Crecí con mi prima Blanca. De niños pasamos mucho tiempo juntos en casa de nuestra abuela y al ser hijos únicos, desarrollamos un vínculo de hermandad. Somos de la misma edad así que íbamos en el mismo salón y yo me convertí en su protector. Ella era muy divertida y tierna, solía hacerme regalos: dulces, cartas e incluso me guardaba los mejores Tazos de Pokémon. Cuando cumplí quince años hice una pequeña reunión con amigos de la escuela y la invité a ella. Se quedó a dormir y cuando todos se fueron me dio de regalo de cumpleaños mi primer beso.
Al cumplir dieciocho años decidí organizar un pequeño viaje a la playa con mis mejores amigos y con Blanca. La pasamos muy bien, nadando, bebiendo cerveza y bailando. Ella lucía un bikini blanco que apenas y cubría su monte de Venus y sus pechos, que no eran muy grandes pero estaban muy bien puestos. Pasé casi todo el fin de semana viendo su figura. Ella era muy cariñosa conmigo, al fin y al cabo yo era su primo favorito y era el fin de semana de mi cumpleaños. El primer día, mientras todos permanecían en la arena disfrutando de unas cervezas, Blanca y decidimos entrar al agua para refrescarnos.
—¡Me ahogo, ayúdame, primo! —bromeó Blanca mientras se lanzaba a mis brazos para intentar hundirme.
—¡No, primita, no! Yo te salvaré —continué la broma mientras la abracé y la hundí yo mismo en el agua.
Forcejeamos unos minutos, divertidos. Ella pegaba todo su cuerpo al mío y en un intento por vencerme, rodeó mi cadera con sus piernas. Yo sentía sus pechos pegados a mi torso y su monte de venus al alcance de mi potente erección. Fue una sensación nueva que llevaba años gestándose. Ver por primera vez a Blanca como una hembra apetecible en lugar de como la prima con la que había crecido, revolucionó mi mundo. Comencé a respirar agitadamente. Ella notó mi erección intentando escapar de mi traje de baño y presionando sobre la telita que cubría su vulva. Abrió los ojos, sorprendida. Nos quedamos quietos un minuto, interpretando nuestras sensaciones. Al fin sonrió y se abrazó a mi cuello, respirando excitada en mi oreja.
—¿Te gusta lo que ves, primito? —preguntó con la voz más seductora que jamás he escuchado.
—Me encanta, te has puesto hermosa, primita…
Estábamos a punto de besarnos cuando alguien nos sacó de la burbuja de erotismo.
—¡Hey, cumpleañero! ¡Se nos acabaron las cervezas, vamos a ir por más!
Nos separamos de súbito, aparentando normalidad.
—¡De acuerdo! —grité levantando una mano— Acá los esperamos.
Vimos a nuestros amigos alejarse con rumbo al coche para manejar a la tienda más cercana. En cuanto nos dieron la espalda, Blanca deslizó su mano al interior de mi traje de baño. Su mano apretó mi verga y sentí una oleada de placer.
—Buen tamaño, primito, nada espectacular, pero tiene un tamaño decente, además circuncidado, qué rico. Llevaba meses imaginando cómo tendrías la verga…
No lo podía creer, mi prima Blanca me estaba masturbando en la playa.
—Oye, pero esto no se puede quedar así —dije— yo también tengo que ver.
Hice a un lado la tela de su top para descubrir sus pezones. Eran los primeros pechos que veía en mi vida. Sus pezones eran rosados, no muy grandes y casi se confundían con su tez blanca. Eran hermosos. No dije nada más y comencé a chuparlos.
—Primo, ¿qué haces? Nuestros amigos todavía podrían vernos.
Tenía razón. No quería avergonzarla frente a todos ellos. La tomé de la mano y salimos del agua. Nos dirigimos hacia nuestro bungalow. Una vez en el cuarto me saqué el traje de baño, liberando mi erección. Blanca la vio y se arrodilló frente a mí, metiéndose mi verga a su boca. La verdad es que no tenía mucha experiencia mamando y me rozó el glande varias veces con sus dientes, provocando un dolor que disfruté como loco.
No importaba nada, la prima Blanca, la primera mujer en mi vida, me estaba mamando la verga como una desquiciada. Por un momento me detuve a pensar que todo era una locura, ¿qué dirían nuestros padres si se enteraban? Decidí ignorar la sensación de culpa y disfrutar del momento. La tomé de la mano y la ayudé a ponerse en pie. Di dos pasos hacia el frente, haciéndola caer sobre la cama. Le quité el bikini y la abrí de piernas. Durante esos segundos ella sólo decía mi nombre.
—Enrique, primito, ¿qué haces? Estás loco…
Pero no se oponía. Apunté mi erección a su coño. Lo tenía cubierto de un vello muy fino y recortado. Castaño.
Era mi primera vez y tenía muchas dudas, pero más ganas de entrar en mi prima, que también era virgen. Coloqué mi glande circuncidado -que tanto le gustó- en la entrada de su vagina y empujé con decisión. La fricción de su himen rompiéndose es algo que recordaré toda la vida.
—¡Enrique, ¿qué haces? —dijo con terror.
—Me encantas primita, y tú a mí. Estoy tomando mi regalo de cumpleaños, tu virginidad.
—Ay primito, qué cosas dices, sí te amo y me encanta que seas el primer hombre que me penetra, pero al menos debiste usar un condón.
—¿Cómo un condón, Blanca, mi amor? Somos familia y hay confianza, los primos que se aman deben demostrarlo…
—Pero qué cosas dices, claro que confío en ti, pero tu semen podría fertilizar mi óvulo… es peligroso.
—Ese peligro hace que me excite más estar dentro de mi primita —dije loco de pasión— Pero, ¿quieres que la saque? Podría ir corriendo a la tienda por un condón y…
—No la saques, Enrique. Te quiero dentro de mí sin nada entre nosotros —sentenció ante la idea de mí interrumpiendo nuestro placer— Ya luego vemos qué hacemos. Si me preñas, responderás por tus actos. Ven aquí —dijo y me abrazó para besarnos con ternura mientras comenzaba a bombear.
Esa primera vez sin experiencia sólo lo hicimos de misionero. Para siempre será la vez en que más disfruté llenar de semen el coño de mi prima.
—Estoy cerca, primita, ¿dónde vas a querer mi leche? —pregunté para estar seguro de que me quería dentro de ella.
—Ay, Enrique, no deberíamos —comenzó— es súper peligroso, estoy ovulando, pero… No me puedo resistir. No la saques, primito, mi amor, quiero sentir tu semen derramándose en mí.
Aquellas palabras terminaron de obrar milagros en mi libido. Bombeé dos veces más, con el glande hinchadísimo. Al ser su primera vez, las paredes de mi prima estaban muy apretadas y cada embestida se encontraba con algo de resistencia que incrementaba el placer. A la tercera bombeada comencé a eyacular impunemente en la vagina de Blanca. Varios chorros comenzaron a mezclarse con sus fluidos y al sentirlos, ella me volvió a rodear con sus piernas, evitando que escapara.
—Ahora eres mío para siempre, primito. Y yo tuya. Ya no soy tu prima, soy tu mujer —añadió con todo el amor del mundo.
Nos quedamos entrelazados con mi verga aún dura y dentro de ella. Pasaron unos minutos así, besándonos y diciéndonos lo mucho que nos amábamos. Al fin mi verga perdió dureza y la saqué. Un chorro de mi semilla comenzó a escurrir de ella. Se puso el bikini con rapidez.
—No quiero que se salga nada, esta lechita es mía y la quiero guardar dentro de mí —dijo con un tono de perversión que devolvió sangre a mi pene recién estrenado.
Nuestros amigos entraron al bungalow cuando apenas nos estábamos vistiendo.
—Enrique, Blanca, ¿dónde están? —gritó Samantha, una de nuestras amigas.
Salimos del cuarto a saludar.
—¿Qué hacían? —preguntó Samantha
—Perdí mi arete y Enrique me ayudaba a buscarlo. Pero aquí está —explicó Blanca mostrando su arete de oro.
—Bueno. Pues vamos a la sala, ya es tarde para volver a la playa.
El resto de la noche la pasamos divertidos con nuestros amigos. Intentamos mantener las apariencias durante un rato pero las ganas de estar juntos al fin nos vencieron y comenzamos a abrazarnos y darnos besos siempre que podíamos. Nadie dijo nada. En retrospectiva supongo que todos nos vieron desde siempre como una pareja y aceptaron nuestro comportamiento de marido y mujer. Fue el mejor fin de semana de mi vida. A la hora de dormir decidimos desde el principio del viaje separarnos en hombres y mujeres, pero no pude más. Me encontré con Blanca en la sala y ahí volví a tomarla. Su bikini estaba empapado de mi semilla saliendo de su coño.
—Te hace falta otra dosis de mí, primita —le dije, al oído mientras me la cogía esta vez de perrito.
—Sí, mi amor, dámela toda, esa lechita es sólo para mí.
Eyaculé casi la misma cantidad esta vez. Cuando terminé de vaciarme en ella, me dijo en un susurro —¿Sabías que esta posición es ideal para la fecundación? El semen llega más profundo y es más fácil provocar un embarazo.
El dato, que debió aterrarme, me excitó. La idea de preñar a mi prima me enloquecía.
—No tenía ni idea, sólo sé que te amo, que estuvo delicioso y que si pasa algo estaré a tu lado. Nos fundimos en un beso y nos quedamos dormidos en el sillón.
Volvimos a la ciudad a la mañana siguiente y ya nos comportábamos como una pareja, pero al volver a nuestras casas todo volvió a la normalidad. A la semana siguiente la acompañé a la farmacia por una prueba de embarazo que salió negativa. Nos sentimos en parte aliviados, era nuestro primer año de universidad y el mundo comenzaba apenas a abrirse ante nosotros, pero decepcionados también: la idea de iniciar una familia con la persona que amas desde siempre era muy tentadora. Nos abrazamos un rato, estábamos en su casa y mis tíos habían salido.
—Si queremos seguir disfrutando, debemos cuidarnos un poco, prima, necesitamos algún método anticonceptivo —dije al fin. Ella se negó y seguimos cogiendo sin protección casi un mes. Un día entró en razón y fuimos al ginecólogo y se puso un implante.
Blanca y yo seguimos cogiendo hasta la fecha. Nos hemos graduado de la universidad y hemos tenido parejas formales con las que nunca hemos cogido sin condón. Toda mi leche es para mi prima. Incluso algunas veces hemos hecho tríos o intercambios de pareja, nada me puede separar de Blanca. La amo y espero un día tener el valor de casarme con ella y tener la familia con la que soñamos.
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