Micaela y sus sobrinos (6): La carnada virtual

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T. Lectura: 6 min.

Anteriormente: Micaela pudo probar el miembro de Marcos y tener en su mano la de Agustín.

Cuando arranca su tarea perversa tiene un orgasmo que la deja en el suelo acostada solo con su ropa interior roja de encaje.

Con espasmos y el fluir de líquidos de su interior no puede reponerse, su cuerpo ha disfrutado de todo el orgasmo que la ha dejado tirada.

Sus sobrinos al verla allí acostada deciden homenajearla masturbándose a la vista de ella.

Después de algunos largos minutos terminan eyaculando chorros de leche en todo el cuerpo de su tía, que al recibir unas gotas en su boca y ver los enormes miembros y bolas de sus sobrinos vuelve a tener un orgasmo y grita de placer solo por sentir la tibia crema de sus sobrinos en su piel y su boca.

Suena el celular insistentemente. Micaela mira hacia el costado y ve borroso, se pasa las manos en los ojos tratando de limpiar el exceso de lágrimas o lo que sea para poder enfocar bien.

Está en su cama, tapada con su sábana blanca. No entiende qué está pasando.

El teléfono sigue sonando, es su esposo. Lo atiende tratando de entender qué es lo que pasó o qué está pasando.

Hablan un poco de trivialidades, ella le dice que recién se despierta y parece sorprenderle a su pareja.

“te dejaron de cama los sobris, ya es mediodía” le dice

Abre las cortinas y el sol de verano entra a su cuarto haciéndole cerrar los ojos.

Se mira al espejo y ve que está con su misma ropa interior. Está muy despeinada. Se acerca un poco más y ve en detalle que tiene manchas brillosas en la piel, en todo su cuerpo, en su cara y se toca las pestañas, están todas juntas pegadas.

En cada lugar que hay brillo pasa su dedo y caen como escamas.

Evidentemente no lo soñó, lo que ocurrió, ocurrió. ¿Ahora habrá pasado algo más que no recuerda?

Termina de hablar con su esposo nuevamente sin haber escuchado ni una palabra de lo que dijo.

Esta vez se pone una bata más decente y sale hacia el living.

No hay nadie, tampoco en la cocina, se asoma hacia el jardín y la pileta, tampoco hay nadie.

Revisa su celular y no hay mensajes de sus sobrinos, simplemente se fueron.

Decepcionada camina por toda la casa y va a darse un baño. Tiene hasta ganas de llorar, se siente despreciada.

Sale con el pelo húmedo mientras se seca el cuerpo camino a su cuarto, abre el cajón de su ropa interior y esta vez no elige nada sexy, sino una bombacha más ancha color crema y un corpiño que cubre todas sus tetas.

Se pone un vestido floreado y se va a desayunar, sola.

Mientras toma su café con sus tostadas con queso crema mira hacia la pileta que dio origen a todo lo ocurrido el día y noche anterior.

Sus ojos se llenan de lágrimas, pero no sabe bien por qué.

Un poco se siente culpable porque ha hecho algo prohibido, ha tenido situaciones sexuales extramatrimoniales, y no solo con uno sino con dos hombres a la vez.

Pero la culpa se expande al considerar que no son hombres cualquiera, sino sus sobrinos, sus jóvenes sobrinos hijos de su odiosa cuñada que habían solo a librarse del calor del verano de Buenos Aires en su pileta.

Estarían haciendo sus primeras experiencias con sus novias o parejas pasajeras y Micaela se aprovechó de ello para satisfacer una calentura momentánea.

Unas lágrimas más gruesas caen por sus mejillas y lanza el primer llanto, pero esta vez ya no es por culpa, sino por bronca. Se siente rechazada. Ella no tuvo su noche de sexo desenfrenado como deseaba, sino que luego de recibir el semen de sus sobrinos se desmayó de placer y ellos solo la levantaron y acostaron en su cama.

Testigo de esto son sus prendas que quedaron puestas, sabe bien que no hubo nada más, no hubo borrachera, ni amnesia. Simplemente sirvió como objeto de masturbación de sus sobrinos y al acabar la desecharon.

Se repone, se limpia la cara y camina hacia la puerta de vidrio corrediza que da hacia la pileta y el jardín.

La abre y sale, el piso está caliente, así que camina por la sombra, el sol del mediodía está ardiendo e inmediatamente siente el calor en su piel.

Chequea el pronóstico y verifica que ya está en 36 grados y recién es mediodía. Su App le advierte que pasará los 40 grados esa jornada.

Vuelve al interior de su casa, a la protección del aire acondicionado, se dirige a su cuarto, abre sus cajones y elige la bikini más chica que tiene.

Un juego no tan diminuto pero que al menos es de dos piezas.

Al mirarse al espejo quisiera que fuera más chico de lo que es, en su mente ya planea comprar ropa más reveladora.

Va hacia la pileta y tras un chapuzón sale para ponerse crema solar.

En la reposera siente como el sol la abraza y dedica unos minutos a poner su mente en blanco.

Con sus ojos cerrados logra abstraerse de todo y hasta sonríe por ese momento de paz.

Abre los ojos de repente, un flash vino a su mente, el recuerdo de la última gota de semen de Marcos cayendo hacia su boca cuando estaba aún temblando por los espasmos de su orgasmo.

Trata de eliminar ese pensamiento y quiere volver a poner su mente en blanco pero ya es tarde, nuevamente sentimientos de culpa, bronca y suposiciones vuelven.

Se pone a mirar su celular, las redes sociales.

Ve como las famosas y hasta sus amigas suben historias en playas o piletas en bikini mostrando sus cuerpos para recibir el halago de muchos hombres y mujeres.

Micaela no era de subir muchas historias de ese estilo, pero se vio tentada al leer los comentarios y las reacciones hacia las publicaciones de las amigas y las famosas.

Ensaya selfies y fotos para poder publicar y no se convence.

Su bikini turquesa que era la más chica y moderna parecía de una abuela comparada a las que veía en las redes sociales.

Decidió entonces hacer algo.

Vuelve a su cuarto y toma la tanga roja que usó la noche anterior. Esa pequeña tanga con transparencia.

Aún tiene restos secos de las eyaculaciones de sus sobrinos, pero no le importa.

Se la cambia y va hacia la reposera.

Allí toma fotos mostrando el bondadoso culo blanco que tiene, con la tela roja metida entre sus nalgas y solo unas tiritas que la sostienen en sus caderas.

Se pone más osada y se saca la parte de arriba, no habría nada de malo, está tomando sol y no quiere las marcas de un corpiño.

De alguna manera logra tomar una foto de ella cubriéndose los pezones, sin ser grotesca, acostada en esa reposera mostrando su inocente cola y la pileta de fondo.

Duda mucho en subirla, y cuando lo hace usa una opción de mejores amigos, solo para algunos elegidos.

Todas sus amigas están incluidas, también compañeros de facultad y de trabajo, excluye a familiares directos, excepto a dos: sus sobrinos Marcos y Agustín.

Llueven las notificaciones y reacciones, de amigas que la felicitan, que le dicen que es una bomba, que es hermosa, etc.

También de los compañeros de trabajo y facultad y hasta de la secundaria, hasta con comentarios subidos de tono, sin respetar que es una mujer casada.

Se indigna cuando ve que hombres con novia o esposa e hijos le comentan la foto.

Le agrada gustar, le sube el ánimo. Pero con decepción ve que sus sobrinos al ver la foto no hacen nada.

Sigue tomando sol y siguen cayendo notificaciones, y le llegan mensajes al whatsapp de hombres que buscan excusa para ver si tienen alguna oportunidad.

Algo la hace enojar, en la cantidad de notificaciones le llega una foto temporal que solo se abrirá al tocarla.

Es de un ex compañero de secundaria, y a pesar de que sabe que no debe abrirla lo hace.

Era lo obvio, una foto de sus genitales. El pobre creía que tenía algo poderoso entre las piernas y solo causa risa, asco y gracia a Micaela. Un pequeño pene feo, rosado, con muchos pendejos castaños, todo aestético. Sacado en su propio baño, se ve un inodoro, un calzón con manchas. Todo menos erótico.

Micaela se cansa y borra la foto, también silencia el teléfono. Se pone auriculares y escucha su música favorita mientras sigue al sol transpirando con sus pechos ofrecidos y su diminuta tanga roja manchada.

Sumida en una canción vuelve a recordar los miembros de sus sobrinos, y no puede creer la diferencia de cuerpos y de aparatos que portaban ellos comparado con el desubicado que le envió esas fotos poco agraciadas.

Recuerda como su mano comprobó el ancho y el largo del falo de Agustín y del tamaño enorme de sus bolas bamboleantes.

Vino a su mente el sabor y el calor del enorme glande de Marcos, y de cómo intentó comer centímetros de carne hasta que tuvo ese orgasmo.

Sus dedos volvieron por instinto a su vulva, metiéndose por debajo de la pequeña tanga.

El sudor, el calor y sus propios jugos se activaron. Hicieron fácil la entrada de sus dos dedos mayor y anular.

Arquea su cuerpo y escucha el chapoteo de sus dedos en su vagina a pesar de tener auriculares.

Esto la calienta más y trata de meter más profundo sus dedos, como queriendo llegar más lejos, pero sabe que es limitado el largo de estos, el largo de los miembros de sus sobrinos sería más del doble de sus delicados y femeninos dedos.

Pierde la noción del tiempo y el espacio. Su otra mano toca sus pezones buscando mayor estimulación.

Jadea y gime de forma sonora, no le importa. Está extasiada.

Comienza a temblar, está llegando nuevamente al clímax del orgasmo.

Grita y el movimiento hace caer uno de los auriculares. Abre los ojos por instinto y al girar su cabeza ve a sus sobrinos Marcos y Agustín en la entrada de su casa, con la puerta corrediza abierta, mirando el espectáculo.

Ella intenta sacarse los dedos que están bien profundo en su interior y en ese movimiento acelerado roza su inflamado clítoris.

“nooo” grita gimiendo mientras tiene un orgasmo similar al de la noche anterior.

Tiembla y jugos caen por el costado de sus muslos.

Está toda roja, transpirada, despeinada, en tetas y vestida con la pequeña tanga roja transparente, húmeda y brillosa por la leche de sus sobrinos.

Sus sobrinos siguen estáticos en la puerta.

Micaela se levanta como puede, camina temblorosa hacia ellos.

Al acercarse se contonea, no le importa estar en tetas. Llega hasta sus sobrinos.

Vuelve sus manos hacia su vulva. Marcos y Agustín se debaten entre mirar las tetas maduras de su tía y lo que hace con sus manos.

Ella toma de sus jugos y les dice:

“abran la boca pendejos”

Marcos y Agustín obedecen. Micaela les mete sus dedos con sus jugos producto de su masturbación que fue causada por el recuerdo de lo que hicieron ellos.

“esto lo causaron ustedes, así que se lo van a comer” les dice Micaela.

La escena si es erótica.

Micaela parada solo con su tanga roja húmeda frente a sus sobrinos, con sus dedos dentro de la boca de sus sobrinos.

El calor del ambiente es poco comparado con el que sienten Micaela y sus sobrinos en ese momento. Y no parece que vaya a terminar allí.

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