Por fin cumplí mi sueño: Un trío con mi novia y mi prima Blanca

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T. Lectura: 8 min.

Después de la ocasión en que Blanca descubrió que terminé dentro de Irene y me obligó a cogérmela aun con el semen de su novio escurriendo de su coño, sus celos desaparecieron. El acuerdo fue que ambos tendríamos permitido tener una vida sexual plena con nuestras respectivas parejas sin perder la nuestra. Es decir, ahora yo tenía todo el derecho de eyacular dentro de Irene cuantas veces quisiera y bueno, Blanca tendría la posibilidad de que Samuel la rellenara cada vez que se vieran.

El acuerdo funcionó durante varios meses, la verdad. El sexo con Blanca seguía siendo fabuloso, por supuesto, no hay nada cómo penetrar el coño desprotegido de tu prima, pero, por otro lado, eliminar los condones en mi relación con Irene fue la mejor decisión que he tomado. Las sesiones con ella eran de otro mundo; lo hacíamos con ternura y con coraje, diciéndonos las cosas más hermosas y las guarradas más terribles y ahora que no debía preocuparme por usar un condón, pudimos realizar varios jueguitos y fantasías que también les contaré más adelante.

Blanca estaba contenta también. Quería Samuel, quien aparte por el hecho de que descargaba su semilla en la prima de mis amores, era un buen tipo. Las cosas fueron bien durante algunas meses aunque de forma frecuente y una vez relajados, entrelazados y desnudos, Blanca comenzaba a preguntarme cuándo le propondría matrimonio. Un domingo por la tarde fue más incisiva de lo normal:

—Te estás tardando, Enrique y no te voy a esperar para siempre —me dijo un día en el que comenzó a vestirse para añadir dramatismo a sus palabras.

—Tú sabes bien que quiero estar contigo, primita, pero debemos planear bien las cosas, todavía ni siquiera me gradúo de la universidad —respondí mientras la abrazaba por detrás y la empujaba de vuelta a la cama. Sin dejarla moverse volví a hundirme en ella pero la conversación continuó.

—Pues demuéstralo —dijo con un gemido y acariciando mi nunca cuando la penetré —no podemos seguir así durante mucho tiempo, estamos lastimado a personas que nos quieren de verdad y además, el plan siempre ha sido ser sólo tú y yo, no soporto la idea de una vida sin ti —me decía con la voz cortada por mis embestidas.

—Te amo, primita, encontraremos la forma de estar juntos, sólo ten paciencia —le respondí mientras lamía sus pezones.

La verdad es que no le mentía. Yo la amaba de verdad, aunque tuviera sentimientos muy fuertes por Irene. Pero yo siempre fui un hombre práctico. A veces me odiaba a mí mismo por ser tan calculador y precavido y pensaba que si de verdad amara a Blanca, nos habíamos escapado a alguna otra ciudad el fin de semana que regresamos de la playa donde hicimos el amor por primera vez. Pero no.

Yo pensaba todo el tiempo en finanzas y en el qué dirán y estaba seguro que Blanca por mucho que me amara, habría sufrido de carencias que al final la habrían convencido de volver a casa y alejarse de mí para siempre. Tenía que hacer las cosas bien y eso significaba al menos graduarme de la universidad. No podía decirle todo aquello sin que comenzara a dudar de nuevo, así que seguí moviéndome dentro de ella.

—Al menos deberíamos pasar otro fin de semana solos, como la primera vez —dijo con la voz entrecortada, estaba a punto de venirse.

—De acuerdo, Blanca, mi amor, el próximo fin de semana podemos irnos a Vallarta, he ahorrado algo desde que empecé a trabajar en el call center.

—Sí, qué rico va a estar, te amo… —dijo viniéndose y empapando mis muslos de sus fluidos.

—Yo te amo a ti, primita, todo va a estar bien —respondí expulsando mi semen en su coñito.

Al día siguiente, Irene se decepcionó cuando le dije que ese fin de semana no podría verla porque tenía “un viaje familiar” a Puerto Vallarta.

—¿Por qué no me llevas? —me dijo hundiendo su cara en mi pecho.

—Me encantaría, flaquita, pero ya sabes cómo es mi familia medio rara. Aunque les caes de maravilla. Te prometo que a la próxima.

—Bueno… —dijo sin sospechar nada.

—Pero te propongo algo, podemos vernos todos los días esta semana y desahogar las ganas para que no nos extrañemos algo, ¿qué opinas?

—¡Me parece perfecto! —chilló emocionada y comenzó a besarme el cuello. Estábamos en mi cuarto y podíamos coger siempre y cuando no hiciéramos tanto ruido.

El martes Blanca me reclamó por WhatsApp.

—¿Cómo que no nos veremos hasta el sábado?

Le expliqué las razones y aceptó de mala gana.

—Pues tú te lo pierdes, voy a pasarla con Samuel y te veo el sábado.

Ya había anticipado su respuesta y procuré que no me afectara. Podría disfrutar del coño de Irene. Para complacerme, se había rasurado el vello en forma de corazón. Era toda una diosa desquiciada y me volvía loco. Sé que está mal, pero cuando le decía te amo a cualquiera de las dos mujeres de mi vida, no mentía.

El miércoles invité a Irene a pasar la noche en casa, mis padres como siempre estarían fuera de la ciudad. Podríamos irnos juntos a la escuela como habíamos hecho en varias ocasiones. Esa pequeña rutina me encantaba, la sentía como la de un matrimonio. Luego pensaba en que debería estar viviendo eso con Blanca y sentía culpa. Pero ya llegaría nuestro momento.

Después de clases fuimos a comer y de ahí de vuelta a casa. Pasamos al súper por tres botellas de vino, quesos y carnes frías. Pasaríamos la tarde y toda la noche viendo películas desnudos y por supuesto, cogiendo como si fuese la última vez.

A las nueve de la noche tocaron el timbre. Era Blanca. La erección se me bajó y le pedí a Irene que se vistiera. Yo hice lo propio. La recibí en la sala.

—Prima, ¿cómo estás? Qué gusto verte —le di la bienvenida tratando de mantener la calma. Irene bajó las escaleras aun poniéndose una camiseta mía de Black Shabbath.

—Bien, primito, ¿puedo pasar? ¿Están mis tíos?

—No, salieron de la ciudad, estoy con mi novia, Irene. Ya te la había presentado.

—¡Prima! Qué gusto volver a verte —le dijo a Irene mientras la estrechaba entre sus brazos.

¿A qué estaba jugando Blanca? Comencé a enojarme pero no podía demostrar ninguna emoción que activara las emociones de Irene.

—Igualmente, prima —respondió Irene con extrañeza —Pasa, tenemos vino, ¿quieres una copa?

—Claro, hace frío.

Blanca y yo nos sentamos en la sala mientras Irene subía a mi cuarto a buscar la botella. En los breves segundos que estuvimos solos, Blanca se encargó de pasar su mano por mi verga. Sus intenciones eran no eran claras, quizá dañinas. Aun así, mi pene reaccionó a su tacto, poniéndose duro como una roca. Luego se inclinó sobre mi regazo, intentando morder mi pene erecto por encima de la tela. Estaba loca esa mujer. Cuando escuchamos los pasos de Irene bajando las escaleras, adoptó una posición inocente.

—Un Rioja, ¡qué buenos gustos tienes, Enrique! —exclamó al ver la botella mientras Irene llenaba su copa.

—¡Hey! Debo admitir que he sido yo quien le ha enseñado algo sobre enología a Enriquito, él no salía de su Reservado o de puros vinos de La Redonda —confesó Irene con orgullo.

—Bueno ya —corté la interacción —¿vamos a tomar o no? Por cierto, primita, no es que no me dé gusto, pero, ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas con tu novio.

—Así era, pero tenía que estudiar para unos exámenes de la facultad y me aburrí. Decidí venir a verte, primo, tenía mucho tiempo que no estábamos juntos. Esta belleza te mantiene ocupadísimo… —dijo tomando de la mano a Irene para hacerla girar como si fuera una bailarina. Irene lo tomó de muy buen humor.

—Ay, prima, mes sonrojas, pero qué bueno que has venido. Enrique me ha contado muchas cosas sobre ti y siento que no te conozco lo suficiente. Salud —dijo alzando su sopa.

—Salud —repetimos al unísono Blanca y yo.

Nos sentamos en la sala y pedí a Alexa que reprodujera música.

—Hace un poco de calor —dijo Blanca y se quitó el suéter. Debajo tenía una blusa blanca de tirantes y sus pezones se remarcaban en la tela; no llevaba sostén. Evité voltear a ver su escote y centré la mirada en mi novia, quien tomó aquel gesto como una muestra de sana competencia. Se sentó y cruzó las piernas. No llevaba más que calzones debajo de mi camiseta -que le quedaba grande- y relució sus muslos morenos. Carajo.

—Esto está un poco aburrido —dijo al fin Blanca dando un trago a su copa y sirviendo más a todos —¿y si jugamos un juego?

—Sí, me parece gran idea —respondió Irene, que pegaba todo su cuerpo a mí, marcando territorio. Sospechaba algo, eso me quedaba más que claro.

—¿Qué les parece “verdad o reto”? —propuso Blanca.

—Excelente —fue la respuesta de Irene.

Yo sólo bebí vino. La sentencia había sido dictada, podría mejor disfrutar el viaje al cadalso.

—Perfecto, empiezo yo —Blanca dio un trago viéndome a los ojos —Primito, te reto a que beses a tu novia.

—Qué aburrida, “prima” —fue la respuesta de Irene —pensaba que eras más atrevida —dijo y me atrajo hacia ella para darme un beso intenso. Me dejé hacer, no tenía ni puta idea de lo que estaba pasando.

—Me toca a mí —continuó —Amor, te reto a que beses a tu prima. Irene no sabía que acababa de abrir la caja de Pandora. —Si te atreves…

Blanca y yo nos miramos. Yo con incredulidad y ella con lujuria. Nos acercamos hasta tocar nuestros labios y nos dimos un beso tierno pero largo. Después de varios segundos, fue Irene quien nos separó.

—Ya, ya, que me pongo celosa. Te toca dictar el reto, amor.

—Eh… —no supe qué decir. Ambas mujeres me miraron con anticipación. Decidí que debía jugar con sus reglas. —Amor, te reto a que beses a mi prima.

—Ahora sí comenzó el juego —dijo Irene visiblemente ebria y caliente.

Miré a Blanca, hizo una mueca de incredulidad pero recobró la compostura con rapidez.

—Ven aquí, prima —le dijo a Irene y la atrajo hacia ella posando la mano en su nuca. Se besaron largamente mientras yo, a un costado, comencé a acariciar mi verga, que ya estaba lista para entrar en cualquiera de esas dos mujeres. Se separaron y notaron mis movimientos.

—Vaya, vaya, amor, sí eres todo un caliente, ¿te gustó lo que viste? —preguntó Irene.

—Sí, me ha encantado —confesé —Sigamos jugando. ¿A quién le toca dictar el reto?

—Antes de que otra cosa pase —interrumpió Blanca —¿les molesto si me quito la blusa? No soporto el calor.

Nadie dijo nada. Blanca se sacó la blusa de tirantes, dejando al descubierto sus hermosos pechos pequeños. Tuve que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para evitar lanzarme a lamer esas tetitas que invitaban a saborearlas.

—Tienes razón, el calor está terrible —dijo Irene para no quedarse atrás y también se quitó mi camiseta. Sus pesados pechos cayeron de una manera hipnótica. Ambas mujeres me voltearon a ver.

—Está bien, está bien —dije y me quité la camisa.

—No, oh, —dijo Irene —Todo. Blanca estuvo de acuerdo con la mirada. Me quedé en bóxers y con la verga empujando violentamente la tela negra.

—Bien, amor, así estás perfecto —me acarició el abdomen pasando la mano por mi erección. Metió la mano debajo de la tela y comenzó a masturbarme mientras me besaba con los ojos cerrados. Yo mantuve los ojos abiertos y miré de reojo a Blanca, esperando su reacción. Estaba lívida, pero también muy excitada. Observó cómo Irene al fin liberaba mi verga y me masturbaba como Dios manda mientras bebía su vino y se tocaba los pezones.

Apuró su vino y al fin se aproximó. Jaló del pelo a Irene y yo intuí problemas, pero sólo la besó con pasión para luego acercar sus labios a mi erección y comenzar a mamar. Por su parte, Irene me empujó, dejándome boca abajo en el sillón, se quitó las bragas y puso su maravilloso coño sobre mi cara, comencé a lamer sus labios y clítoris. Era el mejor día de mi vida. Blanca mamaba con coraje, usando sus dientes para arañar mi glande, dando el mensaje de que si bien estaba disfrutando de aquella sesión, prefería que mi verga y mi semen fuesen sólo para ella.

Disfrutamos así un buen rato, los jugos de Irene escurriendo por mi barba y la saliva de Blanca empapando mi verga. Fue entonces que Blanca se sacó mi verga de la boca y decidió montarse en ella. Entré en pánico; no esperaba una buena reacción por parte de Irene, pero pareció ni siquiera notarlo, siguió con su coño en mi cara. Entrar en Blanca siempre era una delicia y me cabalgó con furia y pasión.

El vino y la confusión me hicieron retrasar las sensaciones, estaba seguro de que sin importar lo que pasara, sería capaz de complacer a ambas mujeres. Blanca me cogió durante un buen rato y yo complací a mi mujer de igual forma hasta que los celos y la calentura hicieron que Irene alejara su vagina de mi cara y de un empujón se deshiciera de Blanca. Me incorporó de un jalón, acostándose en el sillón y me atrajo hacia ella para que la penetrara de misionero. Comencé a bombear dentro de ella, loco de placer y lujuria.

—Dámela, mi amor, dame toda tu verga al natural, como nos gusta —gritaba Irene con exageración. Su propósito era establecer que en realidad mi verga le pertenecía a ella. Pensé que Blanca montaría en cólera pero cuando alcé la mirada vi que se había acomodado en el otro sillón y me masturbaba con furia ante la visión de su primo, y amor de su vida, penetrando a otra mujer sin condón.

Noté las contracciones de Irene y supe que se iba a venir, decidí que ya era bastante tiempo y concentré mis sentidos alrededor de nuestros cuerpos, listos para eyacular dentro de mi novia y frente a mi prima.

—Échamelos adentro, Enrique, donde van mi amor —gimió Irene y me rodeó con brazos y piernas. Aun de haber querido, me habría resultado imposible salir de esa situación. Eyaculé con fuerza en la vagina de Irene pero haciendo contacto visual con mi prima Blanca que también se venía en ese momento. Los tres nos quedamos relajados y yo la saqué hasta que estuvo flácida. Nos quedamos en silencio y sólo atiné a servir tres copas.

Nos sentamos desnudos y en silencio. Fue Blanca quien habló.

—Salud por la familia y por el amor —dijo con lujuria y algo de rencor en la voz.

Ambas mujeres se sentaron junto a mí y recostaron sus cuerpos desnudos en mi pecho. La sala olía a sexo: a semen, fluidos y sudor. Al poco rato la respiración de Irene se volvió pesada: se había quedado dormida después de una buena cogida como era su costumbre. Blanca también lo notó. Recosté con suavidad a Irene en el sillón y puse mi atención en Blanca. Me puse de pie, con la verga de nuevo erecta y le tendí la mano para que se incorporara. La coloqué en cuatro sobre el otro sillón y sin avisarle la penetré. Seguía húmeda. Cogimos en silencio hasta que me vacié en ella. A pesar de la sesión anterior, expulsé una buena cantidad de semen en su vagina.

—Esto no se ha acabado, cabrón, acuérdate que te puedes coger todo lo que quieras a esta putita, pero te vas a casar conmigo —sentenció Blanca dándome un beso en los labios.

Desperté con ternura a Irene y los tres subimos al cuarto, para dormir. Descansamos desnudos, cada mujer a mi lado.

Al día siguiente nos despertamos para ir a la universidad y no hablamos de lo sucedido, pero el trato fue cordial. Blanca se fue en su propio coche a la escuela, no sin antes despedirse de cada uno con un tierno beso en los labios.

De camino Irene iba cambiando de canción en Spotify hasta encontrar una de los Black Eyed Peas, que cantó con emoción. Estaba contenta.

—Deberíamos pasar más tiempo con tu prima, mi amor, me cayó a toda madre —dijo como si hubiéramos tenido una tranquila sesión de juegos de mesa.

Sus sueños estaban a punto de cumplirse, ya que esa misma tarde Blanca y yo acordamos que invitaríamos a nuestras respectivas parejas al fin de semana que teníamos planeado en Vallarta y pasar unos días de sexo sin límites ya al fin involucrándolos.

Muchas gracias por leerme, los relatos continuarán.

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4 COMENTARIOS

    • Ya está en validación en la página, espero que en estos días salga publicada la última parte. Disculpa la tardanza, tuve mucha chamba estos meses jeje.

  1. Que gran relato me la tuve que jalar ya no aguate con excitante relato
    Tu amigo de playa del carmen saludos

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