Mi hija me seduce para entregarme su virginidad

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Me llevó mucho tiempo asumir que mi destino estaba echado. Y que nada iba a poder hacer para modificarlo. Lo intenté de mil maneras. Escapé mientras pude. Tuve que dejar de lado los buenos modales y el cariño, para escudarme en la distancia, la frialdad y la indiferencia. Aunque no fuera de mi sangre, era para mí lo mismo que el resto de mis hijos.

Cuando nos fuimos a vivir con Estela hace 20 años, Candela tenía dos recién cumplidos. Un año más tarde nació mi otra hija y al año y medio mi único hijo varón. Siempre se daba por sentado que Candela también era mi hija, porque realmente esa fue la relación que siempre tuvimos. La de un padre con una hija.

Pero todo cambió abruptamente en la fiesta de graduación a la que tuve que ir porque Candela y sus compañeros me lo pidieron. Estaba espléndida, con un vestido ajustado que dejaba bien su cuerpo tallado. Era la más alta de todo el curso y como yo también soy alto nunca nadie imaginó que yo no era su papá. Estaba muy borracha, bailó toda la noche y cada tanto pasaba a levantar al grupo de padres que estábamos en las mesas para bailar. Candela brillaba en la noche como una diosa feliz y sonriente.

Yo no veía la hora de irme a casa, estaba agotado. Se fueron yendo todos y perdí de vista a Candela por un rato. Ella me había dicho que si se iba con sus amigos no me preocupara. Así que a las cinco en punto, cuando cerraba el boliche para la fiesta encaré para el estacionamiento. Pero de pronto todo cambió.

“Me voy con vos papi”, me dijo Candela. Tenía los tacos en la mano, los breteles del vestido caídos en los hombros y sus enormes tetas se balanceaban de un lado a otro mientras caminaba hacia el auto. El vestido se le había metido casi en la entrepierna lo que dejaba ver un poco los cachetes de un culo parado y grande para su cintura diminuta. Era una bomba sensual por donde se la mirara.

Me sentí incómodo con la situación, traté de pensar en otras cosas, pero Candela fue al grano.

–“¿Papi vos serías capaz de hacer algo importante por mí y guardar el secreto?”. Me preguntó a quemarropa, inclinada en el asiento con sus dos tetas casi al borde de salirse del escote.

–Por supuesto que sí Candela, dije casi tartamudeando sin poder de sacar la mirada de sus tetas redondas y con dos pezones que parecían timbres.

–Quiero que me enseñes a coger, quiero debutar con vos —me susurró al oído con una mano apoyada en mi muslo muy cerca de mi verga. No sabía que responder, pero traté de ponerme firme.

–Es imposible esto que me pedís Candela. Imposible. Y prendí el auto para salir de ahí. Ella subió su mano hasta llegar a mi pija que a pesar de los nervios se me había puesto bastante dura.

–Yo nunca pude ver una pija como esta –me dijo y la apretó con la mano.

–Es imposible Candela. Le corrí la mano y le dije que teníamos que volver, que estaba muy borracha y que por favor nadie se enterara de esta conversación.

El viaje hasta casa fue en silencio, cuando terminé de estacionar el auto Candela se abalanzó sobre mi y dio un beso en la boca. Me resistí al principio, pero luego dejé que nuestras lenguas jugaran. La pija se me había puesto más tiesa con ella casi subida en el asiento del conductor con sus dos tetas enormes a la altura de mi cara. Me agarró la mano y la llevó hasta su entrepierna. Se corrió la bombacha y frotó mi mano en su rajita depilada. Estaba empapada. Y luego se llevó mi mano a la boca y empezó a comerse mis dedos.

“Mirá como me puso tu beso papi” me dijo otra vez al oído, pegada a mí. Fueron dos o tres minutos interminables. Pensé en comerle esas tetas, pero iba a ser fiel a mi decisión. Me bajé del auto en silencio y nos volvimos a despedir con otro beso, más corto, pero igual de apasionado. Algo había cambiado para siempre en la relación con mi hija y las cosas se iban a poner más al límite.

Desde esa noche yo traté de esquivar momentos a solas con Candela porque siempre trataba de buscarme. Bajaba a desayunar en musculosa y con una tanguita que se le veía todo el culo literalmente. Era un espectáculo maravilloso si no fuera mi hija y lo hiciera delante de su madre, que nada sospechaba lo que traía entre manos.

–Papá, ya está decidido, es mi destino: me tenés que desvirgar vos. Tengo 20 años soy la única de mis amigas que nunca tuvo sexo, apenas unos roces o unos besos pero nada.

–Quiero que seas vos el primer hombre en cogerme – me dijo cuando la saludaba antes de irme para el consultorio una mañana que mi mujer había salido por una audiencia. Y me volvió a comer la boca de un beso, se apretó contra mí y comenzó a acariciarme el miembro por encima del pantalón. Se me puso dura al instante, la pendeja estaba casi en bolas con esa musculosa sin corpiño, las dos tetas se le escapaban ante cualquier movimiento.

–Te calienta la idea ¿no? Te prometo que no le voy a contar nunca a mamá, déjame guardar ese secreto, me dijo aferrada a mi pija que estaba dura como una piedra. “La quiero toda adentro, quiero sentir lo que siente mamá cuando te la cogés”.

Esa frase me puso más caliente. Estuve a punto de agarrarla de los pelos para que su cara quedara pegada a mi pija y me diera terrible mamada, pero tuve miedo. Si mi mujer se enteraba o nos encontraba en una situación comprometida era el fin de mi zona de confort. Y el de mi matrimonio, por supuesto.

–Me tengo que ir Candela, tengo una urgencia en el consultorio, le dije y tuve que esperar varios minutos en el palier para que se me bajara la erección. Esa pendeja me estaba volando la cabeza y era cada vez más difícil esquivarla. Me había levantado la libido a mil, estaba todo el día pensando en lo lindo que estaría pegarle una buena cogida hasta que le temblaran las piernas. Desvirgarla era un morbo adicional que me la ponía más tiesa todavía. Si quería pija iba a tener que dársela.

Y todo se precipitó ese fin de semana. Candela tenía planeado todo y yo tampoco tenía muchas ganas de escapar. Cuando su madre se fue a sus clases de tenis a las siete de la mañana se metió en mi habitación en tetas y con una tanga diminuta. Y sin mediar palabra se subió a la cama y se tapó con las sábanas. Me abrazó y sus enormes globos quedaron apretados en mi pecho y la reacción de mi pija fue instantánea.

Ella notó mi erección y esta vez directamente metió la mano por debajo de mis calzoncillos y la acarició hasta cerrar sus dedos alrededor de mi tronco que estaba al tope. Con leves movimientos de un lado y otro de mi cintura fue bajándome el calzoncillo hasta que quedó hecho un bollo en los pies de la cama.

–Qué linda pija tenés papi, te la puedo chupar –me preguntó y antes de que pudiera atinar a decir nada la había envuelto en sus labios y con su lengua jugaba mientras se la metía más y más en la boca. Por momentos lo hacía con maestría y por momentos se notaba que no era su primera vez también con la boca.

–Te gustá como la chupo —me preguntó— es la primera vez que me meto una verga así de linda entera en la boca. Es mucho más lindo de lo que pensaba –susurro y volvió a chuparla con ganas.

Esta vez empecé a bombearle en la boca, con una mano la ayudé con el ir y venir por mi pija hasta que vio que se ponía más dura, que la cabeza se había puesto más grande y rosada y empezó a jugar otra vez con su lengua en mi frenillo. Le gustaba la sensación de sentirlas hasta la garganta. Los ojos se le llenaban de lágrimas, pero ella seguía aferrada con su nariz pegada a mi pubis y su lengua acariciándome los huevos. Tuve que contenerme para no acabar.

–Que rica pija papá, quiero que me desvirgues con esa pijota, que me la metas en mi conchita aunque me duela. Se incorporó sobre mí y con un giro la dejé de espaldas en la cama. Le empecé a comer el cuello y a sobarle las tetas y por primera vez la escuché gemir como una gatita en celo, casi con vergüenza se mordía los labios para no gritar. A Candela también la calentaba saber que se estaba por coger al marido de su madre en su propia cama.

Bajé con mis manos y de corrí la tanga. Estaba empapada, bajé con mi lengua recorriendo sus pezones. Bajé hasta su conchita virgen y era un néctar de dulzura. Tenía apenas unas pelusas rubias, y dos labios carnosos y rozados que intenté desvirgar primero con mi lengua, para que estuviera bien lubricada cuando se la enterrara hasta el fondo. Me puse sus dos piernas en mis hombros y le hundí la lengua hasta el fondo. Con unos de mis dedos le rozaba el clítoris que se había puesto durito y emanaba unas gotitas blancas mientras ella meneaba sus caderas casi contorsionándose y agitaba su cabeza de un lado para otro como implorando que no parara de ninguna manera.

Y pude sentir como llegaba al orgasmo porque la boca se me llenó de sus jugos. Le metí más la lengua, le hundí la nariz y Candela se retorcía frotándose las tetas y chupándose los dedos. Estaba punto caramelo para desvirgarla.

–Papá por favor cógeme. Quiero sentir lo que es coger. Enseñame, méteme toda esa pija hermosa, caliente, que late cuando la toco y me vuelve loca.

Le separé las piernas y me puse arrodillado frente a ella con sus dos nalgas casi a la altura de mis muslos. Con las dos manos la apreté de los cachetes y la acerqué hasta la cabeza de mi pija. Al sentir el contacto ella subió un poco más y sus labios quedaron rozando mi tronco venoso. Empezó a mover las caderas para frotarse con mi pija y gemía cada vez que veía aparecer mi pija por su vientre mientras iba y venía con sus caderas, cada vez con más intensidad.

–Cogeme papá, desvirgame te lo suplico, estoy muy caliente -Me dijo y se acomodó otra vez hacia abajo y mi pija quedó en entre sus labios rozados y húmedos.

Tengo la pija bastante gruesa y no quería que su primera vez fuera traumática así que le dije que siguiera mis movimientos, que no se apresurara. En mi cabeza el morbo de desvirgarla me hizo esperar en todo momento que algo se rompiera, pero mi pija fue entrando sin ninguna resistencia hasta el final, hasta que mi vientre quedó pegado a su entrepierna. Empecé a moverme lentamente, la sacaba y la metía toda pero con suavidad. Candela estaba súper lubricada y pude notar un hilo pequeño de sangre casi incipiente pero que me puso más caliente y más intenso.

–Qué linda pija papí, dámela toda —Y empecé a bombear con fuerza, la acercaba y la alejaba con mi tronco clavado en su entrepierna y ella gemía y se retorcía.

Le dije que se pusiera en cuatro y me paré a uno de los costados de la cama. Volví a lubricarle la rajita con mi lengua y se la metí hasta el fondo. Ella empezó a balancearse con las rodillas hacia atrás para empujar más en cada una de mis embestidas. La pendeja estaba gozando como una perra y llegó al orgasmo cuando después de hacerle chupar un dedo, se lo metí en ese culito que también era virgen, pero no por mucho tiempo.

Candela aflojó sus brazos y dejó caer su torso hasta que su cabeza quedo pegada a las sábanas, y atinó a morderlas para evitar dar un grito que despertara la atención de los vecinos. Gritaba con la cara pegada la cama y otra vez tuve que contenerme. Las piernas le temblaban y meneaba las caderas para sentir más y más mi pija en sus entrañas. Yo estaba muy caliente, pero preferí sacarla. Seguí jugando con mi dedo en su ano y Candela se ponía más y más puta.

–Me podés acabar en la boca papá, te gustaría que me la trague —me preguntó y se abalanzó sobre mi pija al borde del colapso.

Candela empezó a pajearme con la pija metida en su boca. Y con la otra mano me acariciaba los huevos que también estaban a punto de explotar. Cuando lancé un gemido pensó que estaba por acabar y aferró sus labios lo más que pudo a mi tronco. Fueron dos movimientos o tres más los que bastaron para que le llenara la boca de leche, literalmente porque hacía mucho que no tenía sexo y porque desvirgarla había sido un placer inolvidable.

Le descargué todo y ella daba pequeños gemidos mientras succionaba a tal punto que sus cachetes se hundían desde sus pómulos. No la soltaba, la apretaba con su boca para exprimirle toda la leche que quedara.

–Qué rica es tu leche papi me dijo y siguió jugando con su lengua hasta dejarla casi inmaculada, limpita y ya no tan dura. Le dio otro besito y se incorporó hasta quedar otra vez parada al lado mío y me volvió a comer la boca con esos labios carnosos y frutales.

Agarró su tanguita y se fue directo para su baño para pegarse una ducha. Mientras me bañaba y después de tan tremendo polvo, sentí algo de culpa.

Pensaba que me había metido en una trampa sin salida. Pero Candela me agradeció varias veces que accediera a su pedido de desvirgarla, que gracias a mí había tenido una experiencia maravillosa que por qué no se podría repetir si así lo indicaran las circunstancias. Al fin y al cabo, desvirgar a tu hijastra porque te lo pide por favor sin que se entere su esposa me fue librando de los pesares de darle pija a esta terrible pendeja en mi propia casa.

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