Continuación de “Un viejo verde y yo sola en la piscina”.
El tío entró en su casa y dejó la puerta abierta sin darme opción a negarme a entrar. Una vez dentro me indica dónde está la cocina, aunque, por supuesto, me deja pasar delante para poder observarme bien desde atrás.
Paso y él viene detrás. La cocina está bastante sucia y desordenada y todo apunta a que el resto de la casa debe estar igual. Pongo la comida en la nevera y le digo.
-Hay una cosa que quería pedirle. Soy un poco paranoica, sobre todo cuando estoy sola. Y en julio, con los robos que hay…
Él se queda mirándome sin entender. De modo que continúo.
-Vaya, que estoy un poco acojonadita. Si pudiera estar un poco atento a los ruidos esta noche….
-Un poco atento a los ruidos. -Dice riendo.- Ojalá el oído me lo permitiera. -Guarda silencio un rato y continúa.- Pero si te da mucho miedo, puedes pasar aquí la noche. Por mi parte no tengo problemas. Aunque supongo que está demasiado sucia para una princesita como tú. -de nuevo fija su mirada en mis tetas.- Desde que se fue Pepi… ¡se nota que no hay una mujer en esta casa!
Yo me quedo muda. Este tío no pierde el tiempo, me está invitando a pasar la noche ahí. Aunque lo cierto es que se lo he puesto en bandeja.
-No me parece buena idea, pasar la noche en casa de otro hombre, vecino.
-Entiendo. Pues entonces mide tú qué te da más miedo: pasar la noche sola allá o aquí con un anciano…
-Sí, claro un anciano que no para de mirarme las tetas.
-¿Qué daño hace? Tienes unas tetillas mordibles y yo me deleito mirándolas, no pasa nada. En la piscina viniste a mi sitio a que te las mirara….
-No es verdad, -protesto
-Claro, claro… Yo te digo que me empalmo por haberte visto las tetas y tú, después de irte, vuelves disculpándote conmigo. Y ahora fíjate. -Dices señalando mi camiseta- Vienes a verme así.
Miro donde señala y, efectivamente, mis pezones forman un relieve espectacular. Pero no puedo reconocer delante de él que es cierto lo que dice.
-Hombre he venido con la ropa de casa.
Joder, el vecino parece garrulo, pero el cabrón tiene una lógica aplastante. El razonamiento es claro: si quieres que te proteja, olvídate de que oiga los ruidos, sólo hay una opción, vente aquí a dormir. Esa o quedarte en tu casa pasando miedo. Por supuesto que si te vienes ya sabes que te voy a mirar las tetas, pero, dado que está claro que no te importa, no pasa nada. Y no sólo el razonamiento, sino su honestidad. Me invita a venir y me deja claro qué pasará si lo hago.
Me quedo sin argumentos. Doy vueltas a lo que dice. No veo grietas, no encuentro cómo contradecirle… pero es que… ¡¡¡estamos hablando de dormir en la casa de mi vecino!!! Quiero decir… ¿es sólo remotamente posible que esté planteándome pasar la noche ahí? Pues parece que no sólo eso, sino que además a mis empitonados pezones les parece una idea fantástica. Después de todo también me parecía una locura siquiera entrar en la casa y heme aquí y no ha sucedido nada…
Me doy cuenta de que a estas alturas, todavía, no te he dicho claramente que no voy a pasar la noche ahí… Me sigo sorprendiendo de mí misma, porque si no le he dicho que no es porque aún pienso que tal vez…
Unos ruidos raros me sacan de mis reflexiones. Ni siquiera me he dado cuenta de que el vecino estaba dando una vuelta alrededor de mí mirándome bien. Se me debe notar en la cara la extrañeza, porque me dice:
-Vecina me has pillado ocupado viendo una peli, jajaja. Espero no te sientas mal porque vea ese tipo de cine… si quieres puedes quedarte a ver el final conmigo ¡jajaja! está muy muy interesante…
-No gracias, -respondo entendiendo-, el porno no es mi fuerte. Y por supuesto no me siento mal porque vea ese tipo de cine. Cada uno que vea lo que quiera. Pero vamos, no me apetece quedarme a ver el final. Creo que será bastante previsible, seguram…
Me interrumpe un sonido de móvil. El vecino coge el suyo y sonríe.
-Anda mira, nuestras vecinas de la pisci, Cris y Lidia. Mira qué guarrillas son.
Con el móvil en la mano, se pone detrás de mí y me enseña la pantalla. Aparecen ellas dos con un minitop y un microshort, posando de espaldas, pero girando el tronco, de tal manera que pueda verse tanto parte de la nalga desnuda, como el ombligo.
-Han debido de salir y deben de haber bebido, yo creo que están cachondillas, jajaja
Me sorprende que esas dos chiquillas le envíen ese tipo de fotos a este abuelo, pero mi sorpresa da paso a la precaución. En la posición que estamos, el hombre está punteando mi culo con su verga.
-Vecino no me interesa como van vestidas esas chiquillas, pero vamos, van como las chicas de ahora. Bueno, ya tiene esto… espero que le aproveche. Será mejor que me vaya… y de verdad, por favor, si oye algún ruido raro por favor…
Él intuye mi escapada y me agarra por la cintura, pegándome más a él y me dice al oído.
-¿De verdad te quieres ir, Silvia? ¿estás segura? Fíjate como me estás poniendo, ¿te das cuenta?
-Desde luego que quiero irme, vecino, por favor, suélteme. Pase que le permita que se vaya de vistillas, pero por favor, suélteme…
Según le digo que me suelte comienzo a preocuparme por la situación. De pronto deja de ser el pobre abuelillo abandonado por su mujer y se convierte en una amenaza. Hasta construyo una película por si todo toma mal cariz que justifique mi presencia en esa casa. Aprovechando que no estaba mi marido, fuente del conflicto, traté de resolver las rencillas que teníamos con nuestro vecino y le di algo de lo que había cocinado. Él me hizo pasar para dejarlo en la cocina y ahí trató de propasarse… todo cuadraba y explicaba la situación sin que yo quedara comprometida en absoluto.
Mientras estoy hilando esto noto su saliva en mi cuello, ¡joder me está lamiendo!, y sus manos suben.
-¡Uf! Silvia qué buena estás, me encantan tus tetas… quiero follarte como a una zorra.
Intenta agarrar mis tetas, pero afortunadamente yo las cojo a tiempo y lo evito.
-Vecino, está yendo usted demasiado lejos.
Finalmente logro desasirme y quedo frente a él.
-Entiendo que lo ha pasado mal y que estar sin su mujer le afecta. Entiendo que pueda estar necesitado de… -en ese momento suenan gemidos en la película y yo señalo con mi cabeza en dirección al ruido- de eso. Lo entiendo, pero tiene que controlarse un poco, por favor.
Lo veo con la cara de lujuria mirándome de arriba a abajo.
-Joder Silvia, es que me matas… Y al venir así a mi casa… entiéndelo
Lo dices y te alejas de mí. Al hacerlo, la amenaza se disuelve. De modo que, ni en sueños pensabas forzarme, sólo es un malentendido. Eso me relaja. Y sonrío.
-Por un momento, me dio usted un buen susto.
-Jajaja, no seas boba, chiquilla. Vienes medio en pelotas a casa y bueno, pues… se intenta, pero de ahí a… ¡no, vecina! Un hombre no hace esas cosas. Anda, deja que te quite el susto y quédate aquí a cenar. Entre el gazpacho y el flan que has traído y las pizzas y cervezas que me quedan creo que juntaremos una cena.
Pongo cara de extrañeza.
-No sé, vecino, creo que no es buena idea que…
-No jodas, Silvia. Comer y cenar solo es una mierda. Te lo digo yo que llevo dos años haciéndolo. Y estando puerta con puerta es una gilipollez que cenes sola. Confía en mí. La mesa está hecha para compartirla, ¿no crees?
De nuevo esa lógica aplastante. ¿Cómo decir que no a eso? ¿Cómo condenarle a la soledad a este hombrecillo? Cierto que está salido, pero, hombre, como todos los tíos. Y ha quedado claro que amenaza ninguna. En cuanto le he parado los pies, ha reculado sin pensarlo.
Así que le sonrío.
-De acuerdo, me quedo a cenar aquí. Con mucho gusto. Pero entonces déjeme que vaya a casa a cambiarme para cenar.
-Jajaja. No seas boba, vecina. Si te quedas a cenar aquí, con lo cagada de miedo que me has dicho que estás, también te vas a quedar aquí a dormir. Así que vente con lo que duermas.
Me quedo mirándole sorprendida.
-¿Me lo está diciendo en serio? Claro y si vengo en pelotas mejor ¿no?
-Jajaja, veo que lo entiendes.
-En realidad, el pijama que uso en verano es como lo que llevo puesto. Una camiseta de tirantes y un short muy pequeño.
Me doy cuenta que, al igual que él, ya estoy dando por hecho que me voy a quedar a dormir ahí.
-¿Más pequeño que éste? Si se te ve el culo, jajaja.
Miro mi short y respondo.
-Pues no, más o menos cómo éste.
Me mira de arriba a abajo otra vez. Casi babea. Y se aventura a decir.
-De todas formas… ¿tienes algún top como el de Cris y Lidia? como el de la foto que me han enviado.
Me pilla de sorpresa. Me está insinuando que me vista para él. Efectivamente tengo un top de verano. Pero es bastante incómodo. En vez de la camiseta ceñida que llevo, el escote de ese top tiene la manía de despegarse de mi cuerpo. La idea de vestirme para él cala… o mejor dicho son mis bragas las que están a punto de calar.
-Sí, tengo un top parecido, pero no pega mucho con la ropa de casa.
Tú te quedas callado sonriendo. Y justo cuando vas a añadir algo más, me adelanto y te digo.
-Sí, vecino, también tengo unos putishorts como los de Cris y Lidia.
Tú sonríes más aún.
-Bueno vecino, ahora vengo.
-No olvides el… -y añade imitando mi voz,- “el putipijama.”
Cojo mis llaves y salgo por la puerta. Al llegar a mi casa trato de entender todo. Finalmente voy a quedarme a cenar en casa de mi vecino… ¿y a dormir? Me ha mirado las tetas, ha intentado tocármelas y ha dicho que quiere follarme… ¿y voy a dormir en su casa? Claro que… por otro lado… lo cierto es que no parece mal tipo. En cuanto le has parado los pies, ha reculado. Tú controlas la situación.
Me dirijo a la habitación con un pensamiento demoledor: me dispongo a vestirme para él. Para que me siga mirando las tetas, las piernas y el culo… es demasiado.
Voy al armario. Me va a costar encontrar el top rojo. No me lo pongo nunca. Se ven los tirantes del sujetador, así que tengo que llevarlo sin él… Y entonces veo que se abre demasiado, así que tengo que llevarlo con él. Decido ponerme un sujetador negro, después busco entre los shorts el vaquero más cortito que tengo y me lo planto. A ver si encuentro las sandalias blancas de tacón de las bodas… sí, en una caja del armario. Me miro en el espejo. El viejo va a dar el visto bueno sin duda. Voy al baño y me maquillo levemente y me perfumo. Me aplico crema hidratante en las desnudísimas piernas.
Y ahora otra gran duda. Si cojo un pijama, ya voy a dar por hecho que me quedo a dormir ahí y, si después de la cena me voy, parecerá descortés. Por otro lado, ya me ha dicho que lleve pijama, bueno, putipijama, y si no lo llevo será descortés también. De modo que una descortesía es segura (no llevar pijama) y la otra sólo es posible (en el caso de que no me quede). La parte de mí que odia los conflictos (o tal vez la parte que está deseando quedarse a dormir allí) decide llevarlo y, si las cosas salen raras, inventarme cualquier excusa.
Así, recién peinada, maquillada y vestida como una auténtica buscona, salgo de mi casa y llamo a los nudillos a la puerta de enfrente. Me llevo una sorpresa cuando, en vez de iluminarse su cara, encuentro una expresión de decepción en ella.
Me hace pasar y le pregunto enseguida.
-¿Qué pasa vecino? Me pongo guapa para usted y no parece que le guste.
-No me jodas Silvia. -Me enseña las fotos de cris y lidia otra vez- ¿Qué crees que pasa?
Miro las fotos y, como intuía, las niñas no llevan sujetador.
-Es usted un caso, vecino. -le digo y señalando el pijama añado.- Dígame dónde puedo dejar esto y… ¡sí, sí! No se preocupe. Me quitaré el sujetador, viejo verde.
Él, lejos de ofenderse, se ríe con mi insulto.
-El pijama, ¿no? O sea que finalmente has entrado en razón y te quedarás a dormir aquí. Puedes dejar eso donde quieras. En mi casa se puede dejar todo en cualquier lugar como verás, jajaja. Anda pasa y te enseño el sofá dónde vas a dormir.
Hasta ahora sólo había entrado en la cocina, pero al pasar completamente, se me cae el alma a los pies. Efectivamente hay de todo por todos lados. La mesa del salón tiene cajas de pizza y cervezas vacías. El sofá en el que voy a dormir está oculto por pantalones, camisetas y calzoncillos sucios. Sólo pensar en poner la cabeza ahí me asquea.
-Está un poco desordenado, pero si tienes frío te puedes tapar con mis gayumbos, jajaja.
Lo cierto es que, pese al asco, me río con la ocurrencia y, al hacerlo, él ríe más fuerte aún. Y me temo que se envalentona porque coge mi pijama y, con toda intención, lo pone sobre unos calzoncillos sucios del sofá. Unos en los que aún se ve la humedad en el centro… De modo que el pijama que voy a usar esta noche está manchado con su semen. El cosquilleo enorme que siento en el vientre me dice que el asco y el morbo comienzan a darse la mano bastante peligrosamente.
-Ya te ayudo yo con esto.
Y sin mediar palabra, te pones de espaldas a mí y levantas ligeramente el top. Nada que ver con la brusca intentona de antes. Ahora vas con más cuidado. Y no puedo evitar disfrutar sintiendo cómo descubres la prenda y, torpemente, sueltas el cierre del sujetador y abres las tiras hacia fuera.
-Desde aquí ya me encargo yo, vecino.
Y aún de espaldas a él, me saco los tirantes y, finalmente el sujetador. Me quedo mirando dónde dejarlo y él, adivinando mi inquietud, me lo coge imitando mi voz.
-Desde aquí, ya me encargo yo, vecina.
Y se lo lleva a la nariz oliéndolo intensamente. Después abre un cajón del mueble y lo guarda. No parece tener mucha intención de devolvérmelo.
-Ven, que te enseño la casa -dice cogiéndome por la cintura.
Como llevo el top, al cogerme por ahí toca directamente mi piel. Aunque sólo un segundo porque me hace pasar delante de él, pero ya ha logrado romper una barrera. Y creo que los dos lo sabemos.
El tour por la casa es deprimente. La habitación principal dispone de un orden parecido al sofá. Ropa, zapatos, zapatillas, chanclas, por el suelo. Además, al estar todo cerrado por el calor, el olor es complicado. También me llama la atención la maraña de pelos unida con un extraño “pegamento” que parece haber en la rejilla de la ducha. En general, el desorden y suciedad impera a sus anchas por aquella casa.
-Ya te dije que se nota que falta una mujer.
Suelta ese comentario machista como si nada el muy cabrón. Cuando termina el tour me dice.
-Bueno, yo ya te he enseñado la casa. Ahora enséñame bien tú qué has traído.
-¿Cómo? ¿A qué…?
Me señala a mí misma con la cabeza y se aleja un paso de mí.
-Date la vuelta vecina.
Me quedo frente a él indecisa. Y trato de pensar.
-Vamos, Silvia. Te has vestido para mí. Estás marcando pezones y enseñando culo para mí. Lo normal es que lo pueda ver a gusto, ¿no crees?
De nuevo me siento en inferioridad. Cuando razonas, me deja hundida. Sin capacidad de réplica. Y de nuevo llevas razón. Me doy la vuelta, quedando de espaldas a él. El reflejo del cristal de la puerta me enseña cómo me mira el culo y se toca la polla al hacerlo. Se la masajea un rato. Yo sigo quieta de espaldas a él, esperando su ¿permiso? para darme la vuelta. Veo en el cristal como sigue tocándose mientras me mira el culo.
-Y ahora me vas a explicar, vecina, cómo un culazo como el tuyo acabó con un gilipollas como tu marido. -Dice mientras suelta su rabo.
Es entonces cuando me doy la vuelta.
-No digas eso, vecino, no es ningún gilipollas.
-¿Que no es un gilipollas? Todavía recuerdo cómo me amenazó con denunciarme por poner esa salida de gases un poco diferente a las normas de la comunidad. ¿Será idiota el tío? ¿Qué pasa? ¿Le molesta cómo coño pongo un puto tubo en mi terraza?
Recordé esa discusión… fue sólo para tocarle los huevos un poco al vecino.
-Le hubiera matado, ¿sabes? Claro que el pichafloja, ya se sabe. Mucho blablabla, pero a la hora de poner los huevos sobre la mesa, el muy cobarde, ni denuncia ni hostias. ¿Cómo coño quieres que me lleve bien con un gilipollas cobarde pichafloja semejante? Muy chulito y eso, pero cuando le dije que si me denunciaba yo le iba a empapelar a él por el cerramiento de la terraza se me hizo caquita. Todavía recuerdo cuando le dije que, si lo prefería, nos dejábamos de abogados y toda esa mierda y lo arreglábamos a hostias como dos hombres. Jajaja, qué cara me puso. Pálido. No tiene ni los cojones de enfrentarse con un viejo como yo. Que si así no son las cosas, que si blablabla. Dos hostias bien dadas le daba yo.
Yo me quedo callada escuchando una diatriba en la que se ponía en entredicho absolutamente todo de mi marido. Lo estaba despedazando ante mis ojos sin que yo pudiera replicar nada. Él continuó.
-Y tú y tu culazo con él ¡Qué desperdicio! En vez de estar con un hombre de verdad, con uno que se vista por los pies, estás con una nenaza pichafloja que se las da de culto y no es más que un estirado impotente. Y no me digas que no. Fíjate, en cuanto ves un hombre de verdad ¡Te derrites! ¡Mírame! Viejo y todo lo que quieras, pero te vistes para mí. Dime, ¿también te vistes así para él?
-No en realidad a él no le gusta que… -me sorprendí dando explicaciones a ese tío.
-Venga vecina, todo hombre sabe que una mujer que se respete tiene que derretirle en cuanto quiera. Para eso habéis nacido, coño, para excitarnos… y si a ese pichafloja -imitando mi voz dice- “en realidad no le gusta que…” es porque es una maricona. Una nenaza, no un hombre. Y por eso, en cuanto un hombre de verdad te dice que te vistas como una puta, pues vas corriendo a hacerlo. Y si un hombre de verdad te dice que te quites el sujetador, pues estás deseando hacerlo.
Yo me quedo en silencio, apabullada por la charla. Es verdad. No le ha costado nada convencerme para vestirme como una buscona. Y ni he rechistado cuando me ha dicho que me quitara el sujetador. De nuevo, mi vecino me está dando un repaso dialéctico tal que no encuentro argumento alguno para contradecirle.
-Venga Silvia, ¿qué pasa, no estabas ahí? Te digo en la pisci que te estoy mirando las tetas y ¿qué haces? Pues lo natural. Primero te haces la ofendida y te vas, pero a la que te descuidas, te das cuenta de que estás ante un hombre y no un gilipollas impotente y vuelves por la tarde pidiendo perdón para que te las siga mirando. Normal. Coño, tenías que haber visto la cara que pusiste cuando te dije que me iba. Si casi te me echas a llorar. Seguro que pensaste que era una lástima que, una vez que te habías decidido a bajar para que te mirara las tetas, yo cogiera y me fuera, jajaja. ¿A que sí?
Me coge tan por sorpresa que hasta se me escapa una sonrisa mientras asiento. Él me coge de la barbilla y me dice sonriendo.
-Ya lo sabía. Fíjate que hasta estaba seguro de que aceptarías mi ofrecimiento y subirías, tan necesitada que estás de estar con un hombre de verdad y no el cabrón desaborío de Pablo. Se ve que me pasé un poco cuando dejé entrever que subía a pelármela, jajaja. Así que al final tardaste un poco más. Se ve que necesitabas una excusa para venir aquí enseñando culo y pezones. Pero eres una mujer de verdad e hiciste lo que tenías que hacer.
Sigue con su mano en mi barbilla. Nos miramos fijamente. No tengo nada que decir… lleva razón en todo…
-Haces lo que tienes que hacer, vecina, claro que sí. Como hace un rato. -Ahora me acaricia la barbilla mientras dice con un susurro.- Me ha encantado cómo fingías o que no me veías mientras me acariciaba el rabo mirando tu culo. Pero tú, en tu papel. Ahí quietecita mientras lo hacía.
Ahí acaba su discurso, pero yo sé que el razonamiento tiene más recorrido. Sus palabras me dejan claro que yo puedo variar la velocidad un poco, puedo salir corriendo y volver, pero acabaré haciendo lo que este hombre quiera. Y lo que quiere está bastante claro. Recuerdo de nuevo sus palabras. “¡Uf! Silvia qué buena estás, me encantan tus tetas… quiero follarte como a una zorra.”
Estoy tratando aún de asimilarlo cuando otro pensamiento más inquietante aún me sacude. No sólo me excita pensar en que este viejo me ha mirado las tetas en bikini con mi total consentimiento. También me excita que este cabrón, al que Pablo detesta, haya mirado las tetas de su mujer, que este cabrón al que Pablo odia, tenga a su mujer en su casa medio en pelotas.
El viejo permanece quieto viéndome divagar, caer en el pozo. Creo que sabe lo que estoy pensando y sólo necesita que, por mí misma, llegue a las conclusiones.
Y las conclusiones van llegando a mi cabeza. Y quiero que sepa que reconozco que sus hipótesis son ciertas.
-Llevas razón, vecino. En todo. Volví a la piscina para que me siguieras mirando las tetas. Y cuando subiste me fastidió. Y también es verdad lo de antes. Te vi mirarme el culo y tocarte mientras lo hacías. Me gustó hacerte sentir así y no quise estropearlo…
Permanece callado, sabiendo que no acabaré aquí. Por lo que sigo pensando. Y sigo hablando mientras su mano aún sujeta mi barbilla.
-Y ahora supongo que… quiero decir, te apetecía que trajera el top, pero, en realidad, lo que quieres es que me lo quite, ¿verdad? Quieres que la mujer de Pablo te enseñe las tetas, ¿no es así?
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Pensaba que esto se subió hace años, no ha dicho las edades , pensaba que la chica era más joven
En el relato, la chica está en sus 30. Y si, lo subí hace años en otra pagina
Si Silvana me gusta mucho como se ba desarrollando el relato me a calentado un poco.
Primero me gustaría saber si tienes más relatos así segundo me gusta mucho como cuentas este relato.
Sigues en la línea. Será fantasía, imaginación…y como quieras llamarle. Pero no deja de ser un escrito donde se refleja una realidad absoluta y total.
Además, en la vida apetecen también llevar a cabo situaciones morbosas donde afloran nuestros deseos más sexuales y adaptarse a esos roles que nos llevan a ambos hasta culminar con la más excitante de las aventuras.
Vamos, levanta eróticamente ese putitop, y sin decir nada, mírame como tú sabes, y me guiñas el ojo invitándome a que cate esos pezones…
Muchas gracias, Paco. Me alegro de que te guste
Me gusta mucho como relatas las historias , espero ansioso por la 3ra parte 😘
La subiré pronto. Gracias
Con ganas de leer la parte 3…para cuando…? La forma en que te sientes sexy ,seductora,cachonda ,es espectacular y como el hombre tiene una labia para ponerte aun más cachondo… de diez… acariciarte…
Para mí, la gracia es Justi esa, como el viejo logra ir convenciéndola
Espectacular….
Muchas gracias!!!
Para mí eyacula de manera precoz. Esa chica lo sobre calentó. Muy bueno el relato en si.
La protagonista se debate entre la moral y el deseo de perversión. Compite con chicas más jóvenes por ser el objeto se deseo de un ser que aborrece. Desea la consumación de sus bajos instintos.
Bueno, la competición es solo un acicate, pero no es lo principal, lo principal es cómo se siente cuando está con él. Muchas gracias por el comentario.