La semana de prueba

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T. Lectura: 6 min.

Me encontraba solo en el apartamento que usaba para fines recreativos, observaba las paredes debidamente insonorizadas, cuando llego la mujer, de mediana edad, no muy alta, contextura un poco rellena, pero se dejaba ver. Morena, vestida con unos jeans ajustados que marcaban sus curvas generosas, una chaqueta negra de cuero brillante que crujía al moverse y unas encantadoras botas negras hasta la rodilla, de cuero pulido con tacones altos y hebillas metálicas que resonaban en el suelo de madera.

Por medio de una amiga común, me contacto y me indico se encontraba desesperada, porque me indico necesitaba sentirse viva, me indico conocía mis gustos fetichistas extremos y quería probar sentirse una sumisa dispuesta al placer de la entrega

Observe a la mujer, la encontré atractiva, entonces le dije, que por una semana la pondría a prueba en las más duras condiciones fetichistas, con ciertas limitaciones, para asegurar su seguridad física y si pasaba tendría como premio ser mi sumiso personal, sopeso mi propuesta y se imaginó las pruebas a que la sometería y acepto, lo que me sorprendió, ya que no pensé aceptaría mis condiciones.

Entonces para demostrar su compromiso me bajó el cierre del pantalón y me dio una mamada celestial, recorrió toda la extensión de mi pene hasta llegar al fondo. Yo estaba loco; nunca pensé que ella me haría eso. Me dijo: « Voy a ser tu esclava sexual, tuya totalmente por el tiempo que dispongas, y obedeceré a todos tus caprichos, excepto los limites ya fijados». A lo que yo, asentí. Antes habíamos acordado la palabra de seguridad y las señales para parar su prueba.

Después procedí a sacarle la ropa, empezando por su chaqueta de cuero, que se desprendió con un sonido chasqueante, la desnude por completo, entonces le di un catsuit de goma que cubría todo su cuerpo, y que se untara el cuerpo con un aceite especial, su rosto lo cubría una máscara de goma. Me coloqué un preservativo ultra resistente, untado en lubricante brillante para un deslizamiento extremo. Le dije que la penetraría por el ano, a lo que aceptó con cierta reticencia, pero excitada por el morbo. Primero coloqué mis dedos en su culo, dilatándolo con lubricante hasta que brillara como látex líquido; cuando sentí su ano dilatado y resbaladizo, procedí a introducirlo.

Al principio fue una sensación dolorosa para ella, que gemía con un placer masoquista leve, terminando en una vorágine de placer fetichista. Se puso en cuatro pies en la cama, las botas altas arqueando sus piernas, el cuero tenso y aceitado reflejando la luz. Procedí a penetrarla por detrás una y otra vez, como una máquina, mis manos agarrando sus nalgas untadas, dejando huellas resbaladizas. Ella gemía como loca, lo que aumentaba la sensación de placer. La esclava me rogó que cambiáramos; accedí después de varios ruegos (estaba para mi placer, de todos modos).

Me coloqué yo de lado, mientras con mis manos apretaba mis carnes sudorosas; ella agarró mi pene enfundado, limpio con su lengua lo untó en más lubricante brillante y lo introdujo en su concha, lo que me agradó mucho, aumentando el placer a cada momento con un sonido chapoteante y extremo. Así estuvimos mucho rato, el aire cargado de olor a goma, aceite y sexo.

Después, como gran colofón fetichista, me coloqué yo de espaldas y dejé que ella se subiera y me cogiera. Se untó más aceite en el cuerpo, convirtiéndose en una diosa de látex Mientras sostenía mi pene erecto, se lo introdujo en su coño, haciendo ella el ejercicio de sube y baja por mi pene, sube y baja y se perdía mi pene en su vagina untada, sube y baja; yo veía su cara de placer contorsionada, las botas crujiendo con cada movimiento, sube y baja; ya estábamos gritando, sube y baja, el lubricante salpicando como en una sesión extrema de goma y fluidos. Ambos llegamos a un orgasmo simultáneo, causándonos gran placer.

Así más o menos estuvimos toda es primera noche, explorando fetiches extremos:

Después la obligué a ducharse, le ordene se secará bien y llenara de talco su cuerpo, le di un catsuit completo de látex negro con cremalleras en zonas estratégicas, máscara parcial que dejaba solo su boca expuesta para mamadas infinitas, y guantes integrados que hacían que cada caricia fuera resbaladiza y alienante. La até con correas de cuero a la cama, lamiendo cada centímetro de su indumentaria brillante, inhalando el olor confinado de goma y sudor durante horas. —ahora mi esclava sexual voluntaria— era un objeto vivo de deseo absoluto, asi inicie un duro cronograma que tenía pensada, a partir del día siguiente

Día 1: Encierro total en látex negro

Compré un full-body catsuit de látex de 0.8 mm, negro brillante, con cremalleras dobles en la entrepierna y los senos, y una capucha integrada que solo dejaba expuestos los ojos, la nariz y la boca. La obligué a untarse el cuerpo entero con un lubricante de silicona especial que hacía que el látex se deslizara como una serpiente viva sobre su piel rellena. El proceso de vestirla duró más de una hora: cada pliegue ajustado, cada burbuja de aire expulsada con un rodillo, hasta que su figura se convirtió en una escultura negra, sin rostro, sin identidad, solo un cuerpo brillante y comprimido.

La até a una silla de bondage con correas de cuero reforzado, no para dolor, sino para inmovilidad absoluta. Pasé horas observando el látex desde sus botas hasta la capucha, inhalando el olor confinado a goma caliente, sudor y lubricante. Luego abrí la cremallera de la boca y la obligué a succionar mi pene durante varios minutos seguidos, sin pausa, mientras yo masajeaba sus senos comprimidos por el látex, sintiendo cómo se endurecían bajo la presión. Cuando se corrió, el látex vibró con sus espasmos, y yo eyaculé sobre la capucha, viendo cómo el semen resbalaba lentamente por la goma como perlas en aceite.

Día 2: Total encierro y respiración controlada

Alquilé un vacuum bed profesional: una lámina doble de látex negro con un marco de acero. La metí desnuda dentro y succioné todo el aire con una bomba eléctrica. Su cuerpo quedó aplastado contra el látex superior, cada curva marcada como en un molde perfecto, los senos aplastados, el sexo hinchado visible a través de la goma tensa.

Solo un tubo respiratorio salía de su boca. La dejé allí durante dos horas, acariciando el látex con mis manos enguantadas, lamiendo la superficie donde su clítoris palpitaba debajo. Inserté un vibrador remoto a través de un orificio estratégico y lo encendí en pulsos largos, viendo cómo su cuerpo intentaba arquearse pero no podía. Cuando finalmente la liberé, estaba empapada en sudor y lubricante interno; la penetré de inmediato en el suelo.

.Día 3: Trabajo de botas extremo y fluidos

Le compré botas thigh-high con tacones de 18 cm y plataforma, con cordones traseros y hebillas cromadas. La obligué a caminar durante una hora por la habitación. Luego la puse de rodillas y le ordené lamer cada centímetro de mi cuerpo, para la ocasión vestía un catsuit de goma de cubría todo mi cuerpo y cubría mi cabeza una máscara de gas que me encerraba totalmente del mundo exterior, entonces lamio, eyaculando sobre ella para que ella lo limpiara con la lengua. Después la até boca abajo en la cama, con las botas elevadas, y usé un consolador inmenso para penetrarla vaginalmente. El olor a látex, semen y sudor era abrumador; ella gemía en éxtasis, perdida en la sumisión.

Día 4: Traje inflable y compresión extrema

Compre un traje inflable de látex transparente, con válvulas en los senos, el sexo y el ano. La vestí con él, luego lo inflé lentamente hasta que su cuerpo quedó suspendido dentro de una burbuja de goma, los senos hinchados como globos, el sexo presionado contra el látex transparente. La até colgando del techo con cuerdas de bondage, balanceándose como una marioneta fetichista. Inserté tubos de lubricante en las válvulas y los dejé gotear lentamente, llenando el traje hasta que chapoteaba con cada movimiento. La penetré a través de una cremallera estratégica, sintiendo la presión del aire y el líquido alrededor de mi pene.

Ella gritaba de placer, su voz amortiguada por la capucha inflable. Al final, desinflé el traje de golpe: el látex se contrajo con un sonido húmedo, expulsando todo el lubricante en un chorro que inundó el suelo.

Día 5: Privación sensorial y electroestimulación

Obligue a la sumisa a usar una capucha total de látex con solo orificios nasales, guantes de goma gruesa, y tapones auditivos. La até a una camilla ginecológica con las piernas abiertas en estribos. Conecté electrodos a sus pezones, clítoris y ano, controlados por un mando remoto. Durante tres horas alterné pulsos suaves y descargas intensas, lamí su sexo a través de una abertura en el catsuit y le inserté un dildo con control remoto. Ella no veía, no oía, solo sentía: el látex pegado a su piel y el zumbido eléctrico. Cuando se corrió, fue un orgasmo convulsivo que duró minutos, su cuerpo temblando dentro del traje como si estuviera electrificado desde adentro.

A esta altura pensé mi sumisa renunciaría, diciendo una palabra clave o dando un indicio, pero note que cada vez gozaba más de mis ocurrencias.

Día 6: Mueble humano y objetificación

La convertí en una mesa de látex humana, la até en posición de mesa, con el cuerpo cubierto por un catsuit negro y una bandeja de acero adherida a su espalda. Sobre ella coloqué botellas de bebestibles y snacks.

Durante toda la tarde, permaneció así, mientras yo trabajaba en mi laptop (en modo “asueto”), vestido tambien con un catsuit de cuerpo completo de cuerina negra, ella permaneció inmóvil, solo gimiendo cuando un plug inflable que le inserte aumentaba de tamaño cada hora, cuando se movía, le increpaba y le ordenaba no te muevas, no quiero caigan las cosas puse en la mesa. Al final de la tarde, cuando la libere, ella me beso y follamos profusamente

Día 7: Gran final – encierro total en látex + doble penetración

El clímax. Deje pasar un poco mas de una semana, para que mi sumisa se desorientara, el día final, la vestí con Un catsuit base negro brillante, con corsé inflable que redujo su cintura y una capucha sellada (solo tubo respiratorio). Yo igual vestía un traje que cubría todo mi cuerpo.

La até en una silla de bondage con las piernas abiertas al máximo. Inserté un dildo vibrador en su vagina y otro en su ano, ambos controlados remotamente. Me puse un condón de látex extra grueso y la penetré vaginalmente sobre los vibradores, creando una triple penetración imposible. El látex crujía, el sudor se acumulaba dentro del traje, el lubricante salpicaba. Durante una hora alterné ritmos brutales con pausas largas, hasta que ambos colapsamos en un orgasmo simultáneo que dejó nuestros trajes empapados en fluidos.

Al liberarla, el látex se despegó de su piel con un sonido húmedo y obsceno, revelando un cuerpo rojo, marcado, exhausto… y absolutamente mío.

Se arrodillo y me rogo fuera su esclava sexual 24/7, me indico nunca se había sentido tan viva, y que nunca pensó sentiría tanto placer con las actividades había programado.

La mire, me llego el exquisito olor de hembra mezclado con el látex, entonces dije – Acepto seas mi sumisa, serás mía y yo seré tu amo- acepte felizmente ya que en esa semana me habitué a dicha sumisa tan exquisito.

Ahora para el mundo vainilla, somos una feliz pareja, guardando nuestras posiciones y apariencias, y respectos a nuestros fetiches, es nuestro secreto, que desatamos en nuestra intimidad.

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