La prisión de los placeres culposos

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De seguro, en algún medio de entretenimiento, como puede ser una película o una serie de televisión, ver la historia de un expresidiario, y el como hizo para sobrevivir el día a día en un entorno tan hostil como es el de una prisión. Este tipo de historias ya son tan comunes que la inmensa mayoría de las personas ya está cansadas de las mismas pero, el día de hoy, te voy a contar como fue mi experiencia como prisionero, y te aseguro que no se parece en nada a cualquier otra historia del estilo que hayas escuchado.

Primero que nada, quiero que sepas que todo esto empezó cuando yo estaba en secundaria. Desde siempre, yo fui un joven bajito, delgado, y sin mucha personalidad, pero siempre tuve algo a mi favor, y fue mi gran talento para el hackeó y para la creación de sistemas digitales.

Tras graduarme con honores de la secundaria a los 18 años, parecía que iba a tener un futuro brillante pero, tristemente, terminé yendo por el mal camino. En lugar de usar mis conocimientos para trabajar en una empresa prestigiosa, decidí usarlos para realizar todo tipo de actividades ilegales (tales como hackear cuentas bancarias, hacer estafas digitales, el tráfico de información, etc.). Al principio, mis negocios ilegales iban muy bien, pues me daban muchas ganancias, y era tan listo y tan cuidadoso qué nadie era capaz de rastrearme pero, al cumplir los 21 años, cometí un pequeño error, le permitió a la policía dar con mi paradero y arrestarme.

Pese a que contraté a un abogado prestigioso para que me defendiera en el juicio, este me dijo que mi caso estaba completamente perdido, pues tenían pruebas contundentes en mi contra. Tras escuchar aquella desesperanzadora noticia, yo le rogué que hiciera lo que fuera para ayudarme, pues era consciente de que, si me enviaban a la cárcel, iba a terminar siendo el juguete sexual del reo más grande.

Mi abogado me dijo que la única solución a mi problema era que yo declarará ante el jurado que me autopercibía como mujer para que me enviaran a una penitenciaria femenina ya que, según las leyes de mi país, el estado tiene la obligación de tratar a los ciudadanos como se autopercibían y, aunque no me gustaba la idea, termine aceptando.

Al llegar el día del juicio, mi abogado y yo pusimos en marcha nuestro plan, el cual terminó funcionando, y el juez me declaró culpable y me sentía a pasar tres años de cárcel en la prisión de las Amazonas. Yo, tras oír el veredicto, me puse contento, pues pensé qué cumplir mi condena en una cárcel femenina sería algo sumamente simple pero, dentro de poco, descubriría que no iba a ser tan así.

Un día después del juicio, por la noche, un patrullero me escoltó hasta la prisión de las Amazonas, la cual era una institución muy particular, ya que era la única en el mundo que era poblada y administrada por mujeres en su totalidad (eso incluye no solo a las prisioneras, sino también a las guardias, las enfermeras, el personal de limpieza, etc.).

Ni bien baje del vehículo, fue recibido por una de las tantas guardias de la prisión, la cual era una mujer alta, rubia, de 35 años de edad, musculosa, y que usaba un uniforme tan ajustado que ayudaba a resaltar sus inmensas tetas y su enorme culo.

“¡Caminando, escoria!” exclamó ella, con un gesto de enojo, mientras me agarraba del brazo “¡La directora te está esperando!”

La guardia me escoltó hasta la oficina de la directora, la cual era una mujer pelinegra de piel blanca que, pese a tener 43 años de edad, se veía más joven de lo que realmente era y, aunque tenía tetas medianas, lo compensaba con un culo enorme.

“Así que tú eres el nuevo ¿Cierto?” me preguntó la directora “Debo felicitarte, pues eres el primer hombre que va a habitar está institución”

“Le recuerdo, señora, que yo no soy un hombre” le dije, con firmeza “¡Soy una mujer!”

“¡No intentes tomarme de idiota, mocoso!” exclamó enojada y, con una sola mano, me agarró del cuello de la remera y me levanto “¡Podrás haber engañado a los estúpidos del jurado, pero a mí no me engañas! Pero en fin ¿Quieres que te tratemos como una reclusa? ¡Pues te vamos a tratar como una reclusa? ¡Oficial Emma, dele la bienvenida adecuada a nuestro nuevo huésped!”

“¡Será todo un placer, directora Zoe!” exclamó la guardia, con una sonrisa pervertida, mientras me escoltaba fuera de la oficina.

Luego, Emma, la guardia, me llevo adentro de un baño, me arrojo en el suelo, cerró la puerta, y comenzó a desnudarse.

“¿Pero qué estás haciendo?” pregunte, asustado, mientras intentaba pararme.

“¿No lo ves? ¡Me preparo para cogerte!” exclamó ella, quien ya estaba completamente desnuda “¡Una de las tradiciones de esta cárcel es recibir a las nuevas reclusas, para que sepan quien manda aquí!”

“¡Piedad, yo soy virgen!”

“¡Siempre me dicen lo mismo! ¿No te conoces otra excusa?” exclamó ella, mientras agarraba mi cabeza y la apoyaba contra sus abdominales perfectamente marcados “¡Páseme la lengua!”

“¡De ninguna manera!” exclamó, con incomodidad y con excitación.

“¡O haces lo que te digo o te meto todo mi bariston por el culo!” exclamó ella, con mucha seriedad.

Con mucha impotencia, acate la orden de Emma y, aunque me dé rabia admitirlo, me encantó el sabor tan erótico que tenían esos abdominales. Luego, la mujer hizo que me pusiera de rodillas, y me forzó a chuparle el coño, el cual estaba todo mojado.

Mi lengua recorrió hasta el último rincón de las partes íntimas de esa guardia, las cuales tenían un sabor muy dulce, al tiempo que la escuchaba gemir con gran pasión.

Luego de mucho sexo oral, Emma empezó a desgarrar mi ropa y, al tiempo que lo hacía, me lamía y me besaba todo el cuerpo. Yo luche por intentar evitar que ella hiciera lo que quisiera conmigo, pero me fue imposible debido a que tenía las manos esposadas detrás de la espalda y a la enorme diferencia de tamaño y de fuerza que había entre ella y yo.

Una vez que quede completamente desnudo, ella se quedó estupefacta por unos instantes mientras me miraba la verga, la cual estaba completamente erecta.

“¡Mierda!” exclamó ella, sorprenda “¿Quién diría que un putito tan flaco y afeminado como tu tendrías semejante manguera debajo de los pantalones? ¡Sin duda, serás una buena adquisición para Maya!”

“¿Para quién?” pregunte, confundido.

“¡Eso no importa ahora!” exclamó ella, mientras se ponía encima de mí “¡Porque ahora me perteneces a mí y solo a mí!”

Emma, sin ninguna piedad o arrepentimiento, metió mi verga dentro de su coño mojado y perfectamente depilado, y ambos comenzamos a tener sexo violento, en dónde ella era la activa que hacía lo que quería y yo solo el pasivo que estaba a su completa merced.

Durante el acto sexual, la guardia me obligó a chuparle las tetas, y a darle besos muy ensalivados y apasionados.

Mi abuso continuó durante un buen rato hasta que, finalmente, ambos acabamos al unisonó. Luego, ella se volvió a poner su uniforme de guardia, y se puso de pie.

“¡Jamás había abusado de un hombre antes y, para serte sincera, fue una gran experiencia!” exclamó Emma, mientras yo seguía temblando acostado en el suelo posición fetal “Espero que te haya gustado tu regalo de bienvenida, ahora te dejare unos minutos para que te recuperes”

Al salir Emma del baño, yo, que aún estaba en estado de shock por haber sido abusado por una mujer y por haber perdido mi virginidad de ese modo, no sabía cómo sentirme exactamente. Por un lado, me sentía sucio y patético, pues había Sido vulnerado totalmente pero, por el otro, había Sido una experiencia muy excitante, de cierta forma, placentera.

Al cabo de un rato, la guardia regresó con un traje de color naranja, el cual era el uniforme de la prisión, y me lo dio para que me lo pusiera. Aquel atuendo me quedaba muy grande pero, aun así, me lo tuve que poner igual, pues no tenían mi talla.

Luego, la milf rubia me escoltó por los pasillos de la penitenciaria, en dónde estaban encerradas el resto de prisioneras. Las mujeres que estaban encerradas en esas celdas tenían entre 20 y 43 años de edad, y todas eran altas, musculosas, con rostros y cuerpos femeninos, tetonas, y culonas.

Al verme caminando por el pasillo, la mayoría me empezó a gritar cosas como:

“¡Ven, lindo, que te voy a terminar de criar a sentones!”

“¡Si te agarro te violo, mariquita!”

“¡Mi culo necesita un lugar donde sentarse y tú estúpida cara es ideal para el!”

Finalmente, Emma me metió dentro de una celda, la cual ya tenía una mujer adentro de ella, y me quitó las esposas.

Aquella lugar, más que parecer a la típica celda de una correccional, parecía el cuarto de un hotel medianamente lujoso, pues contaba con un televisor, un aire acondicionado, y una cama matrimonial. Además, la mujer que allí vivía media dos metros de altura, tenía la piel bronceada, el pelo teñido de rojo, unos ojos de color verde intenso, un cuerpo muy musculoso pero femenino, unas tetas inmensas, y un culo enorme.

“¿Así que este es el famoso hombrecito?” pregunto la prisionera, con una sonrisa pervertida “¡Es más lindo de lo que esperaba!”

“¡Y tiene una verga muy buena, te lo garantizo!” exclamó Emma y luego recibió un fajo de billetes de la criminal “¡Es siempre un placer hacer negocios contigo, Maya!”

En cuanto Emma se fue, mi compañera de celda y agarro debajo de los brazos, me levanto como si fuese un muñeco de trapo, y me apoyo contra la pared de la celda

“¡Por favor, no me mates!” exclame, asustado.

“¡Que lindo te ves cuando tiemblan!” exclamó ella, y luego me pasó su lengua toda ensalivada por el cuello “¿Realmente crees que pague tanto dinero por ti solo para asesinarte?”

“¿Dinero?” pregunte, confundido.

“Cómo eres nuevo, te voy a explicar cómo son las cosas: mi nombre es Maya, y soy la máxima autoridad detrás ¡Aquí nadie hace nada si yo no lo digo! Me dedico principalmente al negocio de la prostitución, tengo varias putas trabajando para mí, y tú vas a ser una más de ellas”

“¡No puede ser!” exclame, preocupado.

“¡Claro que puede ser! En cuanto me enteré de que un hombre iba a ser enviado a esta prisión, le pedí a Emma que lo probará para ser si servía para complacer sexualmente a las reclusas y, por suerte para ti, ella dice que si sirves como juguete sexual viviente, así que le pagué una buena suma de dinero para que te enviara conmigo ¿Tienes idea de cuanto pagarán las perras que habitan este basurero para tener una verga dentro de sus coños? Algunas mujeres llevan más de una década sin coger con hombres y, como aquí no están permitidas las visitas conyugales, la única forma que tienen de saciar su hambre de pito es pagándome a mí, que tengo el monopolio del único varón de toda la institución”

“¡Me niego a ser una puta!” exclame, con firmeza “¡Tengo mi dignidad!”

“¡No te lo estoy preguntando si quieres ser mi puta, te estoy informando que vas a ser mi puta!” exclamó Maya, mientras me lanzaba sobre la cama de la celda, y luego se empezó a desnudar “¡Ahora prepárate, porque quiero probar esa verga que tengo le gustó a la guardia!”

“¡Espera, por favor!” suplique, mientras me arrastraba sobre la cama “¡Recién me acaban de arrancar mi virginidad a través del abuso, dame un respiro!”

“¡Ya te dije que tú no tienes ni voz ni voto aquí!” exclamó ella, mientras se abalanzaba sobre mi “¡Te voy a entrenar para que seas la mejor puta que haya pisado esta prisión!”

Cuando Maya comenzó a quitarme la ropa, yo solo acepté lo que estaba por ocurrir porque, si no había podido evitar que Emma abusase de mi, mucho menos iba a poder defenderme de mi compañera de celda, que era mucho más grande y fuerte que ella.

Una vez que los dos estuvimos desnudos, Maya se puso encima de mi, y me forzó a chuparle el coño, al tiempo que ella me hacía una paja rusa con sus inmensas tetas y me chupaba la verga con gran intensidad.

“¡Que bien se siente volver a chupar un buen pito después de tanto!” exclamó Maya, mientras lamía la cabeza de mi verga “¡Y tú lengüita también se siente muy bien!”

Luego de mucho sexo oral, ella se levantó, y dejo caer su enorme culo sobre mi cara, aplastándola por completo.

“¡Chupa mi culo, puta de mierda!” ordenó ella.

“¡No, jamás!” exclame, mientras intentaba sacarme de encima.

“¡O me llames el culo o te mato, de la misma forma en la que mate a mi marido por no poder satisfacerme! exclamó Maya, mientras aguantaba su inmenso trasero, haciendo que mi cabeza rebotara entre sus nalgas.

Al no tener más opción, metí mi lengua dentro del ano de mi proxeneta, lo que hizo que está gimiera de placer. Al principio, pensé que dar un beso negro sería demasiado desagradable, pero me terminó gustando el sabor fuerte y erótico de esa culona.

Luego de chuparle el culo a Maya por un buen rato, ella se levantó y, de un sentón, metió mi verga dentro de su ano.

“¡Gime más, zorra!” exclamó ella, al tiempo que me daba fuertes sentones y me estrangulaba “¡Me encanta cuando los hombres me suplican piedad!”

Cada uno de los sentones de Maya se sentía como si me cayera un edificio de concreto sobre la pelvis, y su culo era tan apretado que, por un momento, sentía que mi verga iba a ser triturada pero, pese a todo y a lo humillado que me sentía, lo disfruté de gran manera, lo cual hizo que me sintiera culpable.

Finalmente, tras mucho sexo anal, termine acabando dentro del culo, y ella puso su coño en mi boca y acabo dentro de ella, llenando la de jugos vaginales.

“¡Trágatelo todo, zorra!” ordenó ella, mientras me tapaba la boca, y yo terminé acatando su orden “¡Eso es, buena putita! Sin duda, he hecho una excelente inversión ¡Así tiempo que no cogía así!”

“¡Por favor, déjame descansar un poco!” exclame, agotado “¡Ya me cogieron dos veces en el día, mis piernas no dan para más!”

“¡Bueno, está bien, pero solo lo haré porque has sido un buen chico! Ahora duerme tranquilo y descansa bien, porque mañana empiezas a trabajar para mi ¡Mas te vale hacerme ganar mucho dinero, o te prometo que no saldrás vivo de esta cárcel!”

Luego, Maya y yo nos acostamos desnudos en la misma cama y, mientras ella se quedó dormida rápidamente, yo me quedé reflexionando un buen rato sobre como sería mi vida a partir de ahora.

Es irónico ¿No lo creen? Había pedido que me enviaran a una prisión femenina para evitar convertirme en un juguete sexual y, al final, termine siendo la putita de todas las reas. Solo el tiempo diría si podría sobrevivir a esa adversidad o no.

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