Un viejo verde y yo sola en la piscina (3)

25
32885
39
T. Lectura: 10 min.

Y las conclusiones van llegando a mi cabeza. Y quiero que sepa que reconozco que sus hipótesis son ciertas.

—Llevas razón, vecino. En todo. Volví a la piscina para que me siguieras mirando las tetas. Y cuando subiste me fastidió. Y también es verdad lo de antes. Te vi mirarme el culo y tocarte mientras lo hacías. Me gustó hacerte sentir así y no quise estropearlo…

Permanece callado, sabiendo que no acabaré aquí. Por lo que sigo pensando. Y sigo hablando mientras su mano aún sujeta mi barbilla.

—Y ahora supongo que… quiero decir, te apetecía que trajera el top, pero, en realidad, lo que quieres es que me lo quite, ¿verdad? Quieres que la mujer de Pablo te enseñe las tetas, ¿no es así?

Me doy cuenta de que yo estoy deseándolo. Desde que me miró así en la piscina, en el fondo, pienso que deseaba que no hubiera tela entre sus ojos y mis pezones (en realidad esto no es así, pero en ese momento me lo parece), no sólo porque me diera pena que el pobre hubiera sido abandonado y tuviera que conformarse con el porno para ver tetas. En realidad deseaba que este hombre las viera. Deseaba complacerle con eso… De hecho, tan caliente estaba que tenía que dar un paso más.

—En realidad, supongo que no sólo quieres que te enseñe las tetas… supongo que quieres que la mujer de Pablo te lo pida, te suplique enseñártelas… Porque, joder… yo… yo estoy deseando enseñártelas… supongo que llevas razón… no estoy acostumbrada a estar frente a un hombre de verdad y ahora que lo estoy… pues me gustaría…

Me paro y lo miro fijamente.

—Señor, ¿me permite enseñarle las tetas?

Y respiro hondo mientras no dejo de mirarlo… ya está. Ya lo ha logrado. Le estoy pidiendo quedarme en tetas. Y es bastante obvio que la distancia entre ¿puedo enseñarte las tetas? y dejar que me las toque es ínfima. Sobre todo teniendo en cuenta que antes no le dejé. Joder seguro que en nada tengo sus manos cubriéndolas… Y claro… la distancia entre ¿puedo enseñarte las tetas? y quítame el short y el tanga…

Y claro, luego la distancia entre eso y “buf, al fin, qué ganas tenía de follarte”…

Lo miro fijamente. Pone una sonrisa lasciva, tal vez de alegría por tener a la mujer de Pablo suplicándole enseñarle las tetas, tal vez porque él también sigue el hilo de mis razonamientos y sabe que queda poco para estar entre mis piernas.

—Claro que te lo permito Silvia.

Se retira y aparta mierda del sofá, incluido mi pijama y sus calzoncillos sucios, y se sienta en él. Se enciende un cigarrillo, coge una botella de ginebra y se prepara para deleitarse con lo que voy a hacer.

—Este modelito nunca te lo he visto con el gilipollas de Pablo. —Dice riendo.— Menudo maricón, no sabe cómo hay que tratarte. Bueno vamos a ver, que es lo que tienes ahí debajo vecina.

Me entra un poco de pánico, pero ya no hay vuelta atrás. Respirando nerviosa, me quito el top y me quedo quieta, tratando de disfrutar el momento… de disfrutar por complacerle. Estoy en tetas frente a él.

—No vecino, Pablo dice que este top es de busconas…

Estoy nerviosa, esperando su reacción. La situación es morbosa. Silencio. Miradas. Y mis tetas.

Al cabo de un rato se levanta y se coloca detrás de mí, con sus manos en mi cintura y punteándome el culo con su verga. Igual que hace un rato.

—Y ahora, ¿si subo las manos me las vas a quitar como antes vecina?

Me muero de la vergüenza… pero estoy demasiado excitada.

—Jo… lleva razón. Otra vez igual que en la piscina… Lo siento vecino. Le pido perdón. Fue una descortesía total.

—¿Me estás pidiendo perdón por no dejar que te metiera mano antes?

Cierro los ojos esperando que sus manos se cierren en torno a mi carne, pero no llega ese momento. Yo asiento y él se separa de mí. Sabe que tiene tiempo. Quiere reforzar su posición un poco más. Y de paso, calentarme más a mí. Y yo le ayudo arrastrándome un poco.

—No sé si me ha entendido, le estaba pidiendo perdón por quitarle las manos… quiero decir que ahora no las quitaré

—Jajaja. Lo entendí, niña, lo entendí. —Dice mirando fijamente mis pechos desnudos. Se vuelve a sentar en el sofá y pone música.

—Baila para mí, Silvia. Quiero ver contonearse esas peras.

—Nunca he bailado sexy… no sé hacerlo. Pablo nunca me lo ha pedido…

Estoy hipnotizada observando cómo me mira… No puedo reaccionar, es demasiado delicioso. No quiero que deje de mirarlas…

—Ya, Silvia, pero está bastante claro que yo no soy el gilipollas de tu marido. Si te digo que bailes como una puta para mí, pues lo haces aunque no sepas. Además, Silvia, seguro que lo harás muy bien…

Efectivamente, no tengo mucha experiencia en esto, pero la orden es clara. Y quiero complacerlo. Trato de contonearme como puedo. Aunque, en realidad, parece que le da igual. Su mirada sigue clavada en mis tetas. Eso es lo importante.

—Así que ahora, no me quitarías las manos, jajaja, te está poniendo cachonda la situación, ¿eh? —Me pregunta riendo.

—No es sólo que me está poniendo cachonda… es que pienso que llevas razón… Te dejé mirarme las tetas en bikini, hasta volví para que lo hicieras… y ahora te he pedido que me dejaras quitarme el top… No parece muy lógico que después no las toques…

Sigo moviéndome, muerta de vergüenza, pero azuzada por esa mirada clavada en mis pequeños pechos.

Veo cómo se baja el pantalón, y parte de tu abundante vello púbico aparece. No puedo evitar recordar que hace un rato se masturbó mirándome desde la ventana… Yo me muevo. Su sonrisa mientras me mira acaba de deshacerme…

—Según bailas, quiero que te quites el short.

Su orden cae como una maza. Recuerdo mi razonamiento… es lo que toca sí. Veo que él baja un poco su pantalón para estar más cómodo. Se ven algunos vellos púbicos al hacerlo. Veo cómo empieza a sudar copiosamente. Realmente lo estoy excitando. Me doy la vuelta y bajo el short despacio, para que vea mi culo. Me quedo un rato de espaldas y después doy media vuelta.

—¿Quieres que me desnude completamente? ¿Quieres tener a la mujer de Pablo completamente en pelotas para ti? Porque yo, desde que te pregunté si podía ponerme en tetas, sabía que tendría que despelotarme completamente.

Ríe de nuevo y asiente.

Yo deslizo el tanga despacito. Lo bajo hasta las rodillas y, con un movimiento de mis piernas caen hasta el piso. Su sonrisa es descomunal. Se baja aún más el pantalón. Parece que su miembro está incómodo. Mi sexo desnudo está a un par de metros de él, que lo devora con la mirada. Deja el cigarro y la ginebra y alza las manos dejándolas sobre el nivel de su cabeza y formando una concavidad en cada una. Está claro lo que quiere.

—Ven aquí, acércate, pero sigue bailando.

Yo voy acercándome despacito, viendo cómo mis pechos se aproximan lentamente a sus manos. Finalmente, coloco mis dos tetas en sus manazas y suelto un gemido descomunal. Una vez acopladas, él coge una con fuerza y cierra la otra en un pellizco a mi pezón. Juega con ellas un rato.

—¿Te gusta cómo te toco zorra?

“¿Zorra?, ¿me ha llamado zorra?”. Lo peor es que no hace falta que conteste. Mis gemidos lo hacen por mí. Me cuesta abrir los ojos. Quiero centrarme en cómo esas manos, esas manazas, atacan mis tetitas. Pero tengo que abrirlos, tengo que ver su cara mientras logra su victoria… Consigo abrirlos y lo veo… joder sigue mirando mis tetas, aunque ahora estén tapadas por sus manos, que las agarran, las amasan y las pellizcan. Según lo miro, se levanta del sofá y poniéndose tras de mí me dice al oído:

—¿Sabes que voy a hacer ahora?

Y entonces oigo su boca abrirse y siento su lengua en mi cuello. Suspiro y gimo. Su boca al abrirse inunda la sala de olor a ginebra, cerveza y tabaco. Y sus manos… joder sus manos. Desde atrás, agarra mis tetas con fuerza. Ahora que no puedo mirarle a los ojos, me fijo en sus manos. ¡Cómo me agarra los pechos!, es delicioso.

Me doy cuenta de que no he parado de bailar mientras él sigue jugando con su lengua en mi cuello y sus manos con mis pechos. Me agacho y tomo la botella de ginebra para darle un trago. Uno muy largo. El alcohol quema mi garganta. Se separa de mí y me mira. La única prenda que llevo son unas sandalias blancas de tacón. Ahora soy yo la que, sin orden de por medio, doy una vuelta despacito para que pueda mirarme bien.

Él sonríe. Con el pantalón totalmente abultado y a medio bajar. Con esa sonrisa que está a medias entre lo garrulo que es, el vicio que esconde y la victoria. Me mira de arriba a abajo. Yo me doy otra vuelta más. Quiero que vuelva a mirar mi culo. Pero esta vez no se toca, como cuando me enseñaba la casa. Lo mira y, aún de espaldas, se acerca. Yo espero sus manos. Primero una va a una teta y la otra al muslo. Acarician con ansia.

Después sus dos manos agarran mis muslos mientras siento de nuevo el olor a ginebra, tabaco y cerveza, señal de que ha abierto la boca y de que, seguramente, vuelva a usar su lengua. Efectivamente ahora la siento en mi cara mientras sus manos acarician mis muslos, después suben pasando por mi sexo hasta las tetas y se colocan sobre ellas como si fueran un sujetador humano. Las acaricia, juega con los pezones, las sopesa y, de pronto, las agarra con fuerza. Siento su polla sobre mis nalgas. Dura como una piedra.

—Dios…. ¡qué buena estas! Te voy a follar como nunca te lo ha hecho el gilipollas de Pablo, jajaja.

—Todavía recuerdo lo que me dijo hace un rato, cuando, tonta de mí, le quité las manos de mis tetas.

—¿Qué te dije, vecina?

Mientras dice esto, me da la vuelta y me pone frente a él. Ahora comienza a acariciar mi culo con las dos manos.

—Me dijo algo parecido a ahora. Que le encantaban mis tetas y que me iba a follar como a una zorra. —Respondo sonriendo.— La diferencia es que, cuando me lo dijo antes, todavía pensaba que yo podía controlarme. —Sus manos amasan mi culo. Yo cierro los ojos de gusto. Nuestros rostros están separados un palmo. —Todavía pensaba que los hombres de verdad son los que nos tratan como princesas. —Pega su vientre contra el mío o mejor dicho, su polla contra mi vientre. Acaricio su pecho desnudo y beso su pezón. Sabe a sal, probablemente del sudor. El olor a ginebra es bestial, sobre todo ahora que además yo también contribuyo.

Sus manos siguen en mi culo. Yo separo la boca de su pezón un segundo para llevarlo al otro. Después me separo y pego mi pecho al suyo. Mis tetas se rozan con su vello. Quedamos totalmente pegados. Mis pezones se llenan de su sudor, su verga, por encima del pantalón, se clava en mi vientre, sus manos agarran mi culo. Pongo mi boca a un centímetro de la suya y tras mirarlo, cierro los ojos y abro la boca. Su polla ha crecido aún más. El olor a alcohol y tabaco es muy fuerte. Él respira pesadamente y con la boca abierta. Una boca que está a centímetros de la mía, que permanece abierta esperando que la invada.

Fugazmente pienso en Pablo. Pobre Pablo… aunque estoy empezando a cabrearme con él. Creo que el viejo lleva razón, que tanto que dice me quiere, pero no sabe hacerme feliz… no al menos como este hombre lo está haciendo ahora. Si no sabe hacerme sentir así, tal vez debería entender que necesito a alguien que sí que lo haga… Joder, por un momento imagino la situación y casi me entra la risa. No, no va a entender que cruce el rellano para despelotarme para mi vecino mientras él se ríe en su cara, diciéndole que se ha follado a su mujer.

Ojos cerrados y boca abierta esperando un beso… Un beso que no llega. En vez de eso, siento su lengua en mi barbilla y la noto ascender. Cuando llega a mi boca ya está dibujando una sonrisa. Mientras lame mi cara, aprovecha para, una vez que ya le he dicho que me va a follar, quitarse los pantalones. Obviamente las corridas anteriores provocan que esa liberación añada un ingrediente más a la mezcla de olores que desprende. Lleva mi mano a su rabo y comienzo a masajearlo. Entonces decido resolver mi duda.

—Antes, cuando subiste de la pisci… Te masturbaste mirándome, ¿verdad? ¿Te corriste cuando me colocaba el bikini? Porque, vecino, aunque me da vergüenza reconocerlo… creo que lo hice para eso….

—Ya lo sé vecina. Me di cuenta de que me pillaste tocándome, así que cuando vi que dejabas media teta fuera para mí me corrí como un salvaje mirándote. Mira. Allí está el pantalón manchado.

—Y los calzoncillos también, ya lo vi.

—Por supuesto que los viste. Puse tu pijama directamente sobre mi lefote en ellos jajaja.

—Sí me di cu…

Y de pronto, por sorpresa, tengo su lengua en mi boca. Me come la boca y mete toda su lengua que se mueve como una loca. Su aliento me llena. Yo, que llevaba ya un buen rato esperando el beso, al sentirlo me abandono a él. Trato de jugar con su lengua, aunque se mueve demasiado bruscamente. Así que, simplemente me dejo explorar mientras acaricio su verga.

—¡Uf! la tengo durísima, Silvia, joder que buena estás…

—Pues no te imaginas como estoy yo, vecino… estoy chorreando…

Vuelve a besarme. Yo sigo tocando su verga. Es una delicia. De pronto, pega un arreón, me coge en volandas y comienza a llevarme contra una pared. Yo cierro los ojos ante el inminente golpe que, finalmente se produce. Y, una vez empotrada contra ella, me la mete de golpe con un gruñido y yo le respondo con un grito.

—Joder, al fin, al fin, ¡aah! Le digo.

Empieza a follarme como profetizó, como una zorra. Dando embestidas fuertes y violetas. Mi espalda choca contra la pared en cada una de ellas y a veces mi cabeza también.

—Ohhh síi, ahhh joder. Te estoy follando y no me lo creo, Silvia.

Yo sólo jadeo y gimo. Los golpes son demoledores. Y para colmo aumenta el ritmo y el vigor.

-Joder vecino, ¿de dónde saca esas fuerzas? Mi marido con 30 años menos ni se le parece, ¡coño!

Se ríe y se lanza a por mis tetas, como diciendo, ¿y esto lo hace mejor él? Las lame, las chupa y las muerde. Entre los dos logramos que mi cuerpo suba y baje por su falo.

—Vecino, como me coma así las tetas, no voy a tener suficiente… Joder, joder, —digo a cada embestida.— Vecino, por favor cómamelas un poco más que estoy a punto… estoy ahí… aaaah un poco más…

Y entonces me deshago. Me deshago entre sus pollazos, mientras sus labios y dientes juegan con mis tetas. Oliendo mi cara a alcohol y tabaco. Oliendo mis tetas a alcohol y tabaco. Y oliendo a sexo. Combinado entre mis abundantes flujos y los suyos. Yo ya he comenzado a correrme, pero a él parece darle igual. Paf, paf, paf, contra la pared. Cada vez más fuerte.

—¿Así te gusta zorra? ¿Eh?

—Sí, sí, sí ¡uf!

—¡ohh sí!, ¿así te folla el maricón de tu marido? seguro que no… jajaja

—¿Que dice vecino?, ¿cómo va a follarme así el maricón de mi marido? Él me trata como a una princesa.

Plaf, plaf, plaf.

—Menos mal que no está en casa, sino oiría todo contra la pared, jajaja.

Y aumenta aún más el vigor del martilleo.

Plaf, plaf, plaf

—Pero, aaah, creo, aaaah, que no me hace falta aaah estar en casa aaah, para oír los golpes aaaah, de mi cabeza contra la pared aaaah.

Plaf, plaf, plaf.

Sigue, sigue, sigue y sigue. Aun cuando yo ya he terminado mi viaje, algo que se retarda, porque sus pollazos hacen su trabajo manteniéndome en órbita. Finalmente con unos gruñidos, se vacía en mi interior, con uno de mis pezones aún en la boca. Noto la chorretada en mi sexo aún empotrada en la pared. Su rostro rojo, congestionado y lleno de sudor, muestran un placer que se ha mantenido insatisfecho en años.

Finalmente sus labios abandonan mi pecho y sale de mi interior. Me deja en el suelo. Nos quedamos mirándonos. Y yo, sintiendo que toda la excitación muere, descubro horrorizada cómo cambia la situación.

De pronto no tengo delante de mí a un hombre que acaba de regalarme el mejor orgasmo de mi vida, sino a un viejo gordo, sudoroso y alcohólico. Con la cara roja y congestionada. Con una mirada de salido que asusta y que sé perfectamente que se follaría si pudiera a Cris y Lidia, tanto con sus 18 años, como si tuvieran 14. Me doy cuenta de que no sólo ha abusado de mi cuerpo. No sólo me ha visto en pelotas, sino que también me ha tocado, me ha chupado. Me froto la cara inútilmente tratando borrar el rastro de sus asquerosas babas alcoholizadas. ¡Hasta me ha follado! Me entran ganas de llorar ¿Qué coño me ha pasado? ¿Cómo he permitido que esto sucediera? Una cosa es jugar un poco con mi vecino, mover mi bikini y otra…

Siento resbalar la leche por mi muslo. La leche de este viejo verde gañán. Sentir como su moco lechoso baja por mi pierna es demasiado. Me tiemblan las piernas, desciendo hasta el suelo y comienzo a llorar.

—Jajaja. ¿Qué te pasa, niña? ¿Ahora te entran los remilgos? Me pides que te reviente a pollazos y ahora que guardas bien adentro mi lefote ¿lloras? Cómo sois las tías… tanto tiempo con la maricona de Pablo te ha trastornado, jajaja.

—Cállate cabrón. Te has aprovechado de mí.

—Jajaja ¡Los cojones me he aprovechado! Has sido tú la que se ha despelotado. Pero si hasta has venido caminando para poner tus tetas en mis manos, ¡so zorra!

Yo reacciono como puedo. Me levanto, cojo mis llaves y, completamente desnuda salgo al rellano y entro en mi casa. Ahí me vuelvo a tirar al suelo y vuelvo a llorar.

Me desahogo llorando durante un rato, ¿cómo medir el tiempo en esa situación? Tal vez media hora, tal vez más. Después me levanto y voy directa a la ducha. Me ensaño con mi cara, tratando de borrar el rastro de su saliva de borracho cabrón. Me ensaño con mi sexo, aplicando un chorro fuerte para borrar de ahí también todo lo que pueda. Después me tiro en la cama, aunque tengo la certeza de que no podré dormir.

Y ocurre como tantas veces hoy. Yo sola con mi pensamiento soy mi perdición. El puto gordo viejo borracho me había pegado una follada de campeonato. Me había tenido todo el día totalmente excitada y había rematado la faena dándome un orgasmo de diez. Sí, ciertamente nada parecido a lo que siento con Pablo. Y no me había forzado a nada. Fui yo la que me presenté en mi casa medio desnuda y la que le pedí ponerme en tetas para él. Fui yo quien le di permiso para que me las tocara y la que le dijo que sabía que me iba a follar. Él simplemente… lo hizo. Joder y ¡cómo lo hizo! Nunca me engañó, siempre me dejó claro todo. Vecina te voy a mirar las tetas, vecina me gustaría follarte, vecina, date la vuelta para que te vea el culo…

Vuelvo a repasar el día. Rememoro el instante mágico en el que me quito el top… sin darme cuenta mis manos bajan a mi sexo al recordarlo. Joder, no puedo quitarme de la cabeza su cara mientras bebía ginebra mirándome las tetas. Recuerdo su lengua marcando mi cara mientras mis manos comienzan a arrancar los primeros esbozos de placer de mi entrepierna y aumenta el placer viendo con mis ojos cerrados su cara congestionada al escupir su semen en mi cuerpo y termino corriéndome pensando que, por tercera vez hoy, tenía que ir a pedirle disculpas…

Loading

25 COMENTARIOS

  1. Bua pedazo de relato, me encanta el juego de poder que hay y como al final sucumbe a sus instintos y sus deseos, queda la pregunta es lo correcto porque son sus deseos o es incorrecto porque debería vivir su vida normal…

  2. Hola como estas mucho gusto soy un admirador tuyo me an fascinado tus tres relatos ase mucho tiempo que no me daba esa malicia de leer y quería saber con ansias qué pasa con el viejo y la joven eso me llevó a imaginar mucho muchas gracias

  3. Hola Silvana he leído tus relatos y me han gustado mucho, ojalá y la vuelva poco a poco su mujer en cierta parte como hacerle el aseo de su departamento y también estaría bien que le dé un poco de celos con otras chicas.

    • Para eso están los comentarios no? En cualquier caso, si quieres crear ese grupo o escribirme directamente, mi correo está en mi perfil

      • Me encantó. Vienen más relatos?. Espero que si. La parte que le dice que quiere ver moverse a esas peras me hizo….

      • Sí, Ricardo, vienen más, pero ya será en septiembre. Lo siento.
        A mí, personalmente, me gusta más cuando pone las manos abiertas para que ponga ahí las tetas

  4. Silvana , excelente relato hace años que vengo leyendo y nunca nadie ha hecho una descripción tan minuciosa de la lucha interna de una mujer para hacer lo que no debe. Tu relato demuestra que el cortejo no depende de lo que haga el hombre, solo de no abandonar la causa.

    • Lo que no debe? seguro? jajajaja, gracias por tu comentario. En cualquier caso no lo tomes como un tratado psociológico. El cortejo, por supuesto que depende de lo que haga el hombre.

  5. Por fin vuelves a anteponer lo que deseas a lo que marcan lo cánones y la sociedad.
    Lástima que seta última vez no la hayas compartido con alguien. Masturbarse es bueno también, pero cuando te das cuenta que “alguien” ha obtenido beneficio de la decisión de liberar tus fantasías y llevarlas a realidad….
    Sigue así.

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí