Mi madre, mi mujer (3 – final)

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—Me hiciste tuya por todos los agujeros, pero también eres mío y desde ahora en adelante, vas a coger conmigo y nadie más.

—Mamita, soy tu hijo, tu hombre y mi pija es tuya también.

Con estas palabras había sellado un compromiso con mi madre. En la semana siguiente todo siguió igual durante el día, a la noche yo pasaba de ser el hijo, a ser su macho que ella exprimía con la boca y con la preciosura de su concha, pero ella quiso agregar al menú sexual el postre y era lo que más me gustaba. En cada sección, que habitualmente eran todas las noches, se ponía en cuatro y ronroneando como gata en celo decía:

—Quiero la leche calentita por mi culito.

Y yo me prendía a su trasero y abría sus nalgas y chupaba concha y terminaba ensalivando ese agujerito marrón. Ya no era necesario la crema, había aprendido, que sacudiendo mi pija en el clítoris ella se acababa enseguida, así me lubricaba la pija y encaraba hacia la entrada de su culito, la introducía despacio, como ella me lo pedía y una vez que se acostumbraba comenzaba a bombear cadenciosamente, cuando ella comenzaba con pequeños grititos, sabía que estaba por acabar. La enterraba lo más profundo posible y le daba mi leche.

Para mi madre era costumbre salir con sus amigas y amigos los sábados por la noche o en su defecto los domingos al mediodía. Ese sábado por la mañana me anuncio:

—Esta noche salgo con amigas y amigos, son los de siempre.

Con una pizca de celos le dije:

—Aprovecho para ir con mis amigas y amigos. No salió como pensaba, solo respondió:

—Bueno, suerte.

Había transcurrido el mes rápidamente y volvía a casa Naty. Le consulte a mi madre:

—Este fin de semana vuelve Naty, ¿qué le digo?

—¡Vos no digas nada! ¡Yo voy a hablar con ella! Algo le comente por teléfono.

No dije mas nada, eso me salvaba de dar explicaciones, mis dos mujeres se arreglarían entre ellas. Naty llego el viernes después de mediodía, yo hacía un trabajo para la facu, cuando escuche el grito de Natalia.

—¡Ricardo llego Naty!

Salí de mi cuarto, dirigiendo a la sala cuando llegue Naty se saludaba con mamá, fui a su encuentro y abrazándola le di un beso en la boca.

—¡Wuahh! Que recibimiento más efusivo, Ricardo.

—Vos te lo mereces. ¡Te quiero mucho, hermana!

Después de refrescarse y cambiarse, las vi a las dos hablando animadamente en el estudio de mi madre, no pude oír nada, estuve en ascuas hasta la cena. Naty todo lo que había realizado en ese mes, también nos comentó sobre sus planes a futuro, Naty se quería independizar, no de inmediato, pero trataría de hacerlo lo más pronto posible y que allí, en el seminario conoció a un muchacho con el cual comenzó a salir. Cuando terminamos de cenar, mi hermana, me dijo:

—Hermanito, nos vemos en la sala, quiero charlar un poquito con vos. La ayudo a limpiar a mamá y voy.

Me instale en la sala y estuve navegando por las redes con mi celu. Al rato llego Naty y se sentó al lado mío.

—Bueno hermano, ya no te puedo llamar “hermanito” porque según me conto mami, ahora sos el hombre de casa.

Con sumo interés pregunte:

—¿Qué es lo que te conto? ¿Todo?

—Si todo, no te llamé la atención, mamá y yo no tenemos secretos.

—¿Y qué piensas?

—No mucho, estaba por suceder conmigo y como yo le pedí que te ayudara, sucedió con ella. Estoy cansada, ahora me voy a dormir, mañana a la noche cuando mamá salga con sus amigas, vamos a seguir hablando para ver como quedamos. ¿Te parece?

—¡Como tú quieras!

Me quede tranquilo, habían hablado entre ellas y aparentemente no hubo ningún cortocircuito, más, Naty dijo que si ella no hubiese tenido que viajar, la que me hubiera desvirgado seria ella. Llego el sábado y cenamos los tres, hubo un ambiente distinto al de siempre, este era más íntimo y alegre, mi madre solo pico algo, porque salía a cenar con un matrimonio amigo. Después se fue a vestir, al pasar por la sala nos preguntó, dando una vueltita.

—¿Cómo estoy?

Contestamos al unisonó: ¡Hermosa mamá! Yo agregue.

—¡Para comerte!

—¡Ya comiste demasiado de ese plato! Apunto Naty.

Una vez, que se fuera nuestra madre, Naty me dijo:

—vamos a charlar a mi cuarto. Y enfilo hacia allí, yo que iba detrás de ella, le miraba esas nalgas que se movían, como si fueran flan a cada paso, lo imagine con dulce de leche y yo pasando la lengua, me pasaba la lengua por los labios, cuando llegamos a la puerta de su cuarto. Me tire en la cama con mi codo apoyado en la almohada, ella se sentó con las piernas recogidas dejándome ver el triángulo de su tanga, esa visión me calentaba.

—Veras Ricardo, mamá ya me contó todo, cuando digo todo es que desde que me fui estás cogiendo con ella, yo le pedí que te ayudar, no creí que llegaran a esto (yo la escuchaba en silencio) ahora me siento en desventaja, por eso quiero yo también quiero coger con vos.

Fui a abrazarla.

—¡No olvido todo lo que me ayudaste! ¡Vamos a coger y vas a gozar como ella!

La acosté suavemente mientras la besaba, comencé a desnudarla, ella quiso hacerlo, no la deje.

—Deja que lo haga yo, quiero descubrir tu cuerpo despacio para recordar este momento, como uno de los más bellos de mi vida. No sabes cuánto te he deseado, ahora te voy a chupar, te voy a comer toda.

Termine de decir esto cuando le sacaba por los pies la tanga, que por supuesto la lleve a mis narices, para impregnar de sus olores las fosas nasales. Me tenía muy caliente, pero la quería hacer gozar para que no se olvidara de mí. Quería que ella y mi madre fueran mis mujeres. Cuando la tuve desnuda ante mí. Sin dejar de admirar su cuerpo, me desnude.

—¡Que hermosa que eres Naty! ¡Abre las piernas y dejame comerte esa hermosa conchita!

Sin ningún preámbulo, metí mi cabeza entre las piernas y mi lengua en su cavidad, recorrí chupando y mordiendo los labios y me detuve largo rato en el clítoris, que parecía un pequeño pene, se retorcía, gemía y se mojaba.

—¡Aaaaahg! ¡Me voy a acabar, hermano!

Sentí como se tensaban sus músculos y su concha se inundaba, tome parte de ese líquido y lo demás se derramo en la cama.

—¡Hay Ricardo, fue muy bueno! ¡Goce mucho!

—¡Ahora me toca a mí, Naty!

Apunte mi pija y la introduje en su concha totalmente encharcada, la verdad no pude esperarla mucho, el roce y esa cueva calentita hicieron que mi pija soltara toda la leche, que quedaba de la semana.

—Descansamos un poquito, voy al baño.

Dije levantándome.

—Bueno, mientras me preparo para el postre.

—¿Para el postre? Pregunte, dándome vuelta.

—Sí, el que les da a mamá, cuando te la coges.

Me fui al baño, orinando pensaba, “¡Que guacha, mi madre!” hasta eso le había contado. Bueno, no hay mal, que por bien no venga, me voy a comer el flan de mi hermanita, no era para despreciar. Sacudí mi pija diciéndole: ¡Y vos compórtate! Me enrolle una toalla a la cintura y volví al cuarto, a punto de entrar a él, recordé que el flan me gusta con dulce de leche y volví a la cocina por un pote que había visto en la heladera, provisto de él regresé al cuarto. Admire ese cuerpo, tirada en la cama, boca abajo se destacaban los montes de sus nalgas con un valle en medio, quería lamber, morder esa piel tersa de su culo. Deje el pote sobre la mesa de luz. Ella pregunto:

—¿Y eso? ¿Qué vas a comer dulce de leche ahora?

—Cuando caminas y te miro el culo, lo comparo con un flan de como se mueve y a mí el flan me gusta con dulce de leche, cuando te coma el culito vas a entender.

Me tire sobre ella sin aplastarla, apoyado sobre mis rodillas y manos, puse mi pedacito en valle de sus nalgas donde fue tomando fuerza hasta quedar tieso, comencé besándola en la nuca y fui bajando despacio por su espalda, vi como se le ponía la piel de gallina, ronroneaba se reía. Cuando llegue por debajo de su cintura, me arrodille y mis manos abrían el canal de sus nalgas y divise ese agujero tan preciado para mí. Tomándola con unas de mis manos del vientre, le susurre al oído.

—Arrodíllate mi amor y abrí tus piernas, así comes tu postre.

Al igual que a mi madre, puse mis manos en su trasero y con los dedos pulgares abrí sus nalgas y jugué con mi lengua por su concha, hasta que estuvo bien mojada. Tome el pote de dulce, abriéndolo metí el dedo y agarre un poco de dulce e hice un caminito desde el perineo hasta el agujero de su culo que titilaba frente a mí.

—¡Ohh! ¡Está frio!

—No te aflijas en instantes, ni lo vas a notar.

Y comencé a lamber el dulce de leche, que había regado hasta el culito, cuando comencé a introducir mi lengua en el agujerito, pegó un grito.

—¡Ohh, my god! ¡Ohh, my god!

Metí los dedos en su concha y luego en su culo, primero uno, después dos, cuando note que los soportaba, moje en sus jugos mi pija le hice la colita, me di cuenta que no era yo el primero, le entro fácilmente hasta el fondo. Ya no me anduve con cuidado, le di duro con fuertes empujones quería meterle hasta los huevos, acabe como un desaforado. Yo que era bastante silencioso pegue un grito como si hubiese llegada a la meta ganador.

Después de aquello en la cena del domingo estando los tres quedamos en común de acuerdo de, que yo sería el hombre de la casa hasta que lo dispusiera, que en la semana seria de mamá y seguiría durmiendo con ella. Los sábados y domingos serian de Naty, siempre y cuando ella no saliera con su nuevo amigo o yo con mis amigos. Pasaron los meses soy mucho más atrevido estoy feliz y contento y lo tengo que decir ¡Empachado de concha!

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