Omar era, de los tres, el que más me hacía volar. Me tenía dominada y a sus pies. ¡¡Por Dios, cómo cogía!! Era un artista para acariciarme. Me llevaba al límite con la caricias y me sacaba no menos de tres orgasmos antes de penetrarme. Además, me trataba como su puta y me dominaba, me ataba, me sometía ¡¡y me encantaba!! También era el más pijudo y más lindo. Para hacerla corta, me llevaba de la nariz y yo seguía satisfecha sus caprichos. Mis primos no le llegaban ni a los tobillos. Mi gran preocupación en la vida era que no deje de cogerme.
Un día habíamos quedado en vernos y, cuando llegué al departamento y entré, me lo encontré en el sillón con una joven morocha a su lado. Linda potra. Me quedé de una pieza porque era evidente que eran mucho más que conocidos. Cuando se levantó a saludarme, la tomó de la mano a esa guacha, la hizo levantar y me la presentó
– “Hola Irene, ella es Paula. Hoy va a pasar la tarde con nosotros”.-
– ¿¿¡¡Qué!!?? ¿¿Cómo??, contesté bastante cabreada.
Me tomó de la nuca, me acercó a su cara y dijo:
– “Putita, te comparto con tus primos y está bien. ¿Pero si quiero compartirte con Paula esta mal? Lo siento. Paula no se va a ir. Vos ¿te quedás?”.-
Y ahí se me vino la estantería abajo. Ni soñaba con irme, ni pensaba en no tener su sexo. Pensé rápido como retroceder sin quedar tan mal y sin perder el estar con Omar. Rápidamente me sentí que el suelo se volvía de barro. Me pensaba el eje de ese bulín y de golpe me habían bajado del trono.
– “No papi, no. Pero entendeme, no es manera esta. Podrías haberme avisado, ¿o no?”, dije intentando resolver la cuestión.
– “Si, tenes razón, perdona. ¿Empezamos de nuevo?”, dijo con toda la habilidad de darme lugar para reponerme.
La saludé a Paula mientras la medía. Estaba buena la guacha. Jovencita, muy buena figura, apenas mas baja que yo, lindas tetas y un culo redondito y firme. Y una sensualidad que la desbordaba. Me saludo amablemente con una sonrisa y me abrazó. Tenía la piel cálida y suave. Omar se acercó y nos dijo que vayamos a la pieza a ponernos la ropa que había elegido y nos despidió con un chirlo en la cola a cada una. En la pieza lo único que había era una toga muy fina para cada una. Nos miramos con Paula con cara de no entender, pero nos desvestimos y nos pusimos una toga cada una. Yo sabía que ese guacho me llevaba de la nariz, pero la expresión de Paula y su rapidez al vestirse me mostraron que no era la única que tenía dominada bajo su mando.
Las dos salimos y Omar nos dio a elegir entre sus dos manos cerradas. Me miré con Paula y elegí la izquierda. La abrió y tenía un nudo hecho con soga. Sin decir nada, Paula fue a un clóset mientras Omar me guiaba hasta el sillón, me sacaba la toga y me obligaba a arrodillarme sobre el sillón y poner las manos en el respaldo, como la primera vez que cogimos. En eso entró Paula con varios elementos en los brazos. Quise mirar y recibí un chirlo mientras me ordenaba que mire hacia adelante. Me puso una venda ciega y fui sintiendo como ataban mis manos y después tensaban la soga impidiendo moverlas. En ese instante sentí el primer gustazo y me mordí el labio.
Sentí que ataban mis tobillos y quedaron abiertos sin darme chance que los cierre. Después unas manos empezaron a pasarme aceite y masajearme todo el cuerpo. De allí en más sentía mi cuerpo sacudido por chirlos, lamidas en los pezones, masajes en las tetas, chupaditas de clítoris, jugueteos que me introducían suavemente, masajes en todo el cuerpo, vibradores. Lo que no tenía duda era que había cuatro manos y dos bocas trabajandome. No sé cuanto tardé en empezar a gemir y retorcerme. Todo era una delicia. Vomitaba los “Ay Dios” junto a jadeos cuando me pasaban de dolor a placer en segundos, gemidos al sentir lamidas y juguetes. Terminé entregándome a disfrutar hasta que me flechó una descarga eléctrica que hizo que me tensara tanto que sentí las sogas clavarse en mi piel, mientras gemía y jadeaba por la falta de aire y mi cuerpo seguía sacudiéndose. Después me aflojé toda y sentí la boca seca como si hubiera comido un osito de felpa.
Con delicadeza, me soltaron las sogas, me sacaron la venda y Paula me ofreció un vaso de agua helada que me pareció un néctar. Omar me miraba todo desnudo.
– “¿Te gustó?”.
– “Si, mucho”, le dije cuando pude articular palabras.
– “Descansá”, me dijo, se sentó al lado mío, la tomó a Paula (que también estaba desnuda), la trajo sobre él, la puso a caballito y la penetró. Mientras los veía coger, Paula estiró una mano y empezó a acariciarme el rostro y después las tetas.
– “Qué linda que sos. Tenía razón Roque cuando te describió”, y mirando a Omar le dijo “me gusta … mucho”.
Omar me indicó que fuera a su lado y me abrazó contra él mientras seguía cogiendo. Me dio un beso y empujó mi cabeza contra los pechos de Paula. Tuve un atisbo de resistencia, pero Omar me dio un chirlo, presionó más mi cabeza y la morocha me tomó con ambas manos y llevó mi boca a sus pezones.
– “Yo te los chupé recién y te encantaba”, me dijo. “Chupamelos a mi, por favor”
Con reticencia y de a poco fui acercando mi boca y empecé a lamer los pezones y a darle chuponcitos mientras ella me abrazaba y Omar me acariciaba la cola y las tetas.
– “Soltate putita, cerrá los ojos y disfrutala. Tiene una piel suave y linda de acariciar”, me dijo Omar
¡¡Y la mierda que si era suave, cálida y linda su piel!! Toda ella tenía aroma a hembra caliente, se la sentía flojita y entregada a los mimos. ¡¡Puta madre!! Empezaba a gustarme esa turra y fui sintiendo como se calentaba y me abrazaba más fuerte contra ella ante las embestidas de la pija de Omar, fui percibiendo como se tensaba, cómo la calentura cambiaba su aroma y el sabor de sus tetas y la sentí explotar mientras le chupaba el pezón y la abrazaba en su clímax. Cuando se repuso, me tomó la cabeza con sus manos, dijo “gracias” y me dio un suave beso en los labios.
– “Irene”, dijo Omar. “Sentate contra mí dándome la espalda”.
Cuando lo hice, me volvió a poner la máscara ciega, sentí que ataban una a una mis muñecas y ataron las sogas de un modo que quedé con los brazos abiertos, en cruz apoyada contra Omar y me ataron los tobillos obligándome a tener abiertas las piernas. Después, mientras Omar me abrazaba y jugaba con mis pechos y pezones, las manos de Paula me acariciaban completa con un conocimiento exacto de como calentarme. Después, sentí una de sus manos meterse entre mis piernas mientra Omar me tomaba de las nalgas y me levantaba y, al bajarme, sentí la punta de su pija en mi culito. Unos dedos me ponían lubricante y la punta empujaba por abrírmelo. En poco tiempo, despacito fue penetrándome hasta el fondo y quedé sentada, con su pija metida toda en mi cola.
Sentí sus manos de nuevo masajeando mis tetas mientras empezaba a sentir que alguien se dedicaba a mi clítoris y mi conchita. Lamidas, besos, mordisquitos de labios, dedos, vibradores. Cuando esos mimos me obligaban a moverme, sentía esa verga dura que tenía dentro, en poco tiempo mis movimientos espasmódicos incitados por los sabios mimos de Paula y la pija de Omar en mi cola me hicieron subir la temperatura al tope. Ni sé cuanto duro, pero hubo un momento en que perdí la noción de todo lo que pasaba y solo saltaba de un estímulo a otro. Sentí un consolador entrando en mi vagina, una boca jadeando su cálido aliento en mi punto sensible, y después no supe que era lo que pasaba, pero me fui a volar por el placer. Volví a estallar, volví a tensarme, gemí, di gritos ahogados y otra vez las sogas le pusieron tope a mis espasmos. Hasta que me derrumbé.
Omar me sacó la venda y vi a Paula subir despacito desde mi conchita, lamiéndome y besándome los pezones y, cuando llegó a mi boca me dio un profundo beso al cual respondí. Después se levantó y fue soltando las sogas que me amarraban y se sentó en otro sillón a ver como Omar terminaba de cogerme el culo. Como no tenía ni fuerzas, me volvió a poner de rodillas y apoyada sobre el respaldo y así me cogió hasta acabar. Omar salio dentro mío y Paula me ayudó a levantarme y me abrazó un rato largo. Me encantó dejarme fundir entre sus brazos. Nunca me habían cogido tan lindo y la lengua de esa morocha la quería volver a tener en mi conchita.
– “Hermosas, vamos los tres a dormir un rato” dijo nuestro hombre y fuimos al dormitorio. “Tengo una idea preciosa para la tarde”.
Nos acostamos con Omar al medio y nosotras acurrucadas contra él. Por arriba del pecho de Omar, las manos de Paula y la mia se entrelazaron.