
Grabarlo y editarlo supone mucho trabajo, por esto me gustaría conocer tu opinión y si te resulta útil.
Escúchalo narrado por su autora
Relato
Desde que acepté que me he transformado en una adicta al sexo, se está convirtiendo en un verdadero dolor de cabeza. No me supone un dilema moral, tampoco sexual porque me encanta follar cuanto más mejor. El problema tiene que ver con las oportunidades. Ya no me satisface plenamente hacerlo por la mañana con mi hermano, y repetir con él y mi novio por la noche. Últimamente me sabe a poco porque no consigo que aguanten más de una hora entre los dos, o media con uno o con otro.
Por esto, varias noches me he escabullido después de estar con ellos, justificando que me sentía extenuada y necesitaba estar sola, relajarme dando un largo paseo por la playa.
Esta excusa es perfecta porque tengo que ir en coche. Pero no es cierto. El verdadero motivo es llamar a Lucas, quedar con él y desfogarme hasta donde le den las fuerzas y las ganas, que vienen a ser más o menos como los otros.
A Lucas lo conocí hace tres semanas. Ocurrió en una terraza-bar de Salou, una noche que fui con mi hermano buscando salir de Tarragona, ciudad en la que vivimos. El tipo me gustó porque era muy lanzado, directo al grano, tanto que terminé cediendo a su indecente proposición. El caso es que me daba miedo ir sola con él, con un total desconocido. Por esto propuse a mi hermano Àlex que se hiciera pasar por un cualquiera, un personaje anónimo, con el fin de que se uniera a nosotros y me follaran entre los dos.
Con Lucas he repetido estas tres ocasiones porque la primera vez me pareció un tipo de fiar. Esto comportaba un cierto riesgo, pero calculado, y felizmente no había motivo para desconfiar.
No obstante, me preocupa la privacidad. Lucas no sabe que Álex es mi hermano y mejor que siga así. Por esto me veo con Lucas, porque es de otra ciudad, de otro ambiente y las posibilidades de que se entere son ínfimas.
La última vez que estuve con Lucas, cuando acudí a la cita estaba con sus amigos. Me los presentó y estuvimos todos juntos un rato antes de ir a lo nuestro. La conclusión que saqué sobre ellos es que son buena gente, a pesar de que lanzaron alguna que otra indirecta subida de tono. Esto me dejó con la mosca detrás de la oreja. Sospeché que Lucas les había contado nuestros encuentros, y lo confesó tras ponerle los puntos sobre las íes. No puse el grito en el cielo porque entre hombres es normal que se cuenten sus hazañas, especialmente las que versan sobre conquistas amorosas. Así, entre esto y lo otro, confesó que sus amigos me tienen en un pedestal.
La última vez que estuve con Lucas, tras follar como conejos en su coche en un descampado, tuvimos una corta pero productiva conversación.
―No entiendo a qué te referías en concreto cuando dijiste que tus amigos me tienen en un pedestal ―le dije mientras me vestía.
Lucas Vaciló un instante y respondió.
―Me refería a que les gustas físicamente. También les gusta tu acento ligeramente mexicano. Dicen que es muy simpático. Lo más importante es que les caíste muy bien y fantasean con hacerte lo mismo que yo.
Quedó cristalino que les gustaría follarme y esto me dio qué pensar. Lo hice largo y tendido esa misma noche, mientras intentaba conciliar el sueño sin lograrlo. Entonces me levanté impaciente y fui al dormitorio de mi hermano. Estaba dormido y no dudé en despertarlo, me urgía tratar el asunto.
Una vez se hubo desperezado y contaba con toda su atención, le confesé mi adicción al sexo y los encuentros que había tenido con Lucas. También admití que él y mi novio no me satisfacían del todo últimamente, que necesitaba más, motivo por el que buscaba al otro.
La reacción de mi hermano fue inesperada: admitió que algo sospechaba, pero no creía que fuera para tanto.
―En lo que a mí respecta, me gustaría hacerlo contigo durante horas ―confesó―, pero debes tener en cuenta que estás muy buena, que follas de lujo y esto es incompatible con aguantar demasiado.
Su respuesta era lógica. Al menos, así lo entendí. Tengo 22 años y mi bagaje sexual no es muy amplio. Por esto no tengo elementos de juicio suficientes para saber cuánto es la media de aguante en un hombre. Imagino que varía en función de factores diversos, como el agotamiento y las ganas de seguir una vez se han corrido. Lo que tengo claro es una cosa: ninguno de los tres ha continuado tras eyacular. No creo que sea cuestión de fuerzas, porque los tres son jóvenes y se cuidan físicamente. Además, cuando estoy con dos de ellos, me follan por turnos alternativos y cortos, procurando robarle minutos al tiempo.
Todo esto comenté con mi hermano, también las ganas que me tenían los amigos de Lucas. Finalmente le lancé una bomba de racimo.
―He pensado que podíamos montar una orgía contigo, Lucas y dos de sus amigos ―le dije sin pelos en la lengua―. Confieso que no terminan de gustarme físicamente, pero son buena gente y, total, para follar lo importante es lo que les cuelga y cómo lo usan. Podemos probar y, si sale bien el experimento, tener otra opción de futuro.
―Veo que no cuentas para esto con tu novio ―apuntó mi hermano, negando con la cabeza.
―Sabes desde el principio que Sergio y yo tenemos una relación abierta ―respondí restando trascendencia―. No hay mayor confirmación que compartirme contigo. Esta relación tan especial se basa también en la sinceridad, en no ocultarnos nuestras aventuras. No obstante, en esto prefiero mantenerlo al margen.
Mi hermano permaneció en silencio un par de minutos, valorando la situación que le planteaba.
―Sabes que no puedo negarte nada ―dijo esbozando una leve sonrisa―. Por mí no hay inconveniente si lo tienes tan claro.
Su respuesta hizo que diera saltos de alegría sobre la cama. Luego lo abracé fuertemente y terminamos echando un polvo rápido. Tampoco era cuestión de despertar a nuestros padres y que se montara la mundial.
La tarde siguiente quedé con Lucas a tomar un café. Le propuse la idea y me costó dios y ayuda convencerle de que no se trataba de una broma. Finalmente concreté los dos amigos elegidos, recalcando que los otros no lo supieran a fin de evitar conflictos. Hice hincapié en esta condición, prometiendo que los otros tendrían su oportunidad en otra ocasión si el experimento salía bien. Nos despedimos tras fijar la hora y el lugar: esa misma madrugada a las tres en la terraza-bar donde nos conocimos. Propuse esta hora para tener tiempo suficiente para estar con mi novio y despedirme a una hora razonable.
Pacté con mi hermano que fuera por su cuenta media hora antes. Yo llegué puntual y allí estaban todos, acomodados en la barra, bebiendo y charlando animadamente. Los observé a cierta distancia durante unos minutos. Lucas y mi hermano parecían relajados, pero los otros, caramba con los otros, parecían adolescentes antes de debutar por primera vez. Esta sensación fue más acentuada cuando estuve con los cuatro.
El caso es que, apenas me acomodé en un taburete y pedí una copa, Lucas y mi hermano me invitaron a acompañarlos a un solitario rincón.
―Lo he comentado con el dueño del local, un tipo de confianza, y nos cede un discreto reservado que suele alquilar para cumpleaños, despedidas de soltero y otros acontecimientos ―dijo Lucas.
―Me parece una idea genial siempre que tenga plena privacidad ―exigí y Lucas afirmó con la cabeza―. Pero no veo por qué me apartáis de los otros para decirme esto.
Lucas y mi hermano intercambiaron miraditas.
―El caso es que antes quiere hablar contigo en privado ―dijo Lucas―. No sé para qué. Imagino que quiere asegurarse de que vienes libremente a lo que vienes.
Pensé que no cabía mayor expresión de libertad que el mero hecho de haber acudido por mi propia cuenta. Aun así, acepté de buena gana.
Fuimos los tres al extremo de la barra donde el propietario charlaba con dos mujeres. Las despidió apenas llegamos y me lo presentaron. Inmediatamente me tomó de la mano y me invitó a seguirlo. Llegamos a una puerta dentro del local, la abrió y seguimos por un largo pasillo tras cerrarse esta. Al final abrió otra puerta y entramos. Yo estaba muy nerviosa, más de lo que cabría esperar. Me abrumaba tanto recorrido solo para charlar.
―Ya me ha contado Lucas lo que pretendéis. ―El tipo fue directo al grano y añadió con tono ceremonial―. No es precisamente el uso que le doy a este reservado, pero, dadas las condiciones, pase por esta vez.
Yo no entendía nada y mi nerviosismo iba en aumento. Traté de relajarme inspeccionando el lugar, esperando que finalmente llegara al fondo del asunto. La sala era amplia, con un sofá enorme en forma de ele, una mesa de centro, varias butacas y sillas, y un pequeño bar con taburetes amplios y acolchados.
―Ve quitándote la ropa que el tiempo apremia. ―La voz del tipo surgió a mi espalda, inesperada, poderosa y decidida.
Me dejó paralizada. Ni recordaba su nombre debido al nerviosismo. Giré para encararlo y darle una respuesta tajante.
―Creo que te equivocas tomándome por una cualquiera ―dije lanzándole una mirada de aplomo.
El tipo soltó varias carcajadas.
―Como no voy a tomarte por tal si pretendes follar con cuatro niñitos ―respondió aguantando la mirada, hizo una breve pausa y continuó con algo que me dejó aún más helada―. El trato es que os dejo esto gratis con la condición de que yo te estrene antes de que vengan ellos.
―Yo no sé nada de tratos contigo ―repliqué alzando la voz para que el mensaje le llegara alto y claro―. Al menos, por lo que a mí respecta, yo no he tomado parte.
―Sea como tú quieres, princesa, pero mira antes lo que te pierdes ―dijo y vi atónita como se sacaba el rabo del pantalón. Acto seguido se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta mientras se lo guardaba y refunfuñaba―. No hay problema, le digo a Lucas que tú no colaboras y que os podéis ir todos a tomar por culo.
―Espera, por favor, no les digas nada ―grité precipitadamente.
A día de hoy, no sé qué narices se me pasó por la cabeza. Puede que fuese temor a desperdiciar aquello en lo que yo misma me había empeñado porque lo deseaba sobre todas las cosas. O puede que fuera un repentino e inconsciente instinto animal. El caso es que, cuando se dio la vuelta y me miró fijamente, el tipo me pareció incluso atractivo, más grande y fornido respecto a la primera impresión, le calculé 45 años y su verga ahora en su sitio, no se desvanecía de mi pensamiento. Cabe la posibilidad de que el subconsciente me dijera que uno más no importaba. El caso es que comencé a desnudarme como un autómata, lentamente hasta quedar ante sus ojos como vine al mundo.
―Ya me dijo Lucas que no tienes límites a la hora de follar y que admites todo ―me dijo con tono suave cuando estuvo a mi lado―. Quiero creer que no exageraba ―añadió al tiempo que acariciaba uno de mis pechos.
Según mi criterio, los tengo medianos, redondos y firmes, dice mi hermano que como dos medios cocos, pero en este momento los percibía más hinchados.
―Lucas tiene la lengua muy larga, estoy descubriendo, pero no mentía ―susurré con los ojos cerrados y gimiendo porque me comía los pezones como un profesional.
Nuevamente me tomó de la mano y tiró de mí hasta el pequeño bar. Allí juntó dos taburetes y ordenó que me recostara en ellos. Quedé con las piernas colgadas, rozando el suelo apenas con los dedos de los pies. El culo quedó a placer de este modo.
―Voy a darte en media hora lo que esos cuatro no serían capaces en toda la noche ―afirmó el fanfarrón―. Hablo de media hora porque tengo un negocio que atender. Si no fuera por esto, yo mismo te jodería hasta que salga el sol. También porque tengo la certeza de que volverás a por más cualquier otro día.
La seguridad con que hablaba era algo nuevo para mí. No me sonó al típico fanfarrón. Supuse que había vivido mucho mundo debido a su edad. Giré la cabeza y vi cómo se enfundaba un preservativo. Ahora tenía la verga como un ariete y me hice cruces debido a su descomunal tamaño.
―Lo que no tengo claro es si te gusta suave o salvaje ―susurró en mi oído, apartando mi cabello y apoyando su cuerpo sobre mi espalda.
Yo no lo tenía claro. Su trasto apoyado entre mis nalgas prometía problemas.
―Hazlo como quieras ―dije con la voz entrecortada―, pero, si piensas darme por el culo, toma un botecito de lubricante que tengo en el bolso.
Intuí que pretendía esto mismo cuando preguntó si admitía de todo, pero estuve convencida cuando fue a buscar el botecito. Volvió con él, abriendo el taponcito mientras caminaba, vertió un buen chorro en el ano, colocó el cabezón en la entrada y lo restregó para esparcir el producto.
Yo esperaba aferrada con las manos al segundo taburete y apretando los dientes. Entonces, cuando el glande se abrió camino en las carnes, apreté los puños cuanto pude y solté un grito desgarrador. Casi me destroza el muy cabrón. Él ni se inmutó; por el contrario, siguió penetrando hasta la mitad. Lancé un segundo grito cuando se detuvo y comenzó a moverse dentro de mí. Las primeras enculadas fueron suaves, más o menos soportables, luego fue ganando velocidad a medida que mis gritos se convertían en gemidos placenteros. Llegué a pensar que el ano se adapta a todo, dentro de lo razonable, una vez se acostumbra a recibir por ahí.
―Antes lo sospechaba, pero ahora confirmo que eres una cachonda y que te gustan los rabos más que a un tonto una cometa ―afirmó al tiempo que me daba por el culo a base de bien.
Yo chillaba como una loca, ahora de puro gusto, y gritaba que me diera más.
―Vuelvo a repetir que volverás a por más tras esta noche ―dijo entre bramidos―. Y no una vez ni dos, sino muchas más, y todas ellas no querrás marcharte hasta que no puedas más, porque lo de hoy es solo un aperitivo.
―Mira que tengo mucho aguante con la debida lubricación ―afirmé con la voz quebrada, tratando de conservar la posición porque sus embestidas bruscas y frecuentes hacían tambalear los taburetes.
Tras unos diez minutos sodomizándome como un animal, temiendo que las patas de los taburetes se quebraran, sacó la verga, me alzó en vilo con sus poderosos brazos, me hizo girar en el aire, me depositó bocarriba en la mesita y dijo:
―Me gusta tu culo. Es lo mejor que he visto en muchos años, pero ahora quiero ver tu carita mientras gimes como una zorra.
―No hables tanto y métela otra vez ―supliqué con los ojos empañados, aferrando sus caderas con las manos y tirando de ellas hacia mí―. Métela ya mismo porque estoy que me voy.
Yo misma estaba sorprendida porque todavía no me había corrido. Seguramente fue debido a los nervios y a que estuve más pendiente de no caer al suelo. Pero ahora, en una posición más cómoda, comencé a retorcerme de gusto apenas dos minutos después de encularme nuevamente. Presentía que iba a ser un orgasmo de campeonato, y le supliqué que me follara el coño, pero negó con la cabeza. A cambio, mientras me enculaba furioso, metió media manaza en el coño y comenzó a agitarla como un poseso. A día de hoy no concibo cómo pude tener un orgasmo tan brutal, el más intenso hasta la fecha. Lo más sorprendente, también una novedad para mí, era el chorro abundante que salía de mi entrepierna y chocaba contra su pecho. Estuvo dándome por el culo un buen rato más. El fruto, otro par de orgasmos brutales.
―Ya va siendo hora de terminar ―dijo mirando su reloj de pulsera―. El deber me llama y tampoco quiero que tus amigos esperen demasiado. Esta vez ha sido con condón y voy a correrme en tu boca, pero ven preparada la próxima vez, porque lo haremos a pelo y pienso llenarte este culito que me vuelve loco. Ahora, dejemos esto para cuando suceda, quiero que me la mames mientras otro te da por el culo.
Esto sí que no me lo esperaba, pero insistió y volvió a colocarme igual que antes en uno de los taburetes. Mientras yo permanecía en esta postura, tomó su teléfono y marcó un número.
―Ya podéis venir. Os la tengo a punto de caramelo ―dijo a su interlocutor con voz misteriosa.
―Es humillante que me vean así ―protesté tratando de incorporarme, pero él me lo impedía presionándome la espalda contra el asiento con una mano y pugnando por meterme la polla en la boca con la otra.
―Es lo mejor para los tímidos, esos que todavía no te han jodido ―argumentó mientras me follaba la boca sin aflojar la presión sobre mi espalda.
Los otros no tardaron en llegar y me encontraron de aquella manera. Yo no podía verlos, pero intuía su presencia.
―Veamos quién es el primero que se la mete por el culo ―gritó el mastodonte―. Que tenga buena picha porque se lo he dejado bien abierto y tiene que sentirla.
Yo intentaba mirar hacía el costado, quería ver el rostro de mi hermano y leer en su gesto si sabía de esta encerrona. Dejé de hacerlo cuando una verga profundizó en el recto. No me pareció la de mi hermano ni la de Lucas. Debía ser uno de sus amigos. Daba igual: habría de ser tarde o temprano; para esto estaban allí.
El caso es que me gustaba, y yo correspondía mamando la verga del coloso. En un momento dado, este sujetó firmemente mi cabeza por la coronilla y empezó a llenarme la boca de semen, al tiempo que me la follaba y repetía que tragara con cada descarga. Y lo hice, más por obligación que por gusto. El tipo se comportaba con suma brusquedad y el instinto de tragar me pudo. Cuando sacó la verga de mi boca, tenía el cabezón sonrosado y brillante, el muy cabrón no había desperdiciado una sola gota. Dejé de pensar en esto cuando el otro se dedicó a encularme a base de bien. En esto estaba, gimiendo como una guarra, cuando mi hermano se arrodilló delante de mí.
―¿Tú sabías algo de esto? ―le pregunté con la voz tomada, exhausta por lo acontecido, gimiendo cada vez que el otro me la clavaba.
―Lo he sabido en el último momento, cuando negociábamos con él ―respondió con cierta congoja en la voz―, pero he preferido que fueras tú quien tomara la decisión. El acuerdo ha sido ese, condicionado en que te dejaría ir si te negabas. Veo que no lo has hecho y esto me quita la losa de encima.
Zanjamos el asunto cuando el otro amigo puso su picha en mi boca y comencé a chuparla al tiempo que pajeaba la de Lucas a un lado.
Pasaré de puntillas respecto a lo que ocurrió con los otros. Se portaron bien. Ni más ni menos que cuatro muchachos con las hormonas revolucionadas y ganas de follarme todos los orificios, especialmente los dos nuevos, aquellos que habían fantaseado largo y tendido con hacerme lo que ahora tenían ocasión de cumplir. Lucas había asegurado que sus amigos eran gente sana y de fiar, por esto acordamos que merecía la pena obviar los condones y esto suponía un aliciente extra para todos, sobre todo para mí que los detesto.
Me centraré en el dueño del local, cuyo inesperado protagonismo habría de escribir nuevas páginas.
En un momento dado, cuando yo me hallaba tumbada bocarriba en el sofá, con uno de los nuevos follándome el coño y la polla de mi hermano en la boca, Lucas atendió una llamada en su celular.
―Es Paco, el dueño del local ―me dijo al oído―. Pregunta que si quieres que vuelva otra vez. Si es que sí, se lo tienes que pedir tú misma consciente de las condiciones que tú ya sabes.
Alzando la voz, repetí varias veces que volviera.
Mientras esperaba recibiendo una buena follada por el coño, me hice cruces pensando en cómo podía haber olvidado un nombre tan simple y común. Entonces pensé que le pegaba a su casi gastado acento andaluz.
Apenas llegó, sin demorarse siquiera un minuto, apartó al que me jodía, me levantó en vilo y me tumbó bocabajo, con las piernas totalmente extendidas. Entonces se desvistió de cintura para abajo, se sentó a horcajadas sobre mis muslos y me la clavó en el ano con dos empujones certeros. Así comenzó a sodomizarme con ganas, al tiempo que repetía una y otra vez que estaba seguro de que querría repetir con él.
Los otros me observaban perplejos, y yo me afanaba por chupar las pollas de Lucas y mi hermano por turnos, como buenamente podía.
―Dentro de un rato vuelvo otra vez ―me dijo Paco al oído y yo asentí con la cabeza, gozando un nuevo orgasmo, el enésimo de la noche, ya había perdido la cuenta.
Regresó tres veces más, en intervalos de 15 o 20 minutos, y en cada una de ellas me jodió el culo en distintas posiciones y lugares. El tipo parecía insaciable y esto aumentaba mis ansias de soportar a los cinco hasta la extenuación.
Regresó en una cuarta ocasión, justo cuando Lucas me llenaba la boca de leche. Los otros ya lo habían hecho previamente.
―Parece que estás en las últimas ―susurró Paco junto a mi oreja―. Imagino que ya no quieres más.
―Por descontado que quiero más, pero solo contigo ―respondí jadeante, apenas sin aliento.
―Entonces diles que se vayan, que tú te quedas conmigo ―dijo con un tonito que estremeció todo mi ser―. Tengo para ti algo que te va a sorprender.
No siempre me gustan las sorpresas, pero sonaba esperanzadora la que Paco prometía y acepté.
Cuando me despedía de mi hermano, insistió en que marchara con ellos.
―No me gusta la idea de que te quedes a solas con él ―dijo con tono paternal.
―No tienes por qué preocuparte ―respondí acariciando su mejilla―. No creo que quiera nada que no le haya dado antes.
Se marchó preocupado, pero confiado en que yo sabía lo que me hacía. Cuan equivocado estaba, porque ni yo tenía claro lo que quería, pero me había propuesto averiguarlo explorando mis límites.
Paco también se fue, pero con la promesa de regresar en un cuarto de hora, el tiempo justo para que él cerrara el local y yo me asease y refrescara.
Estaba recostada en el sofá cuando Paco retornó. Había tardado un poco más de lo prometido, pero me daba igual, lo importante es que estaba conmigo.
―Intuyo que debe estar resentido ese maravilloso culito que tienes ―dijo comprensivo―. Ha llegado el momento de que te folle por el coño, pero debes permitir que al final, cuando no puedas más, me corra de nuevo, pero esta vez en el culo, no hay nada que me motive más.
A los otros no se lo permití, ni siquiera a Lucas y mi hermano por no establecer un precedente con los nuevos. No obstante, me motivaba de un modo antinatural que Paco sí lo hiciera.
La moraleja del cuento es que esta noche descubrí mi verdadero límite, aquel en que quedé plenamente satisfecha por primera vez.
Paco me estuvo jodiendo el coño hasta eso de las seis y poco de la madrugada, más de tres horas en total, y recibir su leche en el recto me colmó de dicha, justo en el momento en que me corría por tercera vez durante este tiempo extra.
Nos despedimos sin planes, sin promesas, pero ambos sabíamos que yo regresaría más pronto que tarde. Han pasado dos días y ciertos compromisos me lo han impedido, pero no tengo intención de retrasarlo mucho más.
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Me ha puesto muy cachondo tu relato y más imaginando que soy Paco (hay un chiringuito de playa en la Savinosa – Tarragona -), en el que me gustaría estar contigo. 💋😘
Fantástico.
Hay una novela, el Márquez de Sade, de ahí nace el masoquismo o algo parecido. Pero el relato esta muy bueno. Algo como tu me hace falta.
Muy bueno por el desenlace , aunque escritos y grabados los gemidos estaría más rico aún ….
“Ahh ahhh espera un poco “
(Algunas Omatopeyas estarían cool también)
*Bom Bom Bom* sonaba el estante con las copas de cristal casi en el suelo y yo no paraba de aguantar los gritos …
“Ish… mierd que rico culo niña parece hecho para mi ..ohhh ~~ ven chúpamelo aún no quiero lecharte …”
Por ejemplo …. Jeje no es mi intención corregir , está perfecto y valoro tanto que sea un audio cuento que te coloco todo esto por qué que éxito vas a tener de verdad , suerte y que brutal de pana
Excelente y exciitante anécdota, me imagino que en el siguiente leeré una sorpresa muy caliente.
Besos a ese culito cada vez más exprimentado.
Espero leerte pronto.
Muy buen relato
Completamente normal y excitante.
Paco no sanara su adicción, solo estará satisfecha, hasta que agote todas las sorpresas, y entonces
Querrá experimentar con algo más fuerte. Y bastante diferente.
Me ga gustado mucho
Espero la continuación.
Delicioso relato.. estoy muy mojada.. tendré gran placer en recordar tu historia dentro de un rato.. (pero esa voz es IA
.. no me jodan)… gracias igual
Rima, te agradezco el comentario y me alegra que te haya gustado.
El tema de la IA empieza a ser recurrente. Y si lo fuera, ¿qué más da? Hoy en día todo es susceptible de ser IA.
Ahora bien, si para ti todo relato que no sea narrado en plan línea erótica es IA… pues tienes un problema. Yo leo relatos, no los interpreto porque no sé fingir lo que no soy, y no soy una calentorra. Cada cual lee como lee, no hay ninguna norma escrita. Pero, si eres una profesional de los audio relatos eróticos en plan línea erótica, te puedo pasar los relatos y tú les pones la voz.
Concluyo. Uno puede valorar si le gusta o no un relato, su historia y cómo está redactado, no obstante, valorar el modo en que leen las personas se me antoja muy osado, pues nadie puede enarbolar la bandera de la perfección. Hay tantos modos de leer como personas.
Estamos iguales de calientes
Como siempre es un placer leerte y saber mas de tus relatos e igual yo soy mexicano y la verdad que eres miy caliente creo igual o mas que yo
Gracias por tu comentario, Antonio. el placer es mío por haber leído mi relato. Besos.
Me ha gustado y me ha inspirado para hacerme una buena paja..
Bueno aquí pone que moderado sí está muy bien la historia que cuenta la chica
Hola, Zakary,
Me alegra que te haya gustado el relato e hicieras manitas. Gracias por tu comentario.