci rebotaba, sus pechos firmes moviéndose, hasta que otro clímax la sacudió.

El final llegó después de lo que parecieron horas. Tyree la puso misionero en la cama, embistiendo con toda su potencia salvaje. “Voy a terminar dentro de ti, nena”. Luci, exhausta pero insaciable, envolvió sus piernas alrededor de él. “¡Hazlo! Lléname con tu leche”. Él gruñó fuerte, empujando una última vez, su pene venoso pulsando mientras se vaciaba. Luci gritó en su orgasmo final, temblando.

Se separaron, sudados y jadeantes. Tyree se vistió con una sonrisa. “Fue increíble, Luci. Si quieren repetir…”. Ella, aun recuperando el aliento, me miró. “Gracias, amor. Fue la mejor fantasía”. Yo asentí, excitado por haber visto todo. Esa noche, Luci y yo hicimos el amor, recordando cada detalle.

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3 COMENTARIOS

  1. hola a partir de ahora ya sabes lo que estar con un hombre negro,,en mi caso tambien lo he disfrutado y en varias ocasiones pero con una verga mas pequeña,que recorrio todas mis partes y mas tarde en trio con mi marido,besos

      • el encuentro fue fabuloso y lo repetimos en varias ocasiones,y tener un miembro mas pequeño lo goze por todos los lados,si deseas mas comentarios dimelo,besos

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