A última hora de la tarde, Marcus y John caminan apresuradamente por la calle Valencia. El ayudante gira nervioso su cabeza repetidamente hacia atrás.
-Jefe, creo que alguien nos sigue desde que salimos del despacho.
-Si, eso me parecía. Ahora lo comprobamos. Entremos aquí mismo -le replica Marcus.
Acceden a una pequeña tienda de lencería cuando la dependienta ya está recogiendo para cerrar.
“Disculpen, iba a bajar ya la persiana, tendrán que volver mañana” iba a decirles la chica cuando vislumbró la entrada de unos clientes fuera de hora, pero al fijarse bien en esos dos hombres trajeados de negro, uno rubio, de más de 1,80 y con un azul de ojos electrizante y el otro casi tan alto y con subyugantes iris grises, se calla y con un gesto mecánico de la mano se arregla el pelo y con un “buenas tardes” les deja pasar.
-Buenas tardes, lamento molestarla. Le quiero pedir un favor muy grande -le dice Marcus mientras desde la puerta John mira hacia el exterior.
-Me puede tutear, me llamo Laura. Dígame -le contesta coqueta.
-Jefe, están apostados ahí fuera.
-La oferta es esta Laura: te hago un gasto de 6000€ si cierras ahora mismo la tienda con nosotros dentro. No te asustes, es que las fans no me dejan ni respirar -contesta sonriente con un guiño.
Sorprendida, primero titubea, pero luego, “¡qué sea lo que Dios quiera”, piensa.
-Genial, señor, me va muy bien, hoy he hecho poca caja- le contesta guiñándole también un ojo mientras presiona el botón que hace descender la persiana.
-¿Y de qué talla querrá las prendas, señor…? -pregunta pícara
-Marcus, llámame Marcus. De la tuya más o menos -responde mirándola morbosamente de la cabeza a los pies-. Ve pasando al probador y me enseñas toda tu mercancía, ¿no? John, quédate aquí fuera y vigila.
-Sí, señor Marcus -murmura Laura estupefacta por su propia actitud.
Al girarse la dependienta, él advierte en el omóplato izquierdo, gracias a la camiseta de tirantes que lleva, un tatuaje que representa una bruja.
“A ver si en unos minutos es tan mala conmigo como ese tatoo” piensa excitado mientras la sigue hacia el cubículo.
-Quítate la ropa, Laura, toda -le ordena cuando han corrido la cortina del probador.
-Sí, señor Marcus.
Sin dejar de mirar sus ojos hipnóticos, se va desprendiendo de las prendas hasta quedar desnuda frente a él.
“¿Qué estoy haciendo, madre mía? Con un desconocido, y otro fuera, y la tienda cerrada, yo, una mujer casada y con hijos, tan seria yo” piensa, “esto parece el mal guion de un novelista novato”.
Marcus se ha quitado ya la americana y la corbata, se ha descalzado. Con una mano en la nuca, la acerca y la besa, los grandes pechos pegados a sus pectorales.
-Desabróchame la camisa, Laura, y el cinturón, desnúdame.
De rodillas, contempla su cuerpo, tiene más músculos que en los libros de anatomía. Está como un toro. Su piel exhala un olor agradable. Tiene a la altura de la boca su pene erecto. Mira hacia arriba y le estremece su mirada. Le baja el prepucio y empieza a chuparle el glande con las manos agarrándole sus duras nalgas. Lo saborea. Nota cómo se le humedece el coño. Ahora, toda la polla dentro, hasta el fondo de su garganta. Marcus le sujeta la cabeza mientras saca y mete la verga con un leve movimiento de caderas. Jadea.
-Así, cariño, cómetela bien…
La alza por las axilas, la morrea, ella nota cómo su lengua no deja lugar que explorar, ahora le toca el turno a sus tetas, las devora, sus pezones tiesos como cuernos, una mano se posa en la vulva y dos dedos se introducen masajeándole el clítoris, ahora es su boca la que está en su sexo, le ha separado los labios para gozarlo completamente. Laura empuja su cabeza hacia ella. Se retuerce los pezones. Está muy sudada y cachonda.
-Marcus, ahora fóllame, fuerte.
La gira entonces y ella se apoya con las manos en el espejo, gimiendo, ve cómo él se coloca a sus espaldas, muy pegado, nota su aliento en el cuello, cómo le separa las piernas y con un rápido movimiento de caderas, penetra su coño mojadísimo, una de sus manos estrujándole una teta. La inclina ahora para que la verga llegue al fondo.
Cuando el éxtasis parece cercano, Laura advierte que no están solos.
Apoyado en el quicio de la puerta del probador, John los contempla excitado mientras se pajea con el pene fuera del pantalón.
“¡Dios! Esto no puede ser… ¡Y vaya miembro tiene también! Todas decimos que el tamaño no importa, pero mentimos” piensa Laura mientras Marcus la sigue follando desde atrás.
Ante un gesto de su jefe, el ayudante se acerca hasta tener su polla a la altura de la boca de la chica. Ella se gira hacia Marcus esperando su reacción y él asiente. Con leves sacudidas de cuello, chupa el sexo de John al tiempo que percibe como la otra verga sale de su vulva y se introduce cuidadosamente por el ano. La dependienta goza incrédula como nunca lo ha hecho en su vida (“jodido matrimonio aburrido tengo” piensa).
Entre gemidos y gritos nada disimulados, ambos hombres se corren, Marcus dentro de su culo y John sobre el hombro de la chica, embadurnando con abundante leche el lunar morado que luce.
Agotados, John se retira pero nuestro rubio empresario incorpora a la chica, la abraza y la besa por última vez.
-¡Cariño, es el mejor día de tiendas de mi vida!
Ha anochecido y antes de irse, viendo que no hay peligro fuera, Marcus paga los 6000€ prometidos.
-Con esto, Laura, no pago nada de lo disfrutado contigo. Tú no tienes precio. Cumplo siempre lo prometido. Y no lo dudes: volveré a buscar mis prendas… -le dice con un guiño antes irse.
Laura se sienta en una silla y piensa riendo: “¡Esto hay que hacerlo aunque sólo sea una vez en la vida!”.
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Gracias Wilmer!
Sin duda, muy bueno!