Masajes completos

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Llegué como a las 3 de la tarde al lugar, había pocos hombres pero como ése día fui sólo a descansar, no me preocupaba mucho, apenas entré le pedí un turno con el masajista y me dijeron que solo estaba “Jorge” pero que debía esperar dos turnos, no tuve problema con eso, cada sesión duraba media hora aproximadamente, mientras recorría una de las salas me vinieron avisar que era mi turno, no iba con idea de tener sexo, suponía que siendo el tercero ya habría hecho uso de sus dotes.

Él estaba vestido tan solo con un pantalón blanco muy livianito elastizado en la cintura, apenas ingresé al box y luego de saludarnos cerró la puerta, me pidió que me acueste boca arriba, tapó mi pubis con una sabanita e inició la sesión con masajes en las piernas pasándome un aceite cuyo aroma intenso me agradaba pero además al tocarme él la sensación era distinta; la verdad que empecé a relajarme hablábamos algo sobre la tensión laboral y otros temas, subió por las piernas, se entretuvo un poco en mis muslos tocando algo mi pene que se agrandaba pero aún no estaba erecto, enseguida pasó a mi pecho y hombros acercándose a mí de tal forma que quise besarlo.

Ya mi excitación era notoria bajo la sabanita y me preguntó si estaba cómodo a lo que respondí que sí, entonces dejó a la vista mi erección me la acarició un poco y pidió que me ponga boca abajo, volvió a mis piernas con ese aceite intenso que ya me excitaba, llegó a mis muslos rápidamente y cuando tocó mis nalgas, las abrió y sus dedos acariciaron mi ano de tal forma que abrí las piernas instintivamente, entonces cortó ése trabajo y se puso frente a mí para masajear mis hombros y mostrarme su excitación a través del fino pantalón, dejé de apoyar mi cabeza sobre mis manos y toqué sus muslos al pretender reacomodarme

-Perdón. Dije para ver su respuesta

-No, está bien, vos tenés que sentirte cómodo. Y con eso me dio el permiso para iniciar mi juego.

Una de mis manos fue derecho a su pene y sin bajarle el pantalón lo tomé para atraerlo más cerca y besar con delicadeza su miembro muy duro, enseguida estuve de costado y él desnudo llenando mi boca de placer, yo tomaba sus glúteos duros y los abría, eso lo calentaba y entonces tomando mi cabeza mandó hasta el fondo de mi garganta su pene de tal forma que hice una arcada; la sacó y con delicadeza, como cuidando de hacer ruido, bajó mis piernas, abrió mis nalgas y me penetró con fuerza al tiempo que tapaba mi boca, tenía miedo que gritara, me bombeó dentro de tal forma que movíamos la camilla, yo me convertía en una silenciosa perra que lo calentaba, se acercó a mis oídos y me dijo:

-Así de puto sos excelente

Entonces me tomó por las caderas e inició un movimiento que lo llevó al orgasmo, al sacar su pija aún erecta sentí ese vacío en mis entrañas que me dio placer y me relajó, por lo que volví a subir a la camilla, mientras él se cambiaba y se iba, me quedé unos minutos descansando, me levanté y salí derecho a las salas de vapor donde aproveché a asearme para luego irme a descansar a un privado en el que cerré la puerta hasta tomar fuerzas nuevamente y recién ahí dejé abierto y yo boca abajo volví a la acción. Aunque parezca increíble, ése era yo desde el descubrimiento de aquel baño turco y esto se mantuvo por varios años, 5 al menos.

En el ínterin de esta vida sexualmente muy activa con hombres, me separo de mi mujer y me voy a vivir solo a un departamento, el que se convertiría en mi lugar para encuentros e inicié mi búsqueda de nuevas experiencias; mi nueva “soltería” me abría la puerta y yo estaba en esa época donde buscando mi identidad probaba cuanto se me presentaba y aseguro que no desperdiciaba a ni una sola oportunidad.

Sexo con uno o dos al mismo tiempo, a la mañana, a la tarde y a la noche, con un hombre tal como si fuera mi novio o tan ocasional que pasó por mi departamentito se la mamé y en menos de 15 minutos estaba fuera, lluvia amarilla (orín) BDSM, cera, esposas, spank y todo aquello que valiera como disfrute sexual, mi único límite era la defecación y el dolor tortuoso, pero luego todo lo acepté, practiqué y gocé. En síntesis, me fui conociendo sexualmente hablando y madurando en mis gustos.

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