La prisión de los placeres culposos (2)

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T. Lectura: 6 min.

Cómo recordarán, la historia anterior terminaba conmigo durmiendo junto a Maya, mi proxeneta, y este relato comienza a la mañana siguiente después de eso.

En cuanto las guardias hicieron sonar la alarma, la cual anunciaba el inició de un nuevo día, Maya me llevó hasta la celda número 9, en dónde estaban todas las putas que ella manejaba, y me presento ante ellas.

Luego, Maya le ordenó a una de sus putas, la cual se llamaba Gwen, que me diera un tour por la prisión para que la conociera. Aquella era una mujer peli marrón, alta, musculosa, y con varios tatuajes en la piel.

Mientras recorría los pasillos en compañía de mi nueva compañera, varias de las reclusas me salvaron y me gritaron obscenidades, pero yo simplemente las ignore y seguí mi camino.

“¡Se ve que soy muy popular!” exclame, con cierta angustia.

“¡Y no es para menos!” exclamó Gwen “Estás mujeres hace años que no ven a un hombre, y estaría dispuestas a pagar lo que sea por coger contigo. Es más, mientras hablamos, Maya está haciendo subastando una noche de sexo salvaje contigo, pues son tantas las reclusas que te quieren coger que ella se puede dar el lujo de prostituirte a la mejor postora”

“¡Eso es lo que más frustración me da! Soy un ser humano y tengo dignidad ¡Me niego a ser tratado como un juguete sexual por el resto de mi condena!”

“Deberías estar agradecido de tener la suerte de ser una de las putas de Maya porque, de lo contrario, ya estarías muerto. Esta cárcel está llena de sociópatas que disfrutan matando hombres pero, mientras Maya te tenga bajo su protección, no se atreverán a tocarte. Pareces un buen chico, además de ser muy lindo, así que te voy a dar el consejo que aprendí en estos cinco años que llevo prisionera: simplemente agacha la cabeza, coge a quien te tengas que coger, y estarás bien”

“¿Y tú disfrutas que te traten como una puta?”

“A veces si y a veces no”

“Por cierto ¿Dónde está la biblioteca?”

“¿Biblioteca?”

“¡Si, una vez vi un serie sobre cárceles en dónde había una biblioteca! ¿Aquí tiene?”

“Aquí no hay bibliotecas, ni talleres de carpintería, ni de arte, ni nada de nada. Las únicas tres cosas que podemos hacer en este lugar para entretenernos y no volvernos locas por el aburrimiento son entrenar, drogarnos, y coger”

Un par de horas después, fui al comedor de la cárcel para almorzar, y me senté en una mesa junto con Gwen y el resto de las putas de Maya. La comida que nos sirvieron era realmente espantosa y parecía estar rancia pero, aun así, me la comí, pues no había otra cosa.

Ni bien terminamos de almorzar, Maya fue hasta nuestra mesa, me informo que ya me había conseguido a mi primera clienta, y que me iba a llevar a la celda de la misma para que pudiera “atenderla”.

En el camino, lo único que Maya me dijo fue que la mujer que había contratado mis servicios se llamaba Velma, y qué se dedicaba al contrabando de drogas dentro de la prisión.

Al llegar a la celda de mi clienta, puede ver a Velma, la cual era una mujer pelinegra de 40 años de edad, de cabello corto, con la mitad derecha de la cabeza rapada, un piercing en la nariz y otro en la ceja izquierda, un cuerpo musculoso pero femenino (destacando sus inmensos muslos, los cuales serían capaces de aplastar una cabeza) unas tetas enormes, y un culo gigantesco.

“¿Así que tú eres la putita?” me preguntó Velma, mientras se me acercaba con firmeza.

“¡Ho… hola, señorita!” exclame, con cierto temor y vergüenza.

“¡No me digas señorita, dime mami!” exclamó ella, llena de lujuria, pero, antes de que pudiera tomarme, Maya le agarro el brazo.

“¡No olvides el trato que habíamos hecho!” exclamó mi proxeneta, con seriedad “¡Si no hay droga no ahí verga!”

“¡Bueno, está bien!” exclamó Velma, y le entrego a Maya una bolsa de metanfetaminas “Este es el primer pagó. Cómo acordamos, yo te daré toda la droga que quieras, siempre y cuando me permites tener a este hombrecito para mí sola durante un día entero por semana”

“Es todo tuyo entonces, pero recuerdo: puedes hacer lo que quieras con él, pero no quiero verle marcas de golpes ni de cortes porque, si dañas mi mercancía, te juro que te vas a arrepentir”

En cuanto Maya salió de la celda, Velma ordeno que me desnudara, me dió una tanga de color violeta y un lápiz de labio del mismo color, y me dijo que me los pusiera.

Una vez qué me vesti como ella me había ordenado, la milf se desnudó por completo, me entrego una botella de aceite corporal, se acostó boca abajo sobre la cama de su celda, y me ordenó que le diera un masaje erótico.

Tras cubrir el cuerpo de mi clienta en abundante aceite, comencé a masajear la de arriba a abajo. Primero, comencé por masajear su poderosa y musculosa espalda, hasta llegar a sus gordas e inmensas nalgas, las cuales bañe en abundante aceite y estruje con gran fuerza, cosas que ella disfruto, pues la escuche gemir con fuerza.

“¡No sabes cómo extrañaba sentir las manos de un hombre!” exclamó Velma, mientras yo le masajeaba su enormes glúteos “Llevo 10 años encerrada en esta pocilga y, aunque me divertí mucho cogiendo con mujeres, para mí no fue lo mismo ¡Los hombres son mi debilidad, en especial si son jóvenes!”

“Y dime ¿Por qué te encerraron?” le pregunté, con cierto temor.

“Solo diré que yo antes enseñaba matemáticas en un colegio secundario y, un día, descubrieron que era muy “cariñosa” con uno de mis alumnos pero ¿Te soy sincera? ¡No me arrepiento de nada!” dijo ella, mientras se daba vuelta para que pudiera continuar con el masaje

Al igual que hice con la parte trasera de Velma, empecé a aceitar su cuerpo de arriba a abajo, masajeando sus poderosos brazos, sus tetas suaves, y sus abdominales perfectamente marcados.

“Dime ¿Te gustó la comida del comedores?” me preguntó ella, con una sonrisa pervertida.

“La verdad, es un asco” le dije

“¡Pues, para tu suerte, tengo un postre que te va a encantar!” exclamó, mientras agarraba mi cabeza, y la metía en su entrepierna “¡A chupar, mariquita!”

En cuanto mi lengua penetro el coño maduro de la milf, está gimió con fuerza, y todo su cuerpo tembló por la excitación. Luego, Velma me agarró de los pelos, y nuestras bocas se unieron en un ensalivado y potente beso que parecía ser eterno. Nuestro beso fue tan intenso que, al momento de superar nuestras bocas, los labios de Velma quedaron todos pintados de violeta, debido al lápiz labial que había usado.

“¡Ahora quiero que me beses el culo!” exclamó ella, mientras se ponía en cuatro, agarraba mi cabeza, y metía mi cara entre sus enormes nalgas “¡Buen provecho, putita de mierda!”

Al igual que como me había pasado con Maya, al principio me dio asco chuparle el ano a una mujer pero, luego de unos instantes, y aunque me dé vergüenza admitirlo, me terminó gustando el sabor fuerte pero erótico que este tenía.

“¡Cómo se nota que eres nuevo, aún no sabes cómo dar un buen beso negro!” exclamó Velma, entre gemidos, mientras aguantaba sus nalgas contra mi cara “¡Pero no te preocupes, te voy a hacer practicar hasta que aprendas!”

Luego de un buen rato, Velma se acostó boca arriba sobre la cama, y me ordenó que me subiera encima de ella, que metiera mi verga dentro de su coño, y que comenzará a cogérmela tan fuerte como fuese posible.

Yo acate la orden de mi clienta y, a decir verdad, me encantó lo húmedo y apretado que se sentía su coño.

Al principio, ambos gemimos y disfrutamos del sexo pero, tras varios minutos, ella envolvió mi cuerpo con sus enormes y colosales piernas.

“¡Estás bajado el ritmo!” exclamó ella, molesta “¡Te dije que quería que me cogieras bien duró!”

“¡Perdón, hago lo que puedo!” exclame, nervioso.

“¡No es suficiente!” respondió ella, mientras estrujaba mi cuerpo con sus piernas.

“¡Detente, vas a romperme las costillas!”

“¡Cógeme con todo lo que tengas entonces, o juro que te aplastarle como a una uva!”

Al escuchar las amenazas de Velma, y al sentir como sus poderosos muslos aplastaban mis costillas, empecé a cogerla con todas mis fuerzas y a un ritmo muy intenso.

Personalmente, yo jamás me hubiera imaginado que iba a tener sexo tan duro con una mujer, pero lo conseguí, aunque tuve que ponerle mucha fuerza de voluntad para lograrlo.

Tras coger por varios minutos, Velma tuvo un orgasmo, y yo estaba a punto de acabar también, pero ella me ordenó que le hiciera un fascial. Fue entonces que yo saqué mi verga de adentro de su coño, me senté sobre sus abdominales, puse mi verga entre sus inmensas tetas, y eyacule sobre su cara, cubriendo todo el bello rostro de esa milf con mi semen.

Al finalizar el brutal encuentro sexual, yo me desplome sobre la cama completamente agotado, y ella se acurrucó a mi lado.

“¡Eso estuvo muy intenso!” exclame.

“¡Si, estuvo muy bueno para ser la primera ronda!” me respondió ella.

“¿Cómo que la primera ronda?” le pregunté, sorprendido y nervioso.

“¡Pues claro! El acuerdo que Maya que hice con Maya estipulaba que te tendría para mí sola durante todo el día, y no pienso desperdiciar ni un solo momento ¡Ahora prepárate, porque ahora quiero sexo anal, y quiero que te cojas mi culo con la misma intensidad que te cogiste mi coño!”

Pese a sentirme agotado, no tuve otra opción que obedecer a Velma y, dura te el resto del día, ella y yo tuvimos sexo de todas las formas que se puedan imaginar.

Finalmente, al caer la noche, Gwen vino a buscarme para llevarme de regreso con las demás putas, y Velma se despidió de mi, diciéndome que me esperaba para la semana que viene.

En el camino de regreso a nuestra celda, le conté a Gwen todo lo que Velma me había hecho hacer y está me dijo que su día había estado tranquilo, pues solo había tenido que atender a dos clientas.

Al llegar a la celda de las putas de Maya, mis compañeras mi mostraron cual era mi cama pero, antes de que pudiera acostarme, llegó la mismísima Maya, quien me estaba buscando.

“¿Y tú a dónde crees que vas, hombrecito?” pregunte mi proxeneta.

“Simplemente me estaba por ir a dormir, jefa” le dije.

“¡No, tu dormirás contigo en mi celda! Eres muy valioso como para arriesgarme a dejarte sólo con las demás putas, es por eso que es mejor que duermas en mi celda, dónde estarás más seguro” dijo Maya “¡Además, hoy anda con hambre de verga y, como la buena puta que eres, es tu deber complacerme!”

“¿Podríamos coger mañana?” le pregunté, nervioso “¡Es que hoy Velma me estuvo cogiendo todo el día y…!”

“¡Que vengas conmigo he dicho!” exclamó ella, mientras me levantaba como si fuese una princesa, y me llevaba consigo a su celda.

“¡Adiós, amigo, que te sea leve!” exclamó Gwen, mientras se acostaba en su cama.

Al llegar a la celda de Maya, está me arrojo sobre la cama y, mientras ella me quitaba la ropa para poder cogerme, yo me di cuenta de que ser el único hombre en una cárcel de mujeres iba a ser mucho más complicado de lo que había pensado.

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