Soy un hombre que me considero heterosexual, no siento una atracción hacia los hombres como tal, pero siempre tuve la curiosidad de experimentar, al menos desde los 18 años yo ya tenía cierta curiosidad.
Creo que en parte la culpa la tiene mi timidez y mi dificultad para relacionarme con mujeres en aquel entonces. Tenía cero experiencias sexuales, pero mi cuerpo ya se moría por tenerlas, así que mi mente empezó a crear fantasías.
Desde esa edad empecé a experimentar con mi ano y hasta a vestirme con la ropa interior de mi mamá, no con la intención de sentirme mujer, sino con la intención de imaginar que veía una mujer en ropa interior. Así experimenté mi sexualidad en soledad por mucho tiempo, más que la mayoría de mis amigos, sin embargo, siempre han sido las mujeres las que me atraen física y sentimentalmente.
En fin, muchos años después, ya habiendo perdido mi virginidad con mujeres y habiendo tenido bastantes experiencias, esas viejas fantasías no se habían ido, y de hecho se volvieron más intensos mis deseos.
Esto que les voy a contar sucedió en una playa conocida de México, yo iba de viaje con varios amigos, pero planee mis vuelos para quedarme unos días más, yo solo para relajarme y descansar.
En uno de esos días, fui a la playa y renté un paddle board en el cual remé hasta llegar a una famosa roca donde las personas iban a echarse clavados en el mar. Al llegar me di un par de clavados y después me fui a descansar en una parte de la roca, antes de emprender mi remada de regreso.
Ahí conocí a Carlos, otro chico que se veía más o menos de mi edad, y que también iba solo. Platicamos un poco, nos presentamos, y en la plática él me dijo que estaba ahí con su familia pero que quería salir a tomar unas cervezas, pero no tenía con quien hacerlo. Yo le platiqué que estaba solo por unos días, que yo podría acompañarlo. Y así quedamos, nos veríamos esa tarde en el bar de mi hotel y de ahí iríamos de fiesta a algún lado. Hasta aquí todo fue en plan amistoso, sin ninguna intención más allá.
En la tarde nos vimos en el bar de mi hotel, nos tomamos un par de cervezas y decidimos salir a probar suerte con las mujeres de los bares locales. La noche transcurrió normal, platicamos con mujeres, bailamos, pero al final no concretamos nada. Lo que sí logramos fue una buena borrachera. Andábamos ambientados y le pregunté si quería seguirla en mi hotel, yo había comprado unas cervezas por si nos llevábamos algunas mujeres al cuarto, cosa que no sucedió jaja.
El pueblo era pequeño así que caminamos, y mientras caminábamos y en la borrachera platicábamos de lo sucedido durante la noche. En eso él me contaba cómo había bailado con una gringa y como le re pegaba el cuerpo, e hizo como si yo fuera la gringa y se me re pegó. En ese momento me pareció un juego cualquiera entre hombres, pero también se prendió un pequeño pensamiento cachondo, aunque no le di importancia, no intentaría nada. Subimos a mi habitación y abrimos unas cervezas y seguimos tomando y platicando de nuestras vidas, de nuestros trabajos, de las novias, y finalmente del sexo. Y ahí fue cuando todo empezó.
Platicábamos cosas cada vez más cachondas al punto que ninguno de los dos podía ocultar que estábamos bien calientes. Nos quedamos serios por unos segundos. Entonces el con su mano se acomoda el “paquete” visiblemente engrandecido. Después yo hice lo mismo con el mío. Nos reímos nerviosamente. Y no se me ocurrió decir otra cosa más que: “¿ya nos dormimos o qué?”.
A lo que él solo contestó “ok”.
Mi habitación solo tenía una cama, y sin decir nada yo me lavé los dientes y me quité la ropa normalmente para irme a dormir en calzones. Al final de cuenta éramos dos hombres heteros, no había nada de que avergonzarse. El hizo lo mismo.
Aún así, creo que los dos sabíamos lo que estaba por pasar porque en cuanto nos metimos a la cama lo primero que hicimos fue rozarnos las vergas con la mano y fundirnos en un abrazo. La noche estaba fresca así que disfrutamos de calor mutuo y nos tocábamos el cuerpo sin decir nada, sin besos, solo tocándonos.
Paramos un segundo, nos vemos a la cara y le digo:
Yo: ¿Qué pedo?
Carlos: No sé.
Yo: yo tampoco.
Otro silencio.
Y acercamos las bocas como dudando. Hasta que se tocaron. Y ahí empezó un faje apasionado, una sensación surreal, de sentir que no eres tú el que está haciendo eso, que no sabes lo que estás haciendo ni por qué, pero lo deseas. De no saber si deberías parar o dejar que fluya.
Pero aun así me dejé llevar.
Entre besos y manoseo nos decíamos cosas:
-¡Que rico!
-¡Nunca había hecho esto!
-Yo tampoco
-¿Te gusta?
-Mucho
Estuvimos así como 15 minutos. Hasta que de pronto paramos en un último beso, no sé si fue por un golpe de realidad, o cruda moral. Nos quedamos un rato acostados platicando de lo que pasó. Y los dos coincidimos que queríamos intentarlo. Ver qué se sentía.
Ya con conocimiento de lo que queríamos hacer y conscientes de que no sabíamos que íbamos a sentir o si de repente no nos iba gustar, volvimos a trenzarnos en besos y manoseo, ahora más intenso. Nos quitamos lo que nos quedaba de ropa, tocando nuestras vergas y jugando con nuestros anos. Nos dejamos llevar por completo, hasta algunos gemidos se escuchaban.
Ya no había vergüenza, sabíamos que estábamos dispuestos los dos.
Entonces yo fui el primero en decirle:
Yo: Quiero probarla.
Carlos: yo también
Nos agarramos las vergas primero con la mano, y casi por instinto nos pusimos en posición de 69. No podía creer lo que estaba a punto de hacer. Tenía esa verga en mi mano y enfrente de mi cara. El olor era tan característico, olía como yo, olía a hombre. Una mezcla sutil de fluidos corporales, que me excito aún más y no pude esperar más. La tomé de los huevos y la base de la verga y la introduje en mi boca soltando un gemido.
En ese momento me di cuenta de que no tenía idea como chupar una verga, pero solo me dejé llevar. Acariciaba sus huevos mientras trataba de meterla en mi boca lo más adentro posible sin lastimarlo con mis dientes. Si verga era algo más pequeña que la mía; a mí me mide unos 18 cm, a él debe haberle medido unos 15 cm, aun así era más de lo que podía meter en mi inexperta boca. Estaba tan concentrado que tardé un momento en darme cuenta de que él también me la estaba mamando. Por unos minutos en esa habitación solo se escuchaban chupadas y gemidos.
Dos hombres experimentando por primera vez, disfrutándose sin miedo. Por momentos parábamos y soltábamos palabras entre gemidos diciendo “que rico”, o diciendo “sigue así” o en ocasiones dando una señal de que algo dolía. Estuvimos haciéndolo por un buen rato, pero estábamos tan borrachos que ninguno de los dos logró venirse. Me quedé con las ganas de probar sus mecos, por ahora.
Poco a poco me daba cuenta de que estábamos llegando al punto donde tendríamos que decidir qué sigue. Algo extraño era cómo había cambiado la manera en que nos hablábamos, ahora con cierto cariño, como si le estuviéramos hablando a una mujer, nos tratábamos con “amor”, estábamos entregados a nuestro papel los dos. Nos dimos cuenta de que ninguno de los dos nos habíamos venido aún, y fue en ese momento que hablándole al oído le pedí que me diera el culito. Su respuesta no fue inmediata, y antes de que me dijera que si yo ya estaba manoseándole el ano y lubricándolo con mi precum. En ese momento dijo entre gemidos:
-¡Si cógeme!
Aunque realmente no sabía lo que decía ni cómo lo íbamos a hacer. Mi primera idea, porque así lo había fantaseado antes, fue ponerlo en cuatro, para metérsela de perrito, pero no logramos hacer que entrara mi verga, intentamos varias veces, después el acostado boca abajo y tampoco. Cuando parecía que iba entrar, el gritaba de dolor y parábamos. Hasta que nos dimos por vencidos.
Entonces quedamos acostados en la cama medio abrazados, ya con las vergas medio flácidas. En eso, Carlos empezó a masturbarse hasta que se le puso dura de nuevo y yo con una sonrisa le dije:
Yo: ¿Quieres intentarlo conmigo?
Carlos: Si
Yo: ven acuéstate boca arriba
Y así lo hizo, se acostó en la cama boca arriba con la verga de nuevo bien parada, se la jale un poco para hacer que saliera más de su pre-cum y lo use para ponerlo en mi culo, y agregue además saliva. No es que yo supiera cómo hacerlo, pero ya había visto bastantes porno gay, además que ya antes había metido objetos en mi culo. Afortunadamente, sin saberlo, yo había vaciado mis intestinos poco antes de salir al bar, y no habíamos comido nada.
Me subí arriba de él, puse mis manos en su pecho y sentí como su verga dura rozaba en mi ano, se escuchaba lo mojado que estaba. Me agaché, lo bese, y le pedí que me la metiera. La tomé con mi mano y dirigí su cabeza a mi ano, empecé a acariciarlo con ella y casi instintivamente relajé los músculos y de repente ¡Pop! Ya estaba adentro. Los ojos se me salían de la cara, era una sensación de placer y dolor, algo parecido a lo que sentía cuando me metía objetos, pero mil veces mejor. El calor de su verga y la sensación de la piel rozando las paredes de mi ano, lo hacía algo delicioso. Solté un gemido fuerte y empecé a moverme lentamente hacia arriba y hacia abajo. Veía su cara de éxtasis, los dos gemíamos con cada movimiento.
Poco a poco subí la intensidad del movimiento, hasta llegar al punto de que mis nalgas aplaudían sobre su pelvis. Mi mente aún no creía que esto fuera realidad, de repente me preguntaba que hacía ahí, pero el placer me ganaba. Llegó un momento en que mis dudas me ganaron y quería parar, estaba muy rico, pero me sentía extraños cuando como una mujer con otro hombre. Entonces paré, me saqué su verga con la excusa de que me dolía, que ya no podía más.
Su verga punzaba al máximo, se veía que estaba a punto de venirse, no podía dejarlo así. Entonces me acosté junto a él y la tomé con mi mano, muy cerca de mi cara. El olor era diferente, podía ver que se había manchado un poco pero no era desagradable, empecé a jalársela. El hizo lo mismo, tomó mi verga con su mano y empezó a masturbarme. Los dos estábamos a punto de venirnos y gemíamos al máximo.
En eso, explotó, la leche empezó a fluir de su verga a chorros con una potencia y cantidad que pocas veces había visto, se esparció por todas partes incluida mi cara y mis manos. No podía desaprovechar la oportunidad, puse mi boca en la punta de su verga y saboreé los últimos chorros que aventó. Su leche caliente entró en mi boca, una sensación viscosa extraña, pero en ese momento me supo deliciosa y no pude contenerme más, mi propia verga estallo con la misma intensidad, bañándolo a él. No supe si el la probó también.
Quedamos los dos tirados extasiados, creo que los dos con el mismo cargo de conciencia, ese golpe de realidad que viene después de eyacular, con una sensación de placer extremo, cansancio y sentimientos encontrados. Estábamos en el limbo.
Nos levantamos los dos con nuestras caras y manos llenas de mecos, con una sonrisa nerviosa y casi podría decir que, con poquito asco, pero no podíamos negar que lo habíamos disfrutado. Ya no nos besamos, el éxtasis había pasado y ahora volvimos a ser dos heterosexuales, o al menos eso queríamos creer.
Yo me metí a bañar mientras él se limpiaba con agua y jabón en el lavabo. Eran casi las 5 de la mañana, abrimos una cerveza más, como para volver a la normalidad y tal vez marear un poco más al cuerpo y evitar la realidad. Ya no platicamos mucho.
Le pregunté si se quería quedar a dormir y él me dijo que debía regresar con su familia, al día siguiente tomaría vuelo de regreso a casa.
Intercambiamos contactos, y nos despedimos con un abrazo que la verdad se sintió muy rico, pero nadie lo dijo.
![]()
Que delicioso!! Me calentaste mucho con tu relato y tengo muchas ganas que me estrene el culo!! Ardo en deseos de sentir una verga de carne, bien dura y lechosa para chupar. Igual que me chupen mi verga, ya que a mi esposa nunca le gustó chuparmela. Esto de ser casado y no poder dar rienda a mis deseos es muy frustrante. Yo quiero vestirme bonita de mujer, coqueta y sexy. No se cuanto más aguante sin salir del closet. Alguna princesa que quiera cojer y quiera ser cojida por otra princesa primeriza???