Frente a mi marido

4
20781
33
T. Lectura: 6 min.

¡Nuevo relato después de estar tanto tiempo desaparecida! (Algo cortito eso sí) Aclarar que este relato es ficticio. ¡Muchos besos!

-¿Estás totalmente seguro de esto? -Pregunté seria-.

-Claro Karen, lo hemos hablado muchas veces y quiero hacerlo. -Dijo mi esposo mientras me miraba fijamente a los ojos-.

-Sabes que no habrá vuelta atrás.

-Lo sé perfectamente. Pero es una fantasía que quiero ver cumplida.

Sebastián. Ese es el nombre de mi marido. Desde hace mucho tiempo tiene una extraña fantasía… un fetiche más bien. Verme follar con otro hombre, específicamente negro, es algo llamado “voyeur”. La verdad es que no estoy familiarizada con este tipo de términos ni prácticas pero él me insistió en que debíamos hacerlo. ¿Yo me quería negar? No lo sé, solo sé que estoy con él no porque le ame, sino por su dinero. Gracias a él puedo conducir un Porsche, irme de vacaciones con mis amigas a Bali y comprar ropa sin mirar el precio.

Nuestro “amor” empezó con una relación abierta, yo follaba con otros hombres a la vez que él follaba con otras mujeres pero sabía que yo era su preferida de entre sus chicas. Meses después de iniciar nuestra relación me dijo de cerrarla, obviamente yo acepté. Desde ese momento le fui infiel unas cuantas veces pero él ni lo sabe y ni lo sabrá, pero que él tuviese ese fetiche me pilló por sorpresa, no sé si buena o mala ya que la idea de tener sexo mientras otra persona me mira… no sé que pensar sobre ello.

Él es un hombre que roza los cuarenta años, yo estoy rozando los treinta, específicamente tengo 27 años. La diferencia de edad es notoria pero el salir con mujeres jóvenes al parecer es algo común entre los hombres ricos, yo no soy nadie para quejarme. Por su edad ya se le va notando la calva y los efectos de la edad y estrés en su cuerpo. Sin embargo yo me mantengo bien. Mi físico destaca por poseer una “esbeltez elegante” que es como lo llama mi esposo. Soy una mujer blanca de pelo largo rojo, ojos marrones, nariz puntiaguda, labios carnosos. Soy algo alta (1,75cm), con pechos pequeños, un culo redondo y piernas largas. De hecho lo que más destaca de mi son las piernas bien entrenadas que poseo, de ahí lo de “elegante”.

Sebastián y yo estábamos hablando en el dormitorio de lo que iba a pasar en un rato. Llevábamos días hablando del tema y él me convenció para hacerlo. Si, iba a follar con un negro delante de él. En aquel momento llevaba lencería de encaje de color negro, unas medias oscuras enganchadas al encaje. Tenía los labios pintados de un rojo intenso que hacían contraste con mi pálida piel. También llevaba puestos unos colgantes de aro y como no, el anillo de compromiso, anillo que normalmente me quitaba cuando iba a follar con otro hombre.

El móvil de Sebastián sonó.

-Está en la puerta.

-Pues ve a abrirle.

Me besó en la mejilla. Al rato volvió y tras de él entró un hombre muy alto y musculoso de tez negra. Tenía las facciones faciales muy marcadas, el pelo muy corto y la barba totalmente afeitada. Cuando me vio yo seguía tumbada en la cama, me levanté y me puse delante de él.

Sebastián nos presentó y habló del tema.

-Entonces… ¿Empezamos? -Dijo mi marido mirando nerviosamente a ambos-.

-Si la chica quiere. -Dijo el hombre que se llamaba Robert-.

-¿Quieres cariño?

Me quedé mirándole fijamente a mi marido.

-Si, adelante.

Sebastián se sentó en un sillón encarando la cama y a nosotros dos. Robert se fue quitando la camiseta blanca que estaba ceñida a su fornido torso. Yo me arrodillé y le fui quitando el cinturón para luego bajarle el pantalón, dejándole en boxers. Se le marcaba la polla muy exageradamente, veía un bulto enorme en su bóxer que palpitaba y que se hacía cada vez más grande, con la puntita sobresaliendo un poco. Robert se quitó los zapatos y echó los pantalones a un lado.

Cuando le quité el calzoncillo su pene rebotó y su glande se quedó apuntando a mi cara. Era una polla enorme, circuncidada y muy venosa, fácilmente alcanzaría los 20 cm. Miré a Sebastián, él tenía una mano encima del pantalón masajeándose levemente el pene mientras que con la otra estaba grabando con el IPhone. Volví la mirada a Robert, quien parecía impasible. Agarré su miembro y me metí su glande en la boca. Era muy grueso y estaba mojado, fui metiéndome el pene cada vez más adentro de mi boca para dejarlo totalmente lubricado con mi saliva. Me encantaba hacer mamadas, notar la rugosidad y las venas de los penes era algo que me ponía muy muy caliente.

El pene de mi marido me entraba entero en mi boca pero con el de Robert apenas podía, no solo por lo largo que era sino por lo grueso que lo tenía. Mi mamada fue apasionada e intensa y se notaba que al hombre le estaba encantando. Él me agarró del cabello y me lo apartó para facilitarme el oral, luego con su gruesa mano fue empujando mi cabeza hacia él para que su pene entrase hasta el fondo de mi garganta. Su glande tocó más allá de mi campanilla, tuve que aguantar la respiración varias veces y al sacar su pene lo dejaba bañado en babas. Lo hizo tantas veces que comencé a lagrimear pero me encantaba ser ahogada con su polla dentro de mí.

Tras hacerle un oral de 10, el hombre me hizo señas de ir a la cama. Yo sin dudarlo acepté. Me puse en cuatro, él me giró y me encaró a mi marido quien estaba expectante de todo. Me apartó el tanga hacia un lado dejando mis labios al descubierto. Comenzó a lamerme el coño que ya lo tenía mojado por la mamada. Su oral fue fantástico, no gemí tanto pero la sensación de placer fue suficiente como para soltar algunos sonidos. Sebastián se quitó los pantalones y comenzó a masturbarse lentamente mientras nos miraba y grababa. Yo, por algo de vergüenza, no le miraba.

Cuando Robert acabó de comerme el coño acercó su glande a mi vulva, arrastró la punta por mis labios y lentamente fue penetrándome hasta llegar al fondo de mi vagina. Disfruté todo el proceso de la penetración, me encantó sentir su gran polla empalándome hasta tocar fondo. Comenzó a embestirme fuertemente mientras me azotaba las nalgas, las cuales no paraban de moverse. Sus embestidas eran tan fuertes que tenía que hacer fuerza con mis brazos para mantenerme estable. Mi coño y yo lo estábamos disfrutando, comencé a soltar gritos de placer mientras miraba a Sebastián a los ojos y a la vez a la cámara del móvil, ahora sin vergüenza alguna.

Robert me agarró del cabello, tiró de mi cabeza hacia atrás y dejó mi sudoroso rostro más expuesto a mi marido. Sebastián tenía una expresión de preocupación o nerviosismo pero él se seguía masturbando mientras estaba siendo follada a apenas un metro de él. Robert se puso encima de mi y comenzó a besarme mientras aún me estaba follando en cuatro, yo acepté sus besos gustosamente.

Tras acabar Robert se tumbó a mi lado, yo me puse encima de él encarando a mi marido y comencé a besarle mientras sentía su pene rozar mi vulva. Nuestros sudorosos cuerpos se deslizaban, nuestras lenguas jugueteaban sin parar y mis erectos pezones se excitaban con el tacto de su piel. Tras los besos, agarré su miembro y me lo fui metiendo hasta el fondo quedándome en vaquerita sobre él. Empecé a cabalgarlo con muchas ganas, mis glúteos enrojecidos golpeaban su cadera, mis tetas no paraban de rebotar y mis ojos se desviaban con lo tanto que estaba disfrutando.

Robert me agarraba de los pechos y gemía pero no tanto como yo. Mi marido se acercó un poco a nosotros para vernos follar y grabar con más detalle. Me miraba a la cara y yo le devolvía la mirada con gemidos y con un rostro de placer y disfrute. Montar su polla fue tan excitante que después de tanto tiempo tuve un squirt que mojó toda la polla y el abdomen de mi empotrador. Pocas veces había tenido un squirt y nunca con Sebastián, quien soltó un “Dios mío” cuando mio el chorro escapar de mi vulva.

Yo estaba agotada. Me tumbé boca arriba y Robert puso su polla al lado de mi cara, encantada comencé a chupársela mientras yo jugueteaba con sus huevos y él me dedeaba el coño. Su polla estaba aún más grande y venosa que antes. El sabor de mis fluidos mezclados con su lefa me encantó, pero sentir sus gruesos dedos dentro de mi coño me estaba excitando demasiado. Cuando terminé de mamársela fui a chuparle los huevos mientras con una de mis manos le masturbaba. Tuve sus testículos por un buen rato metidos dentro de mi boca y luego volví a chuparle la polla con muchas ganas. De reojo veía a Sebastián grabar todo mi cuerpo pero sobre todo mi cara mientras le hacía un oral a su amigo.

Robert se movió hacia mis piernas, se encaró hacia mi y me penetró en misionero. Yo me abrí de piernas lo más que pude, llegando a poner las rodillas casi a la altura de mi cabeza. Sus embestidas empujaban todo mi cuerpo junto a la cama, mi coño chapoteaba con cada penetración. Él se acercó hacia mi cara y comenzó a besarme de nuevo mientras yo soltaba gemidos de placer, sentía todo su peso sobre mi, su pecho aplastar mis tetas, su polla perforarme hasta el fondo y su agitado respirar sobre mi rostro rojizo y sudoroso.

Luego se apartó, puso mis piernas sobre sus hombros y comenzó a follarme con más intensidad que antes. Yo fui soltando un largo, agitado y agudo grito de placer por la gran follada que me estaba dando, alcancé un segundo orgasmo que me dejó temblando y por el cual solté otro chorro a presión.

-Ven ven. -Dijo Robert mientras se masturbaba-.

Sabía lo que quería, se iba a correr. Él se puso de pie en el suelo, yo fui rápidamente a arrodillarme frente a él. Le masturbé la polla una vez más mientras le comía los huevos y se terminó corriendo sobre mi cara. Recibí su semen encantada y con la boca abierta, todo su semen mojó mi rostro y me dejó totalmente satisfecha. Mi marido seguía grabando, me acerqué a él y comencé a comerle la polla mientras le miraba a los ojos con mi rostro mojado de semen, no tardó ni un minuto en correrse mojándome toda la cara. Mi cara, mi pelo y parte de mis pechos estaban empapados de semen de los dos hombres.

Sebastián y Robert empezaron a hablar mientras yo me limpiaba los ojos.

-¿Qué tal Robert? ¿Crees que podrías repetir la próxima vez que te llame?

El hombre me miró y sonrió.

-Si me pagas yo vendré encantado.

-No hay problema con el dinero, es un placer haberte tenido en casa amigo.

-Lo mismo digo Sebastián.

Sebastián acompañó a Robert a la salida, yo fui a lavarme la cara y preparar la bañera para descansar.

-¿Te ha gustado cielo?. -Preguntó Sebastián desde la puerta del baño-.

-Si… si… la verdad es que no ha estado tan mal.

-¿Podrás repetir?.

-Claro, sin problemas.

-Eres un encanto.

Se acercó a mi y me dio un beso.

-Cariño.- Interrumpí el beso. -¿Me puedes pasar el video?.

-Sí claro… ahora te lo paso.

-Gracias cielo.

Fin del relato. Espero de corazón que os haya gustado. ¡Muchos besos!

Loading

4 COMENTARIOS

  1. El hombre quedó encantado de disfrutarle. Encantado de leer su historia cargada de mucho fuego, tenga una excelente tarde.

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí